jueves, 30 de mayo de 2019

Las tradiciones alimentarias como referente de identidad cultural


Se ha repetido numerosas veces que el acto alimentario no se reduce al mero plano biológico, sino que conlleva decisiones psicológicas y culturales.
No sólo satisfacemos el hambre, también, en condiciones normales, ingerimos los alimentos que nos complacen individualmente, buena parte de los cuales forman parte de aquellos que constituyen la cocina que estamos habituados por tradición. Así puede hablarse de “mi gusto” para referirnos a los primeros y de “nuestro gusto” para indicar los segundos.
Esa dicotomía que presenta la realización del acto alimentario es producto de un complicado proceso que, según los especialistas, se inicia en el útero materno y tiene que ver con la precoz capacidad del ser humano para la percepción sensorial y la distinción mental, y continúa sin cesar hasta la muerte.
Sin embargo, es en el período de la infancia cuando las impresiones se fijan con mayor fuerza hasta el punto de que el adulto se encuentra ya con un patrón gustativo que determina si no definitiva, sí considerablemente su dieta.
Este desarrollo que conduce a la fijación de nuestro modo de comer tiene como factor limitante las particularidades biológicas de cada uno, pero se inscribe dentro del fenómeno más amplio y más influyente de la socialización. De forma que nuestra personalidad gastronómica, si se puede decir así, no responde necesariamente a las leyes de la nutrición sino preferentemente a conductas adquiridas durante el complejo proceso de endoculturización culinaria.
Si se nos pidieran los rasgos de nuestra identidad cultural, en muchos casos, recurriríamos a la distinción alimentaria, es decir, a lo que comemos por contraposición con lo que los otros comen, pues lo que constituye nuestra práctica alimentaria colectiva es una de las características más resaltantes del grupo al que pertenecemos.
Los mexicanos y los venezolanos comparten uno de los alimentos básicos de su dieta, el maíz. Los mexicanos lo consumen generalmente en forma de tortillas y los venezolanos en forma de arepas.
Si en algún guiso interviene como ingrediente la salsa de soya, tendremos de inmediato a relacionarlo con la cultura china; si en una ensalada tiene orégano, aceite de oliva y aceitunas juzgaremos que se trata de un plato de la cocina mediterránea.
En el caso de Venezuela, nos encontramos con una realidad gastronómica compuesta por al menos dos grupos: uno, que acostumbrado desde la infancia a consumir nuestras preparaciones típicas (arepas, hallacas, bienmesabe, etc.), no tiene dificultad en cuanto a su identidad cultural alimentaria, y otro, que por no haber recibido en su infancia el conocimiento de esos platos típicos, habiendo llegado a adulto, muestra serias dificultades respecto de esa identidad.
Este último grupo está en considerable y preocupante crecimiento. Por ello, si apreciamos en su justo valor nuestra cultura, debemos sentirnos, sin duda, impulsados a actuar en pro de su salvaguarda.
No basta para lograr la meta señalada el discurso teórico, es necesario plantearse un plan de acción que permita salvaguardar ese patrimonio cultural, a cuyo efecto presentamos algunas ideas.
1. Consideramos necesario sensibilizar a los integrantes de nuestra sociedad en relación con la importancia que tienen nuestras tradiciones alimentarias. Ellas constituyen parte del Patrimonio Nacional Cultural.
De allí que uno de los primeros pasos que ha de darse es el de definir nuestro patrimonio alimentario típico, recopilando recetas nomenclatura, prácticas, hasta formar un inventario que cubra todas las regiones del país.
2. Siendo la infancia la etapa vital en la cual se configura con nitidez el patrón cultural, es necesario que en las escuelas de educación básica se incluya una instrucción destinada a familiarizar a los educandos con nuestras preparaciones típicas.
Esta transmisión de conocimientos alimentarios hecha desde una temprana edad, contribuiría a la formación de la memoria gustativa y fortalecería la identidad cultural de los venezolanos.
3. Dado que en los últimos años se han manifestado numerosas vocaciones por el oficio de la cocina, convendría incluir  en sus programas cursos de cocina venezolana.
Pues quienes adquieran conocimientos culinarios de manera profesional  podrían constituirse, en el ejercicio de su carrera, en factores de divulgación de nuestros plantos típicos.
Creemos que es imprescindible infundir a nuestros hábitos alimentarios una buena dosis de venezolanismo, sobre todo en nuestra época de crisis de valores  colectivos.
Fuente:
José Rafael Lovera (2006). Gastronáuticas. Ensayos sobre temas gastronómicos. Fundación Bigott. Caracas.


jueves, 23 de mayo de 2019

Nuestra salud emocional depende de la flora intestinal


El buen equilibrio de la microbiota del intestino es indispensable para mantener la salud. Tanto la poca diversidad de bacterias, así como un intestino estéril o libre de microflora induce cambios negativos en la salud.
Las bacterias que son beneficiosas o comensales naturales del organismo compiten con las que son dañinas o patógenos oportunistas, por lo que la ausencia de bacterias comensales destruye la mucosa intestinal; al mismo tiempo, la variedad de la flora bacteriana en un factor beneficiosos que promueve este equilibrio.
Las bacterias del ecosistema intestinal humano son en su mayoría anaeróbicas; en el adulto, la flora intestinal, está primordialmente compuesta por 51% de Firmicutes y 48% de Bacteroidetes, existiendo en cada grupo tanto bacterias beneficiosas como patógenas.
La relación Firmicutes/Bacteroidetes, la composición y diversidad de cada grupo cambia con el tiempo y por factores como la dieta, exposición a infecciones y antibióticos, entre otros.
Las bacterias que comprenden la rama de Firmicutes son en su mayoría grampositivas; entre ellas se encuentran enterobacterias comensales como las que tienen capacidad de producir fermentación, ya sea láctea o alcohólica, y patógenas como Clostridium y Streptococcus, entre muchas.
Otras bacterias comensales (Faecalibacterium y Coprococcus) e indicadoras de mejor calidad de vida en el grupo de las Firmicutes son las que producen butirato, ácido graso de cadena corta, mediante la fermentación de fibra alimentaria. Este ácido graso previene la inflamación del intestino grueso, ejerce un efecto protector contra el cáncer de colon y cumple funciones nutricionales en la mucosa intestinal. La rama Bacteroidetes son bacterias gramnegativas y anaeróbicas y se encuentran en todo el organismo.
Los cambios ocasionados por los factores antes mencionados alteran el equilibrio del ecosistema y producen enfermedades como cáncer, obesidad, diabetes tipo II, desórdenes mentales y neurodegenerativos.
Un ejemplo sería la condición de obesidad que está asociada a menor porcentaje de Bacteroidetes y mayor de Firmicutes. Conjuntamente, el desequilibrio causa inflamación de distintos tejidos, entre ellos el nervioso, con sus consecuencias en la salud. El auge de la investigación en esta área ha permitido la concurrencia de distintos campos del conocimiento como la neurociencia, psiquiatría, gastroenterología y microbiología.
El equilibrio entre el sistema nervioso central y el metabolismo de la flora intestinal es crítico para mantener la salud mental y general. Por un lado, la prevalencia mundial de depresión ha crecido y, por otro, existe un número importante de personas que no responden a los psicofármacos. Dada esta situación se ha intensificado este tipo de investigación con la idea de encontrar una manera distinta que pueda disminuir los síntomas de esta enfermedad mental.
La asociación microbiota-depresión se origina en la comunicación bidireccional entre intestino y cerebro. Un ejemplo en este sentido sería la modulación del metabolismo del triptófano producido por las bacterias intestinales y la alteración de sus metabolitos (kynurenine, serotonina y melatonina) o viceversa; igualmente, esta comunicación se manifiesta en los efectos negativos de la función cerebral observados cuando disminuye la diversidad bacteriana.
Otro factor que influye en este intercambio es la diferencia encontrada en la microflora intestinal entre personas deprimidas personas sanas. Es decir que las personas deprimidas tienen una microflora intestinal distinta a más de tener menor variedad de bacterias, factores que cumplen un papel en la depresión.
Por otro lado, se ha demostrado que el trasplante de heces provenientes de personas con depresión a ratas normales induce un comportamiento depresivo en las mismas, lo que sugiere que las bacterias intestinales desempeñan una función en la causa de la depresión.
Como consecuencia del intercambio bidireccional entre depresión e intestino, la enfermedad se transforma en un evento crónico. Los cambios de la composición del intestino observados al administrar antidepresivos también constituyen un indicador de esta comunicación. A la par, la restauración de la microbiota potencia el efecto de los antidepresivos en personas deprimidas.
Todos estos resultados corroboran la existencia de esta relación bidireccional entre intestino y depresión, donde cada uno influye en la función del otro. Sin embargo, no se conocen los mecanismos moleculares que subyacen a esta comunicación.
En este orden de ideas, una investigación, recién publicada, evaluó los procesos que ocurren en la depresión. Los investigadores observaron que el comportamiento depresivo en animales estaba vinculado a cambios en la microbiota y los metabolitos fecales (metaboloma) aunado a alteraciones en los neurotransmisores en el cerebro (hipocampo).
Estos cambios en el microbioma fueron consistentes con los niveles de metabolitos (aminoácidos) fecales y plasmáticos en los animales deprimidos. Aquí se demostró que la depresión, causada en ratas sometidas a un estrés prolongado, alteró la composición de los aminoácidos en sus heces, así como los plasmáticos. Estos hallazgos sugieren que la alteración del metabolismo de los aminoácidos en el intestino y en los niveles de aminoácidos circulantes contribuye con cambios en el comportamiento depresivo en los animales estudiados.
A la par, investigadores del Flanders Institute for Biotechnology, en Bélgica, encontraron la ausencia de ciertas especies bacterianas en el intestino de personas con depresión. Este es el primer estudio poblacional que vincula a bacterias intestinales con la depresión, pero, además, los investigadores identificaron la existencia de bacterias capaces de producir compuestos neuroactivos.
Los mismos investigadores, estudiaron el genoma de 500 bacterias intestinales y evaluaron su capacidad de producir compuestos neuroactivos, cuyos resultados sirvieron de base para construir el primer catálogo de neuroactividad en especies bacterianas. La capacidad de ciertas bacterias de producir DOPAC, un metabolito de la dopamina, está asociada con una mejor calidad de vida mental, lo que sería un caso del catálogo.
“La relación entre el metabolismo microbiano intestinal y la salud mental es un tema controvertido en la investigación de microbiomas. La idea de que los metabolitos microbianos pueden interactuar con nuestro cerebro, y por lo tanto con el comportamiento y los sentimientos, es intrigante; sin embargo, la comunicación entre microbioma y cerebro intestinal se ha explorado principalmente en modelos animales, con la investigación humana a la zaga. En nuestro estudio a nivel de población, identificamos varios grupos de bacterias que variaban con la depresión humana y la calidad de vida en todas las poblaciones “, comenta el investigador y autor del trabajo, Jeroen Raes.
Agrega Raes: “Si empiezas a pensar en eso, entonces tu cabeza explota. Las bacterias viven dentro de nosotros y han encontrado todas estas formas para comunicarse con nosotros y potencialmente influir en nuestro comportamiento.”

 

Fuente:

Irene Pérez Schael (2019). ¿Nuestra salud depende de nuestra flora intestinal? ¿Es la depresión un ejemplo? Publicado por: Mirador Salud Fecha: febrero 26, 2019. Disponible: https://miradorsalud.com.


jueves, 16 de mayo de 2019

La publicidad y la malnutrición infantil. Un análisis a la luz de la bioética


Los medios de comunicación, como la televisión, hoy ocupan un lugar importante en el día a día de la población mundial y tienen un papel relevante en la determinación de diversos aspectos del ser humano, influyendo de forma significativa en los hábitos de vida, entre los cuales están los hábitos alimenticios.
Por tanto, esa influencia, que ha sido muy direccionada a la población infantil, no siempre desemboca en consecuencias positivas, toda vez que la difusión de alimentos considerados no saludables y la inducción a la compra de los mismos pueden causar serios problemas en la salud de los telespectadores infantiles, generando perjuicios a este sector de la población.
Las empresas de alimentos han adoptado eficientes estrategias de marketing para exponer y vender productos industrializados no saludables, valiéndose de medios lúdicos, disfraces, personajes y colores, independientemente de la calidad y de los riesgos que estos productos puedan generar a los consumidores.
Entre niños y adolescentes los medios de comunicación son considerados una forma influyente y un gran factor de riesgo para el desarrollo de la obesidad y otras enfermedades crónicas, debido a su gran poder de persuasión.
El efecto de los comerciales televisivos en el comportamiento alimenticio ha mostrado que el hecho de ver televisión está directamente relacionado con los deseos, compras y consumo de los alimentos difundidos. Esto sucede porque tales medios funcionan como dispositivos capaces de sensibilizar a sus telespectadores con un contenido intencional.
El objetivo de los mensajes emitidos es generar o modificar hábitos y costumbres en los telespectadores de manera que estén a favor del mensaje intencionalmente difundido. Actuando directamente en las elecciones alimentarias, así como también sobre la salud de estos consumidores en el caso que opten por el consumo de alimentos obesogénicos, promoviendo de esta forma la inseguridad alimentaria y la violación del Derecho Humano hacia una Alimentación Adecuada (DHAA).
La bioética se transforma en una ayuda en la percepción e interpretación de los conflictos que se relacionan con la alimentación, el consumo, la publicidad y los seres humanos. La publicidad puede generar grandes y diversos conflictos con relación a la influencia del consumo de estos alimentos y, por esto, la postura de la bioética es imprescindible para el estudio y análisis de este tema.
Considerando la lógica capitalista de la sociedad y de la realidad actual de los medios de comunicación es evidente que influyen directamente en la formación psicológica, cognitiva y moral de los niños. El poder de manipulación de los medios de comunicación genera necesidades, forja realidades, dicta valores y maneras de ser.
La transmisión de valores y conductas sirve de modelo y son imitadas por los telespectadores lo que permite analizar cómo y qué alimentos son los más difundidos y, por lo tanto, se transforman en modelos de hábitos alimentarios, por lo que es fundamental descubrir si los telespectadores son o no manipulados por los atractivos mediáticos y si se pueden considerar una violación de derechos de la salud
La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos tiene un papel de base teórico-práctico muy importante en esta realidad. Esto porque “[...] la sensibilidad moral y la reflexión ética deben hacer parte integrante del proceso de desarrollo científico y tecnológico y [...] la bioética debe tener un papel fundamental en las elecciones que son necesarias hacer, enfrentando los problemas suscitados por el referido desarrollo”.
En los casos en que los individuos no son considerados autónomos o tienen esa capacidad reducida, como es el caso de los niños y adolescentes, la responsabilidad por la autonomía y por la toma de decisión es naturalmente transferida y debe ser realizada con medidas especiales que aseguren, por encima de todo, el mejor interés del individuo afectado.
Esta, sin embargo, no es la realidad encontrada en el caso de la protección y promoción de una alimentación adecuada para el público infantil concretamente en Brasil, una vez que las empresas y el propio Estado no han actuado de tal manera que aseguraran unos intereses que no sean esencialmente particulares en el campo del marketing y de la publicidad televisiva.
El principio de autonomía, abordado en el artículo 5, surge cuando sobre dos puntos esenciales se manifiestan: la libertad de elección, que debe estar libre de influencias controladoras y coercitivas, y la capacidad de actuar intencionalmente. En este caso, debe existir total comprensión de la situación y valerse de todas las informaciones necesarias en la toma de decisiones, informaciones estas que deben ser ofrecidas por los profesionales responsables, independientemente de la situación en cuestión
Estudios han mostrado que problemas de desarrollo infantil, asociadas directamente con situaciones socioeconómicas de pobreza, bajo nivel de escolaridad, desnutrición, bajo acceso a recursos de habitación y salud, mejoran una vez que se adquieren las experiencias del aprendizaje, mejoran las condiciones de salud y adquieren la capacidad de desenvolverse en la sociedad jugando un buen papel como ciudadano responsable.
De esa forma, debe preocuparse en atender las necesidades de vida y de salud de esta población específica, pero siempre considerando la evaluación de la vulnerabilidad de los componentes que hacen parte del sistema, ya que la cuestión de la vulnerabilidad es sindrómica y, por lo tanto, causada y con síntomas de diferentes variables.
La declaración expresa el cuidado de la salud dentro de un panorama global, donde ningún actor y sector de la sociedad puede estar exento de la responsabilidad por la promoción de la salud y del desarrollo social.
La promoción de la salud se caracteriza por una concepción que va más allá del concepto sanitarista y consiste en el producto de la relación de muchos factores como patrón adecuado de alimentación, saneamiento, educación y trabajo, por ejemplo, que pueden ser mejorados con el fortalecimiento de factores políticos, económicos, sociales, culturales, ambientales, comportamentales y biológicos, por medio de la capacitación de los actores implicados y de la mediación adecuada.
Una vez que se entiende que la salud no es solo ausencia de enfermedades, sino que también está ligada a un contexto mucho más amplio, con otros valores que están considerados más allá de la preocupación por la salud física.
Considerando todo el factor social, económico, cultural y ambiental que impacta directa o indirectamente en la salud de las personas como un determinante social de salud, es necesario que exista una actuación sobre estos determinantes, a fin de que se alcance la mejor salud posible.
Una de las principales iniciativas que tiene la capacidad de auxiliar en estas cuestiones y que consigue garantizar el DHAA es la actuación del Estado, a través de políticas públicas efectivas dirigidas a la salud.
El acceso a una alimentación adecuada y nutricionalmente equilibrada es fundamental para promover y garantizar la autonomía de la persona humana y su dignidad. Y, aunque su importancia sea reconocida de forma unánime, su violación es cotidiana y ocurre debido a problemas estructurales de muchos países que necesitan cambios inmediatos en el enfrentamiento a la seguridad de este derecho.
Por tanto, es imprescindible reflexionar sobre la acción de los medios de comunicación, cuando difunde alimentos considerados obesogénicos y usa herramientas de persuasión que afecta a poblaciones vulnerables como niños y adolescentes.
Considerando el conflicto de intereses que engloba las grandes empresas de alimentos, es aún más importante la reflexión del papel del discurso moral en la publicidad, su forma individual de comunicación y si la integridad de los niños y adolescentes es asegurada por esta difusión publicitaria, donde el Estado está fallando en este proceso ya que su responsabilidad no alcanza a quienes más necesitan de protección y garantía de sus derechos.
Fuente:
Peternella, C., y Da Silva-Gómes, C., (2019). Publicidad, obesidad infantil y violación del derecho humano a una alimentación adecuada: un análisis a la luz de la bioética. Revista Iberoamericana de Bioética / nº 09 / p. 01-14 Disponible: file:///C:/Users/user/Downloads/8770-24002-2-PB.pdf  DOI:10.14422/rib.i09.y2019.006.

jueves, 9 de mayo de 2019

Los primeros 1.000 días de la vida: clave esencial para una vida saludable.


Los primeros 1.000 días se corresponde al tiempo que transcurre desde la concepción hasta los 2 años de edad.
Es una etapa de vulnerabilidad que representa una ventana crítica y que debe ser transformada en una “ventana de oportunidad” para el desarrollo de las potencialidades del niño la cual tendría repercusión positiva o negativa a corto, mediano y largo plazo y en consecuencia, no se debe escatimar en su inversión.
Es conocido el efecto de la programación metabólica como consecuencia de condicionantes adversos en edades muy tempanas del desarrollo del niño, se preconiza que las enfermedades cardiovasculares y metabólicas del adulto podrían tener su origen en la edad fetal.
La OMS, desarrolló la iniciativa de los primeros 1.000 días cuyo objetivo es proponer intervenciones sobre las circunstancias que pueden afectar el desarrollo de un niño en dicha etapa.
Los Primeros 1.000 días de vida es el nuevo paradigma determinante de la salud en todo el curso de vida, que incorpora a la Epigenética, referida a los factores externos de diferente índole (nutricionales o no), que pueden afectar la expresión genética sin cambiar la secuencia de las bases del ADN.
La malnutrición, al inicio de la vida ocasiona una programación fetal que puede promover modificaciones estructurales y metabólicas, conocida como  Programación Metabólica pudiendo ser el origen en las enfermedades cardiovasculares y metabólicas del adulto que contribuyen al incremento de la morbimortalidad.
Es importante vigilar la condición nutricional preconcepcional, especialmente, en la edad fértil y posconcepcional de la embarazada para la prevención del bajo peso o alto peso al nacer.
A nivel cerebral, la malnutrición pre y posnatal afecta su desarrollo el cual es muy vulnerable. El cerebro tiene un crecimiento rápido, organizado y gradual en los 2 primeros años de vida alcanzando el 80% de su peso adulto, para ello requiere de nutrientes claves (Proteínas, Carbohidratos, Hierro, Cobre, Zinc, Ácidos grasos polisaturados de cadena larga, Iodo, Vitaminas A, B6, D, C), para un adecuado desarrollo cerebral que permita que el niño desarrolle toda su potencialidad cognitiva y de adaptabilidad social.
En forma específica, la Programación Fetal se define como un proceso de adaptación por el que la nutrición y otros factores ambientales alteran las vías de desarrollo durante el período de crecimiento prenatal, induciendo con ello cambios en el metabolismo posnatal y la susceptibilidad de los adultos a la enfermedad crónica.
La programación fetal puede ser explicada por la epigenética, definida como alteraciones hereditarias de la expresión génica a través de modificaciones en el ADN y en las histonas centrales sin cambios en la secuencia del ADN, que pueden ser reversibles además de poder ser transmitidas a subsiguientes generaciones.
Desde las etapas tempranas del desarrollo ocurren modificaciones en el ADN que determinan patrones de expresión génica específicos que explicarían el efecto de los factores ambientales sobre el desarrollo y durante la vida. La metilación del ADN es el principal regulador epigenético del genoma y caracterizándose por ser estables y heredables e identificándose dos períodos del desarrollo de mayor influencia que son el estadio de células germinales y embriones en periodo de pre implantación.
En el feto puede darse cambios adaptativos al entorno hostil, especialmente agresiones nutricionales, modificando la síntesis hormonal o la sensibilidad tisular a sus efectos, siendo la insulina y el cortisol, las dos más importantes moléculas involucradas en estos cambios programáticos que pueden llevar a grandes modificaciones somáticas y funcionales, dando origen al termino Origen del Desarrollo de Salud y Enfermedad (ODSE).
De acuerdo con la Teoría de Baker (ODSE), las adaptaciones fetales son la causa de cambios permanentes en la estructura y fisiología del organismo que derivan en el desarrollo de enfermedades en la vida adulta.
Según esta teoría, un ambiente hostil in útero puede conllevar a una programación anormal de vías metabólicas relacionadas entre sí, impactando la vida posnatal. Cuando una agresión, como la desnutrición in útero, actúa en un periodo crítico, se produce un cambio somático y funcional permanente del organismo en desarrollo.
La exposición del feto a altos niveles de glucocorticoides (Compuesto que pertenece al tipo de los llamados corticosteroides-esteroides-hormonas), los cuales afectan el metabolismo y tienen efectos antiinflamatorios e inmunodepresores),  puede conducir a largo plazo a programación de la función del Eje Hipotálamo-Hipofisario Suprarrenal (EHHS), de la misma forma que afecta el desarrollo cerebral y el epigenoma (El epigenoma se compone de compuestos químicos que modifican, o marcan, el genoma de manera que le dice qué hacer, dónde hacerlo y cuándo hacerlo.), incluyendo la metilación del ADN, la acetilación de histonas y microRNA.
La malnutrición durante la gestación puede producir alteraciones persistentes, como reducción del número de células, modificación estructural de los órganos, selección de clones celulares específicos y modificaciones en ejes hormonales críticos como el EHHS. El impacto a largo plazo, dependerá del estadio en el que se produzca la malnutrición, de su duración e intensidad.
El periodo crítico de cada tejido es aquel de mayor replicación celular, condicionando cambios en el patrón de crecimiento y desarrollo del feto, e incluso de la placenta. Cuando la disponibilidad de nutrientes durante el embarazo está afectada ocurre una adaptación en el desarrollo fetal mediante ajustes hormonales cuyo objetivo es la supervivencia incluso en la etapa posnatal, a fin de que el recién nacido esté protegido para enfrentar un ambiente nutricional adverso.
Si el aporte nutricional posnatal lleva a un crecimiento excesivo (compensatorio) puede originar alteraciones metabólicas que lo colocan en riesgo de enfermedades en la etapa adulta, dando lugar a la Teoría del genotipo-fenotipo ahorrador.
Las consecuencias del déficit van a depender del momento o tiempo en que se encuentra el desarrollo cerebral, la dosis o severidad y el tipo de nutriente. Cada nutriente tiene un rango óptimo para el desarrollo normal y cualquier valor fuera del rango, lesiona el desarrollo de la descendencia. Una reducción en la alimentación en el embarazo induce disfunción cerebral permanente en los niveles cognitivos y de comportamiento, si es moderada el feto se nutre a expensas de la madre.
El hierro tiene un rango de tolerancia mínimo, una ligera variación en la ingesta induce un desarrollo cerebral anormal, Zinc, Iodo, Colina, tienen rangos de tolerancia mayores.
La malnutrición proteica materna, prenatal y posnatal y la falta de hierro retarda la Neurogénesis cerebelosa, se pierde la capa granular, y hay arborización aberrante de las dendritas de la célula de Purkinje y lesiona el hipocampo asociado con la memoria espacial.
El déficit de ácido fólico contribuye a la aparición de malformaciones congénitas especialmente del tubo neural. La obesidad materna afecta al hipocampo, alterando la expresión de genes que median la eficacia de las sinapsis, lesionando el aprendizaje espacial y la memoria en la adultez, alteran redes neuronales específicas, disminuyen la proliferación y la maduración de neuronas en el tercer ventrículo, hipotálamo y corteza cerebral
En síntesis, la Nutrición Materna y un ambiente intrauterino beneficioso para el crecimiento y maduración fetal son aspectos críticos en la intervención preventiva de los patrones de salud y enfermedad de las poblaciones.
Por ello, la vigilancia y protección de la mujer embarazada es una política de salud de alto impacto para el control de enfermedades crónicas no transmisibles, además de aquellas asociadas directamente a morbimortalidad materno-infantil
Fuente:
Academia  Nacional  de  Medicina (2019). FORO: “Invertir en los primeros 1000 días de la vida. Dra. Enriqueta Sileo, Dra. María Josefa Castro, Dr. José Antonio O’Daly Carbonell y Dra. Mercedes López de Blanco. Palacio de las Academias. 28 de marzo, Caracas-Venezuela.