jueves, 28 de marzo de 2019

Historias de Oscar Yanes: “La sopa de letras y el manchao”


Óscar Armando Yanes González, (1927-2013). Caraqueño, de la parroquia San Juan. Alias “chivo negro”. Periodista, escritor, cronista, político. Yanes se anotó en la escuadra fundadora de Últimas Noticias y allí permaneció unos años.

A los 25 años asume la dirección del periódico La Esfera. Ramón David León, quien le dio la oportunidad a los 13 años de conocer el mundo del periodismo, le entrega su oficina y su cargo 12 años después. Yanes se anotó en la escuadra fundadora de Últimas Noticias y allí permaneció unos años.
A los 25 años asume la dirección del periódico La Esfera. Ramón David León, quien le dio la oportunidad a los 13 años de conocer el mundo del periodismo, le entrega su oficina y su cargo 12 años después
Encabezó el equipo que Venevisión enviado en 1966 a Vietnam como corresponsal de guerra y jefe de prensa. Se destacó como profesor de la primera promoción de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela y dictó cátedra en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas
Ganó en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Monseñor Pellín y el Primer Premio de la Asociación de Escritores de Venezuela. Considerado como uno de los pioneros en periodismo televisivo, en particular las entrevistas frente a las cámaras, se hizo famoso por sus programas de televisión en Venevisión, particularmente de Así son las Cosas, de ahí su frase, donde llevó a cabo investigaciones históricas que revelan desconcertantes acontecimientos en la sociedad venezolana, y su anterior programa, Un fiel creyente de la justicia y la verdad, un Historiador de arraigo con una gran pasión por la Venezuela que lo vio crecer 
Qué falta hace…
En los tiempos del benemérito general Juan Vicente Gómez, (1908-1935). Venezuela era un país pobre. Sin embargo, después de su muerte comenzaron los venezolanos a invadir la gastronomía exterior porque llegaban al país las mejores delicatesses del mundo, como se solía decir entonces. Todo era importado y a precios irrisorios; esas delicias llegaban del exterior porque nosotros teníamos una gastronomía muy primitiva, sabrosa y sencilla pero primitiva. Hasta los años 1940, todo el jamón que consumíamos era serrano o de parma y podíamos comprar medio de jamón, sí, medio, dos lochas de jamón sin que nos diera pena, sin sonrojarnos.
Todo el queso amarillo venía de Holanda y también vendía una locha de ese queso sin ningún problema; usted llegaba a una pulpería y decía: “deme una locha de queso holandés”, y le daban su queso amarillo. La gente no llamaba al queso de Holanda, queso holandés sino queso amarillo; dos personas podían desayunar entonces con una locha de queso amarillo. Las arepas costaban un centavo, unas arepas hechas en budare que le sacaban lo negro, la manchita negra se la quitaban con unos pedacitos de cuchillo.
El aceite comestible tenía el nombre genérico de aceite de comer y se empleaba exclusivamente para aderezas las ensaladas, porque todo el mundo utilizaba manteca de cochino para preparar las comidas.
En aquella época no se hablaba del colesterol. Los aceites venían de España, de Francia o Italia, y nadie le interesaba la marca, ni la procedencia; los muchachos iban a la pulpería con una botella vacía y podían comprar una locha o medio de aceite y vinagre y le decían al pulpero “y me da mi ñapa de Ruller”. Siempre se compraba revuelto aceite y vinagre, a nadie se le ocurría freír un huevo con aceite. La gente lo que usaba era manteca de cochino.
En cuanto a la mantequilla, toda la que comíamos era danesa y con una locha se arreglaban tres arepas. La vendían en una forma muy curiosa que ya desapareció, y consistía en que la colocaban en un papelito doblado, con el riesgo que se derritiera por el sol. En aquella época, sin embargo, la gente se seguía quejando de los precios y decía “es que no se puede vivir, usted sabe lo que es una mano de cambures cueste una locha”.
Uno de los grandes problemas que se presentó en Venezuela después de la muerte del general Gómez (1935), fue que los precios comenzaron a subir y por ejemplo, el tranvía que costaba una locha subió a medio, y la gente decía “que falta hace el benemérito, que en paz descanse”…
El hueso de los Yanes
“Oiga mijo vaya a casa de los Yanes y pídale que le presten el hueso”, le decían al muchacho de la casa, y ese carricito salía corriendo a la casa donde vivían los Yanes y allá le presentaban un hueso; pero ustedes dirán y ¿qué es eso de que le presten el hueso? Bueno, es una historia muy sencilla; en ocasiones memorables cuando se celebraba un cumpleaños o una fecha extraordinaria como el 19 de Abril o el 5 de Julio, cuando había algo que recordar, entonces en las casas se mejoraba la comida y generalmente se apelaba al hueso, y ¿qué es el hueso?, bueno vamos a hacer un poco de historia.
Caracas fue auténtica, hasta 1940; todo el mundo incluso la gente adinerada, vivía dentro del casco de la ciudad; la urbanización, por el este, lo más lejos que llegaba era al parque Los Caobos, después lo que venía era monte y culebra. Por ello, los de una cuadra y hasta los de una manzana se conocían entre sí; todo el mundo se conocía en Caracas; pues bien la gente sabía que en la casa de fulano de tal tenían un hueso para darle gusto a la sopa y nadie de avergonzaba en pedírselo prestado con el mismo fin y lo devolvían lo más rápido posible. Había una frase común en todas las familias “así somos pobres pero honrados”
Lasopa de letras
Desde principios del siglo XX comenzamos a comer pasta en Venezuela pero con un concepto muy parroquiano. Todo era muy sencillo, desde el nombre de la pasta hasta la forma como se preparaba. La gente siempre asociaba la pasta y especialmente el espagueti a los italianos.
Lo cierto era que la costumbre entonces consistía en sancochar la pasta y luego de escurrirla se le daba color con onoto, mantecado o con la salsa sobrante del llamado asado negro, el muy apreciado asado negro. Una locha de queso, rayado en casa, era suficiente para cuatro porciones de pasta.
En Caracas y en las ciudades más importantes de Venezuela sólo conocían los espagueti, los macarrones, las cinticas, los caracolitos, los fideos y una sopa muy curiosa en forma de letras, que la gente llamaba “sopa de letras”.
Mucha gente aprovechaba para comer lo que llaman el “manchao”, no decían el manchado, que era espagueti con caraotas; aquí en Caracas se hizo muy famoso el manchao del Rey de Espagueti, en la esquina de Piñango. Esto era clásico.
Todo caraqueño que se estimaba se comía su manchao, los parroquianos asiduos decían “tírame un manchao, y mánchao bastante” –es decir, mánchalo bastante era que le colocaran bastante caraotas-.
Hoy en día, la gente sigue comiendo pasta, pero debido a los precios del queso la comen hasta sola o con mantequilla; y hemos inventado una serie de platos a base de pasta, por ejemplo la pasta mezclada con sardinas.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a llegar a Venezuela, como a casi todas partes en Latinoamérica, una serie de productos exóticos, quesos importados y muy finos de Italia y la gente se fue refinando en la elaboración de la pasta.
Comenzaron a ser familiares para nosotros nuevos nombres como: pasticho, lasaña, canelones, carbonara, tortellini, tortelones, fetuchinis y hasta uno muy curioso la pasta putanesca.
Hoy el espagueti ha desplazado  a una serie de platos tradicionales en Venezuela, incuso desplazando a arroz, y la gente consume espagueti porque dentro del alto costo de la vida, todavía la pasta sigue teniendo un precio razonable.
Fuente:
Oscar Yanes (2010). Así son las cosas. Editorial Planeta Venezolana.

jueves, 21 de marzo de 2019

La industria y el reto de formar estilos de vida saludables


El desarrollo de nuevos productos, que además de proporcionar nutrientes aporten un efecto beneficioso en la salud, es más que una moda en el campo de la alimentación, es una tendencia importante del mundo actual, la cual busca acentuar la importancia de los hábitos de vida saludables, donde la elección de los alimentos se basa no solo en la composición nutricional de los mismos, sino también en sus propiedades.
Por ello, se ha iniciado una evolución de la industria de los alimentos, que está enmarcada en la relación entre alimentación y salud, en razón de los problemas de nutrición que se ven actualmente en el mundo.
Es una amarga ironía que conforme los países en desarrollo siguen esforzándose por reducir el hambre, algunos a la vez afrontan el problema contrario: la obesidad, que acarrea una mayor frecuencia de enfermedades crónicas, como la diabetes, enfermedades del corazón y cáncer. Y si bien algunas personas pobres están sobradas de peso, eso no significa que estén mejor alimentadas.
La FAO sostiene que un acertado planteamiento de la nutrición debe orientarse a la calidad, así como a la cantidad. "Una de nuestras misiones más importantes es promover una alimentación diversificada, que contenga los alimentos tradicionales, por lo general bien equilibrados y muy nutritivos".
Los problemas de nutrición dependen en gran medida de un sólido desarrollo económico y agropecuario del país, y de la cantidad y calidad de los alimentos disponibles a precios razonables. Se ha reconocido, en forma general, el hecho de que los hábitos alimentarios y los patrones culturales también influyen en la nutrición. Así, se ha podido demostrar que en muchos lugares del mundo la desnutrición suele ser, en mayor medida, el resultado de la ignorancia y de los prejuicios, que la consecuencia de la pobreza y de la escasez de alimentos.
De los diez factores de riesgo identificados por la OMS como clave para el desarrollo de las enfermedades crónicas, cinco están estrechamente relacionados con la alimentación y el ejercicio físico. Además de la obesidad, se incluyen el sedentarismo, la hipertensión arterial, hipercolesterolemia y consumo insuficiente de frutas y verduras.
La estrategia global sobre régimen alimentario, actividad física y salud, de la OMS, presentada el año 2004, insta a los estados miembros a que elaboren, apliquen y evalúen las acciones recomendadas en esta estrategia, adecuándola a su realidad nacional. Esta perspectiva promueve el fortalecimiento del sector salud y la coordinación con otros sectores de la sociedad, como la industria, para la implementación de políticas y planes de acción integrales, sostenibles en el tiempo y que permitan la participación de los ciudadanos en la solución del problema, en torno a la promoción de estilos de vida saludables a través de todo el ciclo vital.
A raíz del sin número de problemas de nutrición, desde hace aproximadamente treinta años la industria alimentaria ha mostrado un desarrollo impresionante, en cuanto a productos modificados en el contenido de sustancias, las cuales científicamente se ha demostrado que son beneficiosas o perjudiciales para la salud.
Desde entonces, Japón introdujo un nuevo concepto:  alimentos funcionales”, que se desarrollaron específicamente para mejorar la salud y reducir el riesgo de contraer enfermedades. A partir de ese momento se introdujeron estos alimentos en Canadá, Estados Unidos, Europa, y así por todo el mundo.
Un alimento funcional es aquel que contiene un componente, nutriente o no nutriente, con efecto selectivo sobre una o varias funciones del organismo, con un efecto añadido por encima de su valor nutricional y cuyos efectos positivos justifican que pueda reivindicarse su carácter funcional o incluso saludable.
Desde un punto de vista práctico, un alimento funcional puede ser: a) Un alimento natural, en el cual uno de sus componentes ha sido naturalmente realzado a través de condiciones especiales de cultivo, b) Un alimento al que se le han añadido componentes para proveer beneficios específicos, c) Un alimento del cual se han removido ciertos componentes, con la finalidad de disminuir los efectos adversos en la salud, d) Un alimento en el que uno o más de sus componentes ha sido químicamente modificado, para potenciar la salud, e) Un alimento cuya biodisponibilidad para uno o más de sus componentes ha sido aumentada, para mejorar la absorción de un componente beneficioso.
Además, cabe recalcar que un alimento funcional no cura nada, sino que previene, y solo si está enmarcado dentro de una alimentación saludable, como parte de la dieta diaria, pero capaz de producir demostrados efectos metabólicos o fisiológicos, útiles en la manutención de una buena salud física y mental, pudiendo auxiliar en la reducción del riesgo de enfermedades crónico-degenerativas, además de sus funciones nutricionales básicas".
En general, los alimentos funcionales tienen uno o más compuestos "bioactivos", responsables de su acción; además, existen compuestos presentes en forma natural en los alimentos, que poseen propiedades biológicas importantes y están siendo investigados intensamente en todo el mundo. Los carotenoides, por ejemplo, pigmentos responsables del color naranja de los vegetales, contienen un gran número de compuestos, muchos de los cuales tienen actividad biológica.
Algunos, como el b-caroteno, son pro-vitamina A (se transforman en vitamina A en el organismo). Otros, como el licopeno (del tomate), no son precursores de vitamina A, pero actúan en el organismo como antioxidantes, es decir, participan en la eliminación de especies activas de oxígeno (radicales libres), formadas o no por el metabolismo humano.
Otro grupo de compuestos vegetales importantes es el de los flavonoides, sustancias que están presentes en frutas y vegetales, y son responsables del color rojo, morado y amarillo de estos alimentos. Al igual que los carotenoides, son activos en grados variables contra radicales libres, los cuales a su vez pueden estar asociados a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, cáncer, envejecimiento y otros padecimientos. Investigaciones actuales han demostrado su potencial en la prevención y progresión del cáncer.
Se ha encontrado, además, que la fibra dietaria es un importante componente de los vegetales, y está asociado como sustancia de carácter funcional al prevenir el cáncer de próstata y mama. Igualmente, se ha observado una importante relación entre obesidad y bajos consumos de fibra, y como factor crítico para reducir el alto nivel de obesidad el incremento en el consumo de fibra dietaria.
Se encuentran trabajos donde se demuestra que el consumo de fibra y la no reducción de peso en mujeres están asociados a una ingestión simultánea de alimentos obtenidos a partir de granos refinados, por lo que se hace necesario informar a la población de la necesidad de acompañar el consumo de frutas y vegetales con granos enteros. También se ha reportado la importancia del consumo de fibra dietaria desde la infancia, pues ello contribuye a evitar riesgos de enfermedad cardiaca en los adultos. Los consumos de vegetales varían de acuerdo con la edad, el género y el conocimiento de su importancia, por lo cual el consumidor debe ser sensibilizado a este respecto.
Encontrar en los supermercados alimentos cuyas etiquetas destacan aseveraciones tales como “enriquecido con omega-3”, “rico en calcio o en fibra”, “contiene antioxidantes”, es una situación de común ocurrencia.
Todas esas menciones son parte de un nuevo concepto: el de los "alimentos funcionales”, un mercado amplio y en crecimiento, que se desarrolla paralelo con los avances en nutrición y tecnología alimentaria, y una comprensión cada vez mayor, por parte del consumidor, de los vínculos entre dieta y enfermedad.
En dicho contexto, el consumo de productos “diseñados” o “con algo más”, genéricamente englobados en la nueva categoría de “funcionales”, es visto como una forma alternativa de favorecer la salud y prevenir enfermedades. En este sentido, los alimentos funcionales pueden resultar un complemento interesante dentro de una estrategia que promueva la buena salud, pero no son una necesidad, ni cumplen por sí solos el objetivo de preservarla.
La industria y la ingeniería, que además de resolver los temas propiamente tecnológicos, requiere comprender al consumidor como una persona que en su totalidad debe alcanzar su bienestar, cualquiera que sea su condición, aun cuando aparezcan en primera instancia como responsables de este proceso la medicina y el Estado.
Para ello, se deben mantener campañas de capacitación responsable a nivel de los medios de información tradicional y de la misma Internet, que muevan al consumo de alimentos saludables, funcionales o no, que realmente proporcionen sustancias que tengan alto valor nutritivo, pero que a su vez se unan a estilos de vida saludable, que impliquen una combinación apropiada de ellos y la manera adecuada de prepararlos, consumirlos y mantenerlos en almacenamiento.
Aun cuando el papel de la industria y la ingeniería no aparece mencionado en forma directa, resulta una oportunidad de enfrentar la responsabilidad compartida, el velar por la salud de los consumidores a través de la investigación y el desarrollo de productos asequibles a toda la población, que promuevan estilos de vida saludable, más allá de garantizar la inocuidad de los mismos y la salud de sus trabajadores.
Pero la acción preventiva debe trascender, al hacer frente a los efectos nocivos del comercio, productos, servicios y estrategias de comercialización, que en últimas promueven patrones culturales contrarios a lo esperado.
La promoción de la salud debe ser parte de la estrategia de formación del nuevo consumidor, que será consciente de la relación salud-alimentación, y para ello aparece como componente fundamental la educación.
La industria y la ingeniería deben ser parte del proceso formativo como facilitadores, fomentando, desde su cultura institucional y profesional, que cada individuo se haga responsable por su salud, por su estilo de vida y por el efecto positivo que genera en la sociedad y en el medio ambiente.

Fuente:
Gabriela Rabe Cáez Ramírez y Nidia Casas Forero (2007). Formar en un estilo de vida saludable: otro reto para la ingeniería y la industria. Educación y Educadores. educ.educ.,  Volumen 10, Número 2, pp. 103-117. Universidad de La Sabana, Facultad de Educación. Colombia.


jueves, 14 de marzo de 2019

Estilos educativos y la obesidad infantil


El mundo actual ve con preocupación el crecimiento paulatino pero incontrolado del exceso de peso representado en un, cada vez mayor, número de niños y niñas que presentan sobrepeso y obesidad, sin distingo de nivel socioeconómico, raza y género.  Hacerle frente a este problema de malnutrición implica, de un lado, prevenirlo en menores que no lo padecen, y del otro, buscar los mecanismos y estrategias para tratarlo en los millones de niños y niñas que lo sufren.
Aunque para algunos el problema es genético, para otros es social, convirtiendo el asunto del exceso de peso en una dicotomía entre genes y estilo de vida, resultante de una alimentación desequilibrada con respecto al gasto energético, hablar de sobrepeso y obesidad, como todo estado nutricional, es hablar de multicausalidad, lo que significa reconocer que la obesidad tiene que ver con aspectos que van desde la genética hasta los medioambientales, incluyendo factores de tipo individual, familiar y comunitario, considerando el escolar como uno de sus escenarios.
Se puede definir la obesidad como un trastorno de tipo metabólico, caracterizado por un exceso de grasa corporal que afecta negativamente la salud de la persona y es producto de un balance positivo de energía, es decir, la que se ingiere a través de los alimentos es superior a la que se gasta en promedio cada día. Dicho exceso calórico puede deberse a una reducción en el gasto, o a un aumento en el consumo, o a ambos.
Estas circunstancias se dan por diversos factores: alimentarios, de actividad física, hereditarios, metabólicos, hormonales, psicosociales y ambientales, pero la mayor parte de los casos, en gran medida se relacionan con los estilos de vida respecto a dos fundamentales: la alimentación y la actividad física; incluso son frecuentes ciertos errores dietéticos en las familias como favorecer el aumento de peso en los y las menores al incitar el aumento de ingesta calórica, como la obsesión para que coman mucho, o el estimularles las buenas conductas con gratificaciones de golosinas, chucherías, bollería o bebidas azucaradas.
Por su parte, otros autores conciben la obesidad infantil como un acelerador de las enfermedades de la adultez y plantea que en el futuro los adultos jóvenes y los adultos, sufrirán tantas enfermedades como no se ha visto jamás y que la mayoría de padres y madres sufrirán enfermedades crónicas que afectarán a sus hijos, y el sistema de salud sufrirá las consecuencias en término de finanzas, de tiempo y de personal dedicado a la atención de pacientes, además de que la duración de la hospitalización por patologías asociadas con la obesidad, será más prolongada que las tasas generales.
El estado nutricional del individuo no es una situación aislada sino el resultado de un contexto en el que interactúan múltiples factores como el empleo, la educación, el ingreso, la propaganda, la salud y la calidad de la vida afectiva de las personas, todos ellos, elementos que repercuten sobre el funcionamiento integral desde la infancia hasta la adultez. 
Visto de un modo más preciso, el estado nutricional es la resultante orgánica en el tiempo, del balance entre la ingesta de alimentos y el gasto de energía, en otras palabras, del equilibrio o desequilibrio entre el consumo de alimentos y el respectivo aprovechamiento de sus nutrientes para llenar los requerimientos que el organismo tiene.
Las tendencias actuales en el estado nutricional poblacional en casi todos los grupos de edad apuntan a un aumento acelerado del sobrepeso y la obesidad que refleja una acción multifactorial en la que se destacan el aumento de la ingesta calórica, del sedentarismo, las tecnologías inmersas en la vida cotidiana que implican ausencia o mínima movilidad, así como un aumento de la disponibilidad alimentaria coincidente con una composición enriquecida de los alimentos, aunque en muchos países, como aquellos en vías de desarrollo, persisten los trastornos nutricionales por déficit de nutrientes, que desencadenan una morbimortalidad diferente a la que suscita el exceso de estos.
La condición y características de quien decide la compra y de quien prepara los alimentos. El nivel educativo y el conocimiento que sobre los alimentos y su preparación, tienen las personas encargadas de hacer la compra y la comida, determinan la disponibilidad de alimentos en el domicilio, así como la cantidad o tamaño de la porción y de la ración, el tipo y calidad de la preparación, además de la distribución entre los distintos miembros del grupo familiar.
La decisión de compra, por lo tanto, está relacionada directamente con la actitud que tiene hacia los alimentos la persona encargada de adquirirlos en el hogar, de su conocimiento para elegir y sustituir alimentos de acuerdo con la capacidad adquisitiva, la disponibilidad en el mercado, y los requerimientos nutricionales de la familia.
En esta decisión influyen principalmente el patrón alimentario, los hábitos, las creencias religiosas y tabúes, así mismo influyen sobre esta persona, su actitud respecto a la publicidad sobre alimentos y la presencia y capacidad de respuesta a la presión infantil en el momento de la compra, amén del estado anímico respecto a las condiciones de los sitios de mercadeo de los alimentos.
En suma, el pronóstico no puede ser más desalentador en cuestión de enfermedad y muerte asociada con la obesidad, sin mencionar los problemas de productividad y desarrollo de los países y sus pueblos, siendo de mayor impacto el hecho de la asociación de la obesidad con las ECNT (Enfermedades Crónicas No Transmisibles) y de la potenciación de la obesidad en países en vías de desarrollo, lo que se confabula en contra por ser la pobreza un factor determinante de la malnutrición en sus dos más graves expresiones: la desnutrición y la obesidad.
Razón por la cual, se plantea la perspectiva que los factores individuales no son suficientes para explicar el desbalance energético que provoca el sobrepeso y la obesidad. Mediante esta teoría se concibe el comportamiento alimentario como el producto de la interacción de las características del sujeto –biológicas, psicológicas y culturales- y de las características de su entorno –principalmente las influencias del grupo social        -la familia- y de la publicidad- así como de las propias características de los alimentos. De la interacción de estos elementos surgen factores de riesgo que al incidir sobre un sujeto específico, con unas condiciones particulares, pueden derivar en un inadecuado consumo de alimentos y desencadenar un trastorno alimentario como la obesidad.
El excesivo aumento de peso corporal, predispone a deformidades ortopédicas como deslizamientos epifisiarios de la cabeza del fémur, arcos planos e inflamación de la placa de crecimiento en los talones, además de ser frecuentes los trastornos hepáticos y biliares, anemia por déficit de hierro, riesgo de muerte súbita –tres veces mayor, y el doble para desarrollo de insuficiencia cardíaca congestiva, enfermedad cerebrovascular y cardiopatía isquémica, mientras la posibilidad de desarrollar diabetes mellitus es 93 veces mayor que de los no obesos, cuando el Índice de Masa Corporal (IMC) sobrepasa 35. La esperanza de vida se reduce entre cinco y ocho años por la obesidad, y está asociada a un riesgo multiplicado por dos de sufrir cáncer de riñón.
La OMS en la Conferencia Ministerial contra la Obesidad (2006), la Dieta y la Actividad Física para la Salud, realizada en Estambul, confirmó que la obesidad no sólo afecta a la salud de las personas, sino que también constituye un obstáculo para el desarrollo económico y social de las naciones, pues el sobrepeso y la obesidad del adulto es responsable de más del 6% de los gastos en salud además de los costos indirectos (pérdidas de vida, productividad e impacto sobre el ingreso), que son dos veces más altos.
La educación alimentaria y nutricional se ha centrado en el “qué” enseñar y aprender, dependiendo de qué lado de la relación de enseñanza-aprendizaje se esté, es decir, se ha centrado en los contenidos, en temáticas relacionadas con la alimentación saludable y la nutrición humana, sin embargo poco se ha trascendido en los perfiles de morbimortalidad y por el contrario, se ha dado un aumento en la vulnerabilidad a nuevas patologías relacionadas con hábitos alimentarios inadecuados, denominadas Enfermedades Crónicas No Transmisibles –ECNT- tales como diabetes, hipertensión, enfermedad cardiovascular, entre otros.
Un buen ejemplo en este sentido lo representa Kirsten Schlengel-Matthies, profesora de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Paderborn dentro de un plan –Proyecto Revis- para reformar la educación sobre nutrición y consumo que se imparte en las escuelas, pues plantea que “No se trata de enseñarles solo cómo alimentarse de una manera sana, con información sobre la cantidad de comida que necesitan y quizá algún dato económico o ecológico, sino de hacerles reflexionar sobre los hábitos alimentarios". En su opinión, hacen falta profesores "que tengan sensibilidad hacia los problemas que se relacionan con la comida, y muestren a sus alumnos cómo el modo de comer incide en la vida familiar, para que aprendan a organizarse y a adquirir responsabilidades sobre ellos mismos y sobre otros".
Finalmente, hacen falta profesores y profesionales de la salud y de la pedagogía que “tengan sensibilidad hacia los problemas que se relacionan con la comida, y muestren a sus alumnos cómo el modo de comer incide en la vida familiar [y en su propia vida], para que aprendan a organizarse y a adquirir responsabilidades sobre ellos mismos y sobre otros”, que desde la lectura semiótica, proxémica y cinestésica tienen una enorme tarea por hacer en este asunto, frente a las nuevas generaciones.


Fuente:
Teresa Alzate Yepes (2012). Estilos educativos parentales y obesidad infantil
Doctorado en educación. Acciones Pedagógicas y Desarrollo Comunitario.
Universidad de Valencia. España.



jueves, 7 de marzo de 2019

El hambre tiene nombre de mujer en Venezuela


La mujer en nuestro país, viene afrontando una crisis humanitaria compleja y prolongada que tiene un impacto destructor en la familia. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2017, muestra que la pobreza de ingreso es de 87 %, la inseguridad alimentaria de 80 %, el ingreso en 93 % de los hogares no alcanza para la comida, se reduce el tamaño de la ración y pierde calidad y cantidad, es decir, estamos en una alimentación de pocos, que conforma una situación de alta vulnerabilidad social.
Los resultados preliminares de la ENCOVI-2018, revelan un incremento de 2% de la crisis del 2017, tomando como indicadores el estándar de vida, según las condiciones de la vivienda, el funcionamiento de los servicios básicos, el acceso a la educación, empleo y protección social. De acuerdo con los avances del estudio, el 94% de los encuestados aseguró que sus ingresos son insuficientes para cubrir los costos de vida. En este sentido, el 63% de la población es beneficiaria de alguna de las misiones sociales que ofrece el gobierno, un aumento de 20% versus el año anterior. Los datos ofrecidos en cuanto a la cobertura educativa también son poco alentadores, ya que la deserción escolar en niños y jóvenes entre 3 y 24 años de ubicó en un 30%, ocho puntos porcentuales por encima del año 2014 (65% entre jóvenes de 18-24 años). Los principales factores que impiden la asistencia a clases son la falta de alimentos en los hogares o planteles, el colapso del sistema de transporte y las fallas en servicios públicos como el agua
Según el Censo de 2011, 39 % de los hogares tienen jefatura femenina, siendo la madre quien lleva la pesada carga de mantener el hogar, lo que, en presencia de una situación de inseguridad política, social, económica y alimentaria severa, las consecuencia sobre las mujeres venezolanas son nefastas.
Las estrategias de sobrevivencia, como reducir la cantidad y calidad de las comidas, tienen efectos deletéreos sobre el estado de salud y nutrición de las mujeres, porque las madres y abuelas dejan de comer para alimentar a sus hijos. Entre los daños irreversibles que tienen como origen la desnutrición se encuentra el incremento de la mortalidad materna, que en Venezuela pasa de 72 a 127 muertes de madres por cada 100.000 nacidos vivos entre 2014 y 2016, según cifras del Ministerio del Poder Popular para la Salud, agravada por el deterioro en el control del embarazo, en la atención del parto y por el embarazo de adolescentes, que alcanza 25 % de todos los embarazos, muchas de ellas desnutridas, anémicas y con embarazos de alto riesgo.
En situaciones como la impuesta en nuestro país, el hambre infantil muchas veces se hereda, cada año nacen en Venezuela, aproximadamente cuarenta mil niños con bajo peso, debido a una nutrición inadecuada antes y durante el embarazo. En un estudio reciente, se observa que 33 % de los niños menores de 2 años de zonas pobres en todo el país, tienen retardo de crecimiento severo, debido a una desnutrición desde el vientre materno, que establece barreras epigenéticas a muy temprana edad en su crecimiento físico, desarrollo intelectual y de patologías crónicas.
En esta prolongada crisis, las mujeres no sólo son las que menos comen, consumen menos proteínas, permanecen 8 a 14 horas semanales en colas para rendir la compra de alimentos a precios regulados, pierden 8 kg de peso en el último año y, son receptoras del deterioro del sistema de salud. Son las madres quienes cuidan de sus hijas e hijos cuando están hospitalizados, en centros de salud públicos, con 70 % de escasez de insumos básicos y médico-quirúrgicos, 50 % de diminución de personal médico, 60 % de paralización de equipos de diagnóstico y tratamiento, y fallas constantes de energía eléctrica y agua, por lo que deben peregrinar para conseguir los medicamentos que sus hijos requieren.
Además, las venezolanas sufren por la falta de acceso a los anticonceptivos, a pruebas de detección y tratamiento precoz del cáncer de mama y cáncer cervicouterino, así como por la poca atención a la elevada tasa de infecciones por VIH entre las mujeres jóvenes. Son estas madres las que abrazan a sus hijos que emigran del país, luchan por los hijos presos políticos y lloran la muerte de sus hijos, víctimas de la violencia política y social.
La mujer venezolana siempre ha estado a la vanguardia de las conquistas sociales y políticas, y en estas lamentables circunstancias, unen sus esfuerzos al reclamo permanente de médicos, enfermeras y personal de salud, por el derecho a la salud y a la vida, que en un silencio cómplice, las autoridades eluden dar respuestas.


Fuente:


Maritza Landaeta-Jiménez. Anales Venezolanos de Nutrición. Vol 30 (2) 2017. https://www.analesdenutricion.org.ve/ediciones/2017/2/art-1/


ENCOVI-2018. Disponible: http://elucabista.com/wp-content/uploads/2018/11/RESUTADOS-PRELIMINARES-ENCOVI-2018-30-nov.pdf.