jueves, 25 de mayo de 2017

Competencias en alimentación. Una prioridad para la Educación

En la actualidad existen, en el contexto de la alimentación, una serie de conceptos emergentes que se vienen usando cada vez más en las políticas de salud, en la investigación y en la educación, para caracterizar a un ciudadano bien formado.
Todos ellos son bastante similares, en líneas generales, con respecto a los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que consideran necesarios para que una persona pueda llevar a cabo una alimentación saludable, si bien difieren en algunos aspectos concretos y, fundamentalmente, en los términos que utilizan para su denominación.
Una perspectiva bastante difundida constituye la denominada alfabetización en alimentación, referida a las habilidades y competencias básicas en alimentación que se deben adquirir desde la infancia. 
La Food Standards Agency (FSA-Inglaterra) desarrolló, a partir de un consenso entre expertos, un marco de competencias en alimentación, que recoge las habilidades y los conocimientos esenciales sobre alimentación que los niños y jóvenes deben poseer, comprender y ser capaces de aplicar a fin de ayudarles a tomar decisiones más saludables, que los beneficien ahora y en el futuro.
Estas competencias se consideran progresivas y acumulativas, y se aplican a todas las experiencias de aprendizaje, por lo que pueden ser adquiridas en la escuela, en la casa o mediante otras actividades. Estas competencias se organizan en torno a cuatro temas: tres centrados principalmente en los conocimientos (los alimentos, la seguridad y la salud de la dieta y la sensibilización como consumidores responsables) y otro en las habilidades (cocinar y manipular alimentos) 
Otro trabajo de interés fue desarrollado por el gobierno Australiano, a través de consulta a expertos, del que surgió la definición de alfabetización en alimentación: capacidad relativa para comprender básicamente la naturaleza de los alimentos y la importancia que tienen para la persona, así como la manera en que esta puede obtener información acerca de sus alimentos, procesarla, analizarla y actuar en consecuencia.
Del trabajo emerge un modelo para describir esta alfabetización, que incluye ocho dominios: el acceso, la comida, la planificación y gestión, la selección, la procedencia de los alimentos, la preparación, la nutrición y el lenguaje sobre el tema.
Una vez caracterizada la competencia en alimentación, la siguiente cuestión que habría que plantearse es la siguiente: ¿qué deberían aprender los niños y adolescentes, en la educación obligatoria, para que lleguen a ser capaces de desarrollar hábitos y estilos de vida saludables con respecto a su alimentación; es decir, para ser competentes en este contexto?
Teniendo en cuenta lo anterior, se presenta un marco de referencia de la competencia en alimentación para su desarrollo en la educación obligatoria, organizado en torno a siete dimensiones: 1. Los alimentos 2. Funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición 3. Cocinar 4. Cultivar y elaborar alimentos 5. Comprar alimentos 6. Comer en compañía 7. La actividad física y el descanso
Estas siete dimensiones integran los conocimientos, capacidades, habilidades, actitudes y valores concretos. Todas ellas, en su conjunto, implican el desarrollo de la noción de alimentación saludable y la adquisición de hábitos saludables por parte de los niños y jóvenes.
La competencia en alimentación se debe desarrollar en la medida en que los niños y los adolescentes progresen en el conjunto de estas dimensiones. No obstante, se consideran que cuatro de ellas son primarias, en el sentido de que son las que más favorecen el desarrollo de la competencia. Se trata de las relativas a los alimentos, al funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición, a cocinar y a la actividad física y el descanso.
Los alimentos; se incluyen en esta dimensión los conocimientos científicos que llevan a la noción de alimentación equilibrada o saludable. Las clasificaciones suelen representarse por medio de un gráfico (en nuestro país, el Trompo de los Grupos de Alimentos, INN). Por lo tanto, entender esta información implica conocer el valor nutritivo de los alimentos más frecuentes en la dieta. Además de manejar las guías alimentarias, traducir sus consejos en hábitos alimentarios y estar dispuestos a seguirlos, esta dimensión incluye la capacidad de leer las etiquetas de los alimentos, comprendiendo la lista de ingredientes y la información nutricional, y tener una idea correcta de los tamaños y pesos de las raciones a que se refieren, tanto las recomendaciones como las etiquetas de los alimentos.
Funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición; esta dimensión hace referencia al conocimiento científico sobre los procesos fisiológicos vinculados a la nutrición y sobre la forma en que los hábitos alimentarios pueden afectar a la salud. Se incluye aquí también: entender que las personas requieren cantidades diferentes de nutrientes y de energía a lo largo de su vida (por ejemplo, en el embarazo o en la infancia), y comprender la importancia del mantenimiento de un peso saludable y unos hábitos alimentarios regulares, ligados a la tradición cultural y al medio geográfico.
Cocinar; el conocimiento sobre los alimentos y la nutrición, al que aluden las dos primeras dimensiones, puede ser visto como “el saber qué comer”, mientras que el conocimiento culinario sería “el saber cómo hacerlo”.
Asistimos en la actualidad a una “transición culinaria”, un proceso en el que culturas enteras experimentan cambios fundamentales en la estructura y tipo de habilidades necesarias para preparar su comida cada día. Por ello, adquirir las destrezas culinarias básicas se considera una competencia clave y una destreza vital en las escuelas primarias y secundarias. Se incluye en esta dimensión la adquisición de las habilidades para cocinar los alimentos de manera atractiva y comestible, en el tiempo disponible y minimizando los desperdicios.
Abarcaría saber hacer, al menos, de cuatro a seis comidas diferentes, una de cada uno de los grupos de alimentos y empleando diferentes métodos de cocinado, por ejemplo, al horno, freír, cocer al vapor, etc. Esto implicaría saber picar, mezclar, etc., utilizando los sentidos (para apreciar la textura o el sabor) y ser capaz de seguir recetas, ajustándolas a otras condiciones si fuese necesario. Asimismo, incluiría la capacidad de reconocer los ingredientes principales de un alimento procesado o cocinado, hacer un uso creativo de las sobras y saber cómo eliminar los desechos de forma respetuosa con el medio ambiente, reciclando los envases.
Por último, también se engloban en esta dimensión los aspectos relativos a la seguridad alimentaria, es decir, conocer y aplicar las normas de higiene que permitan prevenir la contaminación, el deterioro y la descomposición durante el manejo y el almacenamiento de los alimentos, de forma que estos sean seguros para comer.
Cultivar y elaborar alimentos; esta dimensión alude al conocimiento de las formas más sencillas de cultivar alimentos, y de algunas técnicas elementales de elaboración de algunos de ellos. Por lo tanto, se refiere a saber plantar, hacer crecer y cosechar algunas frutas y hortalizas y conocer dónde y cómo se producen y se venden otros alimentos. También incluiría conocer procedimientos básicos de elaboración de algunos de ellos, como fabricar mermeladas, yogures, vinagres, etc.
Comprar alimentos; esta dimensión se refiere a ser capaz de presupuestar, comprar y preparar los alimentos a partir de diferentes situaciones y de valorar la importancia de estas tareas. Asimismo, incluye: comprender la influencia de la comercialización, la publicidad y el marketing sobre la propia dieta y el propio

Comer en compañía; se refiere a valorar el hecho de compartir la comida con la familia o los compañeros, en vez de hacerlo de manera individual mientras se realiza otra actividad, generalmente frente a pantallas. Incluye ser capaz de participar y sentarse a comer de una manera social, favoreciendo la posibilidad de formar parte de un grupo, así como estar dispuesto a probar nuevos alimentos. Numerosas investigaciones han coincidido en que promocionar las comidas en grupo mejoraría la calidad de la dieta, reduciría el exceso de peso y mejoraría los resultados educativos y sociales.
La actividad física y el descanso; esta dimensión alude a la adquisición de hábitos adecuados de descanso y de actividad física a lo largo de toda la vida. Incluiría ser físicamente activo y comprender la relación entre dieta y actividad física para mantener un peso saludable a lo largo de la vida, al mismo tiempo que entender la necesidad del descanso adecuado como complemento imprescindible de las actividades físicas y mentales.
La reducción de los factores de riesgo relacionados con las ECNT mediante una adecuada actividad física ya se recomendó en la Estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud (OMS/WHO, 2004).
Este marco de referencia puede ser de utilidad para el diseño y la aplicación de propuestas curriculares que tengan como finalidad que los escolares, a los 16 años, como ciudadanos, puedan tomar decisiones responsables en el ámbito de su alimentación. Se debe seguir profundizando en el campo del aprendizaje de la alimentación, perfilando y matizando mejor sus múltiples aspectos y fundamentar las tareas relativas a delimitación y secuenciación de contenidos, así como a la selección de objetos de estudios. Por otro lado, se debe continuar diseñando,  llevando a la práctica y evaluando propuestas didácticas en diferentes etapas y ciclos de la educación obligatoria a partir de este marco de referencia
Fuente: Enrique España Ramos, Aurelio Cabello Garrido, y Ángel Blanco López (2014). La competencia en alimentación. Un marco de referencia para la educación obligatoria. ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS Núm. 32.3 (2014): 611-629
http://dx.doi.org/10.5565/rev/ensciencias.1080 ISSN (impreso): 0212-4521 / ISSN (digital): 2174-6486


jueves, 18 de mayo de 2017

La comida lenta promueve la educación del gusto

En 1986 Carlo Petrini fundó el  movimiento Slow Food. En 1989 en una reunión celebrada en París, Slow Food adoptó como emblema al caracol y se convirtió en un movimiento internacional. 
La Slow Food o comida lenta surgió en oposición a la fast food (comida rápida) y busca promover la educación del gusto, además pretende redescubrir los aromas y sabores de las cocinas regionales, pues considera que la alimentación es producto de la historia y de las tradiciones de los pueblos.
A nivel internacional Slow Food se estructuró sobre una base integrada por socios, cuyos cimientos son los Convivium. Ellos son los encargados de establecer relaciones con productores y cocineros. También apoyan los alimentos tradicionales, organizan degustaciones y seminarios y cultivan el aprecio por el placer y la calidad en los alimentos.
El Arca del Gusto es parte de la estructura Internacional de Slow Food, la cual fue desarrollada para catalogar y proteger  a pequeños productores artesanales de alimentos de calidad. Como parte del Arca existen proyectos puntuales relativos a pocos productos, estos reciben el nombre de Baluartes. Su tarea es agrupar a los productores, coordinar la promoción y establecer directrices de autenticidad.
El evento más conocido del Slow Food es el Salón del Gusto. Se celebra cada dos años en Turín. En la cual se exhibió una variedad de alimentos caracterizados por la imaginación, tradición y atención de calidad.
Terra Madre fue otro evento, en paralelo al Salón del Gusto. El programa incluyó la participación de gente en cerca de 40 talleres de la tierra. En ese espacio se debatieron temas sobre agroecología, economía, acceso a los mercados, biodiversidad, cultura, calidad, recursos, gastronomía, aguas…
En la primera edición, 900 cocineros se reunieron con 1.600 grupos de agricultores, ganaderos y pescadores. En Terra Madre todos ellos forman comunidades del alimento. Los productores provenientes de 153 países se caracterizan por producir a pequeña escala y defender la biodiversidad. Abogó por alimentos buenos, limpios y justos, se sumaron cerca de 400 profesores universitarios.
Todos llegaron a la conclusión de que para que un alimento sea de calidad debe tomarse en cuenta que las materias primas sean sanas, íntegras y exentas de tratamientos químicos. Un elemento es limpio si respeta la tierra y el ambiente, si no contamina ni derrocha o sobre utiliza recursos naturales en la cadena de producción y consumo, que empieza en el campo y termina en la mesa.
En ese sentido, los métodos de producción intensiva en agricultura y ganadería, el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, la extinción de especies y razas autóctonas, los monocultivos, los organismos genéticamente modificados, y, en definitiva, la industrialización de la agricultura serían contrarios a la sostenibilidad ambiental.
Finalmente, se dice que un producto es justo si facilita unos ingresos adecuados a los productores. Esto parte del principio de solidaridad sobre todo para los agricultores de los países en desarrollo, quienes no reciben las subvenciones a las que tienen acceso los agricultores de países desarrollados.      
Quienes asistieron a Terra Madre salieron convencidos de que “comer es un acto agrícola y producir es un acto gastronómico”. De esta forma Slow Food ha defendido fundamentalmente las culturas locales frente a la progresiva estandarización impuesta por las denominadas lógicas modernas de producción, distribución y economía de escala.
Por otra parte, se dio las alertas sobre la necesidad de proteger y apoyar a los pequeños productores, pero también de cambiar el sistema que los perjudica y de reunir a consumidores, institutos de formación, chefs y cocineros, entes de investigación agrícola y organizaciones no gubernamentales.
Estas experiencias generaron inquietud sobre la importancia de construir una red mundial que dispusiera de instrumentos de repartición de la información y ofreciera la posibilidad de aprender de experiencias ajenas y colaborar con los demás. El objetivo fundamental que persigue Terra Madre es que sigan existiendo tierras fértiles y gente encargada de cuidar la producción, pero también las tradiciones.
Terra Madre reforzó la red con el movimiento de jóvenes comprometidos con la defensa de la comida y la cultura alimentaria. Ellos crearon el Youth Food Movement. La idea fue impulsada por 1000 jóvenes, entre estudiantes estadounidenses de la Universidad de Estudios de Ciencias Gastronómicas y de Slow Food USA, productores, cocineros y activistas. Ellos pretenden unirse a las comunidades del alimento de los cinco continentes para consolidar los eslabones de la red de Terra Madre. La presencia de este grupo es clave, pues asegura que los conocimientos vinculados al mundo agrícola y a la producción alimentaria sean transmitidos a nuevas generaciones formadas cada vez más por coproductores activos y comprometidos.
Fuente: Agustín Morales Espinoza (2009). El movimiento de comida lenta se opone al de comida rápida DOSSIER Crisis alimentaria. No.4. Agosto de 2009.
Profesor titular del Departamento e Instituto de Economía Agrícola y Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Es investigador en el área de Economía Agroalimentaria.  moralesa@agr.ucv.ve

jueves, 11 de mayo de 2017

Un contexto educativo para la alimentación

La alimentación puede entenderse como el proceso por el que una persona selecciona los alimentos que han de configurar su dieta y los prepara para su ingestión. Se trata de un proceso voluntario y consciente, aunque limitado por la disponibilidad de alimentos, por los recursos económicos y por los hábitos culturales. Así pues, depende de una decisión individual y, por lo tanto, es educable, si bien los hábitos de cada persona constituyen un elemento muy resistente a cualquier cambio. Se deben considerar un proceso fundamentalmente social.
La nutrición, por el contrario, tiene lugar a nivel celular y constituye un conjunto de procesos automáticos, involuntarios y continuos, a través de los cuales el organismo aprovecha las sustancias contenidas en los alimentos ingeridos. La nutrición, lógicamente, es inconsciente y, por lo tanto, no es educable.
Solo una buena alimentación puede asegurar un estado nutricional adecuado. La alimentación de un individuo concreto es equilibrada si alcanza los requerimientos de energía y de cada uno de los nutrientes esenciales, sin conducir a excesos injustificados, y, a la vez, le permite mantener un adecuado estado de salud y le capacita para realizar el ejercicio que exige cada tipo de trabajo, teniendo en cuenta su edad y su situación fisiológica. Puesto que no existe un tipo de alimento que por sí solo contenga la cantidad adecuada de estos nutrientes, el citado equilibrio se alcanzará combinando distintos tipos de alimentos.
La demostrada interrelación entre alimentación y nutrición transforma a ambos procesos en un aspecto prioritario de la salud pública, por lo que la alimentación puede considerarse el factor más importante de la higiene individual, ya que ningún otro factor aislado ejerce tanta influencia sobre la salud y sobre la vida o el factor ecológico-social externo más importante para la salud, tanto para el individuo como para la población.
La selección de alimentos y la forma de prepararlos y manipularlos se ven poderosamente influidas por factores culturales y socioeconómicos. La tradición, la moda, las creencias religiosas y las preferencias individuales, especialmente de la persona que se encarga de alimentar a la familia, son los principales elementos culturales que condicionan la alimentación.
Las grandes empresas tratan de modificar las preferencias individuales a través de la publicidad y de los medios de comunicación.
La alimentación saludable es una cuestión política en la medida en que las fuerzas del mercado mundial controlan el suministro de alimentos. Las condiciones sociales impuestas por las industrias alimentarias, favorecidas por los acuerdos comerciales internacionales, perjudican finalmente a los consumidores de menor poder adquisitivo, que tienden a sustituir los alimentos frescos por la comida procesada barata producida por las empresas que dominan el mercado.
Esta situación constituye un claro ejemplo de gradiente o pendiente social en salud, que evidencian cómo la organización social afecta a la salud de las personas: la morbilidad o mortalidad por cualquier causa es mayor conforme bajamos en el nivel socioeconómico. La pendiente social en la calidad de la dieta está relacionada con la denominada transición nutricional,  escenario definido por el aumento del consumo de alimentos altamente procesados, grasos y azucarados, de elevada densidad energética, en comparación con las dietas tradicionales, caracterizadas por un mayor consumo de cereales poco procesados y de alimentos frescos.
Las últimas estadísticas sanitarias mundiales (OMS, 2014-2016), ponen de relieve el creciente problema que representan las llamadas enfermedades no transmisibles (ECNT). Muchas de ellas, como la diabetes y la hipertensión, están relacionadas con la alimentación.
En las tres últimas décadas, de intensa globalización económica, el número de personas con sobrepeso/obesidad, y aquellas con enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, ha aumentado de manera significativa. El incremento ha sido particularmente rápido en los países en desarrollo y más patente en los grupos de menor nivel socioeconómico, de acuerdo con los determinantes sociales de la salud. Por lo tanto, la lucha contra la obesidad se ha convertido en uno de los mayores retos de la salud pública para el siglo XXI en todo el mundo.
En la última década, muchos autores han vinculado la capacidad para cocinar con el consumo de comidas más saludables, con la compra de más frutas y verduras y con un menor uso de alimentos precocinados y de restaurantes de comida rápida. Los niños que comen junto a otros miembros de su familia consumen más frutas y verduras y menos grasas trans y saturadas, beben menos refrescos y presentan una carga glucémica menor que quienes comen solos frente al televisor. Asimismo, tienen un 15% menos de riesgo de sobrepeso y una menor probabilidad de saltarse el desayuno.
Finalmente, se ha comprobado que los niños que participan en programas de huertos escolares mejoran sus conocimientos sobre la alimentación y sobre las actividades de cultivo, mostrando más curiosidad por probar nuevos sabores y una mejor disposición al sabor de las verduras. Estos referentes deben ser considerados en el desarrollo de competencias educativas en torno a la alimentación de los niños, niñas y adolescentes, y ser considerados, como prioritario, en la formación de los docentes.
Fuente: Enrique España Ramos, Aurelio Cabello Garrido, y Ángel Blanco López (2014). La competencia en alimentación. Un marco de referencia para la educación obligatoria. ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS Núm. 32.3 (2014): 611-629

http://dx.doi.org/10.5565/rev/ensciencias.1080 ISSN (impreso): 0212-4521 / ISSN (digital): 2174-6486

jueves, 4 de mayo de 2017

La alimentación preescolar. Educación para la salud de los 2 a los 6 años

La alimentación y nutrición infantil comprende una de las áreas de mayor importancia dentro de la Educación para Salud (EpS),  disciplina relativa al área de la Salud Pública, la cual trabaja para educar en el cuidado de la salud, potenciando hábitos de vida saludable.
A través de EpS se trata de enseñar estilos de vida saludable, y es en la etapa infantil cuando más se puede y debe incidir sobre la tarea del fomento de la salud así como la prevención de enfermedades tanto infantiles, como en la etapa posterior de la adolescencia y por último en la madurez. Por lo tanto dentro EpS, la alimentación infantil en esta etapa de crecimiento, es una herramienta indispensable para la promoción de la salud.   
En el segundo año de vida, transcurridos los primeros 4-6 meses donde sus requerimientos nutricionales han sido aportados mediante lactancia exclusiva, y posteriormente tras un año de una alimentación complementaria, se llega a la etapa preescolar.
Dicha etapa del crecimiento engloba  el periodo desde que el niño adquiere autonomía en la marcha locomotora hasta que inicia el periodo escolar, es decir los 6 años. Otros autores, describen esta etapa de preescolar a niños que comienza por el periodo de crecimiento estable y un progresivo desarrollo psicomotor y social. Indicar que a su vez, también, esta etapa de crecimiento puede quedar  dividida desde el ámbito educativo: en un primer ciclo de 0 a 3 años seguido de en un segundo ciclo de 3 a 6 años.   
Requerimientos nutricionales
Está comprobado científicamente que la alimentación extrauterina e infantil independiente del paso al nacer, influye en las anormalidades metabólicas en la etapa adulta. 
Las necesidades calóricas bajan, pero las proteicas, sin embargo, aumentan por el crecimiento de los músculos y otros tejidos. Es preciso tener en cuenta que las recomendaciones se basan en estimaciones donde la edad es la principal variable aglutinadora pero existen otras variables como las antropométricas, además del entorno sociocultural en que nos encontremos, y que no son tomadas en cuenta.
Por ello, las necesidades energéticas serán individualizadas y dependerán del gasto calórico demandado por el crecimiento, el metabolismo basal de las funciones fisiológicas y la actividad física. Incidiendo en que esta es una etapa de crecimiento, donde la fase de anabolismo es trascendental, y se demanda una gran cantidad de energía.   
Hidratos de Carbono: Su aporte, en esta etapa de crecimiento, debe aumentan entorno al 50-55% como base energética (4 kcal/g), en decremento de las grasas. Sus necesidades,  para ambos sexos, serán por tanto 130 g/día. Es conveniente que los azúcares simples mono y disacáridos (glucosa, fructosa y sacarosa) no superen el 10%. El 90% restante de los carbohidratos serán complejos y por lo tanto de absorción lenta (almidón  y fibra dietética) aumentado por ello el consumo de cereales, legumbres, verduras, hortalizas y frutas. Está comprobado científicamente que una temprana y regulada ingesta de todos estos últimos alimentos servirá para disminuir el índice glicémico sanguíneo, previniendo con ello enfermedades crónicas en la etapa madurez como son: diabetes, obesidad, hipertensión,  cáncer de colón, enfermedades cardiovasculares.
Proteínas: Los requerimientos para este macronutriente en la etapa de preescolar es de entre 10-15 % de las calorías (4 Kcal/ g de proteína). Inicialmente de los 1 a 3 años esta debe de ser de 1,1 g/kg/día (13 g/día), disminuyendo a 0,95 g/kg/día hasta la adolescencia (34 g/día). Respecto a las proteínas de origen animal indicar que la albúmina de huevo es el alimento de mayor calidad proteica seguida de la caseína de la leche, ya que contienen la mayor cantidad y calidad de aminoácidos esenciales; treonina, metionina, lisina, valina, leucina, isoleucina y fenilalanina, sin olvidar el valioso triptófano. Además del aminoácido histidina que para esta etapa de desarrollo está considerado como aminoácido esencial. Respecto a las proteínas de origen vegetal (cereales y legumbres) indicar que son de menor calidad proteica que las de origen animal pero son ricas, respectivamente, en metionina (precursor de la cisteína) y lisina.
Grasas: A partir de los 2 años de vida (nunca antes) se recomienda reducir la ingesta total de grasas hasta un mínimo de 30% del total de calorías, ya que dietas con muy bajo contenido en grasas están asociadas a un retraso en el crecimiento. Aparte de energía (9 kcal/g), las grasas también nos van aportar vitaminas liposolubles, ácidos grasos esenciales y colesterol. La distribución debe ser un 10% para grasas saturadas (de origen animal; mantecas y de origen vegetal: margarinas y mantequillas, que sin son de origen animal tendrá un potencial aterogénico, por ello no se sobrepasará el porcentaje mencionado. Pero no podemos olvidar, que también nos aportará el valioso colesterol, (aporte máximo <300 mg/día), precursor de hormonas esteroídeas, vitaminas y ácidos biliares, sin olvidar que también aporta  plasticidad a todas la membranas celulares.  
Vitaminas: Como fuente de Vitaminas Liposolubles (K, A, D, E) se debe fomentar el consumo de germen de cereales, hortalizas y verduras de hoja verde, los aceites de origen vegetal,  los productos lácteos no desnatados y yema de huevo en particular para la vitamina E. Respecto a las Vitaminas Hidrosolubles (Complejos B y C) las encontramos principalmente en el germen de cereales e hígado. Así como en particular en la yema de huevo para la vitamina B7 y en los cítricos para la, antioxidante, vitamina C.
Minerales: (a) Calcio: las recomendaciones diarias hasta los 3 años de vida corresponden a 500 mg, y de los 3 a los 8 años los requerimientos diarios se incrementan hasta 800 mg. Será principalmente a través de una ingesta de 500 ml de leche o sus derivados, el alimento que nos aportará este mineral necesario para cubrir el crecimiento óseo. (b) Fósforo: sus necesidades diarias serán similares a las del calcio, de 450-500 mg/día. (c)Magnesio entre 1 y 3 años sería de 80 mg/día y entre 4 y 8 años 130 mg/día. Los alimentos ricos en magnesio son las legumbres, chocolate, y cereales.  (d) Hierro: sus requerimientos rondan entre 7-10 mg/día. Como alimentos recomendados fuente de este mineral se aconseja la ingesta de carne, huevo, legumbres y cereales. Indicar que el hierro de cereales y legumbres se absorbe peor y esta absorción puede mejorar si conjuntamente se ingiere vitamina C. (e) Zinc: las recomendaciones diarias en esta etapa de crecimiento rondan los 10 mg. Dicho mineral es necesario para el anabolismo muscular lo encontramos principalmente en carne roja.  
Recomendaciones dietéticas
.- Practicar un correcto desayuno: levantar al niño con tiempo suficiente para desayunar, con toda la familia, de una forma tranquila y sosegada, es decir utilizar para ello el tiempo estimado (15-20 minutos).
.- Si el niño no está habituado a desayunar se comenzará al principio con un vaso de leche o un yogur. Luego se incorporará algún tipo de cereal como tostadas, galletas maría o cereales para desayuno y finalmente una fruta o zumo natural. En ocasiones podemos dividir el desayuno en dos tomas, una al levantarnos con leche o yogur, cereales, pan o galletas, y la otra dos o tres horas después donde podemos incorporar la fruta.
.- Es recomendable que los niños consuman diariamente entre medio y un litro de leche u otros lácteos.
.- Iniciemos, progresivamente, en la dieta de los niños la valiosa norma de 5 raciones al día de frutas y verduras.
.- Moderar el consumo de carnes en los niños, especialmente procesadas y en embutidos y reducir la ingesta de azucares simples, dulces y bollería industrial, aumentando por ello su ingesta en carbohidratos complejos: pan, pasta, legumbres, patatas y cereales.
.- Cuidar la preparación de los alimentos: higiene, textura y características organolépticas; color, olor y sabor. Ya que plato bien elaborado estimula las ganas de comer y despierta el interés del niño.
.- Servir las raciones apropiadas en tamaño según edad y gasto energético.
.- Recordar que los niños de 2 a 3 años de edad necesitan el mismo número de raciones que los de 4 a 6 años, pero serán más pequeñas (2/3 de la ración).
.- Establecer horarios regulares así como un ambiente agradable y distendido. 
.- Enseñarlo a comer solo, dedicando el tiempo necesario, así como a colaborar en poner la mesa. 
.- Complementar la cena con la comida del mediodía, sobre todo en los niños que usan comedores escolares.
Por último y no menos importantes:
.- No permitir el juego ni ver la televisión mientras se come.
.- Evitar el abuso de bollería industrial, golosinas y refrescos. 
.- Recordar que el niño es el que regula la cantidad de lo que come, según la sensación de hambre o saciedad. No se debe forzar, ni amenazar y menos manifestar ansiedad en el momento de las comidas.
En resumen, dietéticamente se aconseja consumir una dieta balanceada equilibrada, suficiente e inocua, pero adaptada a las recomendaciones diarias, para esta etapa de crecimiento. Una guía la presente el Trompo de los Grupos de Alimentos del INN (2007)
.- Advertir que en las etapas de crecimiento infantil así como en la adolescencia, no existirá ningún tipo de ingesta de alcohol. Y las raciones diarias para cada grupo de alimentos, serán adaptadas a las exigencias, antropométricas y  de edad.
A través de EpS se trata que los alumnos adopten estilos de vida saludable, y es en esta etapa infantil cuando más se puede y se debe incidir en dicha disciplina, debido a las características de maleabilidad y aceptación de nuevos patrones de conducta.
Padres y educadores deben crear unos hábitos alimentarios saludables durante la infancia, contribuyendo a un correcto crecimiento y desarrollo de los niños, lo cual es fundamental para evitar enfermedades crónicas en la edad adulta, “Se come en función de lo que comen los mayores”, y tras nuestra reflexión añadiríamos: “…. y permiten los mayores”.  
En base a ello se demanda una formación, universitaria, del personal docente en EpS, con contenidos firmes en alimentación y nutrición infantil. La cual no solo debería estar presente, principalmente, en el currículum de grado de maestro de infantil, sino en el de etapas posteriores como primaria y resto de grados y máster relacionados con la educación y ciencias de la salud, y la Educación Alimentaria y Nutricional.    

Fuente: Cubero J, Cañada F, Costillo E, Franco L, Calderón A, Santos AL, Padez C,  y  Ruiz C. (2012). La alimentación preescolar, educación para la salud de los 2 a los 6 años Enfermería Global. Revista electrónica trimestral de enfermería. N° 27. P.337-345. Universidad de Murcia.  www.um.es/eglobal/ file:///C:/Users/user/Desktop/Entradas/la%20alimentacion%20en%20el%20preescolar.pdf