jueves, 27 de junio de 2019

Comer en familia: una costumbre saludable y gratificante


Comer en familia con frecuencia se considera ya un factor de prevención de algunos problemas de salud, alimentación, trastornos de conducta y comportamiento.
Desde el punto de vista nutricional comer en familia frecuentemente se asocia con el seguimiento de dietas más equilibradas y de mayor calidad y ciertas ventajas en el estado nutricional y de salud de las personas que lo frecuentan, especialmente niños y adolescentes, más vulnerables.
Además, aunque aún hace falta un mayor grado de evidencia, los estudios empiezan a marcar la posible asociación entre la frecuencia de las comidas en familia y el mantenimiento de un peso corporal saludable lo que le da una especial importancia en la prevención de la obesidad.
la promoción de las comidas en familia y compartidas se considera ya una estrategia de salud pública que requiere la puesta en marcha de acciones específicas de prevención dirigidas a incrementar la frecuencia y a mejorar la calidad (tipos de alimentos servidos, tamaño de las porciones, ambiente en el que se sirve) de las comidas familiares.
Los principales beneficios que las comidas en familia aportan a la salud, educación y comportamiento de niños y adolescentes se resumen a continuación:
- Lo que una familia come cuando se reúne, cómo y cuándo lo hace refleja su identidad y herencia cultural, étnica y religiosa. Cuando los niños participan en estas comidas comienzan a aprender más sobre esa herencia e historia familiar.
- Las comidas familiares pueden tener un impacto positivo en el desarrollo intelectual de los niños y en la adquisición de vocabulario de los más pequeños, afectando al rendimiento intelectual desde la infancia temprana a los diez años.
- Se encuentran menos casos de síntomas depresivos en niños y adolescentes que comen con mayor frecuencia en familia. Las comidas familiares les proporcionan mayor seguridad emocional, autoestima y sensación de control sobre sus vidas.
- Las comidas familiares se asocian con valores positivos en la juventud, mayor dedicación al aprendizaje, esfuerzo, solidaridad y cooperación con los más débiles.
- Comer en familia parece tener cierto efecto protector frente a algunos comportamientos de riesgo en la adolescencia (alcohol, drogas, violencia, …) que les dota de una utilidad importante para padres, educadores y organizaciones relacionadas con este tema.
A estos beneficios se le añaden otros relacionados con la calidad de la dieta:
• En primer lugar, las comidas en familia constituyen la base para elaborar los recuerdos de alimentación que se forman en la infancia y que perduran a lo largo de la vida, recogiendo las experiencias sensoriales que intervienen en la alimentación (tacto, gusto, olfato, oído y vista). Así, por ejemplo, el olor de un determinado alimento o preparación culinaria que comimos en nuestra infancia puede acompañarnos en la memoria durante toda la vida y determinar de alguna manera nuestras elecciones alimentarias (más o menos correctas).
             Las comidas familiares (frecuencia, lugar, orden, estructura) juegan un importante papel en la instauración y promoción de una alimentación saludable. Los gustos y preferencias por los sabores empiezan a concretarse en el periodo prenatal y las bases de los hábitos alimentarios personales se construyen en los primeros años de vida donde tiene un papel esencial el comportamiento y prácticas alimentarias de la familia, de los padres.
             La familia/los padres tienen un papel decisivo, por tanto, en la educación de los más pequeños de la casa para que adquieran hábitos alimentarios adecuados, hábitos que se mantendrán a lo largo de la vida de estos o, al menos, “suavizarán” los posibles efectos o costumbres negativos impuestos por el ambiente, el entorno alimentario y social en el que se desenvuelven los adolescentes.
             La investigación muestra que niños y adolescentes, de ambos sexos, y de distintas etnias, que comen con mayor frecuencia en familia siguen dietas de mayor calidad, con un mayor consumo de frutas y verduras, cereales integrales y alimentos ricos en calcio y un menor consumo de comidas preparadas, ricos en grasa y refrescos, así como menor prevalencia de comportamientos alimentarios extremos (ej. anorexia y bulimia).
En resumen, son múltiples y variados los aspectos de la naturaleza de esas comidas familiares hacia las que se ha dirigido la investigación, interesándose por aislar aquellos responsables de su papel protector. Así resulta interesante estudiar las características de las comidas familiares como son la dinámica interpersonal establecida en las mismas (comunicación, comportamiento,…), estructura de las comidas (caótica, rutinaria,…) y los aspectos logísticos de las mismas (ej. duración de la comida, quién está presente en esas comidas, qué es lo que se come…) La investigación actual, todavía limitada en este tema, comienza a orientarse hacia la identificación de los aspectos concretos de las comidas en familia responsables de las asociaciones positivas entre este hábito y la calidad de la alimentación. ¿Cuáles son los mecanismos por los que la frecuencia de las comidas en familia tiene un efecto protector frente al riesgo de los problemas citados anteriormente? Es sin duda una cuestión sin resolver que debe dirigir las futuras investigaciones.
¿Cómo tener comidas familiares, frecuentes y saludables? pautas dietéticas.
A continuación se exponen algunas de las pautas y consejos más frecuentes que dirigidas a los padres, pueden ayudarles a tener comidas familiares con más frecuencia y que éstas sean más saludables desde el punto de vista de la calidad de la alimentación y el fomento de unos buenos hábitos alimentarios en ese entorno.
Considerar una gran prioridad sentarse a comer en familia y actuar en consecuencia a la hora de planear la agenda familiar (actividades extraescolares, planes de ocio…).
Establecer una hora “flexiblemente” fija que todos los miembros respeten para reunirse a desayunar/comer/cenar juntos.
Intentar comer toda la familia junta al menos una vez al día, normalmente en el mismo espacio del hogar (la cocina, el comedor). No tiene por qué ser al final del día. El desayuno, por ejemplo, es también un momento estupendo para compartir un rato juntos alrededor de la mesa.
Si no hay costumbre de comer en familia empezar poco a poco estableciendo la costumbre dos o tres veces por semana.
Disponer de tiempo suficiente; 1520 minutos a diario es suficiente, mucho más no; los más pequeños se cansarían. Y no sólo es importante la cantidad de tiempo dedicado sino la calidad.
En el fin de semana podemos alargar y planear menús algo más laboriosos que gusten; lo importante es disfrutar de la familia y por supuesto de la comida; no olvidemos que la alimentación no sólo es una necesidad sino un placer.
Comer “sentados” y charlar. Esto permite disfrutar de la comida, paladearla y masticarla bien.
Si se sale a comer fuera con los niños de forma habitual, hay que elegir bien los establecimientos a los que se acude que permitan elegir un menú saludable. Aprovechar esos momentos para educar a los niños en unos buenos hábitos alimentarios fuera del hogar.
Romper barreras, por ejemplo con la exigencia de programas de trabajo que permitan comer juntos algún tiempo durante la semana.
Tratar de comer juntos alguna vez en horarios y sitios no convencionales (excursiones, meriendas improvisadas en el parque, …).
No sólo es importante comer en familia; también resulta esencial que la comida sea adecuada: comidas con suficiente calidad higiénica, nutricional, organoléptica y gastronómica. No hay que olvidar que comidas familiares son la ventana a la Gastronomía; los niños aprenden a relacionarse con la comida a través de las costumbres alimentarias que observan en el hogar.
Es importante tomar conciencia de la importancia de tener una dieta equilibrada y valorar cómo es nuestra forma de comer y cómo se puede mejorar. Puede ser útil buscar asesoramiento al respecto de un especialista en Nutrición y Dietética para que proporcione a los padres unas pautas claras, unos consejos de mejora o les proponga una fuente de información fiable a la que acudir en caso de dudas sobre el tema
La educación alimentaria y nutricional de los niños pasa por enseñarles a disfrutar del placer de una comida sana. Para eso:
a. Huir de las comidas aburridas y monótonas. Los menús que se sirvan han de ser variados, que estimulen la experimentación de los niños con diferentes sabores, texturas y colores y que colaboren a enseñar a los niños a disfrutar de los alimentos.
b. Preparar los alimentos mediante diferentes procesos culinarios: a la plancha, fritos, cocidos, …
c. Ir presentando a los más pequeños que se incorporan a la mesa familiar paulatinamente alimentos nuevos, con preparaciones distintas que no hayan probado antes, en pequeña cantidad (las guarniciones son una buena forma de hacerlo) de manera que vayan adaptándose a la alimentación del adulto.
Organizar o disponer de un recetario con recetas nutritivas que pueden elaborarse en poco tiempo (en el mismo que se tardaría en hacer bocadillos para toda la familia) para ponerlas en práctica entre semana.
Organizar el menú semanal para evitar imprevistos y asegurar la variedad.
Acostumbrarse a comer con agua como bebida de elección. Los refrescos y los productos lácteos azucarados dejarlos para ocasiones especiales.
El postre habitual de las comidas deber ser fruta fresca.
En las celebraciones alrededor de la mesa puedes sustituir los alimentos más ricos en grasas, azúcares y pobres en nutrientes, por alimentos saludables como brochetas de frutas o hamburguesas de mar.
Procurar no poner el salero ni el azucarero para añadir cantidades extras a lo que se presenta en la mesa. Así se disfrutará de los sabores auténticos de los alimentos.
Siempre algo verde en el plato.
Prestar especial atención a la despensa doméstica. Los niños comen cualquier cosa que haya en la casa en cuanto tienen hambre. Es muy común que vayan a la despensa y coman lo primero que encuentren, normalmente productos dulces o muy energéticos como galletas con chocolate, bollería o productos similares.
Aunque lo mejor es enseñar a los niños a no “picar” entre horas, es importante controlar las provisiones y colocarlas a alturas o en lugares apropiados para facilitar el acceso prioritario a fruta, cereales y otros alimentos más “recomendables”, disminuyendo la accesibilidad a los productos destinados a “ocasiones especiales”: dulces, refrescos, snacks salados y dulces, …
Tener siempre en la despensa alimentos sanos imperecederos que puedan salvar imprevistos de última hora: en este sentido nos puede salvar las latas y conservas de fruta, verdura, legumbres ya cocidas, carnes, pescados, …
Es posible comer bien sin “estresarse”. La utilización de alimentos precortados (ensaladas, carnes y embutidos troceados, salsas) puede aligerar el proceso de preparación de los alimentos. Pero hay que tener en cuenta que encarecen notablemente la cesta de la compra (aunque ya sabemos que el tiempo es oro).
Aprovechar los momentos más tranquilos para preparar comidas que luego se puedan congelar y utilizarse los días en que no haya sido posible cocinar.
Para que existan comidas familiares debe existir alguien que las prepare. La incorporación de la mujer al mercado laboral redujo la disponibilidad de ésta para la organización de las comidas y obligó a la participación en ella de otros miembros de la familia. Es más, la propia actividad de preparar la comida puede convertirse en una actividad compartida útil en la cohesión familiar.
Todas las actividades que rodean las comidas familiares (comprar, preparar alimentos, comer) propician la comunicación familiar. Además la etapa infantil y, especialmente la adolescencia, son perfectas para que los jóvenes se impliquen en la planificación, compra, preparación y cocinado adecuado de los alimentos, así como en la limpieza posterior, ya que en el ámbito de la seguridad de los alimentos, y en la prevención de las contaminaciones cruzadas, esto es de extraordinaria importancia.
Aprender qué alimentos hay en cada estación, familiarizarse con alimentos regionales, probar nuevas tiendas y mercados, permitir a los niños elegir alimentos y enseñarles a ser consumidores “inteligentes”.
Las comidas en familia son oportunidades para aprender y relacionarse. Para que sea más fácil, conviene tener en cuenta:
a) Cuida el porte y el comportamiento en la mesa. Enseñar a los niños buenos modales en la mesa no ha dejado de ser importante.
b) Comer despacio. Recordar que es una oportunidad para que la familia pase un rato junta y que es necesario enseñar a los niños a ser conscientes de lo que comen, a utilizar las comidas en compañía como elemento de comunicación e integración social.
c) La conversación debe ser agradable, manteniendo el sentido del humor y aprovechando para contar los sucesos del día, las experiencias de cada uno, los proyectos del fin de semana. Los mensajes educativos tienen más efecto cuando se hacen en tono constructivo.
d) Evitar las distracciones de lo verdaderamente importante: olvidarse de la televisión, el teléfono y otros dispositivos. Interrumpen y anulan la conversación familiar.
Por todo esto es evidente que el fomento de las comidas en familia es una medida de promoción de la salud y como tal ha de ser considerada en las políticas sociales y de salud pública.
                         
Fuente:
Beatriz Beltrán de Miguel y Carmen Cuadrado Vives (2014).  Comer en familia: una costumbre saludable y gratificante. Disponible:
Este artículo se basa en el informe realizado para la Fundación Family Watch: Beltrán y Cuadrado. Comer en familia; hacer de la rutina salud (2014). http://www.thefamilywatch.org/informe-2014-1/
www.thefamilywatch.org/wp-content/uploads/Informe20141.pdf


jueves, 20 de junio de 2019

El derecho a la protección en salud de los escolares


En todo el mundo hay demasiados niños sometidos a la violencia, la explotación y el abuso. Algunos tienen que trabajar a la fuerza en condiciones peligrosas. Otros se enfrentan a la violencia o los malos tratos en sus hogares, sus escuelas, sus comunidades o cuando reciben atención institucional.
La protección de la infancia, se refiere a “las labores de prevención y respuesta a la violencia, la explotación y el abuso contra niños y niñas” (UNICEF, 2006), como por ejemplo, la explotación sexual, la trata, el trabajo infantil y prácticas tradicionales perniciosas como la mutilación/escisión genital de la mujer y el matrimonio adolescente.
La Convención sobre los Derechos del Niño (1989) describe los derechos fundamentales de la infancia, entre ellos el derecho a la protección contra la explotación económica y el trabajo perjudicial, contra toda forma de explotación y abuso sexual, y contra la violencia física y mental, además de garantizar el derecho a la salud plena y que los niños y niñas no serán separados de su familia contra su voluntad.
Estos derechos fueron desarrollados de manera más minuciosa posteriormente mediante dos Protocolos Facultativos de la Convención. Uno de ellos se refiere a la venta de niños y a la prostitución y pornografía infantil, y el otro a la participación de los niños en los conflictos armados.
Los programas de protección de la infancia están dirigidos a los niños y niñas especialmente vulnerables a esos abusos, como los que no reciben los cuidados de sus progenitores, han transgredido las leyes o viven en conflictos armados. En todos los países se conculca el derecho de la infancia a la protección, un grave obstáculo, poco reconocido y denunciado, para su supervivencia y desarrollo, y una violación además de sus derechos humanos.
Los niños y niñas sometidos a la violencia, la explotación, el abuso y el abandono corren peligro de muerte, de sufrir deficiencias físicas y mentales, de contraer el VIH/SIDA, de tener problemas educativos, de quedar desplazados, de carecer de vivienda, de salud y de empleo, y de no haber podido adquirir las aptitudes adecuadas para criar a sus hijos.
La creación de un ambiente protector para la infancia que ayude a prevenir y responder a la violencia, el abuso y la explotación incluye ocho elementos esenciales:
1. fortalecer el compromiso y la capacidad del gobierno de satisfacer el derecho a la protección de la infancia;
2. fomentar la sanción y aplicación de normas judiciales adecuadas; contrarrestar las aptitudes, costumbres y prácticas perjudiciales;
3. promover un debate franco y abierto sobre estas cuestiones que incluya a los medios de comunicación y los aliados de la sociedad civil;
4. desarrollar las aptitudes necesarias para la vida práctica, así como los conocimientos y la participación de niños y niñas;
5. fomentar la capacidad de las familias y comunidades;
6. prestar servicios esenciales de prevención, recuperación y reintegración, incluidos la salud básica, educación y protección; y,
7. establecer y ejecutar medidas.
Datos y cifras
• Se calcula que unos 126 millones de niños y niñas de 5 a 17 años de edad realizan trabajos peligrosos. • Más de un millón de niños y niñas son detenidos en todo el mundo por las autoridades policiales. • Se calcula que en el mundo hay más de 130 millones de mujeres y niñas a quienes se les ha practicado alguna forma de mutilación genital.

La protección de los escolares y los objetivos De desarrollo del milenio (ODM)
Durante la Cumbre del Milenio de septiembre de 2000, en la que se gestó la Declaración del Milenio, en la que los países del mundo resolvieron:
.- Tratar de lograr la protección y el fomento de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de todos.
.- Combatir todas las formas de violencia contra las mujeres y poner en práctica la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
.- Alentar la ratificación y aplicación plena de la Convención sobre los Derechos del Niño y sus protocolos facultativos referidos a la participación de los niños y niñas en los conflictos armados, y a la venta de niños y la prostitución y pornografía infantil.
Posteriormente los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los dirigentes mundiales se comprometieron a lograr la vigencia plena de los derechos de los niños y niñas a la supervivencia, la salud, la educación, la protección y la participación, entre otros.
Tanto la Declaración como los ODM fueron posteriormente ratificados en la Cumbre Mundial de 2005. Ambos instrumentos, que se basan en derechos humanos fundamentales, representan un marco de referencia para que todo el sistema de las Naciones Unidas trabaje de manera coherente en la conquista de diversos objetivos concretos sobre desarrollo humano.
Las cuestiones relacionadas con la protección de la infancia guardan relación con todos y cada uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, desde la eliminación de la pobreza y el aumento del acceso de los niños a la educación escolar y la salud, hasta la eliminación de la desigualdad basada en el género y la reducción de la mortalidad infantil.
Un análisis minucioso de los ODM indica que no es posible conquistar ninguno de ellos a menos que la protección de la infancia forme parte integral de las estrategias y planes de programación.
Si no se brinda protección a la infancia ante las amenazas como la violencia en la escuela, el trabajo infantil, las prácticas tradicionales nocivas, la falta de cuidado por parte de las madres y padres y la explotación sexual, se desperdicia uno de los recursos más preciosos del mundo. Mediante la prestación de servicios a los sectores más vulnerables y aislados de la población se ayuda a garantizar la buena salud y el bienestar de todos, lo que resulta indispensable para el logro de los Objetivos de Desarrollo.
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre
Objetivo 2: Lograr la educación primaria universal
Objetivo 3: Promover la igualdad de géneros y la autonomía de la mujer
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
Objetivo 8: Establecer una alianza mundial para el desarrollo
Crear un entorno protector a la infancia
Un entorno protector que abarque todos los ámbitos de la vida social –en el cual las leyes, los servicios, los comportamientos y las prácticas minimicen la susceptibilidad de los niños a los riesgos y fortalezcan su capacidad de recuperación puede ayudar a prevenir muchas modalidades de violencia, explotación y abuso.
En 2008, UNICEF adoptó una nueva Estrategia de Protección del Niño que describe minuciosamente los componentes que debe tener un entorno protector. Esta estrategia insta a utilizar enfoques sistemáticos y a poner en marcha iniciativas que conduzcan a modificar las actitudes, las costumbres y las prácticas sociales que conllevan a la violación de los derechos de los niños.
La estrategia se basa en el amplio marco internacional sobre protección de la infancia y en las recomendaciones pertinentes que figuran en el Estudio del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños, las Niñas y los Adolescentes. Hace hincapié en la responsabilidad que tienen los gobiernos de implantar los mejores sistemas posibles para proteger a los niños, independientemente de la edad, las discapacidades, el origen étnico y la religión.
La estrategia propone cinco fórmulas para crear un entorno general favorable a la infancia:
3.1. Mejorar los sistemas de protección de la infancia
3.2. Promover el cambio social
3.3. Reforzar la protección de los niños en situaciones de emergencia
3.4. Fomentar las asociaciones para lograr mejores resultados.
3.5. Fortalecer la base de datos empíricos
Adicionalmente, hay pocas metodologías rigurosas de evaluación e investigación, sobre todo para apreciar las consecuencias de las intervenciones de carácter preventivo.
Pese a lo anterior, se han registrado notables progresos. Las encuestas por hogares son una herramienta útil para obtener información pormenorizada, al menos sobre algunos de los aspectos más relevantes de la protección de la infancia, y UNICEF reúne datos a nivel mundial sobre diversos temas. (Como podemos desde las Universidades reflexionar, visibilizar y revertir la situación de nuestro país. Es un compromiso ineludible.)
Fuente
Antonio Sáez Crespo, Miguel Fuentes Rodríguez, Ricardo Becerro de Bengoa, Marta Losa Iglesias. (Editores. 2012). Los derechos de los escolares y los jóvenes a la salud. 4to Forum de Salud. Asociación Española de Medicina  y Salud Escolar y Universitaria.