jueves, 15 de diciembre de 2016

La Educación Alimentaria y Nutricional. Temas de interés

Los 25 artículos más visitados de los 100 publicados.
Entre marzo 2015 y octubre 2016.

En este año y medio de existencia, hemos orientado nuestros esfuerzos a contribuir, aportar, difundir, sensibilizar y participar del proceso de educar y formar a nuestra población en el tema de la alimentación y nutrición, desde la Educación Inicial hasta la Educación Superior, en ambientes convencionales y no convencionales, con énfasis en la formación, actualización y capacitación permanente del docente de los diferentes niveles y modalidades para el Sistema Educativo Venezolano, permitiendo revalorar a la Educación Alimentaria y Nutricional como factor determinante de la salud y la calidad de vida.
Una evidencia de lo anterior se puede hallar en estos trabajos que han sido considerados por nuestra audiencia, los de mayor relevancia e interés en este tiempo.
Gracias por su apoyo
Siempre a su orden                            
Ernesto De La Cruz y Albino José Rojas Piñango

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jueves, 8 de diciembre de 2016

Hábitos de alimentación saludable: aprendizajes tempranos para toda la vida

La alimentación es una habilidad que se construye y madura en los primeros dos años de vida, y en su aprendizaje influyen no solo la información sino el ejemplo de las cuidadoras/es, maestras y la familia que se convierten en modelo a seguir por las niñas y niños. Así, es frecuente observar que cuando aquellos consumen regularmente frutas y verduras, con seguridad los pequeños imitarán esos modelos. La relación entre comportamiento de las cuidadoras/es y la conducta alimentaria en la edad infantil está influenciada por los patrones culturales.
Construcción de hábitos en la primera infancia
Los hábitos son comportamientos o conductas que resultan de prácticas repetidas inducidas por ideas, creencias, valores y normas de la cultura que el cerebro aprende, y que se manifiestan en maneras de actuar y de comportarse. Cuando se integran a la vida diaria de modo sistemático constituyen un estilo de vida. No obstante, al ser una conducta aprendida e influenciada por el ambiente y la cultura, pueden ser modificados lo que sustenta la conveniencia de insistir en su formación durante toda la vida.

La importancia de iniciar el aprendizaje temprano de hábitos saludables reside en aprovechar la característica única e irrepetible de plasticidad o maleabilidad cerebral que caracteriza el periodo de formación y desarrollo del cerebro en los primeros mil días de vida, para modelar las vías nerviosas del comportamiento que ayudarán a proteger la salud. El modelaje se logra a través de la práctica de rutinas repetidas acompañadas de la explicación sobre las consecuencias de la conducta, con lo cual las niñas y niños dan sentido a sus hábitos, y al llegar a la juventud y la edad fértil podrán ser madres y padres dueños de comportamientos que contribuirán a mantener su salud y la de sus hijas e hijos, creando un círculo virtuoso de estilos de vida saludable a lo largo de todas las etapas del ciclo vital.

En el plano de la conducta alimentaria antes que nada hay que saber que la alimentación es una habilidad del desarrollo infantil de alta complejidad en la que influyen al menos tres aspectos: el primero, relacionado con la niña o el niño en sí mismo, como la percepción del hambre y la saciedad y los logros en el desarrollo neurológico y motor, el segundo tiene que ver con las cuidadoras/es primarios esto es con las interacciones, y en tercer lugar con los ambientes de alimentación y de cuidados, si son o no agradables, todo lo cual indica su carácter dinámico y progresivo, que como cualquier habilidad va madurando con el tiempo y requiere ser modelada hasta convertirse en comportamientos o hábitos alimentarios estables.
Así mismo, de no aprenderse estos en forma adecuada, pueden llevar a hábitos no saludables que resultan en comportamientos de alimentación problemáticos, en interacciones tensas y conflictos familiares alrededor de las comidas, fallas en el crecimiento, enfermedad y mortalidad infantil. Algunos problemas de la conducta alimentaria pueden deberse a alteraciones fisiológicas o aún patológicas de los niños, pero en su mayoría están condicionados por los factores mencionados.
Un primer efecto benéfico no bien conocido de adoptar tempranamente buenos hábitos alimentarios es el de evitar los problemas de alimentación (falta de apetito, rechazo, náuseas, lentitud o pobre habilidad para masticar, atoramientos al tragar, no abrir la boca, gritar o arquearse) cuya ocurrencia se calcula entre 25 a 35% de los niños pequeños. Otros efectos positivos son la prevención de la mortalidad infantil y del adulto gracias a que disminuyen el riesgo de contraer enfermedades infecciosas agudas y enfermedades no transmisibles- ENT, como la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, el colesterol elevado y las enfermedades coronarias.
Hábitos de alimentación, salud, higiene y actividad física
Los buenos hábitos alimentarios comienzan con el inicio precoz de la lactancia materna en la primera hora que sigue al nacimiento, debido a que el estímulo del reflejo de succión, la experiencia del olor y el sabor de la leche de la madre, y el estrechamiento del vínculo afectivo y el apego, son condiciones que favorecen el primer conocimiento de los niños con la comida en un ambiente de placer y tranquilidad que inaugura comportamientos tranquilos y confiados.
Con el amamantamiento en los primeros seis meses, la niña y el niño sienten satisfecha oportunamente su sensación de hambre y poco a poco aprenden a entender ritmos y a autorregular sus ciclos de hambre y saciedad, un factor muy importante para modelar patrones regulares de alimentación. Entre los 6 meses y los dos años un buen hábito es emplear un estilo de alimentación perceptiva, mediado por el afecto y la comunicación activa que estimule la alimentación complementaria apropiada acompañada de la leche materna, y a partir del año de edad, la ingestión de frutas y verduras (El Trompo de los grupos de alimentos)-(Programa: Cinco al día) y demás alimentos ricos en nutrientes, y el hábito de la alimentación en familia estimulando la participación infantil y la autonomía para el ejercicio de la alimentación independiente.
Hasta los dos años las habilidades alimentarias están bien establecidas y como se ha dicho obedecen especialmente a factores biológicos y a la respuesta de los cuidadores a sus señales de hambre y saciedad. Sin embargo, desde los dos y hasta los cinco años la regulación de estas señales se ve muy influenciada por condicionantes externos como el ejemplo de la familia, las prácticas en los centros educativos o los mensajes comerciales de la televisión que pueden alterar los comportamientos alimentarios.
Los efectos de los hábitos alimentarios se incrementan y mejoran con la práctica de otros hábitos como el lavado de las manos antes de preparar y comer los alimentos, el uso de agua segura, la actividad física regular que ayuda a distribuir el peso corporal, la relación adecuada, positiva y sustentable con las personas y el ambiente para fomentar el respeto por la diversidad y no presionar o agotarlos recursos naturales.
Así se gana en muchos aspectos: inocuidad de los alimentos, buen estado de salud y nutrición, reconocimiento y respeto del propio cuerpo, mantenimiento del peso corporal, disfrute de los variados y nutritivos alimentos regionales, formación temprana de la conciencia ecológica y vida saludable en equilibrio con la salud del planeta.
Es deber de los adultos guiar a las niñas y niños para que aprendan a reconocer y valorar la riqueza que ofrece la diversidad de personas, seres, productos y objetos que los rodean. Se pueden planificar actividades y juegos donde aprendan a apreciar y disfrutar de la multiplicidad de opiniones, conocimientos, apariencia, colores, formas, olores y sabores, y a entender que eso hace parte de su cultura y enriquece sus vidas. En el caso de los alimentos, inducirlos en el conocimiento y apreciación del color, forma, sabor, olor, textura y temperatura de los mismos, puede además ayudar a evitar los comportamientos “neofóbicos” de algunas niñas y niños hacia los alimentos nuevos, y por qué no, hacia aquello que es diferente.
Un buen indicio para saber que las niñas y niños están adquiriendo comportamientos alimentarios saludables es que soliciten alimentos con intervalos regulares, que succionen, coman y beban con buen ritmo, que ensayen nuevos sabores y texturas, y manifiesten su satisfacción después de comer. Esto sin duda contribuirá a ampliar sus preferencias alimentarias, a incrementar su gusto por lo diverso y a lograr conductas alimentarias independientes.
Educación alimentaria y nutricional: una forma de fomentar hábitos saludables
El fomento de los hábitos saludables se facilita con la Educación Alimentaria y Nutricional, una actividad que tiene como objetivo orientar a madres, padres, cuidadoras/es, profesionales y educadores en el uso razonable de alimentos saludables, nutritivos y en cantidad suficiente para cubrir las necesidades diarias, promover comportamientos alimentarios saludables y diseñar estrategias para lograrlos, en especial interacciones afectivas, oportunas y de calidad, establecer rutinas y tiempos de comidas consistentes y predecibles, y ofrecer alimentos balanceados y nutritivos en ambientes agradables. Además, la educación alimentaria y nutricional permite fomentar patrones de consumo y comportamientos alimentarios que no presionen o amenacen los recursos del planeta, diversificar la dieta aprovechando la enorme variedad de alimentos locales y de cosecha, educar en la seguridad alimentaria y nutricional que preserve la biodiversidad presente y futura y promover el respeto por los derechos de las personas y los derechos ambientales de todas y todos.
Alimentación y cultura alimentaria: aporte de la alimentación a la construcción de identidad.
La alimentación es el primer evento en la vida de los niños que atrae la atención de las madres, padres, cuidadoras/es y quienes están alrededor de los pequeños, constituyendo un evento social, como también un factor que interviene en la construcción de la identidad y en el sentido de pertenencia a una familia y a una comunidad.
La experiencia de comer está ligada no solo a la nutrición y el crecimiento sino también al aprendizaje de saberes y prácticas alimentarias, a través de las cuales las niñas y niños pequeños aprenden sobre las costumbres del grupo al que pertenecen, sus gustos y preferencias alimentarias y culinarias, y aún los modos de producción alimentaria, todo lo cual va generando en ellos sentido de pertenencia e identidad con su grupo, su cultura y su territorio.
Las relaciones que se crean a través de la experiencia de la comida están influenciadas por múltiples factores dados por los imaginarios sociales sobre la lactancia materna, el apego, la salud, la obesidad, la delgadez, las presiones de la publicidad, la moda, las creencias de los parientes, cuidadoras/es y amigos todo lo cual incide en la elección de amamantar o dar biberón, en la edad del destete, en las expectativas de los padres frente al peso de los hijos y en la selección de los alimentos.
El acto de alimentarse es de este modo una fuente de interacción social en la que intervienen factores biológicos, simbólicos y culturales que modelan los comportamientos alimentarios, los que a su vez influirán en el desarrollo de la autonomía y la afirmación de la identidad. La comprensión de esta cadena de influencias permitirá a los padres y cuidadoras/es promover prácticas alimentarias y hábitos saludables, que respetando el contexto cultural y territorial específico, se adecuen a los requerimientos del desarrollo físico, emocional y social de los niños a la vez que faciliten su inserción en la cultura.
Un aspecto no bien valorado que resulta interesante en la construcción de la cultura alimentaria, es la diversidad de los grupos sociales, ya que la diferencia en sí misma, conlleva saberes, tradiciones e imaginarios alrededor de la alimentación y la nutrición, que al ser intercambiados con otros, generan dinámicas que permiten afianzar las prácticas, innovar y favorecer fusiones con otras culturas culinarias, todo lo cual incrementa la variedad culinaria, confiere estatus social a las cocinas tradicionales y locales, afianza el arraigo y pertenencia a la cultura y enriquece el patrimonio inmaterial de la cultura de nuestros países.
Resignificar el papel de la cultura alimentaria exige el acercamiento a los pueblos étnicos y comunidades campesinas, desde una perspectiva multicultural que nos permita conocer y reconocer su legado a la alimentación y la nutrición en contextos que favorezcan el diálogo de saberes, el intercambio de creencias, imaginarios sociales y opiniones alrededor de los alimentos y las comidas.
Fuente
República de Colombia (2012). Lineamiento Técnico de Alimentación y Nutrición para la Primera Infancia. Comisión Intersectorial para la Atención Integral de Primera Infancia. Estrategia Nacional DE CERO A SIEMPRE

OMS, (2002). Estrategia Mundial de Alimentación y Nutrición del Lactante y el Niño Pequeño, Organización Mundial de la Salud.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Estatus de deficiencias de micronutrientes en el niño venezolano entre 6 y 24 meses

La alimentación complementaria se define como el proceso que comienza cuando el consumo de la leche humana de forma exclusiva ya no es suficiente para cubrir las necesidades nutricionales de los lactantes, siendo necesario agregar otros alimentos, mientras se continúa con la lactancia humana. Los objetivos de la alimentación complementaria son: aportar energía y nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo sin destetar al niño, crear hábitos de alimentación correctos, estimular el desarrollo psico-emocional y sensorial y su integración a la dieta familiar.

Requerimientos nutricionales
El Instituto Nacional de Nutrición (INN), publicó en el año 2000 los requerimientos proteicos para la población venezolana, única referencia nacional hasta el presente. Los cuales oscilan entre 1,12 g/Kg/día para los seis meses de edad, hasta los 0,79 g/Kg/día para los dos años de edad. Sin embargo, durante los últimos años, dichos requerimientos proteicos han disminuido progresivamente hasta los valores que establecen la mayoría de los organismos e instituciones internacionales.

El (INN) recomienda que los requerimientos de carbohidratos para la población general venezolana deben oscilar entre 56-69% de las calorías totales de la dieta diaria, sin embargo, una ingesta de carbohidratos, mayor del 60% de la energía total, está relacionada al descenso del HDL y aumento de los triglicéridos, por lo cual se recomienda no sobrepasar este valor. El consumo de azúcar no debe exceder el 10% de las calorías, lo que representa un consumo aproximado de 25g/1000 Kcal.

El consumo de grasas debe llegar hasta un 30% del requerimiento calórico total, Ácidos Grasos Saturados < 7%, Ácidos Grasos Polinsaturados 10%, Ácidos Grasos Monosaturados ≥ 13%, Colesterol <300 mg/d, Relación Omega 6/Omega 3: 5/1, Los ácidos grasos trans deben representar menos del 1%.

Los requerimientos de fibra en niños de 6 a 12 meses de edad no se han determinado por existir escasos datos sobre efectos adversos y la preocupación respecto a la capacidad del niño para manejar las cantidades en exceso. De 1 a 3 años de edad, se recomienda la ingesta de 19 g/d de fibra total. Durante la introducción de alimentos sólidos en la dieta del niño, deben ser incluidos cereales de granos enteros, panes, frutas y vegetales, fuentes de fibra soluble e insoluble. La fórmula Fibra (g)= edad (años) + 5, está recomendada para niños de 3 a 19 años, con un mínimo de 14g/1000 kcal.

Grupos de alimentos
El requerimiento total se debe cubrir con los 6 grupos básicos de alimentos: lácteos, vegetales, frutas, almidones, carnes, grasas.

Hierro: la anemia y deficiencia de hierro constituyen el problema nutricional más frecuente a nivel mundial. Los grupos más susceptibles a la pérdida de este nutriente son los lactantes, preescolares y escolares, mujeres en edad fértil y embarazadas.

La realidad venezolana con respecto a la deficiencia de hierro y/o anemia no se conoce en forma global. En la ciudad de Caracas se reportó en el año 2003 que 57% de los menores de dos años de edad presentaban anemia y en 2007, la prevalencia fue de 67,86% en lactantes y de 33,18% en preescolares. En 2012 en Caracas, se reportó una prevalencia de anemia de 14,3% en escolares entre 6 y 8 años, siendo el grupo más afectado el estrato social V y los varones de 8 años. La deficiencia de hierro (niveles bajo de ferritina) afectó al 67,3% de los escolares independientemente del estado nutricional. En los estados Cojedes, Guárico y Portuguesa, en el año 2004, la anemia estuvo presente en 71,4% de los niños. En Vargas para 2001, la prevalencia era de 63,7% de anemia y 64% para deficiencia de hierro en menores de 2 años; en niños entre 2 y 4 años, fue de 46,7% y 40,2% respectivamente.

La deficiencia de hierro en 14 ciudades del país indica que en los estratos IV y V de Graffar Mendez Castellano, 48% de los niños entre 6 meses y 2 años tiene anemia y 52% deficiencia de hierro. En menores de 5 años, de estratos bajos, la prevalencia de anemia fue de 43%. Estudios publicados en 2005 reportaron que hay deficiencia de hierro hasta un 77,7% y de anemia ferropénica de 23,6%. Estudios en poblaciones indígenas, tales como, el poblado Piaroa del estado Amazonas, la prevalencia de anemia fue de 100% en las niñas menores de 10 años y de 90% en las adolescentes de 11 a 20 años. El déficit de hierro fue de 56%, 31% y 55% en los grupos de 1 a 3 años, 4 a 10 y 11-20 años, respectivamente. En los varones se reportó una prevalencia de anemia de 100%, 91% y 83%, así como déficit de hierro de 50%, 36% y 25% en los mismos grupos de edad.

Vitamina A: en los países en vías de desarrollo se estima que hay 127 millones de niños preescolares con Déficit de Vitamina A (DVA). Estudios realizados en niños de 2 a 6 años de edad, provenientes de zonas de bajos recursos urbanas y rurales de Maracaibo, reportaron un DVA de 35,4% en la población total y 48,3% para los provenientes de las zonas rurales para el año 2002. En 2003, en la población rural del estado Lara, el DVA se presentó en el 100% de los menores de 2 años; 91,43% entre 2 y 6, y 78,18% de 6 a 14 años de edad, con lo cual en esta población es un problema de salud pública. La prevalencia de helmintiasis es de 42,7%, lo cual agudiza el DVA. En escolares de 6 a 8 años de edad de Caracas, se encontró prevalencia del déficit de 57,1% en todos los estratos sociales e independientes del estado nutricional.

Zinc: en Venezuela el déficit de zinc se relaciona con el estrato socioeconómico y educativo, lo cual afecta a la población de más bajo nivel. En el estado Zulia se ha reportado deficiencia en 19,6%, principalmente en niños de 3 a 7 años. En otra población de la ciudad de Maracaibo se reportó 38,36% en niños de 3 meses a 8 años integrantes de comunidades de bajos ingresos. En Mérida se detectó deficiencia de este oligoelemento entre 38,5% y 45% de preescolares. En un poblado rural, del estado Lara, el 19,7% de los niños presentó deficiencia de zinc, afectando más a los menores de 2 años. La deficiencia de zinc ha sido relacionada como factor de riesgo para diarrea persistente.

Yodo: La deficiencia de yodo es reconocida actualmente como la principal causa de discapacidad humana (retardo mental) que puede ser prevenida. La nutrición adecuada de yodo en una población es evaluada mediante la determinación de la Concentración de Yodo Urinario (CYU) en una muestra representativa de niños en edad escolar. La OMS recomienda una mediana de CYU ≥ 100 μg/L, siempre y cuando no menos del 20% de muestras individuales reporten valores menores de 50 μg/L, como indicativo de una adecuada nutrición de yodo en la población. Un adecuado aporte de yodo es esencial para mantener la función tiroidea normal. La encuesta nacional de yodo, realizada en 1998, demostró la alta incidencia de bocio en escolares, por lo que se inició, el programa de yodación de la sal de consumo humano, resultando en la eliminación del déficit de yodo en Venezuela y las perspectivas para su sostenibilidad son buenas si el programa mantiene su situación actual con reforzamiento de algunas actividades.

Estrategias para la prevención de déficit de micronutrientes en niños de 6 a 24 meses
La alimentación del lactante a partir de los 6 a 24 meses de edad y del preescolar es el eje principal para el adecuado desarrollo infantil, entendiendo este desarrollo como el avance en todas las áreas del individuo, es decir, su parte física, orgánica, cognitiva y conductual. Según la OMS, 30% de los menores de 5 años de edad en el mundo tiene retraso del crecimiento e incluso afección en ganancia, progreso y mantenimiento de habilidades, debido a una mala alimentación, así como a otros factores asociados como infecciones recurrentes, alteraciones metabólicas y enfermedades congénitas. A esto se añade el factor social, por lo que se ha comprobado que, incluso en entornos con escasos recursos, la mejoría de las prácticas de alimentación puede optimizar la ingesta de calorías y nutrientes, y por consiguiente el estado nutricional.

En las últimas décadas se ha obtenido suficiente información, tanto clínica como estadística, sobre los requerimientos adecuados de la nutrición infantil y de las prácticas alimentarias recomendables. Igualmente se ha tomado información sobre factores adversos que limitan y/o impiden una alimentación adecuada. Estos datos han demostrado que existe un verdadero impacto por asesoramiento, tanto en la comunidad como en los servicios de salud, que conllevan a una mejoría en la ingesta de alimentos y por ende, en el crecimiento y desarrollo.

En relación a las deficiencias específicas:
Vitamina A: la lactancia materna protege contra la carencia de vitamina A. El calostro es rico en vitamina A. El niño que es exclusivamente amamantado durante seis meses está protegido contra la xeroftalmia y, a los niños de seis a 24 meses de edad, la lactancia les suministra cantidades muy importantes de vitamina A. Por estos motivos, la protección, apoyo y promoción de la lactancia humana es una estrategia importante en el control de la carencia de esta vitamina. La leche humana aportará más vitamina A si la madre tiene un consumo adecuado de ella. Por lo tanto, se debe alentar el consumo de alimentos ricos en vitamina A, no sólo para los niños pequeños, sino también para las mujeres en edad reproductiva y las que amamantan a sus hijos. La fortificación es una estrategia de relativo bajo costo para los gobiernos y de alto impacto.

Hierro: para reducir la probabilidad de deficiencia de hierro es importante contar con una diversidad dietética y un buen equilibrio de alimentos. La lactancia humana se debe mantener durante 18 a 24 meses luego de que el niño comienza a consumir otros alimentos, entre los cuales se debe recomendar pequeñas cantidades de aquellos de origen animal, como carne, pollo e hígado. Los cereales (arroz, maíz, trigo) y leguminosas suministran la mayor parte del hierro; sin embargo está en forma no-hem y su absorción puede ser relativamente pobre. Las dietas que se recomiendan para controlar las anemias nutricionales incluyen un mayor consumo de hierro, pero además alimentos ricos en folatos y, especialmente en vitamina C, que aumenta la absorción.

Zinc: la deficiencia severa de zinc provoca retraso en el crecimiento y en la maduración sexual. La falta moderada afecta principalmente a los niños menores y las mujeres durante el embarazo y la lactancia. Generalmente la insuficiencia de este nutriente está relacionada con una baja ingesta de proteínas de origen animal. La mayoría de los estudios revelan que sujetos con deficiencia moderada presentan retraso en el crecimiento lineal, que se revierte al suplementarse con zinc. También puede producir un efecto negativo en la capacidad para detectar sabor y por tanto una disminución en el apetito. Además, existen evidencias de que la falta de zinc provoca un aumento de enfermedades respiratorias, digestivas y de la piel, por una disminución en la respuesta inmune.

Yodo: la estrategia recomendada es la yodación de la sal. Esta fortificación es la estrategia más efectiva para el control de los trastornos por carencia de yodo.

Vitamina D: está incluida dentro de las deficiencias más comunes de micronutrientes y se recomienda suplementar la dieta del niño con la ingesta de aceite de hígado de bacalao y otros similares.

En concordancia con las instituciones mundiales de salud y apoyo a la infancia, la estrategia de prevención de déficit de nutrientes debe contemplar los siguientes puntos:

• Formulación, aplicación y fomento de una política integral sobre alimentación del lactante y del niño pequeño, en el contexto de las políticas nacionales e internacionales de nutrición, salud infantil y reproductiva y reducción de la pobreza.
• Todas las madres deben tener acceso a un apoyo especializado para el momento de iniciar la alimentación complementaria con alimentos adecuados, inocuos y oportunos, sin abandonar la lactancia humana hasta los 2 años.
• Los profesionales del área de la salud deben estar capacitados para proporcionar asesoramiento eficaz sobre la alimentación, y sus servicios deben extenderse a la comunidad.
• Debe implementarse y vigilar el adecuado cumplimiento del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna, protegiendo a las madres y sus hijos de influencias comerciales inapropiadas y negativas.
• Debe vigilarse el cumplimiento por parte de la Industria Farmacéutica y Alimentaria de las referencias internacionales de fortificación de fórmulas infantiles y alimentos de consumo específico y/o masivos, relacionados a la nutrición infantil, incluyendo valores de nutrientes compatibles con requerimientos nutricionales, mejoramiento de características organolépticas y costos accesibles.

Esta estrategia para la prevención de déficit de micronutrientes es una responsabilidad compartida entre el gobierno, las organizaciones internacionales, nacionales, gubernamentales, no gubernamentales, sociedades científicas, industrias farmacéuticas y alimentarias, así como medios de comunicación social y todo aquel interlocutor pertinente a ofrecer información, acciones y nuevos aportes relacionados con la nutrición infantil.

En conclusión, en base a los datos nacionales sobre deficiencia de micronutrientes y las estrategias planteadas en este consenso, se recomienda su implementación en los niños prematuros y lactantes, con énfasis en la práctica de la lactancia materna y evaluación nutricional. El papel del pediatra como agente multiplicador de esta información y vigilante de su implementación es fundamental para lograr un impacto positivo que permita la mejoría del estatus nutricional de la población venezolana.

Fuente: Dalmacia Noguera Brizuela, Julio César Márquez,  Isabel Campos Cavada, Rafael Santiago (2013). Alimentación complementaria en niños sanos de 6 a 24 meses. Archivos venezolanos de puericultura y pediatría; Vol 76 (3): 128 – 135.