jueves, 29 de noviembre de 2018

Los principios de condimentación en la cocina, vistos desde las ciencias sociales


Quienes investigan y escriben sobre la alimentación y los regímenes alimentarios utilizan por lo general cuatro elementos para caracterizar a la cocina de un grupo, comunidad, región o país. Esos elementos son: los ingredientes, el corpus culinario, el modo de preparación, las técnicas de cocción de los alimentos y, por último, las representaciones culturales y simbólicas asociadas al acto alimentario.
Otros dos elementos han sido incorporados al estudio y la caracterización de las prácticas culinarias. Uno se relaciona con los fondos de cocina, concepto expuesto por Febvre en 1938. El otro corresponde a los principios de condimentación, aportados por los trabajos de Rozin y Rozin en 1981.
De una forma más precisa, los principios de condimentación son todas aquellas sustancias que entran en la composición de las comidas, en el proceso de producción o al final, con el objetivo de modificar –mejorándolas– sus características organolépticas (como sabor, olor, textura), su apariencia (principalmente color), sus propiedades físicas (como viscosidad) y su conservación, para aprovechar por más tiempo el alimento, impidiendo que se produzcan alteraciones químicas y biológicas que aceleren su deterioro en un período relativamente corto.
En efecto, los principios de condimentación están emparentados tanto con los fondos de cocina (las salsas y grasas se usan como lubricantes, preservantes, conservantes y saborizantes en la práctica culinaria), como con los métodos de conservación de los alimentos.
Algunos condimentos, aparte de cumplir su función principal  de aumentar o potenciar las cualidades sensoriales de un alimento, también ayudan a preservarlo; retardan la proliferación de los microorganismos y ayudan a enmascarar, cuando están presentes, sabores indeseables producidos por la ranciedad y el inicio de la podredumbre de los alimentos.
Por ejemplo, la carne es un alimento cuya conservación, se convirtió en un problema importante para asegurar la supervivencia de las comunidades humanas. Desde el siglo XV y de manera intensiva, se emplearon las especias en adición al empleo de hierbas aromáticas usadas desde tiempos más antiguos en la cocina. La importancia de los condimentos (hierbas aromáticas, especias y aditivos alimentarios, naturales o sintéticos) en la alimentación es evidente. Y destaca en cualquier estudio de las cocinas regionales.
En todas ellas, se utilizan los condimentos tradicionales como una estrategia de resistencia de una cultura para evitar las tentaciones de homogeneización de la comida en los hogares populares, lo que conllevaría la pérdida de sus identidades, e incluso una regresión de su seguridad alimentaria. La mayoría de las preparaciones culinarias serían insípidas, desagradables al gusto, casi incomibles (si el comensal no tuviera que seguir de manera obligatoria una dieta prescrita por el médico), si no existieran los principios de condimentación.
Pero una gran cantidad de alimentos son de un sabor dulzón no muy intenso (los feculentos o amiláceos), o con un sabor desagradable (las grasas y proteínas). Estos últimos pueden convertirse, cuando se les condimenta, en gustosos y sabrosos sin perder gran parte de sus propiedades nutricionales. Esa característica convierte a los métodos de condimentación en algo distinto a las técnicas o métodos de cocción, que aportan también gusto a los alimentos.
A la gente le cuesta reconocer esa afirmación, porque ven a los principios de condimentación como elementos «añadidos» en la preparación de una comida o de una bebida. Si se viera a los principios de condimentación como lo que realmente son, considerándolos como un ingrediente particular que cumple funciones distintas a las específicamente organolépticas –o sea, como un ingrediente con derecho propio y con una estructura relativamente estable en el tiempo–, las cosas cambiarían y se entendería su gran importancia en la cocina.
Los principios de condimentación son importantes para caracterizar una cocina y definir su perfil, hasta el punto que pueden constituirse en los verdaderos responsables de que la comida resulte un acto verdaderamente placentero y tenga una personalidad cultural.
La adición de un condimento puede representar la diferencia en la obtención de placer alimentario. No obstante, a pesar de la importancia que tienen los condimentos para marcar cualitativamente la suerte de una preparación culinaria, no hay mucho reconocimiento de sus funciones como mediador y marcador de actos culturales cumplidos en la cocina.
El condimento, ligado a una tradición cultural culinaria, reivindica el sabor de un alimento: frente a su propia insipidez, otorgándole una «memoria» histórica; frente al anonimato que muchas veces arropa a un ingrediente objeto de comercio internacional, del cual se desconoce con certitud su procedencia y su forma de producción convirtiéndolo en un alimento «anónimo», desconectado de un paisaje y sin memoria Histórica.
Los principios de condimentación –que en general cambian lentamente– funcionan como «resistencias» para preservar los saberes tradicionales ligados a la cocina regional, construyendo referencias alimentarias para defender un rasgo identitario que es muy importante preservar y que está en constante riesgo de perderse.
Así, con el desarrollo de la industria alimentaria –que conoce un crecimiento sin precedentes en la sustitución de productos naturales por productos sintéticos para abaratar sus costos–, han aumentado las investigaciones de empresas productoras de esencias, olores y sabores para uso de la industria alimentaria. Se trata sin embargo de una realidad que ocultan las empresas alimentarias que quieren vendernos masivamente alimentos «enriquecidos artificialmente» y que intentan «imitar» a los productos naturales.
El uso de un condimento puede constituir una importante diferencia entre una cocina nacional y una cocina regional, al tiempo que puede jugar un papel central en la conformación de los rasgos regionales asociados a la alimentación y que están estrechamente vinculados a la identidad cultural de una comunidad.
Esos principios de condimentación actúan como marcadores o identificadores gustativos y olfativos que hacen reconocible y aceptable una preparación culinaria y –por extensión– a los ingredientes, aunque estos últimos comporten elementos extraños al “gusto”. Así, por ejemplo, el sofrito que caracteriza a la cocina latinoamericana, admite distintas variaciones de un país al otro, o de una localidad a la otra en el interior de un mismo país. El sofrito, llamado también refrito (Ecuador), ahogao (Colombia), hogo (Perú), sofrito o aliño criollo (Venezuela, Cuba), entre otras es un ejemplo a considerar.
En su mayoría se incluyen las llamadas «hierbas aromáticas» son hojas aromáticas de plantas, que se usan como aromatizantes para «perfumar» las preparaciones, así como plantas medicinales. Son muy conocidas y usadas en las distintas cocinas del mundo. Entre ellas figuran el perejil (Petroselinum sp.), el cilantro (Coriandrum sativum), la albahaca (Ocimum basilicum), el orégano (Origanum vulgare), el romero (Rosmarinus officinalis), la salvia (Salvia officinalis), la menta (Mentha sp.), el tomillo (Thymus vulgaris), entre otras.
Algunas de esas plantas, como el tomillo y el romero, tienen –además de sus atributos para condimentar– una alta actividad antioxidante, reduciendo la formación de sabores desagradables. Adicionalmente, las plantas con hojas aromáticas son por lo general plantas de fácil cultivo, que pueden ser sembradas en huertos caseros, a escala doméstica, o incluso en pequeños materos para tenerlas disponibles  cuando se cocina.
Después del uso culinario de las hierbas aromáticas, se comenzaron a utilizar las especias, que provienen de las partes duras de ciertas plantas aromáticas. Así tenemos, las especias que se producen a partir de los arilos de los frutos (macis), de las semillas o frutos secos (anís, comino, pimienta, mostaza, vainilla), de las cortezas vegetales (canela, casia), de las flores secas (azafrán, clavo de olor), de las raíces (wasabi, regaliz), de las resinas (asafétida) y de los rizomas (cúrcuma, jengibre).
Hay otras estructuras olfato-gustativas para condimentar que son más conocidas y famosas a nivel mundial, tales como la de las Finas Hierbas del Mediterráneo (mezcla de perejil, perifollo, cebollino y estragón; o de perejil, cebollino, albahaca y mejorana); o las Hierbas de Provenza (mezcla de tomillo, mejorana, orégano, romero, albahaca, hinojo, perifollo, estragón, laurel, ajedrea y espliego o lavanda.
Cinco siglos más tarde de esa búsqueda frenética de especias vivida por los ricos comerciantes de Europa occidental, que conoció su auge a partir del siglo XV, nacieron los aditivos alimentarios industriales. A finales del siglo XIX fue acuñado el término de “aditivo”, pero no fue sino a partir del siglo XX – bajo el estímulo del desarrollo de la industria alimentaria–, cuando se produjo la utilización masiva de los aditivos alimentarios para preservar la calidad, la inocuidad y el atractivo de los alimentos procesados.
Un aditivo alimentario es toda sustancia que, sin constituir por sí misma un alimento, ni poseer valores nutritivos, se agrega intencionalmente a los alimentos y bebidas en cantidades mínimas, con el objetivo de modificar sus características organolépticas o facilitar un proceso de elaboración o conservación.
Los aditivos se diferencian de los condimentos (hay aditivos naturales y aditivos sintéticos), en que las especias y las hierbas, e incluso los aditivos naturales, contienen sustancias que se extraen de materias primas vegetales. Mientras que los aditivos sintéticos son sustancias químicas “creadas” artificialmente.
Por ello, los principios de condimentación actúan como una estructura creada en el ámbito culinario para servir de elemento de relacionamiento entre los ingredientes con el corpus culinario, facilitando la aceptación de los alimentos. Esa estructura es empleada, en la mayoría de las culturas alimentarias del mundo. Esos principios se relacionan dialécticamente para conformar una cierta estructura olfato-gustativa, muy estable en el tiempo, que se transmite por la vía de la tradición, al tiempo que se constituye en un elemento marcador de su cultura y de su identidad.

Fuente:
Rafael Cartay y Luis Andrade (2017).  Revisión crítica de los principios de condimentación desde las Ciencias sociales. AGROALIMENTARIA. Vol. 23, Nº 44; julio-diciembre 2017.


jueves, 22 de noviembre de 2018

Características psicológicas del niño desnutrido


El impacto que la desnutrición grave pueda ocasionar sobre el ser humano y su desarrollo posterior se ha constituido en objeto de estudio e interés para diversas ciencias; entre ellas la psicología en general y más específicamente para la psicología del desarrollo.
Venezuela actualmente está atravesando una situación nutricional drástica que se convierte en una amenaza a la seguridad alimentaria del venezolano; el problema de la inaccesibilidad, no disponibilidad, conformación de dietas inadecuadas, pérdida de la estabilidad en la oferta obligan a la migración hacia nuevos hábitos alimentarios en la mayoría de los casos no saludables y que podrían generar cambios comportamentales importantes en todas las áreas del desarrollo, siendo los grupos más vulnerables las niñas y los niños, las mujeres embarazadas y las personas de la tercera edad.
En ese sentido se hace un llamado de atención a las autoridades para estar alerta ante esta situación que demanda control, vigilancia, preparación para atender a la población de mayor vulnerabilidad y establecer mecanismos para garantizar una mayor seguridad alimentaria; ello en vista de que la desnutrición grave es solo la punta del iceberg de una situación nutricional que se está deteriorando de una forma aguda, reflejada en la aparición de las formas edematosas de malnutrición por déficit, en las cuales, ya no solo hay deficiencias de micronutrientes y energéticas, sino también proteicas.
Evaluación del riesgo psicológico para malnutrición
El Centro de Atención Nutricional Infantil de Antímano, conocido por sus siglas como CANIA (Caracas-Venezuela) propone un instrumento para la evaluación de riesgo psicológico de malnutrición infantil y en la adolescencia. Con el mismo se pretende considerar las circunstancias, sucesos o condiciones de naturaleza psicológica que aumentan la probabilidad de aparición de una problemática nutricional o alimentaria. Se asume la existencia de un conjunto de aspectos psicológicos subyacentes que podrían explicar porque surge un evento nutricional adverso.
Se define el riesgo psicológico como aquellas características, circunstancias o sucesos que afectan psicológicamente al infante, a la madre o a la familia y que aumentan la probabilidad de que surja una problemática alimentaria o nutricional.
Una nutrición óptima depende, en gran medida, del desarrollo de una relación armónica entre la madre, el padre y el niño o niña desnutrida. Cualquier trastorno en dicha relación puede afectar la condición nutricional de estos. Igualmente es importante considerar las particularidades psicológicas propias de cada niño/niña las cuales, en el marco natural de interacción madre-hijo, pueden generar aceptación o rechazo, respuestas de afecto y cuidado, responsabilidad o negligencia por parte de los cuidadores, dependiendo de su naturaleza.
En ese sentido, incluye como factores que podrían convertirse en riesgo para la aparición de situación nutricional adversa los siguientes: presencia de una problemática en el niño, presencia de una problemática en la madre, alteración de la relación madre-hijo, disfunción familiar y un conjunto de indicadores asociados cuya presencia puede potenciar la problemática nutricional.
Cuadro 1. Factores e indicadores de riesgo psicológico para malnutrición infantil. Puntaje según indicador



El instrumento califica el riesgo psicológico de padecer una alteración nutricional de acuerdo con las puntuaciones obtenidas al sumar los indicadores presente en cada caso evaluado. El puntaje total es de 16 puntos cuando están presentes todos los indicadores. La sumatoria total permitiría calificar el riesgo psicológico como alto, medio o bajo. En ese sentido los factores asociados potenciarían el riesgo de aparición de malnutrición.
Este instrumento propuesto puede ser usado en el contexto escolar para identificar algunos de estos indicadores tales como sobreprotección, maltrato físico, verbal y/o emocional, negligencia a nivel físico y/o emocional, sospecha de consumo de sustancia, los cuales de estar presentes se convierten en un sistema de alerta para derivar al niño o niña a la consulta con los especialistas. Algunos de los indicadores necesariamente requieren de la intervención de los profesionales del área clínico-nutricional por lo que desde las escuelas existiría limitaciones disciplinares para su abordaje, pero la detección de algunos de los indicadores señalados permitiría no quedar silentes y actuar en consecuencia.
Características psicológicas del niño desnutrido
La desnutrición está vinculada no solo con la ingesta insuficiente de alimentos, sino también con factores sociales, culturales, características de las relaciones afectivas entre los integrantes de los grupos familiares donde existe desnutrición, características de la interacción psicológica, nivel de salud mental de la madre y últimamente, dentro de una tendencia en la psicología dentro del modelo constructivista, con la calidad de la mediación ejercida por las figuras significativas del entorno socio afectivo donde se desenvuelve el niño desnutrido.
En las niñas y niños en condición de desnutrición grave se encuentra un conjunto de características comportamentales que definen su funcionamiento psicológico para ese momento: tristeza, apatía, baja participación en actividades lúdicas y en su movilidad espontánea, irritabilidad, desinterés por las personas, por el entorno y en el aprovechamiento de oportunidades para el juego que se le puedan ofrecer, son algunas de las descritas.
En el niño pluricarencial o en condición de desnutrición, existen rasgos de indiferencia acompañados de tristeza, expresión de angustia, hipoactividad, postración, sueño superficial alternado con períodos de vigilia. Otros autores han descrito como principales características de los niños y niñas en condición de desnutrición las siguientes: Retardo en el desarrollo psicomotriz con aparición tardía de la marcha independiente, retardo en la adquisición de destrezas para el lenguaje expresivo y comprensivo, retardo en el control de esfínteres, actividad lúdica disminuida, ausencia de sonrisa social, pasividad, timidez, inseguridad.
Puede decirse que las primeras alteraciones se observan en las áreas referidas a la motricidad y la cognición; en segundo término, las vinculadas con el desarrollo del lenguaje y las relaciones sociales. En el área social se reporta ausencia de sonrisa social, indiferencia a la aproximación social, rechazo al acercamiento físico; en el área del lenguaje: llanto débil, ausencia de balbuceo, vocalizaciones y/o emisión de sonidos guturales; retraso en el desarrollo del lenguaje expresivo. También se han reportado regresiones graduales en la conducta adquirida lo cual va a depender de la intensidad de la desnutrición.
Así que desde el punto de vista psicológico, la renovación del interés por el entorno socioambiental y afectivo, se convierte en uno de los signos indicadores del mejoramiento del estado nutricional. En ese sentido se describen un conjunto de indicadores psicológicos de recuperación nutricional: Aumento de la motricidad voluntaria, búsqueda y aceptación del contacto social, presencia de sonrisa social, cambios en la expresión facial, disminución del llanto, ausencia de irritabilidad, incremento de la actividad lúdica, interés en la exploración ambiental y en la manipulación de objetos, aumento de los períodos de vigilia, incremento de los cocientes de desarrollo, mayor disposición para el aprendizaje de hábitos relacionados con su rutina diaria: manipulación de cubiertos, uso de vasos, utilización del retrete, cepillo detal, entre otros, preocupación por su imagen corporal ante el espejo y su grupo social de referencia.
Desde las escuelas puede emprenderse un plan de trabajo para empoderar a los integrantes de la comunidad escolar, establecer vínculos escuela-comunidad con la finalidad de estar vigilante acerca del estado nutricional de las niñas y niños que asisten a ella. Sin bien las características anteriormente descritas corresponden a niños bajo la figura de hospitalización o internación, existen otras características que pueden registrar los docentes u otros miembros de la comunidad escolar, de manera que se constituyan en un alerta de que algo podría estar sucediendo a esa niña o niño de cumplir con los indicadores descritos.
Fuente:
Miren De Tejada Lagonell (2016). Características psicológicas del niño/niña desnutrido. Anales Venezolanos de Nutrición. Vol 2 (3). P.25-38. Disponible: https://www.analesdenutricion.org.ve/ediciones/2016/2/art-3/

jueves, 15 de noviembre de 2018

José María Bengoa. Padre de la Educación Nutricional en Venezuela


José María Bengoa nació en Bilbao (España) el 20 de abril de 1913, estudió medicina en Valladolid y, desencadenada la Guerra Civil, en junio de 1936 prestó servicios como médico en el Ejército vasco, donde organizó una amplia red de puestos de socorro y hospitales.
En 1938 llega a Venezuela, siendo muy joven inició su trabajo como médico rural en Sanare, Estado Lara. Cuando le peguntaban donde se había formado, respondía en la Universidad de Sanare, allí descubre que la mayoría de las enfermedades estaban relacionadas con el hambre, con lo que comían y con la cantidad de veces que lo hacían y comienza a identificar el hambre como la causa social de la mayoría de las enfermedades de sus pacientes. Por eso, cuando el Padre quintana, el cura del pueblo, le preguntó que cuándo le daría de alta a los niños desnutridos, le contestó: Cuando sonrían, padre.
Con el título de Medicina Social en el medio rural venezolano publica su experiencia en la Revista de Sanidad y Asistencia Social en 1940. En Sanare creó los Centros de Recuperación Nutricional que, luego, trabajando para las Naciones Unidas, logró extender al resto de América, Asia y África.
De regreso a Caracas asume la jefatura de la Sección de Nutrición del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, que luego se integra al Instituto Pro Alimentación Popular (INPAP), allí desarrolla con éxito el programa de educación nutricional con el apoyo del Consejo Interamericano de Educación Alimenticia (CIDEA).
En 1950 José María Bengoa ocupa la jefatura de la División Técnica y lo acompañan, Pablo Liendo Coll y Armando González Puccini, quienes participan en la Creación del Instituto Nacional de Nutrición (INN) y la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Para difundir la producción científica se crea Archivos Venezolanos de Nutrición (AVN) que circula hasta 1960, prontamente adquiere renombre continental por la calidad de sus trabajos. Esta revista en 1965 fue cedida oficialmente a la recién creada Sociedad Latinoamericana de Nutrición, para convertirse en su publicación oficial y la Serie Monográfica Cuadernos Azules continúa actualmente, donde por primera vez aparece la tabla de composición de alimentos, los requerimientos nutricionales, la hoja de balance de alimentos y múltiples trabajos que delimitan el perfil de la alimentación y nutrición en el país.
En los próximos años, desempeñó importantes cargos en el ámbito internacional, tales como Miembro del Comité de Expertos, Asesor Interregional y Jefe del Departamento de Nutrición de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A su regreso al país, se incorpora en la Dirección de Planificación del CONICIT y participa en el diseño de la Maestría de Planifica Alimentaria y Nutricional de la UCV. Asesora a la Fundación Polar, al Centro de Atención Nutricional de Antímano (CANIA) y, al Centro de Investigaciones Agroalimentarias de la Universidad de los Andes (CIAAL).
Años más tarde entre 1983-1999, consolida su mayor realización en la difusión del conocimiento, cuando en funciones de Director Ejecutivo de La Fundación Cavendes, proyecta a nuestro país como una referencia de actividades científicas en América Latina, por las numerosas reuniones, comités técnicos, talleres y simposios que congregaron a expertos de diferentes latitudes.
Al referirse a la labor de la Fundación Cavendes afirmó que “el mensaje de la Fundación era claro: mejorar la nutrición no era nuestra meta; era el camino para lograr el desarrollo integral del venezolano….Intentamos trasladar a la sociedad venezolana que la desnutrición y el hambre eran la emergencia silenciosa que impedía al país salir del subdesarrollo”.
En esta etapa de su vida, promueve la publicación de revistas, materiales divulgativos, libros y monografías, algunos, con un impacto fundamental en el devenir de la nutrición en América Latina. Entre esas publicaciones se encuentran: “Nutrición un desafío nacional; Metas nutricionales y guías de alimentación para América Latina; Recientes avances en nutrición clínica; La nutrición ante la crisis; Deficiencia de Yodo en Venezuela y su prevención; Actualización en nutrición y dietética; Nutrición comunitaria; Alimentación y nutrición: Personas e instituciones; Venezuela entre el exceso y el déficit; La nutrición ante la salud y la vida; Nutrición y envejecimiento, La serie de fascículos Nutrición base del desarrollo, que recoge una visión amplia sobre política alimentaria y nutricional y La revisión de los valores de referencia.
Invita al Dr. G Beaton, profesor de nutrición de la Escuela de Salud Pública de Toronto, a escribir el libro sobre Nutrición en Medicina Preventiva. Existían pocos textos que ofrecieran una visión práctica de los problemas de la desnutrición y de hambre que afectaban al mundo.
Convencido de la importancia de la educación en nutrición, promueve en 1989 el programa Metas y Guías de Alimentación para Venezuela en conjunto con el INN, con el propósito de unificar el mensaje de esta materia. En cooperación con el Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia (CENAMEC) se inició un programa de Educación Nutricional, dirigido a la actualización en temas de alimentación y nutrición para los docentes de Educación Preescolar, Básica y Media, que con estrategias didácticas, incorpora los contenidos de las doce guías de alimentación al programa de educación formal. Esta experiencia se recoge en la publicación de las Guías de alimentación en la escuela.
Durante estos años, se publicaron 32 artículos y conferencias de su autoría, que expresan su constante preocupación por los niños, los problemas del hambre y la desnutrición, la importancia de la nutrición en salud pública, la nutrición a través del ciclo vital y la relación de la nutrición con las enfermedades crónicas.
Nuevamente ejerce su influencia sobre el sector público del país con la creación del Programa de Alimentos Estratégicos (PROAL) que implica un novedoso sistema de subsidio que no sólo abarataba el costo de una canasta básica de alimentos, sino que también, promovía la producción nacional y contribuyó a mejorar la seguridad alimentaria.
En 1995 impulsa la creación del Consejo Nacional de la Alimentación cuyo objetivo sería el de coordinar, al más alto nivel, las políticas públicas para alcanzar la seguridad alimentaria de la población.
En la última década dedicó sus esfuerzos a apoyar las actividades de la Fundación Bengoa y fue una guía para las actividades en nutrición comunitaria y educación en nutrición que desarrolló la Fundación. Las madres adolescentes desnutridas y el futuro sombrío de los recién nacidos fue una de sus últimas preocupaciones.
En dos textos condensa su experiencia de setenta años de estudio y trabajo en nutrición, en el año 2000 publica “hambre cuando hay pan para todos” y en 2005 “tras la Ruta del Hambre. Nutrición y salud pública en el siglo XX”. El 18 de enero de 2010 partió un venezolano de excepción que permanecerá entre nosotros, por su vida familiar y profesional ejemplar, al servicio de la nutrición social.

Fuente:
Fundación Bengoa (2010). Dr. José María Bengoa: “Vasco y Venezolano en igual proporción” Anales Venezolanos de Nutrición; Vol 23(1): 54-55.

Maritza Landaeta-Jiménez (2013). Semblanza de José María Bengoa (1913-2010). Médico Social de la Universidad de Sanare. En. Tejada y Col. Educación Nutricional para un desarrollo sostenible. p. 9-12. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. FUNDAUPEL. Caracas.


jueves, 8 de noviembre de 2018

La Anemia y su impacto en el embarazo


La anemia ferropénica según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la alteración nutricional más frecuente en el mundo, situación que se da de forma prevalente en el grupo poblacional de riesgo como son las mujeres en edad reproductiva y gestantes, siendo la principal afección en mujeres embarazadas.
A nivel mundial, el 60% de las embarazadas tienen anemia, y de ellas del 48 % al 95% sufren de deficiencia de hierro, debido a que en el embarazo existe una gran demanda de hierro, sobre todo durante el tercer trimestre de gestación, por tal motivo si la gestante no cuenta con las reservas necesarias de hierro para alimentar a su hijo, se producen las emergencias obstétricas poniendo en riesgo la vida tanto de la madre como del feto.
Se considera a la gestante anémica si su concentración de hemoglobina en el primer y tercer trimestre de gestación es inferior a 11.0 g/L, permitiendo que los glóbulos rojos no proporcionen oxígeno adecuado a los tejidos corporales.
A pesar de resultados favorables en su disminución en varios países del mundo, sigue siendo un problema de salud para países en vías de desarrollo debido a que no se logra combatirla del todo, causando graves consecuencias como amenaza de aborto, infección de vías urinarias, embarazos pre-termino, ruptura prematura de membranas, hipertensión gestacional,  hemorragia obstétrica, infección de herida, recién nacidos con bajo peso para su edad gestacional y prematuros.
La incidencia de la anemia en las embarazadas es importante no solo conocerla sino también intervenirla por las graves consecuencias que presentan tanto para la madre como para el recién nacido de emergencias obstétricas que en todo caso puede también llegar a una muerte materna, según la OMS, en 2015 se estimaron unas 303 000 muertes de mujeres durante el embarazo y el parto o después de ellos.
Otros estudios indican que el sobre peso y la deficiencia de hierro son factores de riesgo para desarrollar patologías que producen graves consecuencias tanto para la gestante como el feto como es aborto espontaneo, parto pre-termino, niños con inadecuado peso para su edad gestacional. Por otra parte el bajo peso incrementa el riesgo de cesárea, diabetes mellitus, macrosomia fetal, defectos del tubo neural.
Otro de los factores de riesgo es el periodo intergenésico (Se refiere al período de tiempo comprendido entre dos nacidos vivos consecutivos)  menor de 2 años, que tiene mayor prevalencia entre las mujeres con anemia ferropénica. En estudios realizados en distintos países de América Latina, se ha demostrado que mujeres con períodos intergenésico cortos presentan mayor probabilidad de emergencias obstétricas como parto prematuro, diabetes gestacional, abrupto placentario, restricción del crecimiento intrauterino preeclampsia y muerte neonatal.
En países desarrollados como en vía de desarrollo, la anemia ferropenia tiene una alta incidencia en las adolescentes embarazadas convirtiéndose en un problema salud pública. La misma que se desarrolla por falta de hierro y el crecimiento acelerado del periodo de transformación del aparato reproductor, hormonal de las adolescentes y los tejidos fetales del producto en desarrollo.
Existe déficit de hierro debido a que la gestante adolescente se encuentra en edad fértil y sus demandas nutricionales no son adecuadas para compartirlas con un nuevo ser provocando emergencias obstétricas que aumentan la morbimortalidad materno perinatal sobre todo en las mujeres de edad reproductiva.
Un estudio realizado indica que la ganancia de peso y la deficiencia de algunos micronutrientes críticos como el hierro son causa de una alimentación inadecuada, constituyendo las principales problemáticas a ser abordadas durante el control prenatal, al mismo tiempo constituye un determinante critico de los resultados del embarazo para la madre y el recién nacido, y es un buen indicador del grado de desarrollo del niño.
Por la relación que existe entre el peso materno y el desarrollo y crecimiento fetal, es importante controlar que la ganancia de peso gestacional se encuentre dentro de un rango saludable. La malnutrición incrementa el riesgo de cesárea, diabetes mellitus, macrosomia fetal, defectos del tubo neural, un aumento de peso incrementa el riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro y bajo peso al nacer. En otro estudio manifiesta que la ganancia de peso inadecuada durante la gestación presenta resultados perinatales adversos como parto pretérmino.
Las gestantes que tienen anemia ferropénica y que tienen un periodo intergenésico con un intervalo menor de 2 años presentan alto índice de emergencias obstétricas, debido a que se produce un rompimiento precoz de membranas debido que no se da una cicatrización adecuada de la misma; por este motivo, es importante que la mujer planifique su embarazo y el número de hijos que desea tener.
Se recomienda disminuir esta problemática, mediante la concientización de las mujeres embarazadas sobre la gran repercusión que tiene la deficiencia del hierro durante el embarazo y la valoración en la gestante desde la atención primaria por medio de los controles prenatales para lograr una detección precoz de anemia ferropénica, y contribuir a la disminución de los índices de morbi mortalidad materno neonatal a nivel local.

Fuente:
Janette Carranza1,  Juana del Carmen Camacho y Daniela Torres (2018). Anemia ferropénica como factor de riesgo en la presencia de emergencias obstétricas.  E.I Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión-Vol. 3 No 2 (Abr-Jun).  Universidad Técnica de Ambato. Ecuador. enfermeriainvestiga.uta.edu.ec