jueves, 27 de febrero de 2020

Las bebidas en la Venezuela colonial


Es amplio el catálogo de bebidas que eran consumidas en la Venezuela colonial, las cuales cubría un abanico que va desde las elaboradas por las sociedades indígenas hasta las traídas como importación de tierras europeas. Algunas eran dulces y refrescantes; mientras que otras, eran fermentadas y embriagantes. Todo un panorama interesante y revelador que bien vale la pena reconstruir y conocer.
A la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, las sociedades indígenas americanas tenían una larga tradición en la elaboración y consumo de bebidas fermentadas, cuya ingesta a menudo, estaba asociada al ámbito religioso, o empleadas en el ámbito terapéutico.
En Mesoamérica encontramos el tepialt (bebidas de maíz), el pulque (resultante de la fermentación de plantas) el tesgüino (bebida fermentada de maíz, agua y piloncillo), el pozolli (maíz fermentado con agua).
En Sudamérica, se consumía la chicha (bebida a base de maíz) que, dependiendo del grado de fermentación, podía ser una bebida refrescante o embriagante) el coccuy (obtenida de la penca del agave) y otras bebidas extraídas de la yuca masticada y luego fermentada.
Ya asentado el régimen colonial en las regiones de Tierra Firme, el panorama de las bebidas de consumo cotidiano incluían refrescos que se elaboraban a base de frutas como la parcha y el tamarindo, los caratos (de arroz y maíz) y las chichas, a las que se les agregaba ralladura de nuez moscada o extracto de almendras. Otras bebidas no alcohólicas fueron el café, a finales del siglo XVIII, y naturalmente el cacao, muy versátil a la hora de preparar bebidas como el chocolate con papelón, el chocolate con canela, azúcar y vainilla, y también sin ningún tipo de endulzante: el conocido como “cerrero”.
Los europeos trajeron sus bebidas, pero el aporte más importante está representado por la introducción de la caña de azúcar, comenzando así la historia de los guarapos y aguardientes de ella derivados.
Las bebidas alcohólicas gozaron de una gran aceptación en la sociedad colonial venezolana, particularmente el aguardiente. Además de ser tomado en fiestas y reuniones, el aguardiente tenía una serie de aplicaciones en el ámbito culinario, en el cual se empleaba como aderezo sobre todo en la elaboración de postres, como las frutas en aguardiente, pero también de acompañantes en las comidas.
Debido a la amplia demanda, el aguardiente y el guarapo fermentado era producido por doquier en el amplio territorio venezolano, la mayoría de las veces clandestinamente, siendo uno de los productos más fácilmente contrabandeado dada la presencia de amplios territorios costeros poco vigilados.
En verdad, al abordar el tema de las bebidas alcohólicas y no alcohólicas en la sociedad colonial es necesario tener en cuenta las relaciones de poder y el control de la población con fines moralizantes impulsados por la iglesia, que evocaba la ruina espiritual que la bebida ocasionaba.
Fuente:
Yelitza Rivas (2007). Guarapos, vinos y aguardientes en la Venezuela colonial. El Desafío de la Historia. Año 3. Nº 23. P.49-51. Grupo Editorial Macpecri. Caracas.
  

jueves, 20 de febrero de 2020

Nutrientes críticos en los primeros 1000 días de vida


Los 1000 primeros días de vida son días de oportunidades para el niño, donde tenemos en cuenta desde el momento de la gestación hasta los 2 años. En este periodo de tiempo se encuentran afectados el crecimiento y desarrollo del niño.
Por ello es importante establecer estrategias de prevención para promover el crecimiento apropiado, que aseguren el completo potencial de desarrollo físico y neurocognitivo y disminuyan el riesgo de desarrollo de enfermedad metabólica.
Todos los órganos son particularmente susceptibles durante este período a factores externos, como el entorno fisiológico materno en el útero, la leche materna y la incorporación de alimentos.
El aumento acelerado, en el presente siglo, de las enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, la diabetes y la obesidad, no sólo resultan de inadecuados estilos de vida en escolares y adultos, sino también un reflejo de la influencia de factores que operan en el ambiente intrauterino y las primeras etapas de la vida, que de alguna manera “programan” la respuesta fisiológica y el comportamiento humano ante los retos del mundo moderno a lo largo de la vida.
Hay algunos estudios que demuestran que los adultos que sufrieron bajo peso o desnutrición en los primeros mil días, tienen menos estatura, como así también otras mediciones antropométricas. En muchos estudios se ha hallado que el hecho de haber sufrido desnutrición, en las primeras etapas de la vida, se asocia con menor capital humano.
Es por lo anteriormente dicho que es tan importante la nutrición durante la gestación, teniendo en cuenta la necesidad de cada nutriente en la etapa adecuada de crecimiento intrauteruino.
Existen distintas deficiencias de micronutrientes que tienen un impacto en el desarrollo neurológico: la deficiencia de folato en el período periconcepcional puede causar defectos de nacimiento graves conocidos como defectos del tubo neural, con retraso mental y alta mortalidad.
Alrededor del 35% de las personas de todo el mundo están en riesgo de deficiencia de yodo. La deficiencia grave de yodo durante el embarazo puede causar bocio, abortos involuntarios, aumento del riesgo de mortalidad infantil y anomalías congénitas como el cretinismo, afectando la función y el desarrollo cognitivo, por lo que es la principal causa de daño cerebral prevenible en el mundo.
La deficiencia de hierro es la carencia nutricional más común en el mundo. El rápido crecimiento del feto neonatal humano tiene una elevada exigencia de hierro y es más vulnerable que el crecimiento del cerebro en la infancia tardía. Los datos últimos, y no muy recientes de Argentina, muestran un alto porcentaje de mujeres embarazadas con anemia. Situación que se repite en varios países de Latinoamérica.
Muchos estudios en seres humanos han encontrado que la deficiencia de hierro tiene un efecto perjudicial sobre el aprendizaje, la memoria y el comportamiento afectivo y social. La OMS recomienda que los bebés sean alimentados exclusivamente con leche materna los primeros 6 meses de vida para lograr un crecimiento, desarrollo y salud óptimos. De acuerdo a la OMS, en el mundo, los niños/as de seis meses alimentados exclusivamente con leche materna no llegan al 40%.
Hay beneficios de la lactancia sobre el capital humano ya que algunos estudios la asocian de manera consistente con un mayor rendimiento en las pruebas de inteligencia en niños y adolescentes. Se sabe que la Lactancia materna y el líquido amniótico comparten patrones de sabor con los alimentos ingeridos por la madre, lo que sugiere que la leche humana podría ser un “puente” entre las experiencias con los sabores in utero y los alimentos sólidos.
Estudios realizados durante el embarazo (líquido amniótico) y lactancia (LH) mostraron que la exposición temprana a estos alimentos determinarían su preferencia a futuro. La variedad de sabores habla de mayor variabilidad en la dieta y su contenido nutritivo, lo que lleva a lograr una alimentación más balanceada. La alimentación complementaria oportuna tendrá sus consecuencias si se inicia prematuramente o tardíamente.
Fuente:
María Cecilia Llaver Mucarcel (2019). Nutrición en los primeros 1000 días de vida.

jueves, 13 de febrero de 2020

La comida emocional


Comer no sólo responde a una necesidad fisiológica. Además de proporcionar los nutrientes necesarios para nuestra supervivencia, los alimentos también actúan como “anestésicos emocionales”. Recurrir a la comida para encontrar alivio, paliar las carencias afectivas o combatir la tristeza puede convertirse en la forma más rápida de desarrollar trastornos de la alimentación.
La función emocional de los alimentos depende en gran medida del aprendizaje que se ha realizado dentro del seno familiar y de los mensajes positivos o negativos a los que están asociados. Así, en ocasiones la comida es utilizada “para tranquilizar y reconfortar, como premio o castigo, para chantajear o inducir culpa, e incluso como prueba de amor en el caso de las madres que se preocupan en exceso por la alimentación”, explica la nutricionista Yolanda Vélez de León, que ha abordado el problema de la influencia de los alimentos en las emociones.
La comida también es utilizada para curar el dolor emocional producido por la tristeza y la soledad o permite esconder ciertos rasgos de la personalidad. No obstante, el papel reconfortante de los alimentos en los casos de ansiedad o depresión parece estar directamente relacionado con el correcto funcionamiento de los neurotransmisores cerebrales.
En la década de los años 70 (siglo XX), Richard Wurtman, director del Centro de Investigaciones Clínicas del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), desarrolló la teoría de la “adicción a los carbohidratos”. Wurtman demostró que la ingesta de carbohidratos aumentaba los niveles de serotonina, un neurotransmisor esencial para la comunicación entre las neuronas y que interviene también en la regulación del estado de ánimo, la agresividad, el sueño, o la conducta alimentaria.
Más tarde, Wurtman, también investigadora del MIT, especuló con la posibilidad de que la sobre ingesta de carbohidratos durante el periodo premenstrual tuviera el objetivo de elevar los niveles de serotonina así  el estado de ánimo, los sentimientos depresivos y la irritabilidad en las mujeres. Estos fueron los primeros indicios de que los trastornos del estado de ánimo podrían estar relacionados con una regulación inadecuada de la serotonina.
Para comprobar esta teoría los investigadores administraron a mujeres fármacos específicos para favorecer la producción de serotonina o preparados dietéticos especiales con carbohidratos. “En ambos casos mejoraron los síntomas, lo que nos hace pensar que, aparentemente, las mujeres emplean el consumo de alimentos ricos en carbohidratos a modo de tratamiento.
Sin embargo, recurrir a los carbohidratos para regular la producción de serotonina y mejorar así nuestro estado de ánimo no parece una buena idea. La mayor parte de los alimentos ricos en carbohidratos simples suelen tener un alto contenido de grasa, por los que la ingesta excesiva de estos productos puede favorecer el desarrollo de obesidad, hipertensión, trastornos cardiovasculares, diabetes, hiperglucemia o enfermedades de la vejiga.
Además, cuando desaparece el efecto de los carbohidratos, reaparece la sensación de tristeza, la irritabilidad o los sentimientos depresivos que se intentaban evitar con la comida, lo que favorece los atracones para volver a sentir bienestar.
Este mecanismo de la serotonina también explicaría por qué algunas dietas pobres en carbohidratos, son difíciles de mantener.
Por lo tanto, el bienestar pasajero que proporciona la comida puede llevar a cierta adicción y en el caso de los dulces, al hiperinsulinismo, que consiste en una secreción excesiva de insulina. Eso hace que las células no sean capaces de asimilar la glucosa, por lo que la demanda continuamente y cuando más consumen más piden.
Cuando no se pueden controlar los impulsos a resulta imposible evitar el atracón, una buena alternativa podría ser la elección de carbohidratos mucho más sanos que los dulces y los azúcares, como los productos ricos en féculas, almidón y bajos en grasas saturadas. Es el caso del arroz, el pan o las papas -patatas-. De hecho, se estima que 30 gramos de arroz bastan para alcanzar un pico máximo de serotonina.
Fuente:

jueves, 6 de febrero de 2020

Beneficios de comer en familia


La cena familiar siempre ha sido considerada un momento ideal para la unión de padres e hijos. Pero ahora estudios sostienen que hay beneficios comprobables –entre ellos, un menor índice de consumo de cigarrillos, alcohol y drogas- de la reunión de la familia alrededor de la mesa.
Por eso genera preocupación que el número de grupos que no cenan juntos vaya en aumento. De acuerdo con varias encuestas, 30 ó 40% de las familias no comen juntas entre 5 y 7 noches a la semana, aunque la mayoría manifiesta que lo hace por lo menos una vez.
Las parejas con adolescentes mayores cenan menos veces unidas que las que tienen hijos pequeños. Los padres dicen que los obstáculos más comunes son que ellos trabajan hasta tarde y que ellos o sus hijos realizan actividades que se extienden hasta tarde.
Muchas familias que si se reúnen a comer frecuentemente, hacen un esfuerzo por hacerlo. Algunas preparan el domingo las comidas de toda la semana, otras se dedican a ello una noche antes, algunas la compran en ventas ambulantes un par de noches y muchos padres de hijos pequeños, con algo de culpa, admiten que no podrían preparar la cena si no fuera porque los niños miran la televisión mientras ellos cocinan.
Los progenitores concuerdan en que estas actividades familiares son vitales. De acuerdo con una encuesta, el 87% de los padres dicen que es muy importante cenar juntos.
El esfuerzo por lograr esto en un mundo cada vez más acelerado ha engendrado cientos de libros de cocina, recetas en internet y el resurgimiento de las ollas de cocción lenta.
Los recuerdos de la infancia con frecuencia influyen en la opinión de la gente con respecto a la importancia de las cenas familiares. Isabel Wurgaft, que pertenece a un grupo de apoyo en USA dijo: Mi padre llegaba tarde a casa, pero mi madre siempre nos hacía esperarlo para cenar. Mi padre falleció hace 10 años y las conversaciones de esas cenas son los mejores recuerdos que tenemos mis hermanos y yo.
Para otros, sin embargo, la lucha es evidente. “Me siento culpable porque se supone que es muy importante para las familias comer juntas, pero simplemente no funciona con nuestras actividades” comentó J.Pazer, del mismo grupo. “Tendría que salir del trabajo dos horas antes, tratar de llegar para cocinar, mientras mis hijos están colgados de mi para que los escuche y les ayude con la tarea, en vez de prestarles toda mi atención cuando llego a casa”.
Una encuesta realizada a jóvenes con edades entre 12 y 17 años por el Centro Nacional de Adicciones y Abuso de Sustancias en la Universidad de Columbia, USA, descubrió que los adolescentes que cenaban con sus familias dos veces a la semana o menos fumaban, tomaban alcohol  o usaban sustancias ilegales mucho más frecuentemente que los adolescentes que cenaban con sus familias al menos 5 veces a la semana.
También nos dimos cuenta de que entre más comían los adolescentes con sus padres, era menos probable que tuviera amigos sexualmente activos, menos probable que las chicas tuvieran novios de años mayores que ellas y los adolescentes pasaban menos tiempo con sus amigos o amigas, dijo Joseph Califano presidente del centro de investigaciones.
Un estudio de la Universidad de Minnesota publicado el año pasado encontró que era menos probable que las adolescentes que compartían más frecuentemente con su familia, y disfrutaban una atmósfera positiva durante esas cenas, presentaran desórdenes alimenticios como anorexia o bulimia.
Según los expertos, estos encuentros también ofrecen una rutina predecible y una oportunidad para los padres de monitorear el acompañamiento de sus hijos.
Ese monitoreo ha sido relacionado con una enorme cantidad de resultados positivos, físicos y mentales, en niños y adolescentes, agregó Bárbara Fiese, quien estudia rutinas y rituales familiares en la Universidad de Syracuse.
Fuente:
Laurie Tarkan (2005). Estudios ven beneficios de cenar en familia. Tomado del The New York Times. Publicado por el Nacional el 14 de mayo. Pág. 4.