jueves, 27 de septiembre de 2018

Las representaciones sociales en la interpretación de la cultura alimentaria


La alimentación es un proceso ecosófico, en cuanto que implica generación de micro procesos vitales que al insertarse en macro procesos de sostenibilidad de la vida colectiva conduzcan a una mejor equidad y calidad de vida de la persona, familia, comunidad, sociedad, población mundial.
En primera instancia una visión ecosófica, se refiere a una visión filosófica, que significa una nueva forma de ver el mundo desde tres registros: el que relaciona al hombre con la naturaleza o con los objetos. El que lo relaciona con los demás sujetos y el que lo imbrica con el (su) pensamiento o con la subjetividad.
El alimento es indispensable para la vida y asegura la alimentación y la nutrición, tiene que ver con relaciones interdependientes que se generan en las redes biológicas y en las redes sociales constituyentes de los sistemas vivos, los cuales son concebidos como redes de componentes más pequeños, redes dentro de redes, interactuando con otras, que constituyen la trama de la vida.
La alimentación y la nutrición son procesos inherentes a los seres vivos, se interrelacionan en los diferentes sistemas biológicos y sociales para satisfacer su necesidad de energía y alimento; los sistemas biológicos intercambian moléculas en sus redes de reacciones químicas, redes biológicas que producen y mantienen una frontera material e imponen restricciones a la química que ocurre dentro de ellas.
Los sistemas sociales intercambian información e ideas en sus redes de comunicaciones, producen y mantienen una frontera no-material, cultural, que impone restricciones al comportamiento de sus miembros.
Por otra parte, Las representaciones sociales constituyen producciones simbólicas que se construyen a partir de imaginarios sociales en los cuales se representa y valora colectivamente un hecho o un fenómeno de la vida social.
Más aún, las representaciones sociales pueden entenderse como un conjunto de conceptos, enunciados y explicaciones originados en la vida diaria, en el curso de las comunicaciones interindividuales. En nuestra sociedad se corresponden con los mitos y los sistemas de creencias de las sociedades tradicionales; incluso se podría decir que son la versión contemporánea del sentido común...constructos cognitivos compartidos en la interacción social cotidiana que proveen a los individuos de un entendimiento de sentido común, ligadas con una forma especial de adquirir y comunicar el conocimiento, una forma que crea realidades y sentido común.
Referentes de la investigación
Para esta investigación, la unidad de análisis es el niño con su mamá y su maestro principalmente. Sus interacciones. La población del estudio son los niños entre diez y trece años que son estudiantes de un Colegio ubicado en la ciudad de Barranquilla (Colombia) y a todos sus agentes vinculados directa e indirectamente.
Entre los agentes directos se encuentran; la mamá y los maestros, existen unos intereses propios de su actividad que los relacionan. En el caso de madre e hijo los propios de la crianza, entre docente e hijo los del proceso de enseñanza-aprendizaje, entre madre y docente los propios relacionados con lo académico y del comportamiento escolar del niño.
Se realizó un muestreo por conveniencia de los agentes relacionados con los niños, teniendo en cuenta la disponibilidad, interés e información que podían aportar al estudio de las Representaciones sociales asociadas al consumo de las frutas y las verduras.
Las evidencias del estudio
Se detectó que las madres se valen de los medios (caso Popeye y las espinacas) para motivar el consumo de verduras entre sus hijos, los niños saben que las frutas y verduras alimentan y les dan energías, les ayuda a estar saludables pero eso lo aprendieron en el hogar.
En el salón de clases el tema se toca muy poco y cuando se hace tiene un carácter teórico y es tomado por los niños como parte de un aprendizaje formal que no motiva a una práctica (es hacer tareas sin reflexión).
La interpretación del ciclo madre-niño-madre, devela que las frutas constituyen parte de la canasta familiar y son consumidas por lo niños cuando estos lo desean o bien sea, cuando son ofrecidas por los padres. Además de esto, algunos llevan una fruta en la lonchera cuando van a la escuela, a pesar de que en la institución se las proporcionen ocasionalmente.
Por lo que se puede afirmar, que en estos casos tienen un adecuado consumo de frutas y además de esto lo hacen con frecuencia; en cuanto a las verduras, de las diferentes preparaciones que sus madres elaboran, les gusta el arroz con pollo, ya que, aseguran que no se le sienten las hortalizas, su sabor y textura está enmascarado con la mezcla del cereal y el pollo. Las comidas, la suelen acompañar con jugos naturales, pero cuando no cuentan con los recursos económicos suficientes, optan por las bebidas procesadas que según ellos- son de menor costo.
Respecto a las verduras, por el contrario, no existe un adecuado consumo de éstas por parte de los niños a pesar, de que hacen parte de la canasta familia; los niños manifiestan que este hábito no fue inculcado desde un principio por sus padres; pero emplean estrategias para que sus hijos los consuman (preparaciones).
En el ciclo cotidiano Madre-Hijo-Docente se convive con los medios de comunicación se forman frases como "si te comes la espinaca te pones como Popeye" pero también desde ellos se promueve el consumo de toda clase de alimentos industriales que quitan el hambre y son "prácticos" por razones de tiempo según las madres pero no favorecen una alimentación adecuada para poseer mejor calidad de vida.
Las instituciones también poseen un rol importante en la Educación Alimentaria y Nutricional para mejorar la conducta alimentaria y elevar la calidad de vida de los niños, pero puede observarse que en la institución los docentes no promocionan la importancia de una buena alimentación, específicamente en el consumo de frutas y verduras.
En cuanto a la salud e higiene, el comedor escolar juega un papel muy importante en la alimentación de los niños; debe proveer alimentos de buena calidad nutricional; ser un escenario saludable al interior de la institución educativa,  debe estar lejos de lugares que puedan emitir olores o posibles fuentes de contaminación, debe ser de fácil acceso, facilitar la circulación de todos los niños, del personal de servicio y maestros y poseer una buena eliminación de desechos y basuras.
Consideraciones finales
Es en la edad escolar donde se forman los hábitos de alimentación y que el niño es influenciado por su medio externo; las estrategias de intervención, sin embargo se fundamentan en la definición de normas y regulaciones y en actividades de información, comunicación y educación para segmentos específicos de población, pero no se profundiza en las interrelaciones que generan mensajes contradictorios, que no favorecen el cambio cultural esperado que favorezca el incremento en el consumo de frutas y verduras.
Algunos padres y madres manifiestan que consumir frutas y hortalizas les produce saciedad, sin embargo, atribuyen mayor poder de saciedad alimentos como el arroz, por eso prefieren su consumo en relación al de las hortalizas.
La mayor preferencia del consumo de las frutas sobre las hortalizas o verduras obedece al sabor dulce, siendo las frutas predilectas el mango, el cambur y la guayaba. El gusto por las frutas tiende a ser compartido por toda la familia, especialmente por las madres y los niños hasta los 9 años.
El estudio encontró que las frutas y verduras son consumidas con una frecuencia y cantidad menor a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud de 5 porciones al día o 400 gramos, lo cual refleja que los programas e intervenciones implementados enfatizan en el valor nutricional y beneficios para la salud y nutrición, olvidando que el consumo de los alimentos está influenciado no solo por el conocimiento de su valor nutricional sino por factores socioculturales, como son: las preferencias y gustos, los significados y creencias atribuidos a los alimentos, el prestigio social, las pautas sociales de consumo y el acceso que se hacen más relevantes y se imponen a la hora de elegir los alimentos.
En la elección de las frutas y las hortalizas uno de los aspectos más relevantes es el reconocimiento de sus beneficios para la salud, mientras que entre los factores que inciden en su baja predilección se encuentran los bajos ingresos de las familias que se ven obligadas a priorizar los alimentos incluidos en su canasta familiar dejando relegadas a los últimos lugares las frutas y verduras por su alto costo relativo, especialmente cuando las relacionan con el poder de saciedad; otro de los factores que influyen en algunos lugares geográficos es la limitada producción y oferta de estos alimentos en el ámbito local, sumados al valor cultural que da una mayor relevancia al sabor “cultural” de alimentos como los fritos, las carnes, el arroz, el plátano; es así como el gusto, el placer y la estética juegan un papel muy relevante a la hora de elegir alimentos.
En los hogares quienes más aceptan las hortalizas son las madres, por sus beneficios para la salud y la nutrición y consideran de vital importancia el consumo por parte de los niños; mientras que los adolescentes y padres prefieren más el consumo de otros alimentos como los fritos, golosinas y chucherías.
Desde una perspectiva holística los niños son parte de un sistema complejo caótico en el que la interdependencia es en el ámbito familiar y en el escolar fundamentales, y donde se profundizan los efectos negativos de los mensajes desprovistos de argumentos en favor del consumo de frutas y verduras por parte de los agentes que intervienen en sus vidas. En el que, también, hay desarrollos auto-organizadores que devienen de hábitos de las generaciones anteriores del orden familiar y social que soportan el consumo de alimentos industriales y artesanales, como la exposición a bajos ingresos y por ende a flujos de inseguridad alimentaria por grandes periodos.
La comprensión de la complejidad es fundamental para la definición de estrategias de intervención que vayan más allá de la información y comunicación sobre los beneficios de las frutas y verduras y profundicen en la complejidad de las relaciones del niño, los agentes cercanos y lejanos en su entorno.
El consumo de frutas y verduras no guarda relación con el conocimiento de sus bondades, por el contrario es el resultado de factores de origen social y cultural que condicionan su consumo afectando el cumplimiento de las pautas recomendadas; es importante orientar y profundizar en la comprensión e interpretación de factores socioculturales que permitan identificar los significados atribuidos a los alimentos y la dinámica alimentaria, para ser tenidos en cuenta en la formulación e implementación de las políticas y estrategias de intervención que impacten en el mejoramiento del consumo de frutas y verduras.

Fuente:
Rojas, José y Rodríguez, Mylene  (2017). Complejidad en las representaciones sociales que interpretan la Cultura alimentaria para alcanzar la seguridad alimentaria: caso del consumo de frutas y verduras en niños escolarizados. Programa de Nutrición y Dietética. Universidad Metropolitana de Barranquilla. Colombia. Revista de Salud Pública y Nutrición / Vol. 16 No. 4 octubre - diciembre, 2017.


jueves, 20 de septiembre de 2018

Alfabetización para la salud, más que información


La alfabetización para la salud se ha tratado de forma extensa y con diversas perspectivas desde 1974, cuando en el marco de una conferencia sobre educación y salud el profesor Scott K. Simonds utilizó por primera vez el binomio. Desde entonces, no solo se ha puesto de relieve su importancia, sino que se considera una estrategia global.

La alfabetización para la salud
El término nace en sus inicios como concepto único, con un marco de referencia propio, ligado de una forma u otra a la educación para la salud (la alfabetización como consecuencia del proceso de educación). Su objetivo se centraba en la persona y en la información que recibe y de la que dispone.
Es en la Carta de Ottawa de 1986, sobre la Promoción de la Salud, donde la alfabetización para la salud encuentra el marco de referencia para desarrollarse. En la medida en que las personas incrementan el control sobre su propia salud, su salud mejora, y de ahí que la alfabetización para la salud sea considerada un determinante de la salud.
Han sido muchas las definiciones propuestas para la alfabetización para la salud. De estas definiciones se desprenden dos perspectivas: la clínica y la de salud pública. La perspectiva clínica incluye elementos que reflejan principalmente las competencias de las personas para moverse en el entorno sanitario, y la de salud pública incluye dimensiones más allá del ámbito sanitario, como el entorno familiar, laboral y comunitario.
De todas ellas, la que cuenta con un amplio consenso es la  elaborada por el Consorcio Europeo sobre Alfabetización para la Salud (2012): «La alfabetización para la salud conlleva el conocimiento, la motivación y las aptitudes para acceder, comprender y aplicar la información en temas de salud, con el fin de hacer valoraciones y tomar decisiones en lo concerniente a temas cotidianos de salud, prevención de enfermedades y fomento de la salud, con la intención de mantener o mejorar la calidad de vida en el transcurso de esta».
Las distintas definiciones de alfabetización para la salud engloban el conocimiento, la motivación y las capacidades individuales para entender y acceder a la información, expresar opiniones y tomar decisiones relacionadas con la promoción y el mantenimiento de la salud, siendo aplicable en diferentes contextos, entornos y a lo largo de toda la vida.

Los instrumentos de medición
La Encuesta Europea sobre Alfabetización para la Salud proporcionó datos de ocho países donde se identificaban 12 dimensiones de alfabetización para la salud relacionadas con las capacidades para acceder, comprender, valorar y aplicar información relacionada con la salud, con la prevención de enfermedades y con los ámbitos de promoción de la salud, e integraba la perspectiva médica y de salud pública. Sus resultados han servido para constatar la importancia de la alfabetización para la salud, pero también para considerar su papel como determinante de la salud de las personas.
El nivel de alfabetización de las personas afecta a su capacidad para acceder a la información sobre la salud, para aprender sobre la prevención y el fomento de la salud, para seguir tratamientos y hablar de temas de salud con otras personas, y para tomar decisiones en la vida cotidiana. Existe una fuerte correlación entre alfabetización y valoración de la propia salud, y la primera ejerce un efecto específico, directo e independiente sobre la valoración de la propia salud.
Alfabetización para la salud, resultado de un proceso
La alfabetización para la salud es un concepto relativamente nuevo en promoción de la salud, entendiéndolo como un término adecuado para describir una serie de resultados de las actividades de educación para la salud y la comunicación.
Desde esta perspectiva, la educación para la salud constituye el proceso que engloba las diferentes intervenciones y actividades encaminadas a mejorar la alfabetización para la salud, que representa el resultado del proceso, con un incremento de los conocimientos, una mayor motivación y el logro de competencias para acceder, entender, evaluar y aplicar a nuestra salud o entorno.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas titulan «Promoviendo salud, promoviendo desarrollo sostenible». La salud ha pasado a ser una nueva forma de gobernanza, y la alfabetización para la salud se postula como una prioridad.
La alfabetización para la salud es un concepto relacional que no solo contempla el desarrollo de las habilidades personales, sino también la interacción de las personas y su ambiente, y el aumento del empoderamiento individual y colectivo. Desde la perspectiva de la intervención se tienen en cuenta tres actores: los entornos, los profesionales de la salud y las personas.
En este caso, la alfabetización debe ser útil para:
Comprender y seguir las instrucciones para cuidarse a sí mismo, incluyendo la aplicación de tratamientos médicos diarios.
Preparar y llevar a término los ajustes necesarios en el estilo de vida para mejorar la salud.
Tomar decisiones adecuadas relacionadas con la salud.
Saber cuándo y dónde acceder al sistema de atención sanitaria en caso de necesidad.
Compartir actividades de promoción de la salud con otros y abordar cuestiones de salud en la comunidad y en la sociedad.
Las intervenciones comunitarias deben movilizar los recursos técnico-profesionales, administrativos y comunitarios del territorio para ayudar a las personas a tomar conciencia de sus activos, con el objetivo de empoderar a la ciudadanía.
En Europa, la alfabetización para la salud está considerada como una medida clave en la estrategia europea de salud para 2020. Se requiere para ello la implicación de toda la sociedad, teniendo en cuenta que es cada vez más compleja y que cada vez las personas acceden o reciben más información, sobre todo a través de Internet.
En este sentido, las estrategias políticas que apuesten por la digitalización y la e-salud deben considerar también el nivel de alfabetización para la salud digital de la población y de los/las profesionales de la salud para garantizar la calidad de la información sanitaria en la red.
Poseer conocimientos de salud se convierte, por ello, en un reto primordial para garantizar que las personas tengan un mayor control de su propia salud, y con ello un mejor estado de salud y bienestar.
La evidencia de que una alfabetización para la salud deficiente repercute en las personas y también en la comunidad debe permitir que el empoderamiento en salud sea también una prioridad, junto a los grandes retos de salud y desarrollo sostenible de las agendas mundiales y nacionales.

Fuente:
Dolors Juvinyà-Canal, Carme Bertran-Noguer y Rosa Su˜ner-Soler (2018).Alfabetización para la      salud, más que información. Gac Sanit. 2018;32(1):8–10
https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2017.07.005
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jueves, 13 de septiembre de 2018

Estrategias para la prevención de la obesidad en niños y adolescentes


Para la prevención y el tratamiento de la obesidad hay dos acciones aparentemente sencillas: comer menos y ser físicamente más activos. Sin embargo, es difícil seguirlas a largo plazo por los niños, por su inmadurez, la presión de los compañeros y la publicidad. Para paliar en lo posible este “fracaso natural”, las intervenciones sobre los niños deben realizarse en el marco de la familia y en la escuela.
Intervenciones basadas en la familia
La estructura y el ambiente familiar son determinantes para el niño. Hay que tener en cuenta que muchas veces los padres minusvaloran el exceso de peso o no se preocupan de la composición de los alimentos que ingieren. Es importante adiestrar a los padres en prácticas alimentarias y de conducta saludables y promover la actividad física.
El apoyo psicológico familiar es más eficaz en escolares cuando la actividad se desarrolla sobre padres e hijos simultáneamente y en adolescentes cuando se actúa por separado. Con relación a la actividad física, es importante que toda la familia esté implicada y no resulte una sobrecarga para el niño.
Intervenciones basada en la escuela
La escuela es un área ideal para establecer hábitos de vida y de conducta saludables. Algunos programas se orientan a evitar el aislamiento de los niños obesos y a mejorar su autoestima, fomentando la disminución del consumo de alimentos de alta densidad calórica y promocionando el consumo de frutas y verduras. También debe promocionar la actividad física y disminuir el tiempo dedicado a la TV y actividades sedentarias.
La prevención en esta área asentaría en un trípode muy importante: la familia, el niño y la escuela. La integración entre ellos potenciará el éxito si se dirige a mejorar las estrategias conductuales con mensajes a los niños que sean directos y realistas para motivarlos, a los padres para que aprendan a comunicarse con sus hijos y a los profesores para que conozcan mejor los hábitos saludables y puedan enseñar a los niños la mejor manera de adquirirlos.
Estrategias de prevención de la obesidad
En Lactantes:
  • Educar a la madre durante la gestación y lactancia sobre la alimentación del lactante
  • Promocionar la lactancia materna
  • Iniciar la alimentación complementaria después de los 4 meses
  • No añadir al tetero cereales, azúcar o miel
  • No sobrealimentar al bebé
Niños preescolares
  • Alimentación planificada y equilibrada. Enseñar buenos hábitos alimentarios
  • Seguir un horario adecuado a la comida familiar
  • Evitar la oferta de alimentos como premio a un niño
  • Utilizar el agua como bebida
  • Evitar los “picoteos” entre horas
  • Promocionar el ejercicio físico regular
  • Restringir el tiempo de visión de la televisión
Niños escolares y adolescentes
  • Alimentación planificada y equilibrada. Practicar buenos hábitos alimentarios
  • Aumentar el consumo de frutas, vegetales, grano entero
  • Limitar las comidas entre horas, sobre todo las de alta densidad calórica
  • Evitar las bebidas gaseosas e instantáneas o limitar su consumo
  • Promocionar el ejercicio físico regular
  • Restringir el tiempo de visión de la televisión
Promoción de una mayor actividad física
El descenso evidente de la actividad física en los niños desde edades tempranas en los últimos años se atribuye a múltiples factores:
  • La tecnificación del hogar y de los edificios (ascensor)
  • El uso masivo de transporte mecanizado
  • El peligro que entrañan los juegos en las urbanizaciones y calles
  • La proliferación de actividades de ocio sedentario
  • El mayor tiempo dedicado a las TICs: TV, videojuegos, telefonía móvil, Internet y la computadora.
La TV merece un comentario especial, ya que es, probablemente, la actividad a la que nuestros niños dedican más tiempo. Ver la televisión reduce la actividad física y promueve, además, la ingestión de alimentos promocionados a través de ella.
Prevención selectiva: detección de la población de riesgo
·                     Antecedentes familiares: si uno de los padres es obeso, el riego de ser obeso es la edad adulta se triplica y, si ambos son obesos se incrementa a más de 10. Antes de los 3 años de edad la obesidad de los padres es más predictivo de obesidad futura que el propio peso del niño.
·                     Períodos de importancia clínica: existen 3 períodos críticos de obesidad en la edad pediátrica: el 1er año de edad, antes de los 6 años y la adolescencia.
La obesidad en la preadolescencia puede ser riesgo de obesidad del adulto
Después de los 10 años, la adiposidad de los progenitores es menos importante que la del niño para predecir la obesidad durante la edad adulta.
·                     Los lactantes de madres con diabetes gestacional: nacen grandes y, aunque posteriormente su tamaño esté dentro de límites normales, tienen más riesgo de obesidad futura.
El niño con sobrepeso
Para prevenir la obesidad en esta situación es necesario un programa multidisciplinario, combinando la dieta adecuada, el aumento de la actividad física, la educación nutricional y la modificación de la conducta.
·          Tratamiento dietético: diferenciar las dietas hipocalóricas de la higiene dietética, la información sobre alimentos temporalmente prohibidos, normas de alimentación aconsejable, pautas de realización de comidas.
·          Ejercicio físico: se intentará aquel que resulte inicialmente más atractivo y con posibilidades reales de efectuarlo. Comenzará con ejercicio suave y fácil para evitar rechazo por parte del niño; debe realizarse diariamente, mejor con la familia y que sea divertido.
·          Modificación de la conducta: adquisición de hábitos dietéticos saludables. Mejorar la autoestima. Realizar una autoevaluación del cumplimiento de la dieta y el ejercicio físico.
·          Intervención de la familia: la familia debe colaborar siempre para no provocar rechazo. Levará todo el peso del cumplimiento del programa en los niños menores de 5 años. De los 5 a 10 se les dará cierta responsabilidad vigilada y controlada. En la adolescencia, la familia ya tiene poca influencia y es el propio niño el que debe controlarse.
Razón por la cual, la obesidad debe ser considerada como una enfermedad crónica cuya incidencia y prevalencia están aumentando tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Representa en la actualidad un problema importante de salud pública en nuestro país. Las estrategias de prevención de la obesidad en la infancia deben establecerse en la escuela y la familia, las dos instituciones que ejercen mayor influencia en el niño deben corresponsabilizarse.
Fuente:
Isabel Polanco Allué y Pilar Pavón Belinchón  (2012). Un reto actual: la prevención activa de la              obesidad y el comedor escolar. En Nutrición en el ámbito escolar. Jesús Román Martínez Álvarez      (Editor). Cap 5, p. 59-67. España.