jueves, 25 de octubre de 2018

Elementos socioculturales de la cocina


Quienes investigan y escriben sobre la alimentación y los regímenes alimentarios utilizan por lo general cuatro elementos para caracterizar a la cocina de un grupo, comunidad, región o país, a la que consideran como la expresión de un acto social complejo y trascendental que se cumple cotidianamente en el seno de una determinada cultura.
Esos elementos son: los ingredientes, el corpus culinario, el modo de preparación, las técnicas de cocción de los alimentos y, por último, las representaciones culturales y simbólicas asociadas al acto alimentario.
Los ingredientes
Los ingredientes son obtenidos de dos ámbitos: del entorno inmediato y del entorno mediato. Hay ingredientes que se obtienen del entorno inmediato, cercano al sitio geográfico y al contexto cultural en que son transformados –es decir, cocinados–.
En ese ámbito se «construye» la cocina local o regional, que sirve de fundamento de la identidad cultural de los individuos y de base para la constitución de una cocina nacional. Esa cocina, local o regional, se vincula, a un nivel psicológico y afectivo, con una «memoria gustativa», importante referente de la infancia y del terruño.
La cocina está ligada a la tradición: ese singular acervo o patrimonio identitario constituido por objetos, prácticas, saberes y valores que a los miembros de una determinada comunidad les ha parecido, en el transcurso del tiempo, que valen la pena de transmitir a las generaciones siguientes para que no se pierda la memoria de sus antepasados.
El otro ámbito de obtención de los ingredientes a ser transformados es el entorno mediato, alejado del lugar donde se cocina. En este caso, los ingredientes extra-regionales carecen –para nosotros, dentro del seno de una cierta cultura–, de una historia personal y de una identificación precisa con el terruño donde se ha nacido y crecido.
El corpus culinario
El segundo elemento a considerar es el corpus culinario, que es una lista de las principales preparaciones culinarias, comidas y bebidas que se preparan en una región, insertas en un cierto contexto espacio-temporal y que se constituyen en platos y bebidas tradicionales.
Algunos las llaman ambiguamente comidas y bebidas “típicas”. En esa suerte de cajón de sastre que es el corpus culinario, se clasifican –básicamente– las distintas preparaciones en platos de entrada, de resistencia y postres. Lo mismo se hace con las bebidas, distinguiendo entre bebidas no alcohólicas y bebidas alcohólicas (fermentadas y destiladas, o ambas a la vez).
Una consideración especial les merecen los alimentos, generalmente derivados de cereales, tubérculos, raíces y musáceas, usados por los comensales de acompañamiento en las comidas – fuentes de carbohidratos, principales aportadores de energía– y que se conocen genéricamente como “pan”.
El corpus culinario de un país, la lista de sus platos y bebidas, es tomado por la mayoría de la gente como sinónimo de la cocina nacional o regional, en una suerte de simplificación inapropiada.
Para muchos, así, la cocina de una región corresponde a sus platos y bebidas típicas o más representativas. De esta manera se omiten otros elementos que son fundamentales en la caracterización de una cocina.
Técnicas de cocción de los alimentos
El tercer elemento empleado por los investigadores para caracterizar una cocina se relaciona con el modo de cocción de los alimentos. Toda forma de cocción consiste en transformar un ingrediente, o grupo de ingredientes en una preparación culinaria, valiéndose del agua que aquél, o aquellos, contiene o el agua u otro líquido que se le añada en el proceso o la adición de una base grasa.
Además –en algunos casos– la utilización de algunos utensilios y artefactos, indispensables para facilitar las tareas culinarias. El más importante de ellos es, entre los utensilios (movidos por la energía animal), el cuchillo y entre los artefactos –movidos por otra fuente de energía, como la eléctrica o el gas, por ejemplo–, el aparato de cocina.
Las representaciones culturales
El cuarto elemento estudiado por los especialistas corresponde a las representaciones culturales. La cocina de un grupo, comunidad, región o nación constituye una actividad fundamental y compleja que se inscribe en el seno de una sociedad y de una cultura determinada.
Los alimentos, aparte de nutrir el cuerpo, cumplen funciones sociales esenciales: alimentan el imaginario social, el espíritu, la identidad e informan los elementos constitutivos de nuestra cosmovisión.
Comer implica no solo consumir alimentos, sino también símbolos, imaginarios La cocina es, en ese sentido, según Lévi-Strauss (1968), un lenguaje mediante el cual una sociedad traduce inconscientemente su estructura social.
Nutrirse es un acto fisiológico y de salud, mientras que comer es un complejo acto social y cultural, que toca muchos aspectos de la vida de los individuos: fisiológico, psicológico, económico, simbólico, religioso, etc.
Los individuos se alimentan en el seno de una sociedad, sometidos a muchas restricciones de orden cultural (tales como creencias, supersticiones, tabúes, prohibiciones, preferencias), siguiendo normas o reglas (maneras en la mesa o reglas de urbanidad, horarios de comida, regulaciones en el orden y composición de las comidas o gramáticas alimentarias, apreciación de lo comestible), atentos a lo cotidiano y a lo ritual o especial (escenarios que dividen a las comidas en ordinarias, festivas, celebratorias, conmemorativas).
Todo ello convierte al alimento en un elemento plurifuncional y polisémico (que nutre, cura, da placer, distingue, estimula, simboliza) y lo definen de acuerdo con la edad, el sexo, el rango, la posición social o económica de los consumidores, en un marco donde operan reglas de inclusión y de exclusión, principios de compatibilidad o de incompatibilidad, etc.
La alimentación es, pues, un hecho social total, además de complejo, que se ha convertido «en uno de los grandes temas-problemas del mundo»
La alimentación humana es un acto tan complejo y mediatizado, que el individuo consume un alimento no solo porque sea comestible y esté disponible para su consumo, sino también porque se le prescribe, se obliga a bien seduce para que sea consumido (a través de la publicidad).
No basta para consumirlo que un alimento sea comestible biológicamente, sino que también debe ser comestible culturalmente.
Por ello, No basta con que un alimento esté disponible para que sea consumido y sea aceptado por la religión, sino que se requiere –además– que ese alimento sea permitido y ofrecido por la cultura de la sociedad donde es consumido.
La condición simbólica del alimento le permite al individuo situar a ese alimento en un contexto más amplio y profundo de la vida, y de su vida, dándole valor y significado y relacionándolo con el entorno social; para convertirlo en un referente válido del mundo y de su representación, así como en una referencia de sí mismo y de su grupo o comunidad.
De esta manera el alimento y el acto de alimentarse se convierten en elementos que los individuos usan como marcadores de identidad social: para cohesionarse como grupo o comunidad y para diferenciarse de los restantes grupos y comunidades.
El alimento actúa –así– como un referente social, como un elemento unificador del grupo social, tanto en el pensamiento como en la acción.

Fuente:
Rafael Cartay y Luis Andrade (2017).  Revisión crítica de los principios de condimentación desde las Ciencias sociales. AGROALIMENTARIA. Vol. 23, Nº 44; julio-diciembre 2017.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6463513.

jueves, 18 de octubre de 2018

La alimentación y la nutrición. Factores esenciales en la salud integral

La relevancia de la alimentación y la nutrición en nuestras sociedades viene dada fundamentalmente, por su vinculación con la salud. El siglo XX fue testigo de importantes hallazgos científicos en el campo de la nutrición en relación con la salud, se descubrieron las vitaminas, los aminoácidos, ácidos grasos omega 3 y 6, la fibra, carotenoides, antioxidantes, flavonoides, fitoquímicos entre otros, con importantes funciones en los sistemas biológicos para alcanzar o mantener el estado de salud, así como su importancia en la patogenia de múltiples enfermedades.
A pesar de estos logros, el hambre sigue siendo uno de los problemas más devastadores que enfrentan la mayoría de los países en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el aumento de las enfermedades crónicas no trasmisibles (ECNT), es el responsable de las dos terceras partes de estas muertes y del 46% de la mortalidad global. Se ha previsto que para 2020 las ENCT representaran casi las tres cuartas partes del total de defunciones, el 71% por cardiopatía isquémica, el 75% por accidente cerebrovasculares y el 70% de las defunciones por diabetes ocurrirán en los países en desarrollo como el nuestro.
De los diez factores de riesgo identificados como claves para el desarrollo de las enfermedades crónicas, cinco están estrechamente relacionadas con la alimentación y el sedentarismo.
Los cambios alimentarios adversos incluyen una dieta con mayor densidad energética, lo que significa más grasa y más azúcar añadidos en los alimentos, una mayor ingesta de grasa saturada principalmente de origen animal, unida a una disminución de la ingesta de carbohidratos complejos y de fibra, y una reducción del consumo de frutas y vegetales.
Esto nos permite confirmar que, el trompo del gusto en referencia a la clasificación de los alimentos en función del placer que proporcionan al paladar, ha sustituido las recomendaciones nutricionales inmersas en el trompo de alimentos para Venezuela. Esta situación se combina con la disminución del gasto energético que conlleva a un modo de vida sedentario: aparatos que ahorran trabajo en el hogar, disminución gradual de las tareas manuales físicamente exigentes en el trabajo, y dedicación preferente del tiempo de ocio o pasatiempos que no exigen esfuerzo físico, todo en su conjunto atenta contra la salud.
Por lo tanto, desde la perspectiva integral, estamos saludables cuando gozamos de capacidades físicas, mentales, intelectuales, afectivas y sociales que nos hacen sentir seres humanos plenos y felices.
La salud integral es la principal condición del desarrollo humano, es el estado del bienestar ideal y solamente lo alcanzamos cuando existe un equilibrio entre los factores físicos, biológicos, emocionales, mentales, espirituales y sociales, que permiten un adecuado crecimiento y desarrollo en todos los ámbitos de la vida. No es la mera ausencia de alteraciones y enfermedades, sino un concepto positivo que implica distintos grados de vitalidad y funcionamiento adaptativos.
La individualidad es uno de los factores que tiene más importancia en la salud integral. Ya que ninguna persona puede compararse a otra, cada uno ha crecido bajo diferentes circunstancias, ha tenido distintas oportunidades, sus condiciones físicas son diferentes, y sus reacciones físicas y emocionales a los factores ambientales, y a los tratamientos nutricionales también lo son.
La salud integral es uno de los parámetros fundamentales del desarrollo y de las necesidades primarias del hombre. Sin salud no hay bienestar, ni trabajo, ni plenitud de vida.
Sin salud es difícil acceder a una instrucción adecuada, a un tenor de vida digno, a una participación plena en la vida social, pues el sufrimiento físico aísla al individuo e impide las relaciones normales con el medio familiar y social. Concebida de esta manera, es la fuente de riqueza de la vida cotidiana.
En la actualidad existe una gran preocupación por la salud y se reconoce a la alimentación adecuada como un instrumento de protección de la salud y prevención de enfermedades. La nutrición y la salud son complementarias, mientras que la alimentación es reconocida como un componente vital de salud, este último es un objetivo fundamental de la nutrición.
Los avances científicos nos sumergen en el mundo de la alimentación y su relación con la salud. Cada estudio, cada investigación, reafirma que la dieta saludable es aquella que considera todas las condiciones que nos caracterizan como personas en una cultura determinada, con hábitos alimentarios concretos, estado de salud, costumbres e ideales, actividad física y estilos de vida diferentes.
La expresión “estilo de vida saludable” se ha convertido actualmente en un hito, que necesariamente permea a la sociedad como colectivo y al individuo como persona, pues propende por un desarrollo armónico del ser humano, mejorando su salud integral y elevando su calidad de vida.
Ante este compromiso y en procura de la salud integral, es necesario modificar el concepto de nutrición en función a la salud. La alimentación adecuada, entendida como suficiente, dirigida a satisfacer el hambre y evitar déficit, ha dejado de ser la meta de las sociedades. Emerge la concepción de la alimentación como Nutrición Óptima.
Su objetivo es la calidad de vida y el bienestar integral del individuo. La nutrición adquiere un nuevo enfoque terapéutico y preventivo; participa en la promoción de la salud y es ya considerada como factor de protección ante una larga serie de circunstancias patológicas.
La nutrición no debemos entenderla como una ciencia para contribuir a la recuperación de la salud, deberíamos considerarla ahora como preventiva de enfermedades y promotora de salud, es decir, el arte de mantener y conservar la salud. El nuevo modelo de alimentación-nutrición en salud, surge de la intención de recuperar la integridad del ser humano, al momento de estructurar la respuesta social en salud, colocando a la persona y a su familia como el centro de nuestra misión.
Definitivamente debemos estar convencidos que la nutrición, debe enfocarse no solo al enfermo, sino también en relación con el individuo sano y sobre todo, con los grandes grupos de población. Necesitamos comenzar, a buscar la forma de recuperar al ser humano y transformar la alimentación en algo más amigable y, quizás, más eficaz; debemos capturar y perfeccionar el enfoque holístico del ser humano.
Hay que hacerlo con disciplina, perseverancia, constancia y determinación. El desafío del profesional en Nutrición es lograr una sinergia entre el nivel corporal, mental, emocional y espiritual de las personas, con metodologías educativas que promueven el darse cuenta de sí mismo, poner atención en las sensaciones del aquí y ahora y experiencias que faciliten la elección, el cambio y la adopción de conductas que contribuyan a su salud integral.
Es un momento oportuno para señalar que la alimentación como esencia de la salud integral, es el desafío para el siglo XXI y que la esencia de la nutrición, debe ser satisfacer las necesidades del organismo y la de nuestros sentidos, y puedan al mismo tiempo generar placer, alegría, paz y salud.
Debemos impedir que las personas caigan en la tentación de querer resolver todos los problemas nutricionales en una sola comida o con una pastilla, los beneficios esperados para la salud, nunca se consiguen en un solo alimento, por muy funcional que sea, sino de unos hábitos alimentarios o de una dieta saludable cuyo propósito debe ser la salud integral.
Fuente:
Yimi Vera Barboza (2010). Nutrición esencia de la salud integral Anales Venezolanos de Nutrición; Vol. 23 (1): 50-53.

jueves, 11 de octubre de 2018

Niños con anemia. ¿Cómo afecta su intelecto?


La deficiencia de hierro es el trastorno hematológico más frecuente alrededor del mundo y afecta a 2000 millones de personas en especial en países en vías de desarrollo. En América Latina la deficiencia de hierro está presente en 10% a 30% de las mujeres en edad reproductiva, en 40% a 70% de las mujeres embarazadas y en 50% de los niños, de los cuales 48% son menores de dos años, 42% preescolares y 53% escolares. El signo más frecuente de deficiencia de hierro es la anemia que afecta a 77 millones de niños y mujeres en América Latina y el Caribe.
La deficiencia de hierro tiene un espectro que va desde la reducción y agotamiento de las reservas de hierro hasta la reducción de las células rojas y de la concentración de hemoglobina. En consecuencia, hay deficiencias de hierro sin anemia. Los infantes tienen un mayor riesgo debido a su rápido crecimiento y las fuentes dietéticas limitadas en hierro.
Las implicaciones no hematológicas de la deficiencia de hierro son muy variadas e incluyen efectos sobre la función y estructura gastrointestinal, inmunidad e infección, función neurológica y física. A nivel del sistema nervioso central, el hierro está comprometido en muchos procesos que podrían afectar la conducta infantil y su desarrollo, con efectos a largo plazo sobre el rendimiento intelectual y físico de los niños.
Durante los primeros dos años de la vida, cuando se presenta la anemia ferropénica, el riesgo de una alteración funcional es alto, debido a que el cerebro pasa, después del nacimiento, por cambios anatómicos y bioquímicos acelerados que aumentan su vulnerabilidad.
Varias semanas después del nacimiento ocurre un período de acelerada formación sináptica que llega a un pico máximo, que varía en el tiempo de acuerdo con la región cerebral, entre los tres meses y los tres años de edad. Los cambios iniciales más rápidos se experimentan a nivel de la corteza auditiva, mientras que, en la corteza frontal ocurren hacia el final del segundo año.
Hay evidencias que la formación acelerada de las sinapsis en diferentes regiones cerebrales se relaciona con la aparición de habilidades específicas enraizadas en dichas regiones, de esa forma, el incremento de la densidad sináptica dentro de una región cerebral daría origen a la aparición de nuevas funciones.
La descripción de un aspecto del crecimiento cerebral permite comprender, el significado que puede tener la deficiencia de hierro en el desarrollo psicobiológico del niño. Los períodos de máximo desarrollo y actividad metabólica hacen que algunas regiones y procesos del cerebro, sean más vulnerables a la deficiencia de sustratos que soporten ese metabolismo. Uno de estos sustratos, es el hierro.
Esta perspectiva permite predecir que las consecuencias en la conducta y desarrollo del cerebro debidas a la deficiencia de hierro, se encontrarán en función de su severidad y su duración.
La deficiencia de hierro es muy frecuente durante la infancia; este período se caracteriza por el máximo desarrollo del hipocampo y el desarrollo regional cortical, asimismo el desarrollo de la mielina, dendritas y una sinaptogénesis acelerada en el cerebro.
Los efectos en el cerebro que conciernen a la función de hierro como un co-factor necesario o componente estructural de enzimas y moléculas requeridas para el desarrollo y la función exitosa del sistema nervioso, incluyen particularmente la conducción del impulso nervioso.
La deficiencia de hierro afecta la regulación y la conducción de neurotransmisores como son la serotonina, la dopamina y el ácido gamma amino butírico (GABA). Los más recientes estudios demuestran que la densidad de receptores para serotonina y norepinefrina se encuentra alterada por la deficiencia de hierro en la dieta.
El déficit en el hipocampo y la corteza se relaciona con deficiencias en el aprendizaje espacial. La alteración de los receptores de dopamina, compromete en los infantes las respuestas afectivas, y de esa forma su relación con el ambiente y el funcionamiento cognitivo.
Con respecto a los receptores GABA hay evidencias de que están comprometidos en una red sináptica de información, relacionada con la coordinación de patrones de movimiento y memoria, la coordinación motora permite una mayor independencia en el niño, y de esa forma una mejor interacción con el ambiente que lo rodea. Los efectos de deficiencia de hierro a temprana edad sobre los neurotransmisores en el cerebro dependen del momento en que se producen y de la severidad de la deficiencia. 
La deficiencia de hierro, afecta la formación de la mielina en las neuronas cerebrales. No está claro aún, si la activación de estos mecanismos está restringida a los dos o tres primeros años de edad, cuando la vulnerabilidad del cerebro está acentuada. Estos datos indican que el tiempo en que se presenta la deficiencia de hierro durante el desarrollo temprano del cerebro, en estas especies, es más importante que tener concentraciones normales de hierro en el cerebro adulto. Los lactantes anémicos tienen una menor maduración del sistema nervioso central.
Los efectos a largo plazo de la deficiencia de hierro en los seres humanos, que alteran el proceso de mielinización, provocan una conducción más lenta en los sistemas auditivo y visual, que se puede descubrir a través de las pruebas de potenciales evocados en infantes. Ambos sistemas se mielinizan durante el periodo de deficiencia de hierro en forma rápida, debido a que son críticos para el aprendizaje y la interacción social. En los niños con deficiencia crónica o severa de hierro, se observa que hay un retraso en el desarrollo sensorial, motor y cognoscitivo, asimismo, los trastornos afectivos pueden afectar su interacción con el ambiente físico y social, y comprometer aún más su desarrollo.
Con el tiempo, los efectos directos de la deficiencia de hierro en el cerebro en vías de desarrollo y los indirectos sobre su relación con el medio, contribuirán a un resultado en el rendimiento intelectual y escolar más pobre, si se compara con el de los niños que no han tenido deficiencia de hierro.
La anemia por deficiencia de hierro es una condición nutricional que afecta a niños de diferentes estratos socioeconómicos, y su prevalencia es mayor en niños de poblaciones de escasos recursos económicos y educacionales. Los niños que viven en pobreza están al mismo tiempo más expuestos a factores de riesgo ambiental. El bajo peso al nacimiento (menos de 2.500 g), la prematuridad, nivel socioeconómico bajo, malnutrición, enfermedades parasitarias, padres adolescentes, madres solteras, ausencia del padre, depresión materna, bajo nivel educacional de los padres y problemas psiquiátricos de los padres son algunos de los factores de riesgo que se asocian con pobreza y que se relacionan con el desarrollo psicológico infantil.
Estos factores no ocurren aisladamente; la presencia simultánea de dos o más factores de riesgo no actúa en forma aditiva, sino más bien sinérgica. De esta manera, a medida que se combinan un mayor número de factores de riesgo, la probabilidad de observar una disminución en el desarrollo cognitivo infantil aumenta, de modo que los niños que viven en medios empobrecidos son los más seriamente expuestos.
Sin embargo, en el último tiempo han cobrado importancia los factores de resiliencia. Un adecuado cuidado prenatal y peso de nacimiento, métodos de crianza favorables, una relación madre-hijo segura y estable, la presencia del padre, una estimulación variada y adecuada al nivel de desarrollo serían algunos de los factores protectores del desarrollo, que atenúan los efectos potencialmente adversos cuando coexisten con otros factores de riesgo.
En los últimos 30 años ha habido un considerable número de estudios, sobre la relación entre la presencia de anemia ferropriva y la cognición y conducta, pero el tema aún permanece polémico.
Las nuevas tendencias sobre la psicología del desarrollo sugieren con gran determinación que las interacciones aditivas y sinérgicas entre los factores de riesgo tienen una mayor influencia sobre el desempeño escolar, que cualquier otro factor de riesgo individual aislado, así como los factores protectores que se deben reforzar en las poblaciones de riesgo.

Fuente:
Gilda G. Stanco (2007). Funcionamiento intelectual y rendimiento escolar en niños con anemia y deficiencia de hierro.  Colombia Médica, 38 Sup.1. (1). http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28309905
Sociedad Latinoamericana de Nutrición. Capitulo Venezuela.
https://www.slan.org.ve/publicaciones/completas/funcionamiento_ninos_con_anemia.asp

jueves, 4 de octubre de 2018

El ácido úrico en la cardiología moderna


Durante siglos el ácido úrico se ha relacionado con múltiples patologías tales como la artritis gotosa, litiasis renal, y más recientemente, se ha demostrado su clara relación con pato­logías cardiovasculares, obstétricas y metabólicas.
Múltiples evidencias han demostrado que existe clara relación en­tre los niveles altos de ácido úrico (AU) y la enfermedad cardiovascular (CV) e hipertensiva. Se ha tratado de ubicar como un factor de riesgo independiente dado que la asociación pudiera ser causal fisiopa­tológica de la enfermedad CV pero hasta los momentos se ubica como un marcador de inflamación y riesgo.
Actualmente se acepta que el valor sérico normal del AU debe ser menor de 6,0 mg/dl, que es el nivel a partir del cual comienza a precipitar para formar cristales.
Hace 10 años, el estudio Rotterdam concluyó que la hiperuricemia (HU) es un factor de riesgo para Infarto del Miocardio (IM) y Acci­dentes Cerebrovasculares (ACV) al estudiar una población de su­jetos mayores de 55 años por un período de 8.4 años. Este estudio demostró la asociación entre mayores niveles de ácido úrico y ACV mortales, aún en individuos normotensos, a diferencia de la aso­ciación con la cardiopatía isquémica, siendo mayor en mujeres. Además, sus resultados fueron comparables a otros anteriormente publicados como el Framingham Heart Study en el que se estudia­ron 6973 individuos y se observaron 617 eventos coronarios y 429 muertes cardiovasculares.
Ácido úrico e hipertensión arterial
Existe una clara relación de la Hiperuricemia (HU) con la Hiper­tensión Arterial (HA) principalmente en la población joven. Se ha demostrado un doble papel patogénico. Por una parte la HU pro­duce daño renal, y por la otra se relaciona a la reabsorción aumentada de sodio (Na) y esto a su vez lleva al aumento de la presión arterial (PA).
La otra vía propues­ta es el remodelado vascular inducido por la HU con multiplicación de las células musculares lisas, aceleración de la aterosclerosis de las arteriolas aferentes con inflamación intersticial, mayor sensibi­lidad a la sal, lesión tubular renal y, como consecuencia final, el aumento de la PA
Recientemente, se ha demostrado la estrecha relación que existe entre el aumento del AU sanguíneo y la elevación de la PA lo que a su vez, si se prolonga en el tiempo, es capaz de producir cambios vasculares y glomerulares irreversibles que conducen a una forma de hipertensión sensible a la sal.
De esta manera, la HU infantil y en adolescentes pasa a ser un pre­dictor de HA; el nivel normal se considera entre 5.0 y 5.5 mg/dl y sobresaturación por encima de 6.8 mg/dl.
Las evidencias disponibles indican que en adolescentes con pre­hipertensión, el AU aumenta la PA y esto puede ser revertido con terapia reductora de urato, con una disminución significativa de la resistencia vascular sistémica. En Venezuela, se ha determinado que niveles más altos de AU se asociación con mayor riesgo de pre-hipertensión ar­terial independiente de la edad, sexo, tabaquismo, índice de masa corporal (IMC), valores de lípidos, DM y nivel educativo.
Existen evidencias que muestran cómo individuos con niveles de AU entre 3.1 y 6.8 mg/dl al hacerles seguimiento en un período de 10 años, muestran riesgo 50% mayor de desarrollo de HA y el doble de riesgo de desarrollar Diábetes Mellitus (DM) comparados con aquellos con valores de AU menor de 3 mg/dl.
Por otra parte, el conocimiento de la estrecha relación entre la ingesta abundante de fructosa y la ele­vación del AU ha demostrado que en los hipertensos jóvenes, al reducir su consumo se logra reducción significativa de la PA, lo cual amerita nuevas evidencias adicionales
Ácido úrico y aterosclerosis
Existen evidencias experimentales que muestran cómo el AU afec­ta la integridad y la función endotelial y que sus niveles elevados producen daño arterial. También se ha documentado que el AU promueve la proliferación de las células musculares lisas vasculares de manera directa, estimula la síntesis de sustancias inflamatorias y vasoactivas y favorece la producción de especies reactantes de oxígenos (ERO).
La HU se asocia con aterosclerosis periférica así como con aterosclerosis de caróticas y coronaria. A mayores niveles de AU mayor incidencia de ACV, demencia y trastornos del embarazo relacionados con HA. Esta relación es mayor en mujeres y en pa­cientes de alto riesgo
Se ha observado un mayor riesgo de aparición de aterosclerosis subclínica en pacientes con HU, evaluada a través del calcio ar­terial coronario, con un valor ≥ 10, así como aumento de la grasa abdominal visceral, mayor pre­sencia de hígado graso y SM.
También se ha determinado que los pacientes hiperuricémicos presentan reducción del tamaño de las moléculas de LDL-colesterol y HDL-C lo cual aumenta el riesgo CV, independien­temente de otros factores como la edad, sexo, tabaquismo actual, la tasa de filtración glomerular, circunferencia abdominal, nivel de triglicéridos, colesterol total, HDL-Colesterol, LDL-Colesterol, HA y consumo de fructosa
Se ha demostrado que el AU puede ser un predictor del desarrollo de calcificaciones coronarias, independiente de otros factores de riesgo para CV establecidos. También se ha observado que la re­lación temporal entre el aumento de AU y la progresión de las cal­cificaciones no es consecuencia del descenso de la función renal donde también influyen los trastornos minerales y óseos
Estos estudios concluyeron que los valores de AU mayores de 6 mg/dl se relacionaron de forma significativa con la presencia de las CV; además, los eventos CV fueron más frecuentes en presencia de aterosclerosis y calcificaciones vasculares.
En la población femenina hay una mayor prevalencia de hipe­ruricemia junto al aumento de la grasa abdominal y triglicéri­dos altos, lo cual también aumenta su riesgo cardiovascular. En embarazadas que desarrollan preeclampsia/eclampsia también se ha observado elevación de los niveles del ácido úrico, por lo cual esta relación también es objeto de investi­gación.
La dieta mediterránea y su relación con el nivel de AU ha sido objeto de investigaciones y se ha demostrado que la misma produce reducción del nivel de AU entre el primer y segundo mes de intervención, se plantea que el mecanismo por el cual se pro­duce la reducción del AU está relacionado con mejoría del síndro­me metabólico, como resultado de la reducción en la resistencia a la insulina y el hiperinsulinismo, ya que la insulina reduce la ex­creción renal de AU. La adherencia a largo plazo a la dieta medi­terránea se ha asociado a menor prevalencia de hiperuricemia.
Las recomendaciones dietéticas actuales se asemejan a un plan de alimentación saludable sugerido para la mayoría de la población. Además de ayudar a mantener un peso saludable y evitar varias enfermedades crónicas asociadas, puede contribuir a una mejor gestión global de la salud.

Recomendaciones generales
• Evitar los alimentos muy ricos en purinas, como las vísceras, el arenque, las anchoas.
• Limitar el consumo de carne roja y pescado. La carne roja (ter­nera, cerdo y cordero), los pescados grasos y mariscos (atún, ca­marón, langosta y vieiras).
• Reducir el consumo de grasa. La grasa saturada disminuye la capacidad del cuerpo para eliminar el AU. La elección de las pro­teínas de origen vegetal, como frijoles y legumbres, y productos lácteos sin grasa ayudará a reducir la cantidad de grasas saturadas en la dieta. Las comidas ricas en grasas también contribuyen a la obesidad, que frecuentemente está asociada a la hiperuricemia.
• Limitar o evitar los alimentos endulzados con jarabe de maíz, producto rico en fructosa, como los refrescos o jugos de fruta ar­tificiales, los jugos 100% fruta no parecen estimular la producción de ácido úrico.
• Elegir carbohidratos complejos. Consumir más granos ente­ros, frutas y verduras, menos carbohidratos refinados, como el pan blanco, pasteles y dulces.
• Beber mucho líquido, especialmente agua. El agua puede ayu­dar a eliminar el AU del cuerpo. Lo ideal es de 8 a 12 vasos al día. Un vaso es de 8 onzas (237 ml).
Siguiendo estas recomendaciones nutricionales, se puede ayudar a limitar la producción de AU del cuerpo y aumentar su elimina­ción. No es probable que baje la concentración de AU en la sangre lo suficiente como para ser el tratamiento único de la hiperurice­mia sin medicación, pero puede ayudar a disminuir el número de ataques y limitar su gravedad.
Además de las recomendaciones dietéticas para la hiperuricemia y la limitación de las calorías totales, agregar el ejercicio diario mo­derado, como caminar a paso ligero, contribuye a un peso más saludable.
Fuente:
Norka Antepara (2016). EL ÁCIDO ÚRICO EN LA CARDIOLOGÍA MODERNA. En Norka Antepara (Coord) Consenso Venezolano sobre ácido úrico como factor de riesgo cardiovascular. Cap III. p. 39-48. Editorial TIPS Imagen y Comunicación 1967, C.A. ©Aspen Venezuela  Avenida Rio Caura, Centro empresarial Torre Humboldt, piso 21, Prados del Este, Caracas- Edo. Miranda.