jueves, 10 de diciembre de 2015

Diez consideraciones para prevenir la malnutrición en Latinoamérica

Hay diez consideraciones o estrategias para prevenir la malnutrición en Latinoamérica. La primera consideración tiene que ver con las prioridades, ¿cómo podría alguien definir las prioridades para la acción en Nutrición y Salud Pública con recursos limitados? En América Latina en general, como grupo o como región, tenemos que establecer prioridades; probablemente sea muy difícil hacerlo, más aun cuando los recursos son limitados, no obstante, tenemos que disciplinarnos y seleccionar en qué nos vamos a enfocar.
La segunda consideración está relacionada con la igualdad o los derechos humanos, y busca responder a preguntas como: ¿cuándo establecemos prioridades, desarrollo de políticas y programas?, ¿lo hacemos respondiendo a las necesidades de la mayoría, de la minoría o de los marginados? Por ejemplo, un 80% de la población se ve afectado por cierto problema, pero no el 20% restante; en ese sentido, ¿se debe invertir para atender la problemática? En general, para tomar estas decisiones es necesario considerar el número y porcentaje de individuos afectados, el factor social y los recursos disponibles para los diferentes grupos perjudicados.
El impacto que se debe esperar de las intervenciones nutricionales en las poblaciones tendría que estar firmemente basado en la evidencia de la investigación real; evidencia de su eficacia y evidencia de su efecto benéfico e inocuo –que no hace daño–. De este punto parte la tercera consideración. A excepción de la condición extrema de los estados nutricionales (deficiencia y exceso graves), no existe relación previsible entre consumir más y cambiar el estado nutricional. Solo en déficit y sobrepeso hay una línea directa entre consumo y efecto nutricional. Si el organismo tiene disminución en las concentraciones de hierro, no necesariamente el individuo va a percibir un cambio en el estado del hierro con la suplementación, a menos que se ubique en estados de toxicidad o si se está empezando con una anemia grave; aquí no hay una asociación entre dar más y percibir el cambio.
Entonces, cuando se habla de intervenciones hay que considerar los efectos negativos y nocivos que son medidos por la cantidad, la edad, la relación de exposición y la resistencia genética del individuo. Algunas personas pueden resistir a un efecto negativo de la dieta, mientras que otros no y en cuanto a los efectos positivos o protectores de una dieta, estos también están medidos por la dosis, por la edad y tal vez por el sexo de la persona, además por la duración de exposición a la dieta buena, así como genéticamente a la susceptibilidad de cada individuo para recibir el beneficio de la dieta.
La cuarta consideración se vincula con el concepto de región latinoamericana que empieza en el río Bravo y en algunas islas del Caribe y se extiende a la Patagonia y Tierra del Fuego. ¿Es una bondad? o ¿es una desventaja? ¿Qué hay de común y constante en esta geografía tan larga y tan variada? Cuando se habla de este tema hay que analizarlo con cuidado y no solo decir “somos latinos, somos latinos” porque hay heterogeneidad enorme en el ecosistema, etnias, economías, dietas, interacciones y respuestas a sucesos. Por lo tanto, no hay generalizaciones importantes que se puedan hacer entre la región o entre naciones, excepto que no sabemos establecer prioridades.
Quinta consideración: no existe una supergeneralización que se pueda hacer acerca de la epidemiología nutricional de la región latinoamericana. Presentamos, a continuación, ejemplos de algunos datos que hemos recogido en cuanto a la variabilidad y varianza que se ve en nuestra región. Por ejemplo, tenemos que: • La tasa de desnutrición crónica en menores de 5 años varía de 43,5 % en Guatemala a 14,6 % en Venezuela a 0,6 % en Chile. Normalmente se espera por lo menos 2,5 por debajo de dos niveles de desviación estándar. • La tasa de sobrepeso y obesidad infantil varía de 7,3 % en Argentina a 2,2 % en El Salvador • La prevalencia estimada de obesidad en mujeres adultas varía de 40,2 % en Bolivia a 19,6 % en Paraguay • La prevalencia estimada de obesidad en hombres adultos varía de 37,4 % en Argentina a 6,2 % en Honduras.
El concepto transición nutricional constituye la sexta consideración, y dicho concepto está estrechamente asociado a la urbanización y a la movilidad social. Fue enunciado por primera vez en 1994, por el profesor Barry Popkin en las sociedades pobres. Describe cómo el problema de deficiencias de macro y micronutrientes persiste, y además coexiste con el inicio del problema de exceso de nutrientes y las consecuencias metabólicas asociadas. La transición nutricional se refiere a los cambios que ocurren en una sociedad, en un país o en una región cuando aumenta la capacidad adquisitiva, unida a cambios de vida como la urbanización y hábitos inadecuados, como el sedentarismo (principalmente) y gustos que cambian cuando la gente emigra a lugares con comidas de mayor sabor y mayor contenido en grasa. Así, en 1997, Popkin y el profesor Adam Drewnowski crearon un modelo del estereotipo de cambio de dieta, incluyendo más fuentes de proteína animal, más grasa saturada y parcialmente hidrogenada (vegetal), más azúcares refinados y menos carbohidratos complejos. La transición nutricional es relevante para la mayoría de la región debido a su elevada tasa de urbanización.
La séptima consideración tiene que ver con la doble carga; hay dos dobles cargas. La doble carga de las enfermedades y la doble carga de la mala nutrición, ambas relacionadas y basadas en la heterogeneidad de los factores genéticos y ambientales que determinan la transición epidemiológica; quiere decir que en la población coexisten y se sustituyen problemas agudos como la desnutrición aguda o infecciones agudas por enfermedades crónicas como las cardiovasculares, neoplasias, metabólicas, entre otras. La segunda, es la doble carga de la nutrición de enfermedades de deficiencia o exceso.
La octava consideración aborda el aspecto bioético, pues las intervenciones nutricionales o estudios que se realicen tienen que velar por aspectos éticos, tales como no dañar a las personas, que haya voluntad de participación y justicia para el que lo necesite. Un ejemplo es la distribución de complemento de calorías y micronutrientes. En Latinoamérica tenemos el ejemplo del programa Progresa/Oportunidades en México, que distribuía un complemento de calorías y micronutrientes, Nutrisano (alto en hierro), para los más pobres de la sociedad rural. Por un lado, mejoró el estado del micronutriente en los individuos pero también incrementó la tasa de sobrepeso en los niños que lo recibieron. Aun no se encuentra causalidad entre estos dos aspectos.
La penúltima consideración sostiene que la mejor acción en las intervenciones en Salud Pública, a veces, es la conservación de las buenas prácticas actuales más que promover cambios en la conducta y acciones. Es el caso de las poblaciones que aún no han entrado en la epidemia de la obesidad; la cuestión con ellas es no hacer nada nuevo sino ver lo que están haciendo bien y prevenir que no se generen cambios que pongan en riesgo la sociedad.
Entonces, yo hablo de la no transición nutricional si podemos prevenirlo ya que la transición nutricional trae consigo cambios negativos, de esta manera se mantiene el tradicional bajo riesgo de enfermedades crónicas. Por ejemplo, en Mesoamérica la dieta tradicional se ha basado en frijoles y tortilla; si lo que queremos es mantener la dieta de frijoles y tortilla, no cambiemos la dieta a harina refinada y azúcar, quedémonos con frijoles y tortillas que podrían tener beneficios para la carga glucémica y la nutrición de folatos. En Brasil observamos la misma situación: mandioca y frijoles. Podemos evitar el daño impidiendo el cambio, aplazando la transición a una dieta alta en productos refinados que tendría beneficios similares y solamente mejorando la deficiencia de micronutrientes presentes en el tipo de dieta según el patrón tradicional.
La décima consideración consiste en que la salud nutricional en esta región heterogénea tendría que basarse en una definición de problemas, situación por situación, país por país, clase social por clase social, ciudad contra campo, etc., porque no hay grandes soluciones ni soluciones mágicas que puedan resolver todo en uno solo. Pero si yo tuviera que apostar a una solución mágica, recurriría al concepto de dieta de calidad, o sea una dieta milagrosa que al mismo tiempo que no provoca excesos garantiza la ausencia de deficiencias.
Los elementos de la dieta de calidad (Quality Diet) deben ser ajustados a las preparaciones, tradiciones y disponibilidad de alimentos de cada lugar; además, la fortificación puede ser necesaria para alcanzar las metas. Ahora bien, dieta de calidad según un experto como Ricardo Uauy que fue la persona que para mí introdujo este concepto hace cuatro años (2006) para hacer un anuncio en el primer Congreso Mundial de Nutrición Comunitaria en Barcelona, también considera que los costos de su producción en diferentes ambientes ecológicos son importantes. Esta dieta debe tener habitualmente un tubérculo o cereal que aporte la energía y podría estar enriquecido con algunos micronutrientes; en cada cultura donde hay una dieta de calidad local, se incluye también una leguminosa y esa puede ser frijol, garbanzo, habas o arvejas; la papa se incluye dentro de los tubérculos y después habría que pensar en el aporte de los diferentes micronutrientes por categoría: aportes de caroteno por ejemplo con zanahoria y zapallo (calabaza o auyama); aporte de fólico con hortalizas especialmente de hojas verdes, y una pequeña cantidad de carne.
La sobre- y desnutrición son problemas simultáneos; por tanto es necesario concentrarse en el consumo de una dieta que mantenga el balance adecuado de energía para una composición corporal ideal, mientras se provee la cantidad de micronutrientes adecuada para la edad, con alimentos protectores que crean resistencia a las enfermedades crónicas y con componentes promotores de la reducción de enfermedades nocivas. Esta debería ser la estrategia conjunta en la región, definida localmente como eje estratégico central para vencer los diversos problemas nutricionales.

Fuente:
Noel Solomons (2013). Diez consideraciones para prevenir la malnutrición de Latinoamérica. CANIA. Año 16. Nº 26. P. 28-32

martes, 8 de diciembre de 2015

Impacto de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT)

En la actualidad, las ECNT son las principales causas de muerte y discapacidad, lo que representa más de 3.9 millones de muertes anualmente, o el 74% del total de muertes en toda la región de América Latina y el Caribe. Al igual que en otras partes del mundo, la enfermedad cardiovascular, las enfermedades respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes son las ECNT más frecuentes. Para 2030, se ha proyectado un aumento del 42.4% de las ECNT para la región, en caso de continuar las actuales tendencias.
En consecuencia, la inadecuada atención aumenta enormemente los riesgos asociados con las ECNT, que incluyen la discapacidad a largo plazo y menores oportunidades de supervivencia, particularmente en los países y comunidades de bajos ingresos
Cambios demográficos y de estilo de vida
La epidemia de ECNT en las Américas ha sido provocada por un cambio demográfico, económico y social sin precedentes, que ha llevado a los factores de riesgo de las ECNT a alcanzar niveles no observados previamente. Gracias a mejoras significativas en la supervivencia infantil, al embarazo seguro y a los éxitos en la lucha contra las enfermedades infecciosas, los países en toda la región de las Américas están experimentando transiciones demográficas.
La actual transición demográfica en los países de más bajos ingresos de las Américas ha sido impulsada por mejoras en la salud pública, que han cambiado los patrones de las enfermedades y mejorado las tasas de supervivencia, pero en ausencia de cambios significativos en la riqueza. Como resultado, los países de menores ingresos están ahora luchando para enfrentarse a los retos impuestos por las sociedades envejecidas, pero careciendo de los recursos económicos adecuados para responder a las necesidades cambiantes de sus poblaciones.
Los cambios significativos en los estilos de vida son en la actualidad los principales determinantes de los factores de riesgo y de las enfermedades en todas las edades. Tanto la industrialización como la urbanización y la globalización de productos y patrones de consumo, se consideran impulsores primarios del riesgo
Esta nueva vida en la ciudad es dramáticamente diferente. Estilos de vida cada vez más sedentarios, acceso a alimentos industrializados baratos y presiones sociales para fumar y consumir excesivas cantidades de alcohol han causado niveles imprevistos de obesidad, hipertensión, hipercolesterolemia e hiperglucemia—todos ellos factores de riesgo de las ECNT que pueden prevenirse.

Factores de riesgo crecientes
Los principales factores de riesgo de las ECNT—fumar, consumo excesivo de alcohol, inactividad y obesidad—no van a disminuir. La obesidad, antes poco frecuente, continúa aumentando consistentemente en la región. Para 2015, se esperan  tasas de obesidad hasta del 39% del total de adultos— siendo las mujeres y los niños con menores ingresos especialmente vulnerables.
Las diferencias socioeconómicas y de género determinan la exposición a riesgos, el acceso al tratamiento temprano y a la atención, así como la falta de recursos financieros, que colocan a las poblaciones marginadas en una desventaja significativa.
Impacto económico de las ECNT
El coste financiero de las ECNT en las Américas representa una amenaza creciente para la estabilidad económica regional.  En la actualidad, pocos programas nacionales satisfacen adecuadamente las demandas para la prevención y atención de las ECNT; no obstante, el porcentaje de recursos de salud que se gasta tratando de responder a las actuales necesidades ya constituye un reto para la mayoría de los países.
Se espera que el coste total de la epidemia—incluidos la prevención, el diagnóstico, la atención y la pérdida de productividad— aumente significativamente en la próxima década debido a la propagación de las ECNT, ejerciendo una presión sin precedentes sobre los sistemas de salud y las economías.
En América Latina, el gasto en materia de salud ha sido de alrededor del 6.5% del PIB (Producto Interno Bruto), en la pasada década. Sin inversión de nuevos recursos, los sistemas de salud están luchando para proporcionar la atención mínima necesaria para las ECNT de la creciente población.
Existen ejemplos significativos sobre el impacto económico de la diabetes y la hipertensión. América Latina tiene una mortalidad debida a la diabetes más alta que cualquier otra región en el mundo. El costo actual del tratamiento de la diabetes se estima que es el doble del costo actual del tratamiento del VIH—llegando a $10.7 mil millones de dólares solamente en América Latina.
Morbilidad prematura y el mercado laboral
Una investigación realizada por USAID y la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, muestra que el 50% de las personas en las Américas en edades entre los 30 y 60 años, tienen al menos una ECNT.
Las personas que padecen enfermedades crónicas tienen menores ingresos, mayor absentismo laboral, menos horas trabajadas y una mayor inestabilidad laboral debido a sus discapacidades. Las consecuencias económicas de esta inestabilidad, asociada a la trágica muerte prematura de personas de sus familias y de sus comunidades y a la pérdida de fuerza laboral, hacen que las ECNT sean un importante problema para el desarrollo económico. El Foro Económico Mundial señaló que las ECNT son uno de los tres riesgos más probables y graves para la economía mundial, junto con la crisis financiera y la inflación.
Inversión en prevención
A pesar de la amenaza que suponen las ECNT para la estabilidad económica, existen soluciones costo-efectivas para su prevención y tratamiento que pueden ser implementadas. Varios países de medianos ingresos, entre los que destacan México, Brasil y Uruguay, han llevado a cabo investigaciones a nivel nacional para identificar cuáles ECNT están causando mayor presión económica, y cuáles son las intervenciones costo-efectivas que pueden disminuir la carga de la enfermedad y las pérdidas que conlleva.
Las intervenciones asequibles costo-efectivas existen a todos los niveles—desde las intervenciones a nivel poblacional, como reducir el consumo excesivo de sal y limitar el acceso a los productos del tabaco, hasta la atención clínica, la educación en salud y el acceso a medicamentos genéricos para el tratamiento de la hipertensión y la hipercolesterolemia.
Impacto social de las ECNT
Las causas y consecuencias de las ECNT también tienen que ser comprendidas desde una perspectiva social—no solamente desde la perspectiva económica y de salud pública. En una sociedad, existen grandes diferencias en riesgos y resultados entre los grupos socialmente desfavorecidos y los más prósperos. La población que vive en condiciones de pobreza y desventaja social tiene mayor probabilidad de padecer ECNT y de sufrir sus consecuencias económicas y sociales; y más posibilidades de sufrir una discapacidad y de mortalidad prematura.
Alta exposición, poca protección
Los grupos social y económicamente marginados tienen mayor probabilidad de vivir en ambientes en donde las políticas para hacer frente a las ECNT todavía no han sido establecidas, donde hay poca protección contra riesgos ambientales, pocos espacios abiertos para promover el ejercicio hecho con regularidad, poca restricción de las ventas de tabaco y alcohol, así como escasez de alimentos saludables disponibles como fundamento de una dieta nutritiva.
Por estas razones, las poblaciones vulnerables tienen mayor probabilidad de estar expuestos a los factores de riesgo ambientales y modificables asociados con las ECNT, como los cancerígenos ambientales, altas tasas de obesidad, bajos niveles de actividad física, consumo de alimentos con alto contenido de sal, azúcar y grasas trans, así como altas tasas de consumo de tabaco y alcohol.
Las personas vulnerables también tienen menos probabilidad de recibir la educación en salud necesaria y tener acceso al tamizaje, tratamiento y cuidados para prevenir las ECNT. La pobreza crea barreras adicionales para el acceso a la prevención y atención disponibles. Se sabe que en algunos grupos indígenas el coste de los servicios de salud y de las medicinas esenciales, junto con la dificultad para el transporte y las barreras de comunicación aumentan las disparidades de salud y debilitan los resultados del tratamiento.
Cuando los grupos desfavorecidos están en situaciones de mayor riesgo, se produce un círculo vicioso sufren desproporcionadamente una falta de atención crónica y son más vulnerables a eventos médicos catastróficos asociados con estas enfermedades. Tales eventos pueden empujar a las familias a una mayor pobreza. Las desproporcionadas tasas de morbilidad y mortalidad prematuras en padres de familia de bajos ingresos en edad laboral, tienen efectos significativos en el futuro de sus hijos, ya que las enfermedades de los padres o, en definitiva su muerte, pueden tener graves consecuencias en las posibilidades que tienen la niña o el niño para continuar en la escuela y en sus oportunidades de tener una vida próspera y saludable.
Las mujeres y las ECNT
Aunque las actuales tasas de mortalidad global de las ENT son similares en hombres y en mujeres, es posible que el futuro de esta epidemia se presente en forma bastante diferente. Nuevas investigaciones revelan una creciente “feminización” de la epidemia de las ECNT como resultado de una mayor esperanza de vida de las mujeres, de riesgos excepcionales asociados con los cánceres femeninos, mayores tasas de obesidad, actividades específicas de género y una persistente marginación social.
Estos mayores riesgos siguen sin disminuir dado que los sistemas para la prevención, atención y provisión de servicios para las mujeres fuera de sus años reproductivos, siguen siendo virtualmente inexistentes en países de bajos ingresos. A nivel global, las ECNT se han convertido en el asesino silencioso de las mujeres—representando el 65% del total de muertes de mujeres.
Las costumbres sociales y la presión del medio desempeñan un rol importante para expandir el riesgo y fomentar la enfermedad entre las mujeres. La cultura y la tradición que rodea a la actividad física hacen que el deporte sea patrimonio de los hombres y reduce el acceso de las mujeres y las niñas al ejercicio estructurado y practicado con regularidad. Con estilos de vida cada vez más sedentarios, las tasas de obesidad se han vuelto extraordinariamente altas en mujeres.
Las ECNT son cada vez más frecuentes en las mujeres en edad fértil y muchas veces no se detectan, poniendo en riesgo la vida de la madre y del hijo. Estudios recientes muestran que la salud de la madre durante el embarazo tiene una enorme influencia en la determinación del riesgo futuro de ENT para su hijo.
Es necesario recalcar la importancia de educar a las mujeres sobre las ECNT y de proporcionarles los servicios necesarios. Las mujeres con frecuencia son las cuidadoras de padres y familiares de mayor edad que sufren ECNT y además son fuente de buena salud y buenos hábitos para los otros miembros de su familia. Un niño desnutrido durante su niñez tiene mayor probabilidad de sufrir obesidad y diabetes a lo largo de su vida. Con la obesidad infantil, el consumo de tabaco en adolescentes y la creciente inactividad física, es necesario contar con madres informadas que promuevan hábitos de vida saludables que podrían reducir la epidemia de ENT en la próxima generación.
Jóvenes y ECNT
La gente joven es especialmente vulnerable a los mensajes del entorno y a la presión de sus semejantes, que acaban determinando su comportamiento y el consiguiente riesgo de ECNT a lo largo de la vida. En las Américas, la obesidad en la niñez es un problema creciente. Es necesario abordar los vínculos existentes entre la educación, es decir, lo que los niños aprenden, comen y hacen en la escuela, y los crecientes niveles de obesidad y diabetes en la infancia. Son necesarios espacios públicos seguros donde sea posible realizar actividad física y que las escuelas proporcionen alimentos nutritivos y educación en nutrición, especialmente en las comunidades más desfavorecidas.

Fuente:
Organización Panamericana de la Salud (2011).  Enfermedades no transmisibles en las américas: construyamos un futuro más saludable

http://www.fao.org/fileadmin/user_upload/red-icean/docs/OPS_politicas%20y%20estrategias_ENT%20en%20america_2011_REDICEAN.pdf.pdf

jueves, 3 de diciembre de 2015

Manejo de la conducta alimentaria del niño. Guía para padres.

Al estudiar la malnutrición, encontramos que se trata de un problema que tiene muchas causas, las cuales a su vez determinan las características y la evolución de cada caso. Dentro de los factores del tipo psicológico, se ha observado que el manejo que se haga de la conducta del niño en general, y en especial durante el momento de la comida se reflejará en la disposición y cantidad de alimentos que el niño coma.
Los problemas que se presentan en el momento de la comida suelen preocupar a los padres, ya que por lo general resultan difíciles de manejar. Los más frecuentes incluyen características tales como: dependencia o actitud pasiva ante la alimentación en edades en las que el niño debe alimentarse solo, desinterés y/o actitud de rechazo hacia la alimentación, atención dispersa, conductas tales como: levantarse de la silla, corretear por la casa o la habitación, ir al baño, jugar con la comida o con los cubiertos, hablar en exceso y/o comer muy lentamente, conductas caprichosas que incluyen la preferencia o rechazo hacia algunos alimentos, y conductas repetitivas como limpiarse muchas veces la boca y tomar agua después de cada bocado.
A estas conductas inadecuadas se asocian alteraciones en los horarios, ambiente e interacciones, tales como: comer entre comidas, comer viendo televisión o hacerlo en el cuarto o en el sofá. Otros aspectos importantes a considerar son las creencias familiares y culturales que hacen más compleja la situación, variando las exigencias para cada familia.
A todos estos se añaden las características personales y los cambios de estado de ánimo de los padres o cuidadores. En ocasiones pueden estar tranquilos por lo que actúan de modo paciente y flexible, sin embargo en otros momentos, pueden estar cansados o molestos, por lo que se muestran inflexibles e irritables.
Al manejar la conducta del niño en el momento de la comida, se deben tener en cuenta todos estos aspectos, y en especial es conveniente observar la propia actitud, y la de aquellos que rodean al niño.

· Comience dando el ejemplo: Para ello usted y todos los miembros de la familia deben sentarse a la mesa juntos a comer, de este modo el niño comprenderá que ésta es la norma.
· Procure que el momento de la comida sea agradable, evitando que se presenten discusiones y conflictos.
·No se angustie: trate de mantenerse sereno, evite presionarlo, castigarlo, obligarlo a comer u ofrecerle premios.
·Respete la cantidad: que su hijo quiera comer en ese momento y espere hasta la próxima comida para invitarlo a comer de nuevo.
· Coloque los alimentos en un plato más grande de lo normal de modo que al niño “le parezca” menos cantidad y se sienta que sí se lo puede comer.
· Si siente que usted está perdiendo la paciencia, retírese un momento de la situación hasta que recobre la calma de nuevo y pueda seguir tratando al niño con serenidad.
·Reconozca con palabras el esfuerzo que el niño haga por probar aunque sea poquito, no espere desde el principio que el niño se lo va a comer todo.
·Ofrezca al niño alimentos nuevos y variados aun cuando sean alimentos que a usted no le gusten.
·Si el niño vomita con la finalidad de no comer: Procure no gritar al niño o regañarlo después de vomitar. Mantenga la calma y pídale al niño que le ayude a limpiar.
· No le ofrezca al niño alimentos o jugos entre las horas de comida. Si él los solicita, explíquele que debe esperar hasta la hora de la próxima comida. Recuerde ofrecer suficiente agua entre las comidas, especialmente en días calurosos.
·En el momento de la comida, evite que haya distractores (ejemplo: televisor encendido, mascotas, etc.) cerca de la mesa o lugar donde come la familia.
·No persiga al niño con la comida cuando él se levante de la mesa. Llámelo para que regrese y explíquele que para comer, debe permanecer sentado.
· Es conveniente preparar la mesa antes de comer de modo de tener a la mano todo lo que se necesite (como agua, pan, servilletas, etc.) De este modo se evitará que tanto usted como el niño y los demás miembros de la familia se levanten mientras comen y el niño aprenderá la norma.
La presente guía, tiene como objeto brindarle sugerencias sencillas y prácticas, que de aplicarse de manera sistemática mejorarán de manera importante tanto la conducta del niño como su alimentación. Recurso útil para padres, cuidadores y maestros que intervienen en la formación integral del niño.


Fuente:

CANIA (2006). Manejo de la conducta alimentaria del niño. Centro de Atención Nutricional de Antímano. Av. Intercomunal de Antímano con cruce Av. Principal de El Algodonal. Caracas.