Cuando la comida de un país se convierte en gastronomía, pasa a ser parte de la
cultura de ese país. Dicho de otra manera, cuando se habla de la comida
simplemente como sustento o alimento, se habla con el estómago. En cambio,
cuando se habla de la comida asociada a todos los sentidos y a los valores de
una sociedad, se habla con el cerebro. Es entonces cuando el comer pasa a ser
gastronomía y en cuanto al país, pasa a ser parte de su Patrimonio Cultural.
En Venezuela, en términos generales y hasta la segunda mitad
del siglo XIX, la comida era sólo de subsistencia. Fue después de la Guerra de
Independencia y de la Guerra Federal, cuando comienza verdaderamente la
consolidación del Criollo Venezolano, el habitante de estas tierras, con su
carga original de mestizaje racial, así como de usos, costumbres, modo de ser y
aportes muy diversos, que comienzan a tener su país, estar en correspondencia
con la territorialidad delimitada física y políticamente, deja de ser ciudadano
de la Corona Española, comienza de corazón y espíritu, a estar comprometido, a
dar todo de sí, por la venezolanidad y pasa a ser entonces lo que, con toda
propiedad, podríamos llamar el Criollo
Venezolano.
Este “nuevo” criollo es, además, abierto a recibir y
hermanarse libremente con gente de otras latitudes, los que muchas veces a su
vez tendrán tan arraigo por el sentido de venezolanidad que pasan a ser
igualmente criollos. Por estas y otras razones, su comida comenzó a
conformarse, a refinarse, a ser contemporánea y pasó a ser gastronomía, comenzó
a ocupar su lugar en el Patrimonio Cultural de los venezolanos, de allí la
denominación de Cocina Criolla Venezolana.
El Mestizaje en la cocina
A comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, nuestra
comida se había conformado, desde la llegada de los españoles a partir de tres
fuentes: La Indígena, representada
por los pueblos originarios, relativamente nómadas, cazadores, recolectados que
utilizaban ingredientes americanos (el maíz y la yuca) completamente
desconocidos para los europeos, con una cocina elemental y de subsistencia. La Africana subsahariana, representada
por esclavos, que muy poco trajeron consigo como ingredientes y procesos y, la Española que trajo ingredientes
esenciales, condimentos, especias y animales domésticos, entretanto, trataba de
reemplazar, algunos de sus ingredientes por otros locales.
Pronto se agregaron a la cocina local, otras dos fuentes o
influencias. Por una parte, la llegada de contingentes de canarios (españoles).
Por la otra, el contrabando de productos europeos a través de las islas del
Caribe, cercanas a nuestras costas. Esto permitió el conocimiento y en el
archivo de la memoria gustativa, de otros sabores diferentes y de calidades
diversas a la de los españoles. Esto fue importante para la conformación de la
cocina criolla venezolana, la que comienza a tener forma a fines del Siglo XIX,
dejando de ser más o menos rural, para ser cada día más urbana, más refinada,
más compleja y en definitiva, cosmopolita, como lo es hoy.
A este proceso contribuyó la fuerte inmigración
mediterránea, formada por italianos, corsos, sardos, libaneses, sirios, judíos
sefarditas, alemanes, franceses, ingleses, durante la segunda mitad del Siglo
XIX, fue numerosa, se instalaron en todo el territorio nacional y algunos
establecieron posadas y pensiones.
Más tarde, alrededor de 1945, al concluir la Segunda Guerra
Mundial, recibimos otra oleada de inmigrantes procedentes de diversos países:
italianos, españoles, portugueses, centro europeos. Y otra gran oleada a partir de 1950-60 de
todos los países latinoamericanos, algunos establecieron posadas, restaurantes,
pensiones y hoteles en todo en territorio nacional, en los cuales, estaban
presentes algunos de los sabores de sus respectivos países.
Todo este proceso tuvo influencia directa o indirecta en el
conocimiento y en el uso de nuevos ingredientes y en la popularización de
nuevos platos y tipos de comidas. Adicionalmente la presencia de las empresas y
personal norteamericanos en la naciente industria petrolera, puso en contacto a
muchos venezolanos con nuevos ingredientes y electrodomésticos desconocidos,
produciendo aportes a nuestra dieta, estructurales y de procesos de cocina.
A la larga, nuestra comida es el producto de muchos aportes,
en mayor parte europeos, que se mezclan con lo indígena y lo africano
existentes, para conformar una cocina cosmopolita, que, a pesar de eso, nunca
pierde, sino que cada vez acentúa más, su esencia cosmopolita y su sabor
venezolano. Es a esa comida, que comienza a perdurar en el tiempo hasta hoy, y se
le denomina como Cocina Criolla.
Debemos agregar que el venezolano nunca ha estado interesado
en su comida como Patrimonio Cultural que es y que debe ser conservado, tanto
que nunca ha estado asociada con otras áreas culturales como la pintura y la
literatura, por ejemplo. Se puede entender entonces, como en 1970 nuestra
comida estaba prácticamente olvidada y el repertorio reducido al mínimo. Esto
trajo además como consecuencia que el venezolano cubriera su ignorancia con
vergüenza por no conocerla, considerándola fea o poco atractiva, ordinaria e
inadecuada para servirla en restaurantes.
En todo caso, valorar nuestra comida es casi un imperativo
para todo cocinero y venezolano en general, pues es la forma de conocer a fondo
nuestros ingredientes, sus sabores y sus cualidades, además que de esa manera
tendrán un amplio repertorio de platos y sabores que facilitaran su creatividad
para complacer el paladar de familiares, amigos y clientes, los que en pequeña
escala conocen o se sienten cómodos con el sabor venezolano, el sabor de la
infancia.
Nuestra Hallaca. Patrimonio de la cocina criolla
Más que una simple tradición, para los venezolanos, la
hallaca es algo más trascendente, es un símbolo de identidad colectiva. Es un
sentimiento y un valor de la venezolanidad que tiene su máxima expresión cada
diciembre, especialmente en Navidad y Año Nuevo.
La hallaca nos hace sentir íntegramente venezolanos donde
nos encontremos, es como estar paladeando a Venezuela, lo que esta sintetizado
en una frase: la mejor hallaca es la de
mi mamá.
En cuanto a su “venezolanidad”, que se haya originado en
nuestro territorio, creo que dos hechos, entre otros, son suficientes para
afirmarlo. Por una parte, el que sea un símbolo tan esencial como alimento
típico y unido a unas fechas y fiestas tan tradicionales, en cuyas cenas la
hallaca no puede faltar. Por otra parte, que la preparación de la hallaca esté
tan indisolublemente unida a cada familia, lo convierte en un plato de Tradición Nacional.
Es norma que todos los miembros de la familia intervengan en
su preparación, aún los menores. De esa manera en cada familia todos van
adquiriendo pericia en cada uno de los pasos de la preparación, tales como: Adquisición
de los ingredientes; preparación de la manteca de cerdo y agregado del onoto;
cocimiento y molido del maíz y preparación de la masa; preparación del
suministro, durante el llenado de las hallacas, de los adornos; preparación y
prueba del guiso o relleno; lavado, secado, seleccionado y engrasado de las
hojas; llenado de las hallacas con el guiso; envoltura final; amarrado;
cocimiento inicial y escurrido. Como se podrá ver, la necesidad de una tropa
numerosa y especializada en cada fase, que a su vez es parte de la tradición familiar,
constituye un componente importante de nuestro Patrimonio Cultural.
En lo que si no hay acuerdo es en cuanto al origen de la
hallaca. Su nombre proviene de “ayaca”,
voz de las tribus que habitaban en la región centro-occidental del país, con la
cual designaban unos paquetes rudimentarios de masa de maíz, quizás el
antecesor de nuestras hallaquitas, lo
que, en principio, confirma el origen del nombre, y sugiere que de la hallaca como
tal, en nuestro territorio.
Sin embargo la hallaca como plato, tal como lo conocemos
hoy, no aparece muy temprano en nuestro repertorio gastronómico, pues la
primera referencia es a finales del siglo XVIII en papeles del convento de las
monjas de la Concepción en Caracas. Lo cual conlleva a que su origen no sea
aborigen, aún cuando si autóctona, posiblemente caraqueña, también que no sea
un tamal, aunque de él podría tener algo que nos lo recuerda, pues habría
aparecido más temprano en la historia.
La hallaca por su complejidad, refinamiento, maestría
gastronómica en su concepción y en su ejecución, no puede ser un producto de la
casualidad, tampoco pudo ser un producto casual obtenido del reacomodo de
sobrantes por esclavos. Por el contrario, la hallaca debió ser el resultado de
un proceso costoso de perfeccionamiento y refinamiento constante, guardando
cierta lejana relación, solo por el uso del maíz, con un bollo o un tamal, que
a diferencia del pastel, puede tener algún relleno que nunca es realmente un
guiso. En el tamal, la masa como cubierta no alcanza a tener la importancia que
tiene en la hallaca, una diferencia esencial, entre la rusticidad del tamal y
el refinanciamiento de la hallaca.
La hallaca es definitivamente, un pastel mestizo. Del indio
la masa de maíz de la cubierta y el conocimiento de que la masa se endurece al
hervirla, lo que le permite contener el relleno y, como consecuencia, la manera
de envolverla en hojas vegetales; también quizás la utilización del onoto
(americano) como colorante para hacer más atractiva la masa. Del africano,
quizás su contribución a su sabor y su aroma exuberante. Del español, todo lo
demás, algunos ingredientes, el concepto básico del pastel y el proceso
culinario, con acento árabe incluso, heredados por el criollo, y del cual se
habría servido para crear esa preparación y para dirigir el proceso de su
preparación.
Por ello la hallaca encierra la síntesis de mestizaje y a la
vez de cosmopolitismo de nuestra comida, que lo es también del venezolano, que
absorbe, transforma y utiliza fácilmente y a su manera, todo cuanto le gusta o
le interesa.
Fuente:
Armando Scannone
Tempone (2008). Cocina Criolla Venezolana. En Fundación Venezuela Positiva. Nuestra cultura gastronómica: origen,
influencias y mestizajes. Cap. XXIII, pág. 427-446. Caracas.
Nuestra amada Hallaca Venezolana, es la principal protagonista que caracteriza la época decembrina en nuestro país, llena de color, sabor, y sobre todo de mucho amor, ya que ponemos un sentimiento difícil de explicar al momento de prepárala, el momento perfecto que tomamos para compartir con todos nuestros seres queridos.
ResponderBorrarEs un plato muy importante en la cultura del venezolano, el cual disfrutamos intensamente. Jennifer Jardin
Gracias por su comentario Jennifer. Otro aspecto de su valor cultural es la participación y compromiso de la familia. Esperamos no perder. Hay que fortalecer desde la infancia.
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