jueves, 30 de marzo de 2017

Factores de riesgo en la infancia para la aparición de Enfermedad Cardiovascular en el adulto

En 2012, dos de cada tres muertes en el mundo se debieron a enfermedades no transmisibles (ENT); se estima que la mortalidad por ENT para 2020 sea de 44 millones y para 2030 representen el 69% de la mortalidad total global. La Organización Mundial de la Salud (OMS), clasifica como ECV a: enfermedad arterial coronaria (EAC), enfermedad o accidente cerebrovascular (ACV), enfermedad vascular periférica (EVP), trombosis venosa profunda (TVP), Embolismo pulmonar (EP), Enfermedad cardíaca reumática (ECR) y cardiopatías congénitas (CC).
Los principales factores de riesgo metabólicos para Enfermedad Cardiovascular (ECV) en el adulto son la Hipertensión Arterial (HTA), hiperglicemia, resistencia a insulina, Diabetes Mellitus tipo 2 (DM2), dislipidemias, sobrepeso, obesidad y síndrome Metabólico (SM).
En niños, acorde a la edad, sexo y estatura se han establecidos los valores límite para el perfil lipídico sérico en ayunas, índice de Masa Corporal (IMC), circunferencia abdominal, presión arterial y síndrome Metabólico (SM). La evidencia epidemiológica sobre la evaluación de factores de riesgo conductuales y metabólicos para ECV en la infancia ha mostrado que:
• Las experiencias de vida condicionantes de estrés psicosocial desfavorable (violencia familiar, maltrato infantil, divorcio de los padres, hogar no estructurado) incrementan la prevalencia de enfermedad arterial coronaria, HTA y DM2 en la adultez.
•Existe una relación directa entre la presencia de factores de riesgo para ECV y el sedentarismo en la niñez: poca actividad física, mucho tiempo frente al televisor.
•Una dieta hipercalórica, baja en vegetales, alta en grasas polinsaturadas y carbohidratos refinados guarda relación con los patrones familiares de ingesta alimentaria y predispone al niño a sufrir ECV en la edad adulta.
•En niños, las alteraciones del metabolismo de ácido fólico, vitaminas B12 y B6 asociadas con hiperhomocisteinemia moderada y severa, se relacionan con ACV y EVP. Sin embargo, aún no existe evidencia publicada en el contexto del impacto sobre ECV en la adultez por la reducción en los niveles de hiperhomocisteinemia debido a fortificación o suplementación dietética con ácido fólico en niños.
•La deficiencia de vitamina D se asocia con elevación de la presión arterial sistólica y riesgo de HTA. El incremento en los niveles de vitamina D, disminuye la presión sistólica y el riesgo de HTA, pero no modifica la diastólica.
•Aun cuando los niveles de deficiencia de hierro y su asociación con la prevalencia de anemia en niños no han sido evaluados en el contexto de riesgo para ECV en el adulto, es importante señalar que la suplementación de hierro disminuye el nivel de estrés oxidativo total asociado a anemia ferropénica.
•Valores por encima del percentil 80 de Colesterol Total (CT), LDL-colesterol, triglicéridos, presión arterial diastólica y sistólica e IMC (índice de riesgo cardiovascular) son predictores positivos para el aumento del grosor de la íntima media carotidea como marcador subclínico de aterosclerosis desde los 3 años de edad.
•Los valores elevados de presión arterial en niños se asocian positivamente con aterosclerosis subclínica e HTA en el adulto.
•Niveles séricos altos de lípidos durante la infancia tienen valor predictivo positivo de dislipidemia y riesgo elevado de ECV en la adultez.
•El sobrepeso se asocia con un incremento en los valores de presión arterial sistólica y diastólica, hipertrofia ventricular izquierda, índice de resistencia a insulina, niveles séricos de ácido úrico, colesterol total y LDL, insulina y triglicéridos. El efecto es mayor en los niños obesos y sus implicaciones en el riesgo para ECV en la adultez podría ser mayor.
•La presencia de Síndrome Metabólico y obesidad en la infancia se asocia con elevado riesgo de aterosclerosis subclínica, elevación de PAS y dislipidemia.
La evidencia mostrada soporta la hipótesis de que las alteraciones del crecimiento como resultado de déficit nutricional durante períodos importantes de crecimiento y desarrollo (vida fetal, lactancia y niñez), resultan en adaptaciones tempranas en estructura y función del cuerpo, que pueden conllevar a un incremento del riesgo de enfermedades crónicas a largo plazo, como la ECV. De allí la importancia de establecer patrones dietéticos para una adecuada programación nutricional desde la infancia que garantice el mejor beneficio de salud a corto y largo plazo para la prevención y control de ECV en la edad adulta.
Por ello, el desarrollo de los cambios vasculares tiene su origen en las etapas pre y posnatal. Las alteraciones durante las fases de la gestación pueden conducir a cambios en el crecimiento fetal, los cuales se han relacionados con un elevado riesgo para ECV en la adultez. De igual manera, el balance nutricional en el periodo posnatal y la tasa de crecimiento y desarrollo durante la infancia y la niñez juegan un papel fundamental en la programación de los cambios cardiometabólicos del adulto.

FUENTE: Alberto José García González, Nedina Coromoto Méndez, María Isabel Ramos, María Elena Villalobos, Iván Soltero y Ramón José Aguilar Vásquez (2014). Crecimiento y nutrición en la infancia y riesgo para enfermedad cardiovascular en la Adultez. Archivos venezolanos de puericultura y pediatría 2014; Vol 77 (4): 190-201.

jueves, 23 de marzo de 2017

¿Qué son las enfermedades transmitidas por alimentos?

Las Enfermedades Transmitidas por Alimentos (ETA), son aquellas que se originan por la ingestión de alimentos infectados con agentes contaminantes en cantidades suficientes para afectar la salud del consumidor. Sean sólidos naturales, preparados, o bebidas simples como el agua, los alimentos pueden originar dolencias provocadas por patógenos, tales como bacterias, virus, hongos, parásitos o componentes químicos, que se encuentran en su interior.

Los síntomas varían de acuerdo al tipo de contaminación, así como también según la cantidad del alimento contaminado consumido. Los signos más comunes son diarreas y vómitos, pero también se pueden presentar: dolores abdominales, dolor de cabeza, fiebre, síntomas neurológicos, visión doble, ojos hinchados, dificultades renales, etc. 

Sin embargo, existen malestares provocados por los alimentos que no se consideran ETA, como alergias a los mariscos y pescados, o la leche. Para algunas personas, la mayoría de las ETA pueden representar enfermedades pasajeras, que sólo duran un par de días y sin ningún tipo de complicación. Pero, en ciertos casos, las ETA pueden llegar a ser muy severas, dejar graves secuelas e incluso hasta provocar la muerte en personas susceptibles como son los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas y las personas con defensas bajas.


Las enfermedades transmitidas por alimentos pueden manifestarse a través de:
Infecciones: Son enfermedades que resultan de la ingestión de alimentos que contienen microorganismos vivos perjudiciales. Por ejemplo salmonelosis y hepatitis viral.

Intoxicaciones: Son ETA producidas por la ingestión de toxinas formadas en tejidos de plantas o animales, o de productos metabólicos de microorganismos en los alimentos, o por sustancias químicas que se incorporan a ellos de modo accidental, incidental o intencional desde su producción hasta su consumo. Ocurren cuando las toxinas o venenos de bacterias y mohos están presentes en el alimento ingerido. 

Estas toxinas generalmente no poseen olor o sabor y son capaces de causar enfermedades después que el microorganismo es eliminado. Ejemplo: botulismo, intoxicación estafilococia.

Toxi-infecciones causadas por alimentos: son enfermedades  que resultan de la ingestión de alimentos con una cierta cantidad de microorganismos causantes de enfermedades, los cuales son capaces de producir o liberar toxinas una vez ingeridos. Ejemplo: el cólera.

La Organización Mundial de la Salud ha desarrollado las cinco claves de la inocuidad de los alimentos, cuya implementación constituyen una accesible manera de evitar las ETA:
    
1) Conservar la higiene
2) Separar alimentos crudos y cocinados
3) Cocinar completamente los alimentos
4) Mantener los alimentos a temperatura segura
5) Usar agua potable y materias primas seguras.


Fuente: Instituto Panamericano de Protección de Alimentos y Zoonois.

jueves, 16 de marzo de 2017

Hábitos alimentarios saludables desde la niñez: una forma de crecer queriéndonos

La niñez es la etapa de la vida que va desde el nacimiento hasta los diez u once años de edad. Durante estos años nuestro organismo experimenta diversos cambios en cuerpo y mente, los cuales son signos del proceso natural de crecimiento y desarrollo.
Acompañando y para favorecer esos cambios, en la niñez se tienen tareas acordes a la edad. A la vista, algunas tareas se aprecian como concretas y otras como abstractas. Podemos señalar entre las primeras, el sentarse, gatear y caminar, aprender a hablar, a leer, a escribir, alcanzar el control esfinteriano, entre otras, y entre las segundas, lograr control emocional, aprender a establecer relaciones sociales y de convivencia, discriminar entre el bien y el mal, desarrollar la conciencia, cuidar de sí mismo y muchas otras más.
Las conductas cristalizadas resultantes de estas tareas no se logran de la noche a la mañana; por una parte dependen del nivel madurativo alcanzado por el organismo y por la otra, de la estimulación y entusiasmo recibidos de los cuidadores principales para que el niño haga ensayos de conducta.
Los aprendizajes se logran a través de la práctica repetida, lo que a la larga forman los hábitos.
Los hábitos son conductas aprendidas que se repiten una y otra vez, convirtiéndose en comportamientos automáticos que definen un estilo o manera de hacer las cosas. Pueden ser sanos o insanos. Los hábitos sanos son todas aquellas conductas que favorecen el crecimiento, el desarrollo y el modo correcto de hacer las cosas, siendo insanos todos aquellos hábitos que contradicen lo anterior, deterioran o frenan nuestra adaptación y desenvolvimiento.
La adquisición de hábitos sanos o insanos dependen, en un primer momento, de la influencia de las personas que nos rodean, primeramente en la familia, luego en la escuela y posteriormente en el resto de los ambientes donde nos desenvolvemos. Un hábito se mantiene en el tiempo gracias a sus consecuencias, a las recompensas que se reciben del entorno; es por esto que las personas encargadas de la crianza deben actuar de forma consciente, es decir, con intención y trascendencia.
Criar con intención quiere decir con objetivos claros. Saber qué y para qué el niño debe adquirir determinadas conductas, teniendo presente las consecuencias de las mismas. Y criar con trascendencia se refiere a que las conductas a enseñar sean útiles para que sean aplicadas en otras situaciones o ambientes, en el futuro.
Si los hábitos adquiridos son sanos estos nos ayudarán a organizarnos, a cuidarnos y a asumir responsabilidades sobre nosotros mismos y los demás. Si los hábitos adquiridos son insanos permaneceremos en un círculo vicioso que profundizará cada vez más el deterioro de nuestro organismo y perjudicará nuestra relación con el medio.
Una de las tareas que tenemos que aprender para mantenernos vivos y saludables es alimentarnos para nutrirnos y hacer ejercicios regularmente, siendo una verdad irrefutable que para ello se requieren de ciertos hábitos.
Alimentarnos para vivir sanos implica la ingesta de alimentos que nos proporcionen la energía y los nutrientes necesarios para que nuestro organismo cumpla a cabalidad con sus diferentes funciones. Esto se logra a través del hábito de comer de forma balanceada y variada todos los días.
Se entiende por alimentación balanceada la ingesta de alimentos representativos de los tres grupos alimenticios (energéticos, reguladores y reparadores). Para garantizar que nuestro cuerpo cuente con las cantidades necesarias de nutrientes que reparan, regulan y dan energía, de forma regular esos alimentos deben estar presentes en nuestros platos de comida.
Para no aburrirnos, la Naturaleza sabia y divertida agregó a cada grupo de alimentos diferentes representantes, lo cual es especialmente útil cuando se experimenta algún tipo de intolerancia hacia determinados alimentos. Se remplaza un alimento por otro con el mismo valor nutritivo.
Cuando consumimos los nutrientes necesarios ingiriendo cada día alimentos diferentes logramos que nuestra alimentación sea variada.
Ahora, ¿cuándo podemos comenzar a incorporar hábitos alimentarios saludables? Aunque cualquier momento es bueno para cuidarnos, lo ideal es comenzar desde la niñez porque mientras más temprano aprendamos a tratarnos adecuadamente más años con salud añadiremos a nuestra existencia.
Creando hábitos alimentarios saludables desde...
En los primeros años de vida la forma de alimentación varía dependiendo de nuestra natural evolución. Es por ello que se puede hablar de una etapa en la que lo adecuado es ingerir alimentos líquidos, en una segunda alimentos semisólidos y, en la última, alimentos sólidos.
Etapa del alimento líquido: la lactancia.
Comprende desde el nacimiento hasta los seis meses de edad, periodo en el cual la alimentación debe ser exclusivamente con leche materna.
A la leche materna se le conoce como el alimento más completo, perfecto, ideal, para los más pequeños de la especie humana, hasta los seis meses de edad. Esta se caracteriza por ser una compleja combinación de agua con variados nutrientes, en cantidades que se ajustan a los requerimientos nutricionales del bebé para que crezca y se desarrolle adecuadamente durante esos primeros meses de vida.
Debido a su composición, la leche materna favorece la evacuación y protege al bebé de infecciones intestinales que provocan vómitos y diarreas, lo defiende de infecciones respiratorias y, permite que experimente menos gases, cólicos y buches.
Los hábitos alimentarios a desarrollar en esta etapa dependen de la madre y tienen por finalidad garantizar la vida, el crecimiento y el desarrollo de su hijo, aunque también, y desde el punto de vista psicológico, lograr un acoplamiento armonioso entre mamá y bebé. No se trata de solo darle el pecho sino también de acompañarle con calidez.
Como la higiene es protección y una forma de expresar amor...
· Antes de amamantar lávese las manos con agua y jabón.
·Cuide sus pezones, límpielos con agua hervida antes y después de amamantar. Dele baños de sol.
·Siga técnicas adecuadas de amamantamiento que comprenden cómo dar el pecho, en qué orden, durante cuanto tiempo, cómo sacar los gases.
Para armonizar con alguien se necesita tiempo y dedicación, por lo que...
·En el momento de amamantar, nada de interrupciones. Estar en cuerpo y mente centrada en su bebé será lo más amoroso y placentero para ambos.
Para armonizar también se requiere conocer y comprender al otro...
·Al principio los ritmos de alimentación del bebé no son regulares, lo que hace que las tomas sean cercanas entre sí, pero progresivamente deben volverse estables, cada 3 ò 4 horas, cada 6 horas y luego cada 12 horas, lo que trae como consecuencia ciclos de sueño-vigilia cada vez más regulares. Lo que procura descanso tanto a la madre como el hijo.
·En estos primeros momentos del bebé por la vida hay que tener en cuenta que su llanto significa muchas cosas pues no tiene otra forma de comunicarse. No todas las veces que llora es por hambre, por lo que la madre tiene que afinar su oído para aprender a discriminar mensajes y asociarlos con eventos.
Si obliga a su hijo a alimentarse en momentos en los que no tiene hambre puede, por un lado, desarmonizar la relación entre ambos y, por otro, romper con el equilibrio interno de su cuerpecito, creando innecesariamente complicaciones emocionales y físicas.
El acto de amamantar define los lazos emocionales entre la madre y su hijo (a). Tenga siempre presente que los bebés son muy sensibles a la forma en que se les sostienen, si carga a su hijo con calidez seguro lo sentirá y se alimentará con placidez porque confía en su amor. Le estará enseñando que él o ella es una personita merecedora de amor.
Etapa de los alimentos semisólidos.
La ingesta de estos alimentos comienza por lo general una o dos semanas antes de los seis meses, coincide con el logro de la posición sentada sin apoyo y con la aparición de los primeros dientes.
Si bien lo recomendable es que el bebé continúe consumiendo leche materna, esta debe ser complementada, pues ya requiere de otros nutrientes y en mayor cantidad. Por esto, y con la asesoría del pediatra, comienzan a desfilar por su mesa compotas, purés, jugos espesos y cremitas, hechos con alimentos que puede consumir porque su sistema digestivo y renal ya están lo suficientemente maduros para procesarlos.
En esta etapa, como en la anterior, la adquisición de hábitos alimentarios depende de un adulto, aunque ya no exclusivamente de la madre, pues para el momento de comer entran a escena otros cuidadores.
Estará de acuerdo en que siempre es mejor aprender a comportarse en ambientes protegidos, con personas de confianza y desde pequeños. Esto aplica también a los hábitos alimentarios. Veamos los efectos emocionales y sociales de algunos hábitos sobre los cuales los nutricionistas insisten en esta etapa de alimentos semisólidos.
·Incorporar al bebé a la mesa familiar. Este hábito promueve su integración a rituales familiares y sociales.
·Comer en un clima emocional placentero. Evita la interferencia de estados emocionales desagradables en la ingesta y digestión de los alimentos.
·Incorporar el uso de vasos o tazas para bebés. Con esto el bebé se inicia en su autocuidado e independencia.
·No use condimentos para preparar sus comidas, así el bebé podrá conocer y apreciar el sabor natural de los alimentos. Aprenderá a conocer y aceptar la realidad tal cual es. También aprenderá a reconocer lo que le gusta y lo que no le gusta apoyándose en criterios reales.
·Incorpore a su menú un alimento nuevo por vez, así podrá notar si le agrada o no, y si le produce alguna reacción de intolerancia. Esto promueve la actitud exploradora, lo que a su vez fortalece la autoconfianza.
·Siempre prefiera alimentos naturales y los que tengan mejor apariencia porque tienen mayor cantidad y calidad de nutrientes. La conducta humana tiene bases biológicas lo que la hace susceptible a ciertos cambios en función a la presencia o ausencia de determinados nutrientes. Un ejemplo claro de esto lo tenemos en el efecto de las denominadas plantas nervinas (avena, valeriana, hierba de San Juan, entre otras) que ayudan a calmar al sistema nervioso sobrecargado. Mientras el efecto contrario se obtiene consumiendo café o cola negra.
·Enseñe desde muy chiquito a limpiarse las manos antes y después de comer. Esto favorece el autocuidado.
·Introduzca el hábito del cuidado de los dientes. Como el hábito anterior, esto también favorece el autocuidado.
·Establezca un horario regular para comer y cúmplalo. Las rutinas diarias dan seguridad y estabilidad emocional.
Al transcurrir el tiempo y al acercarnos al primer año de edad, progresivamente se inicia la incorporación de alimentos sólidos, los cuales requieren de menos procesamiento en su preparación en comparación con los semisólidos.
Etapa de alimentos sólidos.
Esta última etapa se inicia al acercarnos al primer año de vida y se mantiene por el resto de nuestros días. Las tareas a asumir en esta etapa aumentan en cantidad, complejidad y, algunas de ellas, en exigencia física también. Como el requerimiento energético se incrementa y hay más exposición al medio, la variedad de alimentos a ingerir tiene que aumentar, así como el tamaño de las raciones.
Si se ha tenido un buen comienzo, las conductas de autocuidado, independencia, normas y costumbres que rodean al acto de comer, ya deben haberse instalado como hábitos.
Si lo anterior se cumple, en esta nueva etapa entra un componente más de tipo informativo-formativo en la creación de hábitos, especialmente cuando de escolares y de adultos mayores se trata.
Con hábitos tales como:
· Nunca saltarse el desayuno.
· Tomar un desayuno completo.
· Comer cinco veces al día: desayuno, almuerzo, cena y dos meriendas.
· Ingerir diaria y frecuentemente agua.
·Consumir tres raciones de frutas y dos raciones de vegetales diariamente.
·Comer de forma variada y balanceada, todos los días.
·Consumir poca sal, grasa y azúcar refinada.
Se evitan:
·Ciertas dificultades de aprendizaje, repitencia y deserción escolar por falta de nutrientes en el cerebro.
·Momentos de distrés y angustias crónicos por problemas de salud que pueden alterar la rutina diaria y el presupuesto familiar, por: visitas al médico, compra de medicamentos y alteraciones de la capacidad funcional, física y/o mental, de quien presenta el problema de salud.
·Consecuencias psicológicas como baja autoestima, depresión y soledad producto de ciertas enfermedades ocasionadas por una mala alimentación. Ej. Obesidad y Diabetes
Con hábitos tales como:
·En lo posible, mantener la costumbre de comer en familia. Todos juntos en la mesa.
·Animar a los niños y niñas a realizar juegos de movimiento, 1 hora todos los días.
·Animar a jóvenes y adultos a involucrarse con actividades deportivas o rutinas de ejercicios semanalmente.
·Diariamente realizar ejercicios de flexibilidad, pues ésta guarda relación con la juventud biológica.
Se promueve:
·El autocontrol, lo que trae como consecuencia la reducción del distrés, la elevación de la autoconfianza, de la autoestima y de emociones positivas.
·El fortalecimiento de los lazos familiares.
·La creación de grupos de apoyo social.
Para concluir podríamos decir que la adopción y mantenimiento de hábitos alimentarios saludables son un reflejo de la crianza consciente (con intención y con trascendencia) recibida durante nuestra niñez. Primero modelados y reforzados por nuestros cuidadores naturales y posteriormente, mantenidos por nosotros mismos gracias al estado de bienestar experimentado internamente, en cuerpo y en mente.

Fuente:

Josnil Rojas (2012). Hábitos alimentarios saludables desde la niñez. Documento en línea. Disponible.  http://www.fundacionbengoa.org/informacion_nutricion/habitos-alimentarios-saludables.asp.  

jueves, 9 de marzo de 2017

Condicionantes del comportamiento alimentario

Múltiples factores marcan la dimensión social del comportamiento alimentario. Al margen de los condicionantes socioeconómicos (poder adquisitivo, accesibilidad a los productos, el propio sistema productivo, etc.) podemos destacar los condicionantes socioafectivos (la convivencia familiar, las amistades, los/as compañeros/as y las redes sociales), los condicionantes sociolaborales (horarios de trabajo, comidas de negocios, congresos y reuniones, etc.), y los condicionantes psicosociales (necesidades de seguridad, equilibrio y bienestar, necesidades de hospitalidad y de estima social, etc.).
Asimismo podríamos considerar los condicionantes publicitarios; la combinación publicitaria de formas, colores, olores y sabores de los alimentos con música y actitudes vitales de distinto tipo conforma y configura diferentes hábitos alimentarios y de consumo. Y es fácil constatar que el atractivo psicológico y social de los alimentos impulsado por las modas con frecuencia no guarda relación con su calidad nutritiva.
La conducta alimentaria de los humanos está conformada socialmente. Nuestros hábitos alimentarios se estructuran socialmente a través de la influencia familiar, del sistema educativo y cultural, de las relaciones sociales entre compañeros o amigos, y de la publicidad de las redes y los medios de comunicación social.
Con el paso de la sociedad industrial a la sociedad de servicios hemos transitado de una economía fundada en la producción a una basada en el consumo (sociedad de consumo). Y en general en las sociedades occidentales hemos podido contemplar importantes factores socioeconómicos que han modificado nuestros hábitos alimentarios:
1.- Los incrementos en el nivel de renta y en el nivel de vida de muchas personas han posibilitado un mayor acceso a los alimentos y así han favorecido la sobrealimentación en no pocos sectores de la población.
2.- La mejora en las redes internacionales y globales de transporte y de los sistemas de conservación de los alimentos han permitido una mayor disponibilidad de éstos fuera de lugar y fuera de tiempo.
3.- El aumento en la sofisticación de la comida ha incidido en la oferta de una mayor variedad de productos y en la fabricación de numerosos alimentos sintéticos.
4.- Se observa asimismo una menor influencia tradicional de la familia.
5.-Esta nueva sociedad de consumo se basa en una amplia gama de estrategias de marketing y publicidad.
6.- Los crecientes procesos de mecanización y automatización en muchos ámbitos han influido notablemente en el progresivo sedentarismo de gran parte de la población.
7.- En la compra de muchos alimentos predomina a menudo su comodidad de preparación, de conservación, de empaquetado y de transporte, sin la consideración equilibrada de su calidad nutritiva.
También podemos considerar otros factores de tipo sociocultural con una influencia importante en los hábitos alimentarios. Las tradiciones socioculturales muy a menudo se fundamentan en los recursos naturales disponibles, en las formas sociales y religiosas, en la gastronomía local, en las celebraciones, en la transmisión de procedimientos culinarios, en las modas marcadas por el marketing y la publicidad, etc. A su vez el cambio sociocultural viene propiciado por los progresos científicos, tecnológicos, educativos y sanitarios, por el progreso en las formas de organización social y en las nuevas redes sociales, etc.
Y podemos atender también a las crisis culturales y de identidad en muchas sociedades actuales, y a la fragmentación y la desestructuración producidas en diversos sistemas sociales que proporcionan valores, normas y controles sociales relacionados con la alimentación (cambios en la vida familiar, número de comidas, cantidades en ellas, picoteo, reservas, comidas desordenadas, en la calle, etc.).
Determinantes sociales de la malnutrición
Sin lugar a dudas hay que destacar, por encima de otros, tres determinantes sociales fundamentales para abordar la malnutrición: la educación, el empleo y el género. Cualquiera de estos tres determinantes, y más aún si le sumamos la diferenciación étnica, puede explicar casi todas las situaciones de marginación y exclusión que se dan en todas las sociedades, y que marcan enormemente muchas de las coyunturas de la desnutrición.
Educación
Un buen nivel de educación mejora los conocimientos sobre nutrición y el estado de salud en general. La educación mejora el nivel de salud en la medida que dota a las personas de conocimientos, capacidades y actitudes para guiar y controlar muchas de sus circunstancias vitales.
Al margen de los conocimientos también provee a los individuos de un conjunto de valores, costumbres, normas y referencias que van a ser muy importantes en la conformación de sus actitudes y hábitos alimentarios. Es evidente que las personas mejor educadas cuidan más de su estado de salud y de su nutrición. Hay que destacar que lógicamente un mayor nivel de educación en las madres incide en un mejor estado de salud y nutrición de los niños, y en consecuencia cuando de observan altas tasas de analfabetismo, principalmente en las madres, se comprueban asimismo altos índices de malnutrición en sus hijos pequeños.
Por ello, cualquier política social que pretenda la mejora del adecuado nivel de nutrición de la población casi siempre debe comenzar por procurar un mayor nivel educativo sobre todo en las mujeres y preferentemente en las madres.
Cultura
Casi al mismo tiempo que la educación, habría que considerar la cultura general de la población. Hay que tener en cuenta que los comportamientos alimentarios son interiorizados por las personas como elementos integrantes de un sistema sociocultural determinado. La cultura determina la gama de productos comestibles, la cantidad a ingerir, así como las formas de prepararlos y las prohibiciones alimentarias (tabúes, aspectos religiosos e ideológicos, componentes socioculturales, etc.).
Empleo
Por otro lado tanto el nivel educativo como el nivel cultural de un individuo o de un colectivo aumentan sus oportunidades en materia laboral. El empleo es otro determinante social para una buena nutrición, ya que asegura un regularizado nivel de ingresos y además puede supone un factor de equilibrio personal y de satisfacción muy importante. El empleo y la protección social se revelan como herramientas muy útiles para aumentar el estado general de la salud de las personas.
Por el contrario el desempleo puede acarrear a menudo exclusión y discriminación social. La asociación entre educación y empleo es muy estrecha; una escasa formación redunda en una escasa calificación laboral. La educación, el empleo, la igualdad de oportunidades y la protección social constituyen además la base fundamental para promover en una población, o en un país, la innovación y el desarrollo económico.
 Género
Si nos referimos ahora al género como otro determinante social de la salud y la nutrición podemos observar en muchísimos estudios e informes cómo las mujeres sufren el doble que los varones las consecuencias de todo tipo de crisis y no sólo las de las alimentarias. Las mujeres producen más de 50% de los alimentos cultivados de todo el planeta y, en casi todas las partes, asumen la responsabilidad de alimentar a sus familias.
Pero al cumplir estas funciones, las mujeres se enfrentan con restricciones y actitudes que conspiran para infravalorar su trabajo y responsabilidad, reducir su productividad, cargarles con un peso desproporcionado de trabajo, discriminarlas y menguar su participación en las políticas y toma de decisiones. Según el informe de la FAO para América Latina y El Caribe, los hogares encabezados por mujeres se concentran entre los estratos más pobres de la sociedad y suelen tener menores ingresos que los hogares encabezados por hombres. Los problemas que enfrentan los hogares varían en función de su grado de acceso a los recursos productivos, tierra, crédito y tecnologías incluidos.
Entre las causas subyacentes de la malnutrición que se deben abordar se destacan la carga de trabajo, la ingestión alimentaria y la diversidad de la alimentación, la salud y las enfermedades, y la asistencia a la madre y los niños. Las mejoras en la situación educativa de las mujeres y en sus condiciones laborales repercutirían seguramente en una mejor inversión del dinero destinado a la compra de alimentos y ello incidiría en la seguridad alimentaria y en un estado nutricional familiar más equilibrado.
Podemos pensar también en otros determinantes sociales más secundarios pero que también pueden tener mucha importancia en la vulnerabilidad alimentaria y nutricional de estos sectores de la población a los que estamos aludiendo. De esta manera se puede considerar la falta de apoyo en todos los tipos de redes sociales, tanto las de contacto físico y material con colectivos humanos como las de contacto más virtual o tecnológico con personas distantes en el espacio, lo que con seguridad lastra una información más completa y en el fondo limita o castra las posibilidades de una cultura más amplia y global.
Es fundamental el fomento del empoderamiento en su doble acepción con objeto de que las personas en las comunidades en desarrollo se hagan fuertes en su capacidad de controlar su propia vida, por un lado, y por el otro que se desarrolle un proceso sociopolítico en el que se garanticen los derechos humanos y la justicia social en los grupos más marginados de la sociedad.
En conclusión, si se favoreciera la participación ciudadana y se le permitiera a la sociedad civil una cierta implicación en las políticas públicas de nutrición y salud se evitarían bastantes riesgos potenciales en las malas prácticas de salud y nutrición. Es muy importante que se fomenten las redes de colectivos e instituciones (asociaciones de vecinos o de barrios, poblados o municipios) saludables, que se diseñen y materialicen proyectos y programas conjuntamente con las ONGs, que se participe en la elaboración de los presupuestos comunes, que se trabaje en la integración de los distintos programas de educación nutricional y en la búsqueda de ambientes más saludables, que se extienda la protección social, los programas de empleo y los programas contra la desnutrición, las asignaciones familiares, los comedores infantiles y las becas para el mantenimiento escolar de los adolescentes, que se enfoque la vida de una manera más colectiva y ,en definitiva, como ya hemos señalado antes, que se potencien la comunicación y la cohesión social.

Fuente:

D. Jiménez-Benítez, A. Rodríguez-Martín, R. Jiménez-Rodríguez (2010). Análisis de determinantes sociales de la desnutrición en Latinoamérica. Nutrición Hospitalaria. 2010;(Supl. 3)25:18-25.|