jueves, 28 de abril de 2016

Aspectos socioculturales asociados a la obesidad

La obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por el aumento de la masa grasa del orga­nismo, produciendo en consecuencia un incremento en el peso corporal.
En nuestra sociedad la obesidad se presenta cada vez con más frecuencia. La causa se encuentra, específi­camente, en el estilo de vida actual que induce a las per­sonas a desarrollar hábitos de vida inadecuados. Entre estos hábitos se debe mencionar:
• La disminución de la actividad física debido a que las personas son más sedentarias porque el horario de trabajo y la rutina diaria no les permite realizar alguna actividad física.
• El aumento en la ingesta de comidas rápidas que son ricas en grasas y carbohidratos.
¿Por qué la obesidad es un problema?
La obesidad se convierte en un problema porque es una enfermedad crónica que afecta la salud física de la persona y, por ello, es un factor de riesgo para desa­rrollar otras enfermedades crónicas, tales como:
• Diabetes.
• Hipertensión arterial.
• Problemas cardiovasculares, entre otros.
La obesidad es también un problema de salud mental porque las personas obesas suelen sufrir psicoló­gicamente. Sin embargo, antes de explicar esta idea, es importante aclarar el aporte que ha hecho la Psicología en el tema de la obesidad, específicamente en el área de la salud física.
Psicología y obesidad
Los estudios en Psicología se han enfocado en identificar patrones conductuales asociados al peso, tanto en la actividad física como en los hábitos alimen­tarios, es decir, la calidad, la cantidad y el patrón de alimentación que tienen las personas.
El sedentarismo es uno de los patrones que más se presenta en esta población. Las personas obesas tienen una baja percepción de autoeficacia de la actividad física: no se sienten capaces de realizar una actividad física programada o rutinaria y tampoco se sienten ca­paces de incluir en su rutina de vida una actividad física no programada; como subir escaleras, ir caminando al trabajo o dejar el carro estacionado lejos para ir cami­nando al lugar que se requiera.
En relación con los estilos de alimentación, se ha encontrado que las personas obesas comen más rá­pido que las personas con peso normal, además, tienen mayor cantidad de ingesta diaria y, por lo general, tienden a elegir alimentos hipercalóricos.
Por otro lado, la Psicología también ha contribuido al manejo y control de las señales ambientales o externas que hacen que los obesos coman más que las personas normopeso.
En este sentido, se ha determinado que los obesos en vez de responder a la sensación física o fi­siológica de hambre, responden a señales externas. Por ejemplo: si una persona con obesidad desayunó a las 11 a. m. y son las 12:30 p. m. considera que ya es hora de comer aunque no tenga hambre realmente; si pasa por algún lugar y ve una comida que le gusta, que está presentada de forma atractiva, le provoca comer, no im­porta que haya comido hora y media antes. Entonces, estas señales ambientales son algunos de los focos de intervención en Psicología para ayudar a la persona que quiere perder peso.
¿Cuál es el aporte de la Psicología en el área de salud mental?
Inicialmente, lo que se buscó fue identificar un patrón, un perfil de personalidad o de características conductuales que pudieran diferenciar a las personas obesas de las normopesos y que pudieran explicar por qué algunas personas son obesas y por qué otras no lo son. Las respuestas se centraron básicamente en as­pectos psicológicos globales tales como la depresión y la ansiedad, así como en tratar de identificar caracterís­ticas de personalidad.
¿Qué se ha encontrado al respecto?
Los estudios realizados con personas normopeso y obesas revelaron resultados contradictorios, es decir, no hay características estables y definidas que permitan decir “por eso ésta es una persona obesa” o “por esto ésta es una persona normopeso”. Fue necesario, en­tonces, cambiar el foco de atención de las investiga­ciones sobre obesidad y psicología, centrándose en estudiar la población de obesos en sí. Las nuevas in­vestigaciones seleccionaron a los obesos que buscaban tratamiento. En otras palabras, se partió de la hipótesis de que los obesos que buscaban tratamiento de alguna manera se sentían inconformes con su situación y, por ello, se suponía que debían padecer algún tipo de sufri­miento psicológico.
Ahora bien, lo que se encontró fue que los obesos que buscan tratamiento se diferencian de quienes no lo buscan porque tienen mayor depresión, mayor an­siedad, mayor estrés, mayor neuroticismo y tienen un patrón conductual diferente a los de la población obesa general: mayor ingesta hipercalórica, mayor sedenta­rismo y mayor aislamiento social.
Este resultado indica que la persona obesa que busca tratamiento tiene un desajuste psicológico que pudiera explicar el por qué sigue involucrado en ese círculo vicioso de comer, comer, comer y seguir engor­dando a pesar de haber hecho esfuerzos con dietas y control médico para solucionar su problema.
A partir de estos hallazgos, los estudios se han cen­trado en identificar factores de riesgo para el desajuste psicológico o, lo que es lo mismo, identificar variables de corte psicosocial que pudieran estar determinando que una persona obesa sufra psicológicamente mientras otra no, es decir, qué hace que un gordito sea feliz y que otro gordito no lo sea.
¿Cuáles son los principales factores de riesgo?
En la Universidad Simón Bolívar se han estado estudiando variables de tipo psicosocial a raíz de la re­visión bibliográfica sobre el tema realizado a nivel mun­dial. Las variables que se han estudiado son:
• Insatisfacción con la imagen corporal, variable muy conocida en el campo de la anorexia y de la bulimia, pero que no se ha trabajado sufi­cientemente en el campo de la obesidad.
• La actitud hacia la apariencia, es decir, qué tanto influye el ideal de la delgadez valorado por la sociedad.
• La discriminación social, el rechazo social, las burlas a las que se ven sometidos los obesos.
La actitud hacia la apariencia es una disposición positiva o negativa hacia el ideal estético corporal que está propuesto por la sociedad. Lamentablemente, es reforzado por los medios de comunicación y es interiori­zado por la mayoría de las personas. La contextura del­gada establecida como la ideal por la sociedad, en el caso de las mujeres está asociada al éxito en la vida: si eres flaca, si tienes las medidas adecuadas, entonces vas a ser feliz y vas a tener éxito. Esta situación origina una dependencia entre la autoestima y el atractivo físico en nuestra cultura.
Los comerciales, las películas y las revistas va­loran de forma extrema la delgadez, lo cual ocasiona en la población una mayor sensibilidad hacia las burlas, mayor sentimiento de deficiencia sobre el cuerpo y mayor insatisfacción con la imagen corporal.
La insatisfacción corporal está vinculada directamente con la actitud hacia la imagen corporal: “si yo me comparo con este ideal delgado y no me parezco a él, comienzo a ver defectos en mi cuerpo (que pudieran ser imaginarios o reales)”. Entonces, si soy obeso y me dejo influenciar por la imagen aceptada por la sociedad, probablemente tenga un gran malestar hacia mi cuerpo o hacia algún defecto de mi cuerpo. En este sentido, la valoración extrema de la delgadez ocasiona insatisfacción con la imagen corporal y genera, en las personas obesas, un malestar subjetivo, baja autoestima e insatisfacción con la vida.
El problema de la autoimagen está relacionado con los desórdenes de la alimentación; la mayoría de las personas con desórdenes alimentarios (como anorexia, bulimia) fueron en algún momento personas obesas y al querer alcanzar el ideal delgado, establecieron una serie de estrategias inadecuadas. Estas personas lograron adelgazar pero perdieron el control, y se fueron hacia el otro extremo.
Los resultados de estudios realizados en la Univer­sidad Simón Bolívar sugieren que este aspecto psicosocial solamente afecta si la persona lo toma como algo impor­tante. Aquellas personas que han interiorizado el valor so­cial de la delgadez son realmente las más sensibles a las burlas y a las críticas de otras personas. Se ha encontrado también que quienes son sensibles a las burlas, se aíslan más y como resultado tienen mayor sedentarismo, se siguen aislando y se perpetúa el ciclo de la obesidad.
¿Cómo romper este círculo?
Modificar el estado emocional displacentero im­plica atacar las causas psicosociales que determinan que el obeso utilice como estrategia la ingesta de alimentos como forma de enfrentar las situaciones difíciles. Por eso es impor­tante que, en primera instancia, se modifique a nivel cultural y social, lo que es valorado como éxito. También es cierto que, los especialistas deberían estar en capacidad de en­señar a estas personas algunas estrategias personales que le permitan controlar dichos aspectos para que sea más efectivo el tratamiento médico y nutricional.
Frente a esta situación, la terapia cognitivo con­ductual es la más apropiada porque facilita el manejo de estos aspectos, lo cual constituye un tema de desarrollo amplio que se escapa, necesariamente, de los objetivos de este artículo.
Fuente

Zoraide Lugli Rivero (2012). Aspectos socioculturales asociados a la obesidad. CANIA. Año 14. Nº 24. p, 10-12.

jueves, 21 de abril de 2016

Los diferentes tipos de bebidas en el ámbito escolar

Las bebidas presentes en el niño en edad escolar son, aparte de la leche; el agua, los jugos (zumos), los refrescos y las bebidas instantáneas. Se destaca el papel importante del consumo de agua como hábito de vida saludable en la infancia.
En el organismo humano, el agua es el componente individual de mayor magnitud con un valor medio del 60% del peso corporal, en el caso del adulto, siendo el rango entre un 45 y el 75% del peso corporal según la edad. Así, el 79% del peso corporal del recién nacido es agua y a los 12 meses el contenido en agua del cuerpo supone un 60%.
El agua constituye un material de construcción ya que está presente en todos los tejidos y células del cuerpo. Es un solvente ya que actúa como reactivo y producto de hidrólisis de micronutrientes. Como transportador, constituye un vehículo de transporte a la célula y al sistema excretor manteniendo el volumen vascular. Como termorregulador, ya que minimiza los cambios en la temperatura corporal. Constituye un lubricante ya que constituye la base de los fluidos articulares. Coadyuva al Mantenimiento de la forma celular al absorber golpes, acción importante para el sistema nervioso central y para el feto.
En el primer año de vida, la ingesta adecuada (IA) se basa en los datos referidos al consumo de lactancia materna de forma exclusiva o junto con otros alimentos. No obstante, los lactantes deben ser considerados de forma especial en cuanto a las pérdidas y requerimientos de agua. En comparación con los niños y adultos, los lactantes tienen mayor contenido corporal de agua por Kg de masa corporal, mayor área de superficie por Kg de masa corporal, menor desarrollo de los mecanismos de la sudoración, limitada capacidad de excretar los solutos y menor capacidad de expresar sed.
Una vez instaurada la lactancia materna, los bebés alimentados al pecho no necesitan agua suplementaria. Esto es cierto tanto en condiciones de temperaturas medias-calurosas como en climas húmedos. En los primeros 6 meses de vida la ingesta media de leche humana es de 0,78 L/día. Como aproximadamente el 87% del volumen de la leche humana es agua, la ingesta adecuada (IA) de agua se ha estimado en 0,7 L/día.
La ingesta media diaria de agua a partir de todas las fuentes (leche, papilla y agua de bebida como tal) en el primer año de vida se ha calculado en 110-130 ml/kg/día. De los 6 a los 12 meses la ingesta de agua procede de las bebidas y alimentación complementaria se estima en 0,32 L/día más la proveniente de la lactancia materna (0,6 L/día). En edades posteriores, en general, las diferencias en contenido en agua corporal entre los niños, adolescentes y adultos son menores que entre lactantes y niños. Así, mientras en el primer año el 60-74% del peso corporal es agua, de los 1 a 12 años suele ser del 60%.
Además, cada vez hay mayor evidencia de la necesidad de tomar la cantidad suficiente de agua para prevenir problemas crónicos aunque no siempre es fácil influir en la población infantil para lograr que ingieran más líquidos.
Los jugos y refrescos en la infancia
En los últimos años asistimos a un aumento de consumo de jugos de frutas (zumo) y de bebidas gaseosas, refrescos e instantáneas en el población infantil.
En los niños, los jugos de frutas pueden producir diarrea por alteración de la absorción de la fructosa y del sorbitol. Además, su consumo aumentado se asocia con caries y obesidad. Por ello el Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría considera que la fruta entera ofrece beneficios nutricionales respecto al jugo por el aporte de fibra, por contener mayor proporción de hidratos de carbono complejos y por la propia textura que obliga a masticar y, por tanto, educa un hábito saludable al niño.
Las bebidas de refresco carbonatadas o los llamados refrescos también se han implicado en un mayor riesgo de caries dental, sobrepeso u obesidad y alteraciones del metabolismo de la glucosa por incremento de la insulina tras su ingesta. Los refrescos que contienen fosfatos como los de cola, tienen el riesgo añadido de producir osteoporosis a largo plazo por favorecer una relación inadecuada en la ingesta de calcio y fósforo, lo que conlleva una menor absorción y depósito de calcio, con el resultado de una menor densidad mineral ósea.
Hay evidencias de que las bebidas dulces azucaradas no logran saciar en la misma medida que las formas sólidas de hidratos de carbono, y que una ingesta elevada de azúcares puede contribuir al aumento de peso. En una revisión  de 30 estudios, en niños y adolescentes, se investigó la asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso. Los autores concluyeron que existe una asociación positiva entre un mayor consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso así como la obesidad tanto en niños como en adultos. (Una lata de refresco de 330 ml contiene 140-175 calorías de azúcares añadidos).
En un reciente estudio sobre la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y diabetes tipo II en adultos, se comprueba que las personas que toman más de 1-2 latas de 300 ml tienen un 26% mayor de riesgo de desarrollar una diabetes tipo II que aquellas que toman ninguna. Las bebidas azucaradas pueden contribuir a la diabetes mellitus 2 y al riesgo cardiovascular en parte por inducir la ganancia de peso pero podría haber un efecto independiente por la ingesta de grandes cantidades de hidratos de carbono rápidamente absorbibles tales como la glucosa, lo que produce un aumento de la glucemia que desencadena aumento de la carga glucémica e hiperinsulinemia.
Por otro lado, la fructosa es metabolizada preferiblemente hacia la  lipogénesis en el hígado, conduciendo a una hipertrigliceridemia, aumento de apolipoproteína B y aumento de LDL-colesterol, aspectos que han sido asociados con el desarrollo de la insulinorresistencia. Finalmente, también las bebidas azucaradas parecen implicada en el mayor riesgo de hepatitis no alcohólica.
El mayor consumo de bebidas azucaradas se asocia con estilos de vida menos saludables en niños y adolescentes. Así, el mayor consumo se asocia con una menor actividad física y con un mayor consumo de comidas con mayor densidad energética o grasa. Además, si se reduce su consumo disminuye el riesgo de sobrepeso y de obesidad al cabo de un año de intervención. Basándose en la demostración de que un mayor consumo de agua en las escuelas se asocia con un menor consumo de bebidas azucaradas.
El comité de nutrición de la Asociación Española de Pediatría, destacan que el agua y la leche deben seguir siendo las bebidas fundamentales del niño y el adolescente, mientras que las bebidas azucaradas deben ser una opción de consumo ocasional, dada su baja capacidad nutricional. También refieren que las dos bebidas que deben estar presentes en los comedores escolares son el agua, la leche y, opcionalmente, un suplemento adicional de leche enriquecida en colectivos de riesgo. El agua es la mejor bebida, las comidas deben acompañarse siempre de agua, los padres y maestros deben reforzar y acompañar su consumo.
 

Fuente:

Isidro Vitoria Miñana  (2012). Los diferentes tipos de bebidas en el ámbito escolar. En Nutrición en el ámbito escolar. Jesús Román Martínez Álvarez (Editor). Cap 6, p. 69-80. España.

jueves, 14 de abril de 2016

El niño prematuro. Tema de interés para la Educación Inicial

El niño prematuro (niños que nacieron antes de las treinta y siete semanas de edad gestacional o tiempo del embarazo), a diferencia del niño nacido a término, se encuentra sujeto a padecer períodos críticos durante su desarrollo, que pueden desencadenar déficits permanentes. El desarrollo madurativo del niño de alto riesgo biológico puede ser interferido por factores de índole ambiental y sociofamiliar, tales como la presencia en mayor número de ambientes hipoestimulantes, y ambientes familiares con marcada tendencia a la inestabilidad y con hábitos de vida y salud inadecuados.
Consideraciones psicológicas
El niño prematuro y su familia tienen un comienzo distinto, inesperado, lleno de ansiedades, dudas y miedos que entorpecen el vínculo entre ellos. Es por eso que, el proponer la presencia de la madre de manera casi constante e ininterrumpida al lado del pequeño es un elemento primordial e imprescindible para el logro de los comportamientos de apego, además, de su estabilidad y pronta mejoría.
Después del nacimiento, la madre atraviesa por un período de gran sensibilidad durante el cual es sumamente vulnerable, esto la lleva a una preocupación y apego excesivos por su hijo o el distanciamiento del mismo. El amamantamiento juega un rol muy importante. Cuando la madre amamanta, le enseña al niño que toda relación amorosa tiene un tiempo y un ritmo necesarios para lograr plena gratificación. Ella pasa por las mismas etapas de tensión, actividad y distensión sincrónicamente con su hijo, porque recibe de él estímulos para que eso suceda.
Un estudio realizado por Tesone, demostró que: tanto los niños nacidos a término como los prematuros que recibieron lactancia materna más prolongada, presentan menos ansiedad frente a situaciones de exámenes en la universidad, mayor independencia, son más seguros de sí mismos y tienen más confianza en el mundo externo. En esta misma línea de investigación, Mary Ainstworth, demostró que estos niños tienen menos ansiedad al entrar al colegio y más dominio de sí mismos a los cinco años.
Todo niño necesita de cuidados, especialmente el que le proporciona su madre, pero un niño prematuro requiere de mucho más cuidado que un nacido a término. Muchas madres, en su preocupación excesiva, optan inconscientemente por la sobreprotección o el apego excesivo, y ponen en marcha conductas del tipo dominante reflejando una personalidad obsesiva donde la noción de control se exagera al grado de afectar la capacidad de la madre para detectar las señales que su hijo prematuro emite. En este sentido, estas madres terminan restándole al niño prematuro la capacidad de aprendizaje y del desarrollo de una personalidad autónoma, es decir, los hacen más dependientes de ellas, reflejándose esto en la adultez como inseguridad, dificultad en la toma de decisiones y temores.
Cuando el recién nacido no se corresponde con el producto esperado por la madre, puede ocurrir que ésta, inconscientemente, haga uso de mecanismos defensivos del tipo neurótico como la formación reactiva, es decir, un impulso inaceptable puede ser transformado en su contrario. Puede ocurrir que la madre prive al niño prematuro de alimentación olvidando la hora en que el mismo tiene que comer, desatendiendo sus necesidades básicas (baño, higiene general, cumplimiento de horarios, consultas pediátricas, cumplimiento del tratamiento) y/o afectivas (dejarlo llorar por mucho tiempo, alejarlo, ponerlo al cuidado de personas extrañas, no brindar caricias) o puede suceder lo contrario, llegar a sobrealimentarlo hasta convertirlo en un niño obeso, sobreprotegerlo, o coartar su autonomía.
El sistema de apego del niño prematuro
El niño prematuro, al igual que el nacido a término, nace con la tendencia del apego. Indefenso y dependiente de la madre, la necesita para subsistir. La madre se pone en el lugar de su hijo para conocer sus necesidades, está preparada para este proceso porque desarrolla una serie de capacidades para el cuidado del niño, quien por su condición indefensa tiene que estar necesariamente vinculado a la madre. Esta situación hace que durante las primeras etapas de su vida la satisfacción de las necesidades de comunicación del niño contribuya a su desarrollo.
El sistema de apego se centra, principalmente, en la articulación y autoconstitución de la relación entre el niño y la figura de apego, con la que busca su proximidad para constituir una fuente motivadora externa (satisfacción de necesidades físicas), e interna (sentirse seguro). Es esencial para la salud mental que el niño pequeño tenga una relación íntima, cálida y continua con su madre en la que los dos encuentren alegría y satisfacción. El primer apego afectivo va a condicionar la seguridad, así como el proceso de independencia, que es vital para el desarrollo biopsico-afectivo y social del niño.
En un prematuro la dependencia y la independencia no sólo son absolutas sino más largas y su evolución va a depender del tipo de relación que la madre establezca con su hijo y de las capacidades que el niño prematuro desarrolle con la ayuda de la misma.
El desarrollo del niño prematuro
El recién nacido utiliza los diferentes estados de vigilancia, excitación, actividad motriz y calidad afectiva para controlar las tensiones endógenas o exógenas, y organizar sus vivencias. Gran parte de los cuidados que le proporciona la madre consisten en modular su estado, proporcionándole al niño estimulaciones o protegiéndole ante dosis excesivas.
El recién nacido prematuro también cuenta, al igual que el nacido a término, con capacidades sensoriales y conductuales, pero más inmaduras, que se van haciendo más eficaces con la maduración, el desarrollo y la interacción con su madre. Las conductas neonatales como gritos, mirada, mímica, actitud tónica y movimientos cefálicos, influyen sobre las conductas maternas como la voz, caricias, mirada, postura, sostén y expresiones faciales y viceversa, por lo tanto, también pasan a ser primordiales en la constitución del vínculo.
Aunque una buena mayoría de los niños prematuros de bajo peso tiene un desarrollo normal, existe un alto riesgo de crecimiento anormal, de enfermedad y de problemas de desarrollo neurológico. Ceguera, sordera, parálisis cerebral, problemas de aprendizaje, dificultades para andar, alteraciones en el comportamiento, son algunas de las secuelas que pueden sufrir estos niños que se  anticiparon al momento de su nacimiento.
El niño prematuro y sus cuidados
Los progresos que manifieste el recién nacido prematuro no van a depender exclusivamente del desarrollo biológico, sino también de todos aquellos intercambios que pueda hacer primero con su mamá y en una instancia posterior con el mundo externo. Lo que va a determinar que, a pesar de la prematurez, la interacción que se desarrolle y el vínculo de apego que se establezca sean la suma de todas las experiencias y no sólo de una.
Si la madre tiene la posibilidad de desarrollar un contacto íntimo, precoz y altamente emotivo con su hijo, podrá decodificar cada uno de los mensajes que su hijo prematuro es capaz de generar y logrará una relación más adecuada, y el niño una evolución más acorde a lo esperado para su edad. Una madre con estas características será capaz, entonces, de percibir las señales de alarma que el mismo niño le otorga y, en consecuencia, tomará las medidas necesarias para reducir al mínimo la posibilidad de que se produzcan deficiencias. Además, los procedimientos psicopedagógicos deberán jugar un papel de creciente importancia en el diagnóstico precoz (en la primera infancia) y la documentación del transcurso del desarrollo en niños de alto riesgo.
Otros estudios demuestran, que en niños muy prematuros con problemas orgánico-cerebrales, retraso precoz y problemas múltiples, un aumento de terapias no aporta ningún efecto visible sobre el desarrollo cognitivo y de la conducta. Por consiguiente, la familia necesita de toda la ayuda posible que puede ser de índole social-psicológica o, simplemente, práctica para poder manejar la minusvalía y sus consecuencias para la vida familiar.
El recién nacido prematuro, a diferencia del nacido a término, requiere de cuidados especiales que sólo la madre con la ayuda de la familia, especialistas, e instituciones, pueden conseguir cuanto antes su recuperación.
En los primeros tres años de vida los niños prematuros pueden presentar trastornos leves o moderados del desarrollo (déficit en la coordinación motora fina, en integración visomotora o problemas de conducta), estos problemas podrían corresponderse con posteriores trastornos en la escolaridad. En estos primeros años de vida, el niño prematuro, también, tiene la necesidad de amor y seguridad por parte de sus padres; en la medida en que éstos se satisfagan, se irá aportando una base firme para la edad adulta, y se contribuirá con un desarrollo sano cargado de mucha seguridad e independencia.
De este modo, el niño irá adquiriendo una individualidad distinta y única, logrando su autonomía y desarrollo emocional. La relación madre-hijo también juega un papel importante en el desarrollo temprano del niño prematuro. Una separación temprana de su madre tendría un efecto negativo para su desarrollo tanto físico como emocional e intelectual. Desde los primeros meses de vida, los recién nacidos experimentan esa interacción con su madre, luego social hasta llegar a la interpersonal; demuestran desde pequeñitos una capacidad de respuesta cada vez mayor ante el ambiente, que debe ser estimulada hasta alcanzar un nivel óptimo que les permita desenvolverse sanamente. El niño prematuro, al igual que el niño nacido a término, gozará de bienestar en la medida en que su autonomía y competencia sean respetadas y estimuladas por sus padres y cuidadores.

Fuente: Cielo Castro (2004). El niño prematuro. CANIA. Año 6. N°11, p. 7-14

jueves, 7 de abril de 2016

Consumo de ácidos grasos trans en Venezuela: presente y futuro

La alimentación es imprescindible en el desarrollo de la vida. Conocer la composición de los alimentos y su preparación es fundamental para evitar el consumo de ciertos componentes que generan algunas de las afec­ciones de salud más importantes, tal como sucede con el consumo de los ácidos grasos trans. Para conocer un poco más sobre la constitución y cómo funcionan, en este artículo se parte del conocimiento de la estructura de los ácidos grasos.
Se presentan dos tipos de ácidos grasos: ácidos grasos cis (los cuales son los más co­munes y son hallados en los alimentos) y los ácidos grasos trans. La definición cis y trans vendría dada de cómo se distribuyen los grupos funcionales alrededor del doble enlace.
A partir de estos datos se realizaron los pri­meros estudios que permitieron recabar información desde que, por primera vez, la industria logró producir ácidos grasos trans, en las primeras dos décadas del siglo XX. Inicialmente, no se le dio mucha importancia a los ácidos grasos trans, pues no se había demostrado ningún efecto patológico. Debido a la falta de conoci­mientos sobre los efectos que podían producir los ácidos grasos trans, se recomendaba, por ejemplo, el uso de margarina en vez de mantequilla. Sin embargo, la infor­mación que revelaron esos estudios ha incidido en un cambio significativo de las opiniones.
Efectos de los ácidos trans
• Sobre los lípidos sanguíneos, producen: a) aumento del colesterol LDLc, conocido como “colesterol malo”, el que deposita colesterol en las arterias; b) disminución de colesterol HDLc, conocido como el “colesterol bueno”, este es el que  remueve el colesterol malo de las arterias; y c) aumento de triglicéridos y aumento de los ni­veles de Lp(a), que es una lipoproteína atero­génica, trombótica y protrombótica.
• La presencia de ácidos grasos (de 4 a 5 g) en la dieta aumenta el riesgo de incidencia de car­diopatía isquémica en 25%, y si se usa como calorías, existe más o menos, la misma inci­dencia de cardiopatía isquémica.
• Aumentan el proceso inflamatorio, debido a que aumenta la interleuquina 6, que aumenta la síntesis de factores de coagulación en el hí­gado.
• Aumentan los receptores del factor de necrosis tumoral (TNF), factor que tiene que ver también con los procesos inflamatorios.
• Aumentan las reacciones alérgicas.
• En un estudio reciente, donde se mide la  capacidad de dilatación de las arterias, se ha encontrado que cuando las dietas contienen ácidos grasos trans, la vasodilatación del flujo de la arteria braquial disminuye en 29%, incluso más, que si se utilizan ácidos grasos saturados.
• Compiten por las enzimas encargadas de la síntesis de ácidos grasos esenciales poliinsa­turados. Hay un bloqueo aparentemente de la delta-6 - desaturasa, que es la que va a formar los ácidos grasos esenciales.
• Suprimen la actividad de la colesterol acetil transferasa (LCAT), de tal manera que el coles­terol aumenta muy rápido dentro de la célula y por lo tanto, se expresan menos receptores para eliminar el colesterol de la circulación.
• Sobre el metabolismo de los carbohidratos, au­menta el riesgo de la diabetes mellitus, porque aumentan la resistencia a la insulina.
• La consecuencia final de todos estos fenómenos es la enfermedad más frecuente en el mundo occidental: la aterogénesis, la cual es un pro­ceso inflamatorio crónico relacionado con un acumulo de lípidos, entre los cuales ya hemos mencionado a la LDLc.
Fuentes de los ácidos grasos trans
• Hidrogenación industrial de grasas, desde hace más de un siglo.
• El calentamiento de los aceites para freír por encima de los 180 °C. Esto no ha sido bien eva­luado en nuestro medio, ya que en las ventas ambulantes de comidas esos aceites suelen ser reutilizados muchas veces.
• Durante la desodorizacion de los aceites comes­tibles se producen ácidos grasos trans. Este es un proceso industrial prácticamente inevitable.

Productos que contienen AGT (ácidos grasos trans)
• Comidas rápidas.
• Cotufas para microondas.
• Productos de pastelería.
• Margarinas.

Recomendaciones de la Organización Panameri­cana de la Salud (OPS) y la Organización Mun­dial de la Salud (OMS) en relación a los AGT
• Límite máximo de AGT < 2% de la grasa total en aceites vegetales y margarinas.
• Límite máximo de < 5% en otros alimentos
• Incluir el contenido de AGT en el etiquetado de los alimentos.
• Informar la composición de ácidos grasos, in­cluyendo AGT en comidas ofrecidas en lugares públicos (restaurantes, comedores escolares y otros servicios de alimentación).

Los análisis hechos en el laboratorio sobre la com­posición de los ácidos grasos trans, han determinado que en el porcentaje de ácidos grasos trans por can­tidad de comida analizada, los valores están casi todos por debajo del 5% de lo que se había estipulado ini­cialmente. Por otro lado, algunas galletas, por ejemplo, llegan a tener valores desde 17% a 10%. Esto evidencia que es muy variable la cantidad de ácidos grasos trans.


La forma de representación “trans más saturados” es interesante porque, la industria, para poder corregir la cantidad de ácidos grasos trans, ha tenido que au­mentar un poco los saturados. De tal manera, que el efecto beneficioso de reducir los trans, en parte, está siendo afectada por el hecho de aumentar los saturados. Esos son métodos que utiliza la industria, para dar la consistencia que tienen las margarinas y cualquier otra grasa que se emplea en la elaboración de comidas. En comidas rápidas, la cantidad de trans puede llegar al 15,23% y hasta 24%, es decir, es muy variable.
La intervención, el seguimiento y las medidas que ha tomado la Organización Mundial de la Salud (OMS), han hecho que la industria comience a reformular sus productos. Por ejemplo, dos marcas de margarina ana­lizadas en el año 2007, tenían casi 10% de trans. Los análisis realizados tres años después indicaron una re­ducción importante de los ácidos grasos trans hasta ni­veles normales. Son considerados libres de trans, porque es muy difícil tener una comida completamente libre de trans.
Uno de los objetivos de los análisis que se realizan en la Sección de Lipidología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), es que se hace el seguimiento de los diferentes productos que están en el mercado. Los estudios al respecto permiten apreciar cómo los valores antes de tomar las medidas para la reducción de ácidos grasos trans, y lo que ha ocurrido recientemente: han ido cayendo los valores en los diferentes alimentos. Esta evaluación se realizó en unos 60 productos de venta en los supermercados; lo importante es que cayó el contenido de trans de 2,1% a 0,3%.


Ahora bien, si actualmente la tendencia es dismi­nuir los ácidos grasos trans en los productos de ventas comerciales, esta disminución también debe reflejarse en la preparación de las comidas. Los ácidos grasos trans en la comida de los restaurantes y en los productos trans que se utilizan en ellos también cayeron. Por ello, es de esperar en un futuro, todos los productos que se analicen puedan estar por debajo del límite aceptado por la OMS.
Fuente
Iván Golfetto (2012). Consumo de ácidos grasos trans en Venezuela: presente y futuro

 CANIA. Año 14. Nº 24. P, 4-9