martes, 28 de julio de 2015

Nuestro panorama nutricional. ¿Y la Escuela puede, debe, hace algo?


El panorama nutricional ha venido transformándose, hoy estamos ante la paradoja según la cual, la imagen que identificaba al gordo como ícono del estado de desarrollo que se oponía a la imagen del niño pequeño, delgado de aspecto macilento, desnutrido del estado de pobreza y subdesarrollo, se ha transformado en una realidad compleja, donde en un mismo espacio geográfico, conviven grupos con sobrepeso, obesidad y desnutridos, lo que se ha dado en llamar la paradoja nutricional de la doble carga.
Esta complejidad surge en medio del proceso de globalización y de la crisis alimentaria de la segunda mitad del siglo XX, que dio al traste con los tipos de relaciones comerciales entre países exportadores e importadores de alimentos. Las transformaciones de los hábitos y costumbres alimentarias, han producido un cambio en el comportamiento cultural y social, aún cuando, en la distribución de los alimentos siguen prevaleciendo formas de desigualdad social y económica, no sólo en el acceso a los alimentos, sino también, en la calidad e inocuidad de los mismos. Por lo tanto, la función principal de dar salud y calidad de vida no se ha podido preservar.
La imagen de la malnutrición en la población ha cambiado, aparecen los flacos, musculosos, en los estratos de mayores ingresos, que cuidan su figura, tienen una dieta de calidad y practican actividad física, imagen que se contrapone a la de los pobres, gordos-desnutridos, que tipifica el fenotipo de la brecha en la transición nutricional. Esta realidad, representa una verdadera tragedia de Salud Pública, que se traduce en el incremento de las enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición, principales causas de muerte en América Latina, de la cual, Venezuela no escapa.
La desnutrición aunque sigue siendo el arma más crítica de la exclusión social que margina y mata, ahora va de la mano con el incremento de la obesidad en los niños de sectores vulnerados, convertidos en niños con sobrepeso con talla baja, como signo inequívoco de una desnutrición crónica, que no sólo, es la imagen de la irregular distribución de los alimentos, sino también, del deterioro en la calidad de la alimentación y de vida en estas poblaciones. Muchos de ellos inmersos, en una severa crisis de servicios de atención en salud, de servicios básicos y sanitarios, de educación en nutrición y de desigualdad social.
Esta fotografía de la realidad nutricional, está presente en países de medianos y bajos ingresos con alta vulnerabilidad socioeconómica y cultural.
En el informe “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe” (FAO 2010), se señala que en Venezuela entre 2000-2009 en los niños menores de 5 años el porcentaje de desnutrición crónica (talla-edad) es de 15,6% y el sobrepeso (peso/talla) de 6,1%. Ellos estiman, que los países en pre-transición y transición son los más vulnerables a la inseguridad alimentaria. Venezuela junto a México, Panamá, Colombia, Ecuador y Perú clasifica en el grupo de países con “vulnerabilidad media” a la inseguridad alimentaria y nutricional. Entre los principales factores que inciden en la transición alimentaria se señalan los cambios demográficos, la disponibilidad y el costo de los alimentos y el cambio en los estilos de vida, en especial en la actividad física. Lamentablemente la drástica caída de la actividad económica en los últimos dos años, afectará negativamente la reducción de la pobreza y la inflación acumulada en los alimentos, complica aún más el panorama de los países.
En el mismo informe (FAO 2010), se recomienda que la política pública debiera centrar sus prioridades en contribuir a contrarrestar los efectos excluyentes del crecimiento económico en un ambiente que incentive la inversión y el empleo. En tal sentido, las políticas públicas deberían enfocarse a los siguientes ámbitos: (a) Producción, inocuidad, calidad y comercio internacional de alimentos; (b) Gestión pública en los mercados; (c) Programas sociales; y (d) Gestión territorial descentralizada y local de las políticas públicas. Propuestas que en su conjunto, apuntan a la superación de los problemas de seguridad alimentaria y nutricional, presente en muchos de nuestros países en América Latina.
La mala alimentación afecta negativamente la productividad, deteriora las funciones cognitivas y aumenta los costos de la atención médica, lo que causa un débil crecimiento económico y perpetúa la pobreza. De acuerdo al Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los países en desarrollo las pérdidas por la malnutrición se ubican entre 2% y 3% del PIB y en el área de la productividad superan 10% de los ingresos que una persona obtendría a lo largo de su vida.
Contar con trabajadores bien alimentados, cuya alimentación aporte las calorías y los nutrientes adecuados, puede llevar a un incremento adicional del PIB cerca de 1% cada año. Para el 2010 se predice una reducción del número de personas con hambre en un 10%, lo que significa que 925 millones de persona se encontrarán en esta situación. En todas las regiones excepto América Latina y el Caribe, habrá una reducción del hambre. Sin embargo, dos hechos recientes ponen en riesgo dicha recuperación, la crisis de endeudamiento de algunos países y el repunte de los precios del trigo y de otras materias primas agrícolas, que se añade a los desastres naturales y el cambio climático, que tienen impactos negativos en la seguridad alimentaria y nutricional.
Para nadie es un secreto, que mientras se sube en la escala social y de ingresos, la alimentación es más variada y más magra, se accede al pescado y a la carne de aves y aumentan las frutas, verduras, fibras y la actividad física se incorpora como parte de la calidad de vida. La salud y la belleza se alejan del tejido adiposo.
La paradoja de la malnutrición está presente en las organizaciones internacionales, así la Organización Mundial de la Salud alerta sobre la epidemia mundial de la obesidad y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presenta el panorama del hambre, de la desnutrición y de la obesidad, ambas consideradas enfermedades de la pobreza. Es un llamado de atención, para que en nuestros países, se apliquen políticas públicas orientadas a la prevención y superación de los problemas nutricionales, que con distintas intensidades, afligen a nuestra población y han impactado en forma muy negativa en las principales causas de morbilidad y mortalidad. Nuestras posibilidades de desarrollo tienen entre sus retos más importantes, la superación de las cargas nutricionales, que como espada de Damocles amenaza el desarrollo humano de los grupos más vulnerables en nuestros países.

En este sentido, se debe dar prioridad a la educación alimentaria y nutricional en las políticas públicas existentes y nuevas. Se deben promover proyectos políticos y pedagógicos que se centren en los alimentos, la educación alimentaria y nutricional, la formación docente y de especialistas en el área, proponer planes y programas sobre la promoción de la educación alimentaria a todos los niveles y modalidades del sistema educativo, con mayor prioridad en la población infantil.
El componente educativo, que debe caracterizar a la alimentación y nutrición, se debe concebir como una estrategia de formación, lo que requiere desagregar la teoría de la nutrición, en estrategias didácticas que consideren la salud desde una visión integral y la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles desde su consideración nutricional, ya que a través de ella se puede prevenir en salud, formar en valores y en identidad, que permitan mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Estas orientaciones pueden y deben ser consideradas en las políticas educativas, en el currículo y en los programas de educación, en los proyectos educativos, en la consolidación de una adecuada formación docente, en la dotación de recursos y en los servicios de salud que se desarrollen en la escuela, en una formación gerencial con mayor compromiso con la promoción de hábitos saludables de alimentación y nutrición, y la corresponsabilidad de la familia en la formación integral del niño y la niña de Educación Inicial.

Fuente:
Maritza Landaeta-Jiménez.
Una aproximación al panorama de la seguridad alimentaria y nutricional

Anales de Nutrición en Venezuela. 23,(2). 2.010, p. 65-66

jueves, 23 de julio de 2015

El ejercicio aeróbico mejora las conexiones del cerebro de los niños

Los niños que realizan ejercicio aeróbico presentan cambios estructurales de la materia blanca de su cerebro, que permiten una mayor capacidad y velocidad de comunicación y conexión entre las distintas regiones de este órgano, lo cual mejora significativamente el desarrollo de las funciones cognitivas.
Así lo señala un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, EE.UU., y publicado en la revista Frontiers of Neuroscience, el 19 de agosto de 2014.
Los hallazgos de estudios previos han demostrado que los niños con buenas aptitudes aeróbicas presentan un mayor volumen y desarrollo de la materia gris del cerebro, la cual se relaciona con los procesos de aprendizaje, razonamiento y memoria. El estudio que nos ocupa es el primero en su género en explorar el efecto de la actividad aeróbica en la materia blanca del cerebro de los niños.
Materia gris y materia blanca
Las neuronas son las células básicas del sistema nervioso. Presentan un cuerpo celular o soma del cual se originan unas prolongaciones cortas llamadas dendritas, y una prolongación única y larga denominada axón que conduce el impulso nervioso desde el soma hacia otra neurona, con la que se conecta a través de una unión funcional conocida como sinapsis.
A través de estas conexiones se forman redes complejas de circuitos neuronales en el sistema nervioso central, ya que cada neurona es capaz de comunicarse con muchas otras células nerviosas similares.
La corteza cerebral, que corresponde a la estructura más compleja del sistema nervioso, está constituida por materia gris (sustancia gris), la cual está integrada principalmente por los somas o cuerpos de las neuronas y las dendritas y está relacionada con los procesos de aprendizaje, razonamiento y memoria.
La materia blanca (sustancia blanca) esta compuesta por axones que están cubiertos por la mielina, una sustancia rica en grasas, que le proporciona a la materia blanca su color y, por otra parte, actúa como un aislante, al igual que la cobertura de los cables eléctricos.
El calibre de los axones y el grosor de la mielina que los recubre juegan un papel importante en la velocidad de la trasmisión de las señales nerviosas.
Por lo tanto, la integridad y las características de la estructura de la materia blanca son importantes para la trasmisión eficiente y veloz de los impulsos nerviosos entre las distintas áreas de la materia gris, así como para la integración de diferentes regiones del cerebro.
La materia gris carece de mielina y, por lo tanto, no es capaz de trasmitir rápidamente los impulsos nerviosos como lo hace la materia blanca.
Se ha investigado muy poco sobre la plasticidad de las fibras nerviosas de la sustancia blanca o su susceptibilidad a la intervención durante el desarrollo, a través de factores externos como, por ejemplo, el ejercicio aeróbico.
En vista de que se desconocía el efecto del entrenamiento aeróbico, durante la infancia, en la estructura de los trayectos de la sustancia blanca, los autores del estudio que nos ocupa decidieron investigar esa relación.
La tecnología demuestra la importancia de un cerebro bien conectado
Para lograr su objetivo los investigadores reclutaron 24 preadolescentes entre 9 y 10 años, de los cuales 12 presentaban muy buenas aptitudes aeróbicas, mientras que los otros participantes tenían una capacidad aeróbica muy baja.
Los autores seleccionaron niños que provenían de un estatus social y económico similares, un coeficiente intelectual parecido y descartaron los candidatos que presentaban problemas importantes de aprendizaje como el trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA), así como aquellos que presentaban incapacidades físicas, trastornos neurológicos o consumían medicamentos que influían en las funciones del sistema nervioso central.
Los investigadores realizaron estudios de imágenes por resonancia magnética de difusión (diffusion MRI). Este método analiza la difusión del agua en los tejidos. En el caso de la materia blanca, una menor difusión del agua significa que el tejido es más fibroso y compacto, ambos rasgos deseables y positivos, ya que garantizan conexiones más eficientes y veloces.
El ejercicio mejora la comunicación entre regiones distantes del cerebro
Los autores analizaron la estructura de varios trayectos de sustancia blanca que comunican regiones distantes como el que conecta la corteza cerebral con tallo cerebral, el lóbulo parietal con el temporal o el que va del hemisferio izquierdo al derecho. Todos estos trayectos de materia blanca juegan un papel importante en las funciones de atención y memoria.
Los niños que reportaron un elevado desempeño aeróbico presentaron en el estudio de imágenes una mejor estructura de los trayectos de la materia blanca (más compacta y fibrosa), en comparación con aquellos de baja aptitud aeróbica.
Los investigadores no realizaron pruebas de función cognitiva, sin embargo, en un estudio previo habían demostrado una asociación entre la mejora de la aptitud aeróbica y las ganancias de la función cognitiva en tareas específicas y en el ámbito académico.
Estos hallazgos son sumamente importantes, ya que actualmente los niños y adolescentes son cada vez más sedentarios y el ejercicio aeróbico que realizan, con frecuencia, es insuficiente y de baja intensidad.
Igualmente, se ha observado una tendencia, por parte de algunos educadores y padres, a reducir o eliminar las actividades físicas programadas durante la jornada escolar, para favorecer el tiempo destinado a los temas académicos. Sin embargo, se ha demostrado que esta medida es contraproducente.
De hecho, se ha encontrado que un trayecto de materia blanca conocido como corona radiata, que conecta la corteza cerebral con el tallo cerebral (ubicado entre la parte posterior del cerebro y la médula espinal) se relaciona con el rendimiento de las matemáticas en el aula.
Por lo tanto, la eliminación o reducción de las oportunidades para practicar ejercicio físico aeróbico durante la jornada escolar, de acuerdo con los hallazgos del presente estudio, podría tener efectos perjudiciales en la estructura de los trayectos de materia blanca, y, por ende, desmejorar potencialmente el rendimiento escolar.

Conclusiones
Los niños que practicaron ejercicio aeróbico vigoroso regularmente presentaron una buena estructura e integridad de la materia blanca, lo cual facilita una mayor velocidad de trasmisión de las señales nerviosas entre las distintas regiones de la materia gris. Estos niños se destacaron en el desempeño de diferentes funciones cognitivas y en el rendimiento académico, en comparación con sus pares menos entrenados para el ejercicio aeróbico.
Igualmente, es importante recordar que otros factores como la obesidad, dormir pocas horas y otras afecciones que se observan cada vez con más frecuencia entre los niños y adolescentes como la hipertensión y la diabetes tipo 2 podrían afectar el desempeño cognitivo y el rendimiento académico.
Estudios previos han demostrado que los hábitos de vida saludables que incluyen el ejercicio físico regular, una dieta saludable y dormir entre 8 y 9 horas al día mejoran significativamente el rendimiento escolar y las funciones cognitivas en niños y adolescentes.
Los hallazgos de este estudio refuerzan la importancia del ejercicio durante el desarrollo y son una razón más para que los padres y maestros estimulen la actividad física programada dentro y fuera del entorno escolar.

Fuente:
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian

Mirador Salud. 02 septiembre, 2014

martes, 21 de julio de 2015

Efectos de la desnutrición temprana en el desarrollo y aprendizaje del niño

En los últimos años ha existido un interés particular en la malnutrición por déficit y el desarrollo del sistema nervioso central (SNC); sin embargo, las ideas que se tenían sobre la acción deletérea de la desnutrición en épocas tempranas de la vida y su efecto en el desarrollo del cerebro, han evolucionado considerablemente desde la década de los años 60, siendo aún, un tema de mucha controversia.
Investigaciones neurofarmacológicas recientes han revelado cambios duraderos, aunque no permanentes, en la función neural receptora del cerebro como resultado de un episodio temprano de malnutrición energético-proteica. Así mismo, teorías recientes respecto al impacto de la desnutrición en la inteligencia del niño, señalan que la misma altera el desarrollo intelectual por interferencia con la salud del individuo, con sus niveles de energía, sus tasas de desarrollo motor y crecimiento; en suma, las condiciones socioeconómicas deficientes pueden exacerbar todos esos factores y permitir la perpetuación del daño ocurrido a edades tempranas de la vida.
Con el reconocimiento de la vulnerabilidad del de­sarrollo cerebral de los mamíferos, y evidentemente del ser humano, surgió una gran controversia en relación con el momento en el cual un déficit en la condición nutricional del sujeto podía conducir a limitaciones en el potencial cognitivo del mismo, es decir, a la existencia de períodos vulnerables o críticos del crecimiento cerebral. En el ser humano, estos períodos comprenden buena parte del em­barazo (período prenatal) y se prolongan hasta los dos pri­meros años de vida (período postnatal).
Se demostró que la desnutrición ocurrida en épocas tem­pranas de la vida, no sólo enlentece la velocidad de creci­miento del cerebro y su tamaño, sino que además afecta la corteza cerebral, que es la región más fuertemente unida a las funciones cognitivas e intelectuales, sin afectar aparen­temente el número de neuronas corticales.
Estudios neuroanatómicos en animales tras un pe­ríodo de desnutrición e intervención nutricional, eviden­ciaron que tanto a nivel del cerebro como del cerebelo es posible restituir el daño estructural causado, al demostrar la prolongación de la síntesis de proteínas, el reestable­cimiento de la densidad de las células afectadas y de la relación sinapsis-neurona, entre otras.
En contraste, algunas alteraciones corticales aso­ciadas a la desnutrición temprana no fueron, ni han sido reversibles tras la intervención nutricional. Así lo demuestra el hecho de que a nivel del cerebro existe una reducción permanente de las dendritas, del número de mitocondrias neuronales, y de manera significativa de la mielina, funcio­nalmente responsable de la velocidad de transmisión de la información nerviosa. A nivel del cerebelo e hipocampo, se ha evidenciado reducción en la relación de gránulos: células de Purkinje, del número de células granulares, del tamaño de las células del giro dentado y de la complejidad de las ramificaciones dendríticas, así como cambios en el patrón de sinapsis-neuronas.
A la luz de las investigaciones hasta ahora conocidas, es posible concluir que muchas de las altera­ciones estructurales asociadas a la desnutrición son du­raderas más no permanentes, abriendo un espacio para la intervención y recuperación del individuo afectado por la desnutrición temprana; sin embargo, son muchos los que consideran que la situación es irreversible, ya que las condiciones socioeconómicas y culturales que permanecen en el tiempo, contribuyen también al de­terioro intelectual.
Un punto de claro consenso, es que la desnutri­ción temprana – pre o postnatal –, produce cambios duraderos en la creatividad emocional, motivación y nivel de ansiedad del animal o sujeto afectado, pu­diendo esperarse que estos efectos tengan un impacto sustancial en la habilidad para procesar la información, resolver problemas y por ende, alterar su capacidad cognitiva aun cuando no en forma permanente.
El único proceso cognitivo que hasta ahora se ha comprobado que es más vulnerable al efecto de la desnutrición tem­prana, es la disminución en la flexibilidad cognitiva del individuo (capacidad del ser humano para adaptar sus estrategias de procesamiento cognitivo ante una nueva e inesperada condición ambiental) y posiblemente, la mayor susceptibilidad a la interferencia proactiva (es decir, se altera la capacidad de aprehender una nueva información cuando ya existe información previa al res­pecto), cuyos efectos son, al parecer duraderos.
La presencia de estas distintas expresiones de afección en las áreas cognitiva, emocional o conductual sugieren que la desnutrición afecta de manera distinta, y con distintos grados de severidad, a las diferentes áreas del cerebro, en donde existe una interacción recíproca entre desarrollo cognitivo y emocional; y en cuyo caso, los cambios en alguno de ellos, contribuye a cambios en el otro.

Deficiencia de micronutrientes y desarrollo cognitivo
Todos los nutrientes son importantes para el cre­cimiento y desarrollo neuronal, así como para las cé­lulas gliales; pero algunos parecen tener más efectos que otros. Los efectos de esta deficiencia pueden ser transitorios, duraderos o permanentes.
Hierro: Es necesario en todos los procesos básicos neuro­nales tales como mielinización, producción y regulación de neurotransmisores (dopamina, GABA y serotonina) y metabolismo energético.
En humanos, cuatro grandes estudios a largo plazo, realizados en niños durante los dos primeros años de vida (Lozoff 1991, Andraca 1990, Palti 1985 y Cant­well 1974) demostraron que todos los niños previamente anémicos, una vez tratados, mostraban persistencia en el déficit de las funciones cognitivas, en comparación con niños sanos, es decir, que sus efectos no eran rever­sibles al mejorar el estado nutricional del hierro.Del mismo modo, existe evidencia que sustenta el hecho de que la deficiencia de hierro al alterar los receptores y transportadores de dopamina o GABA, compromete las respuestas afectivas y el funcionamiento cognoscitivo de los lactantes afectados, así como su capacidad de coordinar patrones de movimiento y memoria respec­tivamente. Actualmente incluso existen investigaciones que han demostrado que el descenso de una unidad por debajo de los valores normales de hemoglobina para la edad, conduce a un incremento de 1,3 veces el riesgo de padecer retardo mental.
Zinc: Es un elemento traza, esencial para la estructura y función de un gran número de proteínas regulatorias, estructurales y catalíticas. Constituye un componente vital del cerebro, donde además cumple funciones adi­cionales como producto o cofactor neurosecretor; par­ticipa en la síntesis y liberación de neurotransmisores y en el desarrollo del SNC; actúa como modulador de la excitabilidad neuronal. Su deficiencia durante el período fetal resulta en una disminución del contenido de ADN, ARN y proteínas, así como en la reducción del tamaño del cerebelo, sistema límbico y corteza cerebral, particularmente la frontal y temporal. Adicionalmente, existe evidencia proveniente de estudios en animales y pacientes psiquiátricos que su­gieren que la deficiencia de zinc puede afectar la emo­cionalidad y la respuesta al estrés, influenciando de esta manera el desarrollo infantil al condicionar la forma en la cual el niño se relaciona con su medio.
Cobre: Es un catión divalente involucrado en el metabo­lismo energético del cerebro y de la dopamina activa como antioxidante. Aunque su deficiencia no parece ser un problema común en el feto y el neonato humano, se ha demostrado que su déficit afecta sensiblemente el desarrollo cerebelar, con efectos a largo plazo sobre las funciones motoras, de balance y coordinación.
Ácidos grasos esenciales (AGE): El ácido docosahexaenoico es el ácido graso omega 3, es un potente agente neurobiológico que afecta las membranas neuronales por poseer éstas, fosfolípidos con un contenido alto de dichos AGE, en donde las pro­piedades físico-químicas y biológicas aportadas por estos lípidos contribuyen al adecuado funcionamiento cerebral al favorecer la correcta interconexión de miles de millones de neuronas. Constituye además, hasta 60% de los ácidos grasos totales de las membranas fotore­ceptoras de la retina, garantizando de esta manera la agudeza visual del individuo, función de la rodopsina y procesos asociados a la visión. Su esencialidad hace ne­cesario su aporte a través de la dieta, por lo que su oferta resulta vital durante el período crítico de desarrollo del sistema nervioso, en donde la presencia de estos ácidos grasos en la leche materna y no en las fórmulas infan­tiles, ratifica la importancia de la práctica de la lactancia materna, particularmente durante los dos primeros años de vida, período que coincide con la mayor acumula­ción de lípidos en el cerebro y retina.
Lactancia materna y desarrollo cognitivo
Considerando lo vital de los dos primeros años de vida para el desarrollo intelectual y motor del niño, siendo de suma importancia proporcionarle una alimen­tación suficiente y adecuada, se hace imprescindible hacer mención del rol que juega la lactancia materna, cuyo efecto benéfico es ampliamente reseñado por la literatura, no solo por sus amplios e inigualables be­neficios nutricionales, sino por sus implicaciones en el crecimiento psicológico y social del ser humano.
Son muchos los estudios que apoyan el hecho de que la duración y exclusividad de la lactancia materna se asocia significativamente con un mayor cociente in­telectual expresado en pruebas de inteligencia y otras medidas del desarrollo cognitivo (razonamiento, apren­dizaje y memoria, entre otros).37 Uno de los estudios más grandes y recientemente publicado38, encontró que los niños alimentados exclusivamente con leche ma­terna durante los tres primeros meses de vida o más, obtenían puntuaciones significativamente más altas en las pruebas estandarizadas de desarrollo neurológico practicadas a los seis años de vida, en relación con aquellos niños no alimentados de forma exclusiva con leche materna. Incluso, existen estudios que han llegado a demostrar que la asociación positiva entre la dura­ción de la lactancia materna y el desarrollo intelectual y cognitivo se prolonga a largo plazo, incluso hasta los 18 años.
Conclusiones
La magnitud del problema de la desnutrición tem­prana hace necesario considerar puntos clave para su intervención a fin de evitar los potenciales efectos ne­gativos que sobre el desarrollo intelectual pudiera traer consigo; para ello es imprescindible considerar:
.-Tratar la desnutrición implica romper con el cír­culo de la pobreza y es una de las consecuen­cias en la cadena de eventos que comienza con la escasez que rodea al niño; la desnutri­ción nace de la pobreza y generalmente ocurre en asociación con numerosos otros factores desventajosos para un desarrollo óptimo. Es necesario lograr una distribución más equita­tiva de los recursos y asegurar un acceso por igual a la salud, educación y cultura.
.- El cerebro necesita una adecuada oferta de nutrientes y de estimulación intelectual para desarrollarse y funcionar óptimamente; la pobreza priva al niño de ambas condiciones, lo cual es parti­cularmente deletéreo cuando ocurre muy tem­prano en la vida del ser humano.
.-Considerando que la educación es la principal herramienta mediante la cual se puede mejorar la calidad de vida del individuo, resulta de vital importancia continuar analizando los efectos a largo plazo de la desnutrición ocurrida a edades tempranas, a fin de garantizar solu­ciones reales a tan importante problemática.
Fuente

Luisana Caraballo

CANIA. 2010. Año 13. Nº 21.



jueves, 16 de julio de 2015

Comer 5 raciones al día de frutas y hortalizas es necesario para mantener la salud


De acuerdo con los datos presentados en el Informe sobre la Salud en el Mundo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dedicado a “Reducir los riesgos y promover una vida sana” (edición 2002), la ingesta insuficiente de frutas y hortalizas constituye el cuarto de los 10 factores principales de riesgo que contribuyen a la mortalidad global; entre los cuales, además, se encuentran: la hipertensión, la inactividad física, la hipercolesterolemia, el sobrepeso y la obesidad.
La combinación de estos y otros factores de riesgo, como el tabaquismo y el consumo exagerado de alcohol, tienen un efecto acumulativo o multiplicador que puede acelerar la propagación de “la epidemia de las enfermedades crónicas no transmisibles” que existe en el mundo desde hace muchos años hasta el presente.
En consecuencia, la OMS, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y expertos de la comunidad médica y científica mundial han fijado como objetivo poblacional el consumo de un mínimo de 400 g diarios (5 porciones al día) de frutas y hortalizas, con el fin de prevenir enfermedades crónicas, con base en las numerosas evidencias que muestran que las mismas reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebro-vasculares, varios tipos de cáncer, diabetes y obesidad.
Los países y sus gobiernos deben hacer esfuerzos para incorporar la promoción del consumo diario de frutas y hortalizas en sus políticas públicas para la prevención primaria de enfermedades crónicas, donde deben también participar los diversos actores sociales interesados en la salud, nutrición y buena alimentación de la población.
En este contexto, en el mundo existen los movimientos llamados “5aldía” que ayudan a promover este mensaje de salud y nutrición. El enfoque seguido es educar a los individuos para que tengan una alimentación balanceada en la que deben estar presentes todos los grupos de alimentos en las proporciones adecuadas, incluyendo las 5 raciones diarias de frutas y hortalizas. Uno de los consejos prácticos para orientar a la población en general es estimularla a consumir una amplia variedad de colores proporcionados por estos alimentos: rojo, naranja/amarillo, verde, blanco y morado.
El color de la parte comestible de las frutas y hortalizas (se incluye el color de la cáscara si la misma se consume), refleja la presencia de compuestos bioactivos pigmentados como carotenoides y flavonoides, entre otros, y en consecuencia, al incluir varios colores se asegura la ingesta de diversos constituyentes (micronutrientes como vitaminas y minerales, diversos fitoquímicos y fibra) con funciones biológicas y efectos benéficos distintos para la salud.
En algunos países como los Estados Unidos, la promoción del consumo de frutas y hortalizas se hace oficialmente desde los Centers for Disease Control and Prevention (CDC).
La mayoría de los esfuerzos dirigidos a estimular el consumo de frutas y hortalizas chocan contra diversas dificultades como la escasa difusión de la información, su elevado precio y el poco impacto que tiene promover los beneficios que aportan estos alimentos, a largo plazo. Además, no forman parte de la dieta habitual de muchas poblaciones y existen aspectos culturales que rechazan su consumo como los clásicos dichos venezolanos “yo no como monte o yo no soy conejo”.
Es así que no se asocia ningún valor al consumo de frutas y hortalizas, hecho que influye en la situación actual de Venezuela, país muy lejos de cumplir la meta de 5 raciones diarias. Pero no somos los únicos en América Latina, incluso países con gran tradición en el consumo de estos alimentos no llegan a la meta, si bien la brecha es mucho menor. En nuestro país se agrava la situación debido al exagerado consumo de carbohidratos procesados, grasas, sodio y azúcar.
Fuente:
Dra. María Soledad Tapia

Mirador Salud. Publicado el 3 de abril de 2012 

martes, 14 de julio de 2015

¿La Comida chatarra produce pereza y deterioro cognitivo?

Los individuos obesos y con sobrepeso son más perezosos, tienen falta de motivación, letargia y disminución de su desempeño cognitivo. Un estudio publicado  en el año 2014 en el Journal Physiology & Behavior realizado en ratas, por investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles, permite hacer esta extrapolación a humanos, cuyos sistemas fisiológicos son similares a las ratas y han sido estudiados en diversos contextos, aun en cirugía bariátrica. 
De acuerdo a esta investigación, se evidenció que ratas alimentadas con una dieta baja en grasa, pero alta en azúcares simples y harinas refinadas, no solo eran más obesas que otras ratas con una dieta más sana (rica en maíz molido y harina de pescado), sino que la dieta con productos refinados las hacía más perezosas y menos dispuestas a obtener recompensas.
En general se cree que el sedentarismo y el cansancio, la fatiga y la pereza producen exceso de peso. De acuerdo a este estudio, es lo contrario: la obesidad es una causa y no un efecto de la pereza.
Los investigadores trabajaron con 32 ratas hembras. Durante 6 meses, la mitad de ellas fue alimentada con una dieta saludable alta en carbohidratos complejos, mientras que la otra mitad fue alimentada como se dijo, con una dieta equivalente a comida chatarra (baja en grasas pero alta en carbohidratos simples). Algo fue muy claro: una de las dietas condujo de inmediato a obesidad.
Ambas dietas tenían la misma cantidad de grasa, proteína y carbohidratos totales, pero a los 2 meses, las 16 ratas con la dieta basada en azúcares simples y carbohidratos refinados ya lucían más gordas, y a los 3 meses, ya eran significativamente más gordas que las otras, y de allí en adelante el aumento de peso fue continuo y progresivo. Adicionalmente, las 16 ratas alimentadas con comida chatarra se volvieron notablemente más perezosas y menos motivadas, como evidenció la siguiente etapa del estudio, indicando que una dieta no adecuada tenía un serio impacto sobre sus cerebros.
Los investigadores pusieron todas las 32 las ratas a realizar ciertas tareas: presionar una palanca para obtener una recompensa de comida y agua. La conducta motivada por alimentos ha sido muy bien estudiada.
Las diferencias se hicieron entonces más evidentes: Las ratas sometidas a la dieta de comida chatarra, aunque conocían el sistema de recompensa y sabían llevar a cabo la tarea que les suministraría más comida y agua, eran significativamente más lentas y tomaban pausas que promediaban alrededor de 10 minutos, a diferencia de las ratas con dietas saludables, cuyas pausas duraban cerca de cinco minutos.
Al cabo de seis meses, las dietas de las ratas fueron intercambiadas: a las ratas con sobrepeso se les dio la dieta más saludable durante nueve días. Este cambio, sin embargo, no ayudó a reducir su peso o mejorar sus respuestas a la tarea de la palanca. Lo contrario también es cierto: el someter las ratas delgadas a una dieta tipo comida chatarra durante nueve días, no aumentó su peso notablemente, ni tampoco tuvo como resultado ninguna reducción en su motivación en la tarea de la palanca. Estos hallazgos sugieren que un patrón de consumo de comida chatarra, no sólo el “atracón” ocasional, es responsable de la obesidad y de alteraciones cognitivas.

 ¿Cuáles son las implicaciones para los seres humanos?
Las personas con sobrepeso a menudo son estigmatizadas como perezosas y carentes de disciplina La interpretación según los autores, señala como errónea la idea que las personas engordan porque son perezosas. Los datos de este estudio sugieren que la obesidad es una causa, más que un efecto, de la pereza. Es decir, o bien una dieta basada en alimentos altamente procesados causas fatiga, o la dieta causa obesidad, que a su vez, causa fatiga.
Adicionalmente, los investigadores encontraron que las ratas bajo la dieta de comida chatarra, al final del estudio habían desarrollado un gran número de tumores en todo el cuerpo, mientras que aquellas con la dieta más saludable, tenían menos tumores y más pequeños, que no estaban tan extendidos.
Los autores recomiendan para una mejor salud física y mental, comer menos alimentos procesados como pan, pastas y alimentos con azúcares añadidos, y comer más productos naturales, integrales, preparados en casa, como carnes blancas, pescados, frutas y hortalizas.

La conclusión final
La obesidad inducida por la dieta produce un déficit sustancial en la conducta motivada en ratas, independiente del contenido de grasa de la dieta. Esto tiene implicaciones para una asociación entre la obesidad y la motivación. En concreto, los rasgos de comportamiento comórbidos con la obesidad, como la depresión y la fatiga, pueden ser efectos de la obesidad en lugar de las causas. En la medida en que los alimentos refinados contribuyen a la obesidad, como se ha demostrado en este estudio, pueden igualmente desempeñar un papel importante que contribuye a otros trastornos conductuales y cognitivos.

Fuente.

María Soledad Tapia. Mirador Salud. Publicado: 15 de abril, 2014