jueves, 27 de julio de 2017

Problemas alimentarios menores en la infancia

Cuando se habla de problemas alimentarios menores se refiere a: “un conjunto de comportamientos problemáticos, relacionados con la alimentación y que, a diferencia de otras alteraciones mayores como la anorexia, bulimia y obesidad, no suponen un riesgo, en la mayoría de los casos, para la salud del infante”.
Un comentario habitual en las consultas de pediatras, psicólogos y terapeutas conductuales infantiles es “lo hemos probado todo” o “ya no sabemos que hacer”, y por regla general es así.
Efectivamente los padres intentan solucionar estos problemas de muchas formas. Unas veces hacen lo que se les ocurre, otras veces lo que les aconseja algún familiar, amigo o vecino que dice conocer el remedio, sin embargo en la mayoría de los casos falla y la conducta que se quería eliminar o modificar se refuerza aún más. Finalmente los padres agotados se ven forzados a utilizar como último recurso “el castigo”.

Los principales problemas alimentarios menores en la infancia son:
(a)Comportamientos disruptivos durante la comida (que incluye comer de pie, levantarse continuamente, comer solamente si está jugando, si un adulto lo mira, le cuenta una historia y otros).
(b) Hábitos alimentarios inadecuados (se refiere a negarse a utilizar los cubiertos de forma adecuada para comer o echar la comida fuera del plato).
(c) Negativa a tomar determinados alimentos (por ejemplo los sólidos, los de un color determinado, los redondos).
(d) Demora o dificultad para tragar, masticar, o succionar.
(e) Tiempo de comida excesivo.
(g) Falta de apetito.
(h) Los vómitos frecuentes.

¿Cuáles serán las principales variables implicadas en estas conductas?
En la generación y el mantenimiento de estas conductas, se pueden mencionar:
(a)Variables Extrínsecas: las variables más frecuentes implicadas son el refuerzo social (es la atención que recibe el niño al emitir una conducta); el refuerzo material (es la obtención de un privilegio o la eliminación de un deber o tarea); el modelamiento (es la observación de otra persona emitiendo esa conducta).
(b) Variables Intrínsecas: se refieren a aquellas que tienen una relación directa con la comida, como son el olor, el sabor, la consistencia y la inapetencia.
¿Qué hacer? Primero conservar la calma y solicitar ayuda especializada. Una vez dado este primer paso, el profesional consultado tomará las siguientes medidas: 
1-Comprobar que existe un problema.
2-Informar a los padres acerca de este problema.
3-Descartar cualquier causa orgánica.
4-Detectar las conductas problema.
5-Señalar las variables controladoras de la conducta.
6-Iniciar la terapia adecuada al caso (aquí se incluye terapia médica y conductual, así como una reeducación alimentaria tanto del niño como de la familia).
Fuente:
Dr. Eduardo Hernández G.
Pediatra - Terapeuta de la Conducta Infantil
Comisión de Pediatría Social.
http://www.svpediatria.org/secciones/comunidad/articulos-para-la-familia/articulo/?id=3


jueves, 20 de julio de 2017

La educación como estrategia para fomentar estilos de vida saludables

La carta de Ottawa propone: “La salud se crea y se vive en el marco de la vida cotidiana; en los centros de enseñanza, de trabajo y de recreo; la salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia, y de asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la posibilidad de gozar de un buen estado de salud”.
Dentro de este contexto, se ha propuesto la promoción de la salud desde la escuela, como requisito previo de la salud como un compromiso frente a las metas del milenio y la OMS. La OPS propone la estrategia de Promoción de la Salud Mediante la Escuela, que “facilita que autoridades, escuela, comunidad y los servicios locales de salud potencialicen la capacidad de desarrollar conocimientos, actitudes y prácticas de promoción de la salud y de prevenir los factores y condiciones de riesgo en las nuevas generaciones.
La promoción de la salud escolar también contribuye a disminuir el abandono y la repitencia escolar, ambos factores de riesgo para la salud y el desarrollo humano”. Esta idea se basa en la participación social en torno a los programas de mejoramiento de la promoción de la salud que se deben consolidar en la escuela.
Dichas propuestas constituyen un espacio en términos de impulsar, desde los primeros años, la conciencia de configurar la propia vida y ser motores para contribuir a hacerlo con los que rodean a quien aprende en primera instancia.
Esto posibilitaría la construcción de una cultura de la salud, a través de la formación de estilos de vida saludables, en el fomento de actitudes y comportamientos para una vida sana; la construcción de políticas, prácticas y valores para vivir, que fomenten la autoestima del individuo, provean oportunidades de éxito, de logros personales, de convivencia pacífica, como base para un mundo feliz.
La construcción de espacios físicos que protejan la salud da una mayor conciencia respecto a las relaciones que se establecen con el medio ambiente físico y psicosocial. Dentro de las alternativas para lograr mejorar los estilos de vida que involucran aspectos de tipo socioeducativo se incluyen, por ejemplo, las campañas de prevención del tabaquismo, del consumo de alcohol, las de promoción de una alimentación saludable y del ejercicio físico o las de promoción de la salud, y se dirigen a grupos sociales o sociedades enteras.
Los anteriores son factores de riesgo dentro de un estilo de vida, pero hay que considerar que: “La educación para la salud es toda actividad libremente elegida, que participa en un aprendizaje de la salud o de la enfermedad, es decir, es un cambio relativamente permanente de las disposiciones o de las capacidades del sujeto.
Una educación para la salud, eficaz, puede así producir cambios a nivel de los conocimientos, de la comprensión o de las maneras de pensar; puede influenciar o clarificar los valores; puede determinar cambios de actitudes y de creencias; puede facilitar la adquisición de competencias; incluso, puede producir cambios de comportamientos o de modos de vida”.
La función de “facilitar” ya implica las características que ha de tener el papel del educador, considerando a este como un facilitador de los cambios voluntarios de comportamiento, es decir, entendiendo la naturaleza de la tarea educativa para la salud como una relación de ayuda y apoyo, no impositiva, y en la que el elemento fundamental de la relación educativa es el que aprende.
Considerar que los cambios de comportamiento que pretende lograr la educación para la salud han de ser “voluntarios”, implica una percepción antropológica de que todo individuo posee un modo de vida propio, que viene condicionado por su herencia, su desarrollo, su cultura y su entorno, y que, por tanto, cada persona tiene su propia forma de comportarse, sus actitudes, sus valores, sus experiencias y sus conocimientos específicos.
Pero, al mismo tiempo, supone una concepción de la educación para la salud como proceso facilitador de cambios en los estilos de vida de los sujetos, que estos podrán asumir o no, sin ejercer ningún tipo de manipulación conductual sobre ellos.
Los “comportamientos saludables” que se pretende conseguir con los proyectos educativos para la salud son aquellos que nos permiten mejorar nuestro estado de salud. Con ello se alude no solo al resultado de las actividades educativas, sino también a la influencia de las acciones emanantes de diversas instancias sobre la salud, esto es, sobre las condiciones de vida, ambientales o de servicios prestados a la población.
Resulta evidente la importancia que se ha dado a la acción de educar para la salud por diversos autores. Sin embargo, se encuentra que se ha contemplado en forma desligada de la calidad de vida, y que al involucrarla, la educación para la salud se convierte en un instrumento de cambio social e individual, como también lo es la educación en general.
Desde una perspectiva intervencionista, la educación para la salud se ha considerado como un proceso propositivo de aprehensión de patrones relativos al mantenimiento y promoción de la salud. Este proceso tenderá a crear hábitos que lleven a unas conductas referidas a estilos de vida sanos.
La OMS, ya en los años 50, afirmaba que la finalidad de la educación sanitaria es “ayudar a los sujetos a conseguir la salud mediante su propio comportamiento”. Esta finalidad no debe ser absoluta, en el sentido de que esta acción educativa resulta ser uno de los instrumentos de la promoción de la salud y de la acción preventiva, que ayuda al individuo a adquirir un conocimiento científico sobre problemas y comportamientos útiles, para alcanzar el objetivo salud.
Para que se generen reales acciones de defensa de la salud, se debe implicar responsablemente al individuo y al grupo en las acciones de defensa de la salud, es decir, debe aparecer un compromiso de cambio. Las acciones preventivas evitan la aparición de un problema, pero las acciones previsivas promulgan acciones positivas hacia la previsión que tiene el fin de reforzar o fomentar los factores protectores de la salud y mejorar el ambiente de la persona, para que sea cada día más útil, saludable y feliz.
Se pone de manifiesto la interrelación de los problemas individuales y colectivos, respecto tanto al ambiente físico-social, como con los aspectos de salud, vida y política. Por lo tanto, el concepto de educación para la salud debe ser integrador y positivo.
“Cuando nos referimos a la educación, creemos que debemos hacer hincapié en su aspecto globalizador, el hombre que es un todo, es una realidad, bio/físico/social, donde las relaciones son parte fundamental. Sería falaz, por nuestra parte, proponer un modelo de educación para la salud que no tuviera como base el principio de globalidad, tratando de separar los aspectos de la salud de todas las demás dimensiones humanas.
Creemos que los conocimientos referidos a la salud, en todos sus aspectos, deben ser incluidos en el currículum, tratándose en los niveles y materias que corresponda. Así, se podrá lograr la coordinación de los profesores para obtener la tan necesaria visión global y completa de los problemas de salud. Para los alumnos, la educación para la salud debe ser percibida como un elemento más en el quehacer cotidiano de la escuela.
Si la educación para la salud se lleva a la escuela de manera global e integrada en el currículum, afectará a toda la población escolar a lo largo del período de escolaridad obligatoria, período suficientemente largo para que la acción educativa haya generado conductas óptimas referidas al patrón salud.
Desde una perspectiva psicológica, debemos subrayar la importancia configurativa de las intervenciones educativas que se producen en la escuela; los niños en edad escolar disfrutan de la mayor plasticidad de su período vital, por lo que su capacidad de cambio es mucho mayor de la que pueden tener luego como seres adultos.
Debemos subrayar, por último, que nunca una experiencia de este tipo pueden ser impuesta, sino que debe ser aceptada no solo por la escuela, sino por la comunidad escolar, teniendo en cuenta las necesidades e intereses de los distintos grupos sociales que la integran; solo así las intervenciones serán congruentes, produciendo la consiguiente amplificación de sus efectos”.
Este planteamiento requiere cambios en la forma de educar, respecto de la iniciación de esta formación en etapas tempranas de la vida. En segunda instancia, es evidente la necesidad de políticas claras de las instituciones gubernamentales y de los formadores de formadores, para crecer en la habilidad de comunicar la importancia del desarrollo de una conciencia personal respecto de la responsabilidad que tiene cada individuo frente a su salud, y que esta genera un compromiso social acerca  de la veracidad de la información transmitida, de la verificación de la efectividad en el cambio de patrones de conducta y, finalmente, respecto de la salud de los miembros de dicha comunidad.
En tercera instancia aparece la industria y la ingeniería, que además de resolver los temas propiamente tecnológicos, requiere comprender al consumidor como una persona que en su totalidad debe alcanzar su bienestar, cualquiera que sea su condición, aun cuando aparezcan en primera instancia como responsables de este proceso la medicina y el Estado.
Para ello, se deben mantener campañas de capacitación responsable a nivel de los medios de información tradicional y de la misma Internet, que muevan al consumo de alimentos saludables, funcionales o no, que realmente proporcionen sustancias que tengan alto valor nutritivo, pero que a su vez se unan a estilos de vida saludables, que impliquen una combinación apropiada de ellos y la manera adecuada de prepararlos, consumirlos y mantenerlos en almacenamiento.
La carta de Bangkok, para la promoción de la salud en un mundo globalizado, del 2005, establece las medidas, los compromisos y las promesas necesarias para abordar los problemas de salud en un mundo globalizado, todo esto fomentando lo propuesto en la carta de Ottawa. Considera dentro de sus destinatarios al sector privado e involucra como factores críticos el desarrollo de nuevas formas de consumo y comunicación, así como las medidas de comercialización.
Involucra como compromisos clave lograr que la promoción de la salud sea un componente primordial de la agenda de desarrollo mundial, una responsabilidad de todo gobierno, un objetivo fundamental de las comunidades y de la sociedad civil, y un requisito para las buenas prácticas empresariales. Aun cuando el papel de la industria y la ingeniería no aparece mencionado en forma directa, resulta una oportunidad de enfrentar la responsabilidad compartida, el velar por la salud de los consumidores a través de la investigación y el desarrollo de productos asequibles a toda la población, que promuevan estilos de vida saludable, más allá de garantizar la inocuidad de los mismos y la salud de sus trabajadores.
Pero la acción preventiva debe trascender, al hacer frente a los efectos nocivos del comercio, productos, servicios y estrategias de comercialización, que en últimas promueven patrones culturales contrarios a lo esperado. La promoción de la salud debe ser parte de la estrategia de formación del nuevo consumidor, que será consciente de la relación salud-alimentación, y para ello aparece como componente fundamental la educación.
Todo esto debe ser desarrollado dentro del marco sociocultural particular y empleando, además, las estrategias educativas que involucren el crecimiento personal. Se requiere involucrar a ambos actores en el proceso de adquirir una cultura de salud, donde la prevención sea la prioridad; adquirir una actitud positiva hacia la salud, tanto individual como colectiva, teniendo en cuenta el cuerpo y las emociones; adoptar estilos de vida saludables, conociendo los principales problemas de salud actuales y el modo de prevenirlos. La industria y la ingeniería deben ser parte del proceso formativo como facilitadores, fomentando, desde su cultura institucional y profesional, que cada individuo se haga responsable por su salud, por su estilo de vida y por el efecto positivo que genera en la sociedad y en el medio ambiente.

Fuente: Gabriela Rabe Cáez Ramírez y Nidia Casas Forero (2007). Formar en un estilo de vida saludable educ.educ. Volumen 10, Número 2, pp. 103-117.

jueves, 13 de julio de 2017

Aprovechamiento biológico de los alimentos

El aprovechamiento biológico de los alimentos va a depender de factores como la calidad de los nutrientes, las condiciones higiénicas de los alimentos, saneamiento ambiental, condiciones de salud del individuo, entre otros.
De esta dimensión se puede destacar que la población venezolana presenta mejoras en las condiciones sanitarias desde el punto de vista cuantitativo (INE, 2011), pero no cualitativo. Es decir, que a pesar de que la infraestructura para el suministro del agua, electricidad y servicios sanitarios ha mejorado, el servicio de calidad y frecuencia sigue teniendo grandes retos.
Pero los indicadores de salud en la población se han deteriorado drásticamente en los últimos cinco años. En materia de inocuidad de alimentos se cuenta con un marco legal que no se traduce en acciones públicas concretas.
Todo lo anterior ha generado lo que denomina Dunn (2008) un «problema tipo fin», de gran magnitud y de alto riesgo para la población, como es el problema de la doble carga de la malnutrición, reflejado en un estado nutricional con déficit (desnutrición) y exceso (sobrepeso y obesidad).
La prevalencia de desnutrición global en menores de 5 años fue de 3,4 por ciento para el año 2013 (INN, 2014). Este valor, a pesar de ser más bajo que los años anteriores, es clasificado como una prevalencia intermedia (y no baja), según los parámetros establecidos por la Organización Mundial de Salud (OMS).
Retomando la idea anterior, es importante destacar que por encima de este valor se encontraban 15 entidades federales, con la prevalencia de desnutrición más alta en Amazonas (8.63 por ciento) (FAO, 2013). También, para este año, el 13 por ciento de los niños menores de 5 años presentó desnutrición crónica (baja talla para la edad) (FAO, 2013). No existen datos disponibles sobre la deficiencia de hierro y otros micronutrientes esenciales para la población venezolana.
Para el 2010, la malnutrición por exceso (sobrepeso y obesidad) se presentó en 23 por ciento de niños de 7 a 17 años, y en 55 por ciento de los adultos (INN, 2010), lo que ha traído como resultado el incremento de la morbimortalidad por enfermedades cardiometabólicas como diabetes e hipertensión, que representan las primeras causas de muerte en Venezuela (MPPS, 2015).
Políticas públicas en alimentación y nutrición
Estas deben ser diseñadas para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional en todas sus dimensiones. Para esto el Estado debe planificar estrategias que garanticen la producción,
distribución, consumo y aprovechamiento biológico de los alimentos, estableciendo controles en cada una de las fases de la cadena agroalimentaria y su entorno, de tal forma que el ciudadano cuente con suficiencia cuantitativa, cualitativa y permanente.
Cuando el deber ser de las políticas generales falla o estas no llegan a grupos específicos de alta vulnerabilidad, el Estado se ve en la necesidad de implementar políticas compensatorias o de emergencia para atenuar las consecuencias de la inseguridad alimentaria y nutricional. En Venezuela estas políticas se han caracterizado por un alto gasto social, improvisación, fallas en la calidad de la gestión y problemas para la sostenibilidad de los resultados.
Estas políticas también se han caracterizado por ser predominantemente asistencialistas, limitadas, susceptibles a corrupción, descontextualizadas, con un fuerte componente de importación de alimentos e incapaces de garantizar el derecho a la alimentación de los ciudadanos.
Dentro de las principales políticas sociales compensatorias que han existido en Venezuela se pueden mencionar:
• Las que están dirigidas al grupo materno-infantil, escolar, grupos especiales y son de índole económica, como becas o asignaciones de cupones para la compra de alimentos;
• Las alimentarias, por ejemplo, que ofrecen un alimento para complementar las calorías o algún nutriente de la dieta;
• Las nutricionales, como los suplementos de vitaminas y minerales para prevenir deficiencias específicas y educación nutricional para prevenir y controlar la malnutrición y las enfermedades asociadas a esta.
Desde 2003, estas políticas compensatorias se han concentrado bajo la denominación de misión alimentación, la cual ha contemplado subsidios generales y focalizados, según grupos poblacionales vulnerables, y estrategias para la producción, comercialización, control y aprovechamiento biológico de los alimentos.
La formulación y gestión de estos programas compensatorios en Venezuela se ha hecho desde el Estado, sin contar con el debido seguimiento y evaluación, con la participación de todos los actores involucrados, en especial del beneficiario, quien puede aportar información valiosa para optimizar estos programas sociales. Dicho esto, las políticas deberían ser construidas por todos los actores involucrados, desde las necesidades del beneficiario, con la capacidad técnica del Estado y la asesoría de expertos.
Como resultado de lo anteriormente expuesto, entre los años 2005 y 2008, el 64 por ciento de los alimentos distribuidos por la misión alimentación eran importados y para el año 2011, el gasto alimentario de los hogares en la misión alimentación, a nivel nacional, era de 4,4 por ciento en Mercal y de 1,2 por ciento en PDVAL.
Los datos de ENCOVI, (2016), plantean que hemos llegado al techo en pobreza de ingreso o coyuntural
– La pobreza reciente o temporal comienza a volverse estructural después de 3 años continuos de crisis
– Para el 2017 se van a mantener los niveles de pobreza de ingreso y seguirá aumentando la pobreza estructural.
Sobre las Misiones Sociales:
– Por los datos de la pobreza que muestra la ENCOVI no tenemos una política social que contenga el paso de pobreza coyuntural a estructural. No tenemos programas sociales para impedir la adecuación negativa de los hogares a la crisis de ingreso.
– Además del problema de diseño, persisten los problemas de focalización.
– El programa social con mayor número de beneficiarios sigue siendo el subsidio indirecto a los alimentos básicos
– El deterioro de la atención de barrio adentro supone que la población debe estar más expuesta.
– El aumento de las transferencias directas no es lo suficientemente grande como para suponer que hay un cambio de orientación en la política social.

Fuente: Yngrid Candela (2016). Seguridad alimentaria en Venezuela: una mirada desde el ciudadano vulnerable. Cuadernos del CENDES-UCV. Año 33. N° 91. p.125-139. Tercera época. Enero-Abril 2016. Disponible: http://www.redalyc.org/html/403/40347542008/
Doctora en Nutrición. Profesora-Investigadora del Área de Desarrollo y Salud del Centro de Estudios del Desarrollo, Cendes, Universidad Central de Venezuela

jueves, 6 de julio de 2017

Manejo integral de las dislipidemias en niños, niñas y adolescentes

Los ensayos longitudinales, han establecido que los niveles de colesterol presentan una canalización a lo largo del tiempo, lo que significa que los niños, niñas y adolescentes que presentan niveles ascendentes de LDL-C, muestran una mayor susceptibilidad a permanecer con cifras altas en la edad adulta.
Existe suficiente evidencia clínica sobre que los altos niveles de colesterol en niños y adolescentes se asocian a la presencia de lesiones ateroscleróticas en coronarias y otras arterias; además el proceso aterosclerótico precede las manifestaciones clínicas por años y hasta por décadas.  Es necesario minimizar los factores de riesgo en la población joven, mediante la instauración de hábitos de vida saludables que disminuyen el riesgo de aparición de otras enfermedades crónicas no transmisibles en el adulto como la obesidad, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, osteoporosis y cáncer, entre otras.
Diversos documentos como el II Consenso Nacional para el Manejo del Paciente con Dislipidemia, la Academia Americana de Pediatría (AAP), la American Heart Association (AHA)  y recientes Consensos para la Reducción del Riesgo Cardiovascular en la población pediátrica, establecen dos estrategias a seguir: a)  Recomendaciones generales para la población con el fin de mantener los niveles bajos de colesterol en todos los niños, niñas y adolescentes, y b)  Intervención individual en el paciente con alto riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular. 
Las modificaciones del estilo de vida han sido uno de los recursos más importantes en la prevención y tratamiento de las enfermedades cardio y cerebrovasculares, así como otras no transmisibles. La dieta es el tratamiento de elección inicial en la edad pediátrica independiente de la causa de la dislipidemia.
En la población general se recomienda monitorizar los niveles sanguíneos de lípidos en los niños o adolescentes después de los 3 años y repetir cada 5 años si los valores son normales o si no presenta ningún factor de riesgo para enfermedad cardiometabólica.
Estas recomendaciones se ajustan a la población infantil en general, a partir de los 2 años de vida.  Son medidas de prevención primaria y se basan en cambios en el estilo de vida y parámetros nutricionales que ayudan a mantener bajos los niveles de lípidos y minimizan el riesgo a desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Dentro de las recomendaciones nutricionales, es primordial enfatizar la implementación de un plan de alimentación bajo en grasas saturadas y colesterol, las cuales han demostrado que no afectan el crecimiento y desarrollo en las poblaciones estudiadas. Plan de alimentación con una distribución adecuada de nutrientes, ajustado a su edad, sexo y actividad física.  Si es posible, adaptarlo al ritmo individual de crecimiento y maduración ósea, sobre todo durante la pubertad.
 • El total de grasas no debe superar el 30 % ni ser menor del 20 % de las calorías totales ingeridas.  Evitar el consumo de alimentos ricos en grasas, como frituras, untados, rebosados y empanizados.
• El total de grasas saturadas debe ser inferior al 10 % del total de calorías ingeridas, de las cuales las grasas trans no deben ser mayor del 1 % al 3 % y garantizar un aporte mayor del 10 % de ácidos grasos poliinsaturados.
• Ingerir menos de 300 mg de colesterol al día.
• Consumo de 5 o más intercambios de frutas y vegetales al día.
•Consumir entre 6 y 11 raciones de carbohidratos, preferiblemente cereales integrales y otros granos al día, ricos en minerales y fibra.
• Verificar un aporte adecuado de fibra (gramos de fibra/día = Edad + 5 g).
• Los niños mayores de dos años pueden ingerir productos lácteos descremados o parcialmente descremados para garantizar el aporte de calcio y para garantizar una mineralización ósea adecuada, sin exceder los requerimientos por grupo etario.
• En los menores de 2 años se recomienda: lactancia materna hasta los 2 años, exclusiva hasta los 6 meses e iniciar la alimentación complementaria a partir de esta edad.  Evitar el consumo de leche entera de vaca.
La actividad física regular tiene efectos favorables sobre la mayoría de los factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, lipídicos y no lipídicos independientemente de la intensidad del ejercicio realizado. Se ha demostrado una mejoría significativa del perfil lipídico; incremento del HDL-C y una reducción importante de los triglicéridos en las personas activas.
Además de los efectos fisiológicos conocidos del ejercicio, como la mejoría de la perfusión y oxigenación tisular, aumento de la masa muscular, entre otros, el ejercicio incrementa la sensibilidad a la insulina y la función endotelial, lo cual mejora el control glicémico de los niños y reduce los valores de la presión arterial.  El ejercicio mínimo debe ser de 30 minutos en promedio al día, actividad física moderada.  El ejercicio meta debe ser de más de 1 hora al día y reducir la actividad física sedentaria a menos de 2 horas/día. 
El tiempo del ejercicio varía de acuerdo con la edad del niño y del índice de masa corporal (IMC).  Los obesos se inician con actividad física moderada de 15 minutos diarios.  El ejercicio en el preescolar será de diversión fundamentalmente
El ejercicio físico recomendado es principalmente aeróbico, como caminar, trotar, correr, nadar, montar bicicleta convencional o estática, o usar equipos que ejercitan miembros inferiores y superiores simultáneamente. 
Existen múltiples evidencias del efecto deletéreo del cigarrillo en la salud del ser humano y de sus repercusiones cardiovasculares, por lo que en los pacientes con dislipidemia se hace primordial la corrección de este pésimo hábito.  Por otro lado, en el fumador pasivo, incluso por breves períodos, se disminuye abruptamente la velocidad de reserva del flujo coronario, lo que puede ser causado por disfunción endotelial en la circulación coronaria. El humo del cigarrillo demostró disminuir las concentraciones de HDL-C en fumadores activos y pasivos.  Es de vital importancia hacer del conocimiento del niño con dislipidemia y de sus familiares, la importancia de evitar el uso del cigarrillo en el hogar.
Vigilar los niveles de lípidos en los niños pertenecientes a familias con alto riesgo cardiovascular o que presenten algún factor de riesgo individual. Existen algunos factores de riesgo familiares a identificar como:
• Enfermedad cardiovascular prematura en parentela de primer grado menores de 55 años (padres, hermanos, abuelos, tíos y tías).
• Historia familiar de hipercolesterolemia, familiares con niveles de colesterol total > 240 mg/dL. 
• Historia familiar cardiovascular desconocida. Por otro lado, es imprescindible investigar la presencia de factores de riesgo presentes en el niño, de carácter individual que contribuyen a la aparición temprana de enfermedad cardiovascular, como: Hipertensión arterial.
Hábito de fumar. Inactividad física o sedentarismo. HDL menor de 35 mg/dL. Obesidad (a partir de los 2 años, IMC ≥ del percentil 90). Ingesta excesiva de alcohol, en adolescentes. Uso de medicamentos asociados con hiperlipidemias como ácido retinoico, anticonceptivos orales, anticonvulsivantes, antineoplásicos, entre otros. Enfermedades crónicas previamente diagnosticadas como: diabetes, síndrome nefrótico, hipotiroidismo, entre otras.
Los valores puntuales de colesterol total 170 mg/dL y 200 mg/dL descritos para la población americana se aproximan a los percentiles 75 y 90 para la población venezolana.  En Venezuela en la actualidad no se dispone de valores para otras fracciones lipídicas.  Los niveles de CT y LDL pueden descender entre 10 % al 20 % de su valor real durante la pubertad, motivado por los cambios secundarios a la maduración y el crecimiento. Se recomienda universalmente realizar una pesquisa para dislipidemia a los 10 años (entre 9 - 11 años) con el fin de obtener resultados más confiables que nos permitan establecer un pronóstico real y evitar los falsos negativos en edades puberales. 
Si el paciente presenta cifras de LDL-C ≥ 250 mg/dL, referirlo a un especialista en lípidos.  Todos los niños con niveles de LDL-C ≥ 130 mg /dL requieren iniciar un plan de alimentación instaurado por un especialista en nutrición, siguiendo las recomendaciones indicadas para la población general.  La educación dietética es la clave del éxito en este grupo etario y puede colaborar en la difusión del cambio de hábito de vida saludable en el resto del grupo familiar. 
El significado de los niveles elevados de triglicéridos (TG) en la niñez y su asociación a enfermedad cardiovascular en la adultez no está claramente establecido.  Sin embargo, valores de triglicéridos > 200 mg/dL se relacionan con obesidad y responden bien a la corrección del sobrepeso y sedentarismo.  Se recomiendan modificaciones de la dieta con disminución del consumo de grasa y azúcares simples e incremento del consumo de ácidos grasos omega 3 en pescados y alimentos enriquecidos.
El síndrome metabólico en niños confiere un incremento significativo para enfermedad cardiovascular, comportándose como un proceso de aterosclerosis acelerada y dislipidemia asociada; algunos estudios han confirmado una fuerte asociación entre la obesidad infantil con el desarrollo de resistencia a la insulina y un incremento del riesgo cardiovascular.  El valor normal de triglicéridos, se establece según la edad del paciente pediátrico estudiado: 0–9 años, entre 75 – 100 mg ≥10 años, entre 90 – 130 mg.
La evidencia como base para la intervención terapéutica en niños con dislipidemia es muy limitada y controversial, las recomendaciones se basan mayormente en consensos de expertos en el tema o en estudios de corto y mediano plazo aleatorios, que se han conducido para el uso de las estatinas. En general, todos los estudios en niños, niñas y adolescentes, sugieren el uso de medicamentos en los pacientes con hipercolesterolemia familiar homocigota o en los varones púberes mayores de 10 años y en las adolescentes postmenárquicas, cuyos niveles de LDL-C persisten elevados tras la falla de las recomendaciones dietéticas previas. 
Estos pacientes deben presentar un valor de LDL-C > 190 mg /dL o LDL-C > 160 mg /dL asociado con una fuerte historia familiar de enfermedad cardiovascular o a la presencia de dos o más factores de riesgo individual (HDL bajo, tabaquismo, obesidad, hipertensión o diabetes) y sin evidencia de contraindicación para la terapia médica, como enfermedad hepática o miopatías.
Actualmente están definidos los siguientes factores de riesgo:
Factores de riesgo alto
• Obesidad IMC > p97(percentil 97) mórbida, IMC superior 35
• Tabaquismo activo
• Hipertensión arterial en tratamiento
• Enfermedades de alto riesgo (descritas anteriormente) Factores de riesgo moderado
• Hipertensión arterial que no requiera tratamiento.
• Obesidad IMC ≥ p95 < p97
• HDL–C < 40 mg/dl / 35 mg/dL
• Enfermedades de riesgo moderado (descritas anteriormente)
Los niños que requieren tratamiento farmacológico han de ser manejados por especialistas experimentados en esta área.  Ellos demandan controles a largo plazo y el monitoreo estrecho, haciendo énfasis en las interacciones entre los factores de riesgo descritos.  Existen varias alternativas farmacológicas en el tratamiento; el medicamento debe ser seleccionado de acuerdo con el tipo de dislipidemia, edad del paciente y los posibles efectos secundarios. 
Recomendaciones finales
Como se ha mencionado anteriormente, el proceso aterosclerótico comienza en la niñez.  La disminución de los factores de riesgo en el paciente o su intensidad está asociada con la reversión de las anormalidades vasculares en niños, por ello es fundamental la identificación y tratamiento del paciente de alto riesgo.  En nuestro país existen pocos datos epidemiológicos para determinar la magnitud del problema. Un punto importante es el estudio de los padres en el niño con dislipidemia.  Las estrategias dirigidas a la reducción de los factores de riesgo, deben incluir a todo el grupo familiar, en lo referente a la adquisición de hábitos de vida saludables. Es fundamental exaltar a la comunidad en general y a la escolar en especial a la educación preventiva que abarque las recomendaciones para disminuir la presencia de factores de riesgo en nuestra población joven.


Fuente:
Avances Cardiol 2014;34(Supl 2):S101-S108
http://svcardiologia.org/es/images/documents/Avance_Cardiologico/2014/Suplemento-2_2014/08_Capitulo_8_101-108.pdf