jueves, 28 de mayo de 2020

La Mesa en América: Una historia por contar


En el principio no había mesa. Los habitantes del Nuevo Mundo antes de la venida de los europeos, ponían los alimentos sobre una estera, y echados en tierra, alrededor de ella celebraban sus comidas.

Aquel precioso mueble sin el cual hoy nos es inconcebible el acto de comer, vino es las bodegas de las carabelas, o en la mente de los “descubridores”.
Desde un comienzo desembarcó con toda su importancia, o fue construido a costa de la inmensa floresta americana. Si las mesas traídas fueron de roble o de haya, las fabricadas en nuestras latitudes se hicieron de caoba de palo de Brasil o de apamate.
El fragor y la violencia de la conquista no fueron obstáculo para que los crueles capitanes se hiciesen servir, en mesa vestida. En el equipaje, al lado de las espadas, las herramientas y los bastimentos, no dejaba de ir uno que otro mantel a propósito para aquellos convites de compañía.
Pero, pasado el tiempo de conquistar, fundadas las primeras ciudades y construidas las primeras casas, fue cuando comenzó el verdadero reino de la mesa.
En un primer momento fue mueble costoso y aún más caro fue su ajuar. Era excepcional, todavía para fines de la época colonial, poseer vajilla de loza o vidrio, cubertería y mantelería. En el rico Virreynato del Perú, observaba un cronista de fines del siglo XVIII cómo “sólo los chapetones usan cuchara y tenedor, la gente criolla come con las manos aún las más señoras…”
Por más de dos siglos careció la mesa de una unívoca función: fue asiento, a la vez, de papeles, de recado de costura, de naipes y de fuentes con manjares. Tampoco tuvo en el espacio doméstico de las casas urbanas aposento fijo y exclusivo, pues en aquellos lejanos tiempos la mesa se ponía a capricho de los señores en una pieza cualquiera de la morada.
Fue solamente en el siglo XIX cuando hizo su aparición el comedor en su doble acepción de juego de muebles y estancia de comer. Esa mesa señorial siempre estuvo vestida fuese con simple paño de lienzo, u ostentosa cobertura, según la ocasión, o de acuerdo al alcance de lo bolsa.
Pero la mesa también estaba presente en las viviendas humildes de los arrabales de las ciudades y de los ranchos diseminados por los campos. Claro está que en este caso estaba desnuda, exhibiendo sobre su lisa tabla escasa y rudimentaria vajilla de barro o de totumas.
Una historia de la mesa en Venezuela iluminaría de un golpe el proceso de formación de nuestra sociedad. Al inicio sólo concurrían a ella los conquistadores, más tarde comienzan a sentarse a ella los criollos descendientes de aquellos; no así los pardos, negros e indios, a quienes les estaba vedado compartirla con sus señores.
Fue necesaria la cruenta y larga Guerra de Emancipación para que aumentase la variedad étnica de los comensales y se accediese a la mesa democrática.
Generalmente no se sentaban a la mesa las mujeres, sino que permanecían atentas al servicio de los hombres de la casa. Su acceso a la mesa sólo comenzó a darse en las casas de las familias acomodadas y, ciertamente, este cambio guarda estrecha relación con la implantación, sobre todo desde comienzos del siglo XIX, de las normas de urbanidad que, sin  menoscabo del puesto precedente del jefe de familia, les acordó ciertas preferencias.
Los preceptos elaborados para la sociedad de buen tono crearon un estricto protocolo que, limitando las expansiones naturales, pautó comportamientos rigurosos que iban desde el uso de los cubiertos hasta la manera de ingerir los alimentos.
Nació así una cultura de la mesa que llegó a identificarse con el sector urbano de la sociedad, y dio lugar a frases calificativas de contenido sociohitórico. ¿Quién no recuerda la expresión excluyente: no sabe comer con cubiertos?
Hoy la mesa venezolana está abierta a todo comensal y es lugar propicio para estrechar los vínculos de amistad, los sentimientos de paz y de solidaridad sin los cuales no podría existir la sociedad.
En nuestra opinión la mesa es el escenario fundamental de formación de los buenos hábitos de alimentación, de cultura alimentaria, de aprendizaje social para los niños y que no ha recibido su debido reconocimiento.
Fuente:
José Rafael Lovera (2006). Gastronáuticas. Ensayos sobre temas gastronómicos. Ediciones Fundación Bigott. Caracas  


jueves, 21 de mayo de 2020

Obesidad y deuda de sueño: ¿Existe una relación preocupante?


Existe coincidencia entre el aumento en la prevalencia de obesidad en el mundo y la deuda de sueño crónica.
La obesidad es una patología compleja, resultante de la interacción de factores genéticos y ambientales. Es reconocida como una epidemia mundial por la OMS.
Es conocido el mal pronóstico de la obesidad a largo plazo, la mayoría de los obesos no se tratan, de los que se atienden la mayor parte no logra el descenso de peso.
Las personas con obesidad que pierden peso normalmente recuperan aproximadamente la mitad en el primer año post intervención. Se estima que el 80% vuelve a su peso inicial o lo exceden entre los 3 y 5 años.
El incremento en la venta de productos ultraprocesados (PUP), también está asociado con el aumento del índice de masa corporal (IMC).
Un estudio de la OPS en Latinoamérica mostró que, en 14 años, las ventas anuales per cápita de estos productos aumentaron en forma continua, desplazando a dietas tradicionales basadas en alimentos y comidas saludables. A su vez, coexiste una marcada disminución del gasto energético de la población mundial: 1/3 de los adultos son sedentarios.
Las medidas de intervención hasta ahora no han mostrado avances, dado que ésta es una problemática multifactorial.
The Obesity Society (TOS) plantea a la reducción de las horas de sueño como un potencial contribuyente que afecta tanto el ingreso como el gasto energético. El sueño es un estado fisiológico complejo, activo y heterogéneo, cuyas necesidades son diferentes a lo largo del ciclovital y contempla una variabilidad individual.
Es importante la cantidad de horas que se duerme y la calidad del sueño. La deuda de sueño es la pérdida crónica en la cantidad de horas de sueño necesarias para mantener el estado de salud de cada individuo. Situación que puede agravarse de manera inadvertida, tanto para los adultos como para los niños, en estos tiempos de confinamiento prolongado debido a la pandemia del Covid-19.  
En las últimas décadas se ha reducido en promedio 2 horas el tiempo dedicado al sueño. La cultura de la sociedad atemporal (24 horas/7 días), lleva a alteraciones en el orden interno en los patrones de sueño-vigilia y alimentación-ayuno.
La disminución de las horas de sueño afecta la regulación de los sistemas homeostáticos y hormonales, debido a esto ocurren alteraciones tempranas en el metabolismo que conducen a la obesidad entre otras enfermedades.
Se requiere analizar la evidencia actualizada acerca de la vinculación existente entre obesidad y deuda de sueño. En una investigación que se realizó 3n el año 2019 tras la combinación de las siguientes palabras clave: “obesidad”, “privación de sueño”, “adultos”, utilizando las siguientes bases de datos: IBESCS, LILACS, MEDLINE, SCIELO, EBSCO, BVS y Google académico, seleccionando aquellos artículos que tuvieran menos de 10 años de publicados.
La conclusiones del estudio arrojaron: que la privación de sueño afecta los mediadores del control del apetito al disminuir la concentración de leptina y aumentar la de grelina. Por otra parte, también se produce un aumento en la secreción de orexina, que aumenta el tono simpático.
Todas estas alteraciones hormonales llevan a un incremento en el apetito y del consumo de alimentos, así como una disminución en la saciedad. Los estudios muestran que se incrementa entre 300 y 600kcal la ingesta energética y se debe sobre todo a la selección de alimentos ricos en calorías, grasas y carbohidratos.
Del mismo modo, se disminuye el consumo de frutas y verduras y se incrementa el consumo de alimentos entre comidas. Al dormir menos es mayor el tiempo de vigilia por lo que también aumenta la oportunidad de ingerir alimentos, asimismo este menor descanso incrementa la somnolencia y la fatiga diurna que llevan a una disminución del gasto energético al disminuir la actividad física espontánea.
La deuda de sueño produce también una hiperestimulación del eje HHA y del sistema nervioso simpático por lo que disminuye la sensibilidad a la insulina y se produce un incremento en la insulino resistencia.
La disminución de la secreción de hormona de crecimiento y el aumento en la secreción de interleuquinas llevan a un estado proinflamatorio que favorece el desarrollo de la obesidad.
Por ello, evaluar la cantidad y calidad del sueño debería ser una de las medidas para tener en cuenta en las políticas de salud pública para la prevención de la obesidad.

Fuente:
Silvia Delgado D’Agostini y Soledad Calvo Pesce (2019).Obesidad y deuda de sueño: epidemias de la actualidad.

jueves, 14 de mayo de 2020

Alimentación nutrición y COVID-19


Desde el 28 de enero de 2020, MiradorSalud empezó a informar acerca de la alerta mundial por el nuevo coronavirus causante de un brote epidémico en China, por el cual, el 30 de enero, la OMS lo declaró “Emergencia de salud pública de preocupación internacional (PHEIC por sus siglas en inglés)”. Debido a su rápido avance, el 11 de marzo de 2020 fue declarado como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta el presente.
La OMS realiza actualizaciones continuas sobre la enfermedad por coronavirus (COVID-19. Según datos de la Universidad Johns Hopkins hay cerca de 3.193.961 casos confirmados (entre al link pues los datos cambian diariamente https://coronavirus.jhu.edu/#covid-19-basics) a lo largo de 185 países o territorios en el mundo. Una emergencia epidemiológica que demuestra cuán vulnerable puede llegar a ser el ser humano a estos “enemigos invisibles” del mundo microscópico.
La información científica actual indica que ni los alimentos, ni los nutrientes, ni los suplementos pueden prevenir la infección por SARS-CoV-2; la clave de la prevención está en cada uno de nosotros, en el correcto lavado de manos, seguir el distanciamiento social y quedarse en casa. No obstante ¿es todo esto una razón para descuidar la alimentación? La respuesta es un contundente NO, porque una dieta saludable es fundamental para mantener una función inmune adecuada.
El estado nutricional parece un factor relevante que influye en el resultado de los pacientes con COVID-19, pero hasta ahora no ha surgido mucha información sobre el impacto del soporte nutricional temprano en estos pacientes. Se conoce muy bien que las personas con un estado nutricional óptimo, que mantienen un equilibrio adecuado entre macronutrientes (proteínas, lípidos y carbohidratos), muestran una menor probabilidad de desarrollar una etapa grave de esta enfermedad. Por estas razones, la nutrición y los hábitos saludables de alimentación juegan un papel prioritario en este momento.
Grupos vulnerables
Según los datos epidemiológicos aportados por China, Europa y Estados Unidos, los grupos que tienen mayor riesgo de presentar una fase grave de la infección por coronavirus son los adultos mayores, los que tienen una enfermedad de base como hipertensión, diabetes, cáncer u obesidad, así como los que presentan malnutrición por déficit.
Los adultos mayores tienen cambios fisiológicos, sociales y económicos que pueden comprometer el estado nutricional. La edad avanzada se asocia con un estado nutricional deteriorado y sarcopenia (pérdida de la masa muscular), tienden a moverse menos y a disminuir la regulación del sistema inmune, es por ello que cuentan con este elevado riesgo.
En un estudio en pacientes de edad avanzada con COVID-19, en Wuhan, la prevalencia de desnutrición fue alta; de un total de 182 pacientes incluidos en el estudio, el 27.5% estaban en el grupo con riesgo de desnutrición y el 52.7% estaban en el grupo de desnutrición, concluyéndose que el apoyo nutricional debe fortalecerse durante el tratamiento.
El estado nutricional parece un factor relevante que influye en el resultado de los pacientes con COVID-19, pero hasta ahora no ha surgido mucha información sobre el impacto del soporte nutricional temprano en pacientes con COVID-19 antes de la UCI. Se ha publicado un protocolo pragmático para la administración de terapia nutricional en pacientes pre-UCI con COVID-19.
Adicionalmente, la desnutrición también puede elevar el riesgo de contagio. Está bien establecido que las deficiencias clínicas de micronutrientes afectan negativamente al sistema inmunitario, predisponen a las personas a las infecciones y aumentan el riesgo de morbi-mortalidad asociadas con enfermedades.
Frutas y hortalizas fortalecen inmunidad
La alimentación tiene un rol fundamental en el sistema inmune ya que una ingesta adecuada en cantidad, calidad y variedad puede modular nuestro sistema de defensa y su respuesta ante los agentes infecciosos externos como virus o bacterias. Muchos estudios alrededor del mundo afirman que comer una cantidad adecuada de FyH, como fuente de vitaminas, minerales y compuestos bioactivos con función antioxidante, es una recomendación nutricional muy importante porque pueden mejorar la función inmune.
Se ha establecido que el sistema inmunitario necesita múltiples micronutrientes y otras sustancias bioactivas, incluidas las vitaminas A, D, C, E, B6 y B12, ácido fólico, zinc, hierro, selenio, magnesio y cobre, betacaroteno, polifenoles y flavonoides, así como ácidos grasos omega-3 (ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico), que desempeñan funciones vitales, a menudo sinérgicas, en cada etapa de la respuesta inmune. 


El papel que juega la nutrición en el apoyo al sistema inmune está bien establecido. Una gran cantidad de datos mecanicistas y clínicos muestran que las vitaminas, los oligoelementos y los ácidos grasos omega-3, juegan un papel importante y complementario en el apoyo al sistema inmunitario. La ingesta y el estado inadecuado de estos nutrientes en el organismo están lamentablemente muy extendidos, lo que lleva a una disminución de la resistencia a las infecciones y, como consecuencia, un aumento de la carga de las enfermedades.
Es por ello que, garantizar el consumo de al menos 3 raciones de frutas y 2 de hortalizas al día (5 al día), es una recomendación ampliamente difundida en las guías de alimentación y nutrición saludable ante la pandemia del COVID-19. La primera recomendación nutricional de OMS para el COVID-19 establece que se deben comer alimentos frescos y poco procesados cada día, recomendando el consumo de 5 raciones de frutas y hortalizas (FyH). La FAO, en su primera directriz recomienda fortalecer el sistema inmunológico a través de la alimentación sana y consciente que evite el desperdicio, con las FyH ocupando los primeros lugares de estas directrices nutricionales.
Las “Recomendaciones de alimentación y nutrición para la población española ante la crisis sanitaria del COVID-19” también incluyen a las frutas y hortalizas como parte de una alimentación saludable tanto para pacientes sanos como para aquellos con sintomatología leve en domicilio, destacando que, en cuanto al tipo de frutas y hortalizas, todas son bienvenidas sin excepción, prefiriendo las frescas, de temporada y si es posible, de proximidad.
En Latinoamérica destacan los documentos consensos del Comité Internacional para la Elaboración de Consensos y Estandarización en Nutriología (CIENUT), los profesionales de México , la Asociación Colombiana de Nutrición Clínica, quienes también promueven de forma explícita el consumo de 5 raciones de FyH cada día como una estrategia nutricional fundamental para afrontar esta pandemia. Igualmente, el INCAP (Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá).
¿Y a qué se debe el papel protagónico de las FyH? A su aporte nutricional, y es que resulta que la mayoría de los micronutrientes que necesita el sistema inmune, se encuentran en las FyH que nos brinda la naturaleza. A modo de ejemplo:
El betacaroteno se puede encontrar en la zanahoria, la papaya, el mango, las batatas y las hortalizas de hoja verde; tiene la ventaja que en nuestro organismo se puede transformar en vitamina A. La vitamina C tiene un papel demostrado en la reducción del riesgo, la gravedad y la duración de las infecciones del tracto respiratorio superior e inferior, por lo que los requerimientos de vitamina C aumentan durante la infección.
La ingesta diaria recomendada es de 40-60 mg al día, pero algunos investigadores sugieren una ingesta de 1-2 g durante las infecciones.
Las fuentes naturales de vitamina C incluyen guayaba, pimientos rojos, naranjas, fresas, brócoli, mangos, limones y la mayoría de las FyH. Además, las FyH, así como las hierbas y especias aportan un alto contenido de polifenoles como los flavonoides que podría reducir la capacidad del SARS-CoV2 para infectar las células y por ende, la severidad de la infección por COVID-19, tal como lo afirma un estudio reciente de la Universidad de Era en India.
Recomendaciones a la práctica
Lo anterior indica las razones por las cuales debes consumir más frutas y hortalizas, por lo que quizás ahora te preguntes: – y bueno…  ¿Cómo lo hago? Compartimos el video de FAO con recomendaciones y tips para que incluyas más frutas y hortalizas en tu dieta, desde el momento de compra hasta su consumo.
La invitación es a reforzar tu sistema inmune consumiendo más frutas y hortalizas al día, sin olvidar el resto de las recomendaciones básicas que conforman un estilo de vida saludable como realizar o mantener la rutina de ejercicios en casa, incorporar todos los grupos de alimentos en tu plato, evitar las emociones negativas, disfrutar del tiempo en familia y dormir adecuadamente.
Este periodo de confinamiento está aquí para hacernos más humanos, solidarios, y crecer espiritualmente, respetando al planeta y sus seres vivos, que son nuestro prójimo, tomando consciencia que quizás somos muy afortunados si podemos alimentarnos de esta manera que recomiendan las guías mundiales, pues  hay muchos venezolanos y personas en todo el mundo que sufren de hambre, y por lo tanto, son muy pobres para acceder a una alimentación saludable. Esto, en medio de este trance de la pandemia de COVID-19 se ha exacerbado. Pensemos en ellos y veamos cómo podemos ayudarnos.
Fuente:

Pablo Hernández (2020). En la pandemia por COVID-19 se recomiendan las frutas y hortalizas para fortalecer el sistema inmune. Mirador Salud. Abril 28, En: Nutrición, Salud y Vida. Disponible en: https://miradorsalud.com.



domingo, 10 de mayo de 2020

La depresión y la ansiedad materna se asocia a dietas poco saludables para sus hijos


Tener síntomas de depresión o ansiedad podría estar afectando la forma en que las madres alimentan a sus hijos y podría contribuir a que los jóvenes desarrollen hábitos alimenticios poco saludables, según un nuevo estudio publicado en «Appetite».
Esto puede contribuir a que los jóvenes se nieguen a comer, lo que significa que entonces solo pueden comer una variedad limitada de alimentos, o comer en exceso, lo que puede conducirlos a tener sobrepeso u obesidad.
«El estrés y la ansiedad son muy reales para los padres y, a pesar de tener buenas intenciones, la presión para promover una dieta saludable y equilibrada todos los días puede ser abrumadora», señala la autora del informe, Emma Haycraft, profesora de la Universidad de Loughborough (Reino Unido). “Si está estresada o ansiosa, es más probable que ceda ante las demandas de un niño por alimentos poco saludables”, asegura.
La investigación encontró que cuando las madres experimentaban síntomas de ansiedad o depresión, tenían menos probabilidades de ser un buen modelo a seguir y comer alimentos saludables frente a sus hijos. También eran menos propensas a controlar o hacer un seguimiento de lo que come su hijo.
Ambas situaciones están relacionadas con la alimentación y el peso saludables de los niños y podría ser preocupante que las madres que experimentan, incluso niveles de ansiedad o depresión de leves a bajos, podrían no estar aplicando estos comportamientos de alimentación con sus hijos.
Se sabe que los primeros años son importantes para dar forma a las preferencias alimentarias de los niños y, por lo tanto, estas interacciones en torno a los alimentos y las comidas podrían tener importantes efectos a largo plazo para los niños.
El estudio examinó a 415 mujeres, con una edad promedio de 32 años, que tenían hijos de entre dos y cuatro años. Se pidió a las participantes que completaran dos cuestionarios completos.
El primero se centró en la alimentación infantil y analizó áreas que incluyen la enseñanza sobre nutrición, la participación de los niños en la preparación de la comida, un ambiente de alimentación saludable en el hogar y el uso de medidas de presión/ recompensa para que los niños coman.
Además, se solicitó a las madres que respondieran (en una escala de cinco puntos) a cuestiones como: Animo a mi hijo a comer una variedad de alimentos / Restrinjo la comida que come mi hijo que podría engordarlo / Le ofrezco sus comidas favoritas a cambio de buen comportamiento / Le muestro cuánto disfruto comiendo alimentos saludables/ Si mi hijo solo come una pequeña porción, trato de que coma más.
A los participantes se les dio una medida de los síntomas de ansiedad y depresión para completar, lo que dio una indicación de su salud mental.
«Ayudar a los niños a comer bien es un objetivo para muchos padres y, por lo tanto, estos hallazgos son importantes, ya que sugieren que algunas madres, que están con un estado de ánimo bajo o ansiedad, podrían tener más dificultades para aplicar las prácticas de alimentación que sabemos que puede ayudar a promover hábitos alimenticios saludables en los niños», afirma Haycraft.
Fuente:

ABC.es, (2019). La depresión y la ansiedad materna se asocia a dietas poco saludables para sus hijos. Publicado el 25 de noviembre de 2019. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-depresion-y-ansiedad-materna-asocia-dietas-poco-saludables-para-hijos-201911221458_noticia.html.

Para más información: https://www.nutrinfo.com