En medio de una pandemia como esta, la prioridad de los gobiernos debería ser garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, dentro del marco del derecho a una alimentación que sea saludable y accesible. Para lograr esta meta, se recomienda en general:
a) Reactivar el rol de los comités multisectoriales en nutrición. Estos deben abogar por una alimentación saludable y velar porque la nutrición se refleje de manera adecuada en los planes nacionales y subnacionales de emergencia, recuperación y resiliencia frente a los impactos de la COVID-19.
b)
Apoyar al sistema de salud en el cumplimiento de los protocolos sanitarios en
toda actividad que se vaya a hacer para garantizar el suministro, acceso,
promoción, compra y consumo de alimentos saludables.
c)
Fomentar la organización comunitaria como una respuesta asociativa y solidaria
ante la crisis. Estas organizaciones, a través de donaciones, intentan asegurar
la alimentación y nutrición adecuada de la población que no es atendida por el
estado (mujeres embarazadas y lactantes, niños y niñas, adultos mayores,
comunidades indígenas y pequeños agricultores, entre otros).
d) Adoptar un enfoque de género. Las mujeres son más propensas a experimentar la disminución de sus ingresos económicos y problemas de malnutrición.
e)
Los gobiernos nacionales deben proporcionar a los ciudadanos los medios y la
información para que estos decidan ejercer su derecho a una alimentación
saludable.
Mantener activa la
cadena de suministro de alimentos saludables
Es
necesario implementar medidas prácticas, innovadoras y seguras que mantengan
activa la cadena de suministro de alimentos, estimulen la producción local y
garanticen la disponibilidad de alimentos frescos y saludables al consumidor
final.
Para ello, es necesario estimular la producción de la agricultura familiar, de los pequeños y medianos productores y productoras agrícolas, promoviendo la demanda constante de alimentos frescos y saludables.
Los productos adquiridos se pueden destinar a los programas de alimentación escolar (donde siguen operando bajo distintas modalidades en muchos de los países), a los programas especiales de alimentación de personas vulnerables (embarazadas y adultos mayores, por ejemplo) o a las canastas de alimentación de respuesta inmediata. Esta medida tiene una doble función, al asegurar también una fuente segura de ingresos en las poblaciones rurales, las que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad ante esta crisis.
La
calidad e inocuidad de los alimentos cobra especial relevancia durante la
crisis de la COVID-19. La cadena de suministro de alimentos debe velar por que
la calidad de los productos y cultivos que se están adquiriendo, transportando
y distribuyendo se haga de forma eficiente, y sobre todo segura.
Crear entornos propicios que fomenten los alimentos saludables
1.
Salvaguardar la seguridad alimentaria y nutricional de los escolares
Con los establecimientos educacionales estén cerrados y algunos programas de alimentación escolar interrumpidos, es fundamental implementar medidas que permitan asegurar la continuidad o reactivar los programas de alimentación escolar.
Los desafíos para la pospandemia son de
corto, mediano y largo plazo. Inicialmente será necesario fortalecer las redes
de asistencia técnica para reabrir las escuelas y crear metodologías que
contribuyan a tener una alimentación escolar saludable e inocua. Más adelante
habrá que fortalecer la política de alimentación escolar, como estrategia, para
garantizar mejor calidad de educación, de seguridad alimentaria y de protección
social.
2. Potenciar el rol de los sistemas de protección social
Para que las personas más pobres y vulnerables puedan acceder a alimentos saludables durante la crisis del COVID-19, hay que poner en marcha mecanismos de protección social con un enfoque de nutrición, para así mejorar la diversidad y calidad de la alimentación, y no solo la cantidad.
Para ello, en primer lugar, se debe garantizar que los alimentos que se repartan tengan una composición nutricional acorde con las recomendaciones de las guías alimentarias de cada país. Esto implica que, en la medida de lo posible, se entregue de forma constante una variedad de alimentos saludables que incluya alimentos básicos no perecederos (leguminosas), alimentos enriquecidos (leches y arroz fortificados), así como opciones de alimentos frescos de producción local (frutas, verduras, huevo y pescados).
En segundo lugar, ya sea que se proporcionen
transferencias de efectivo, entregas de alimentos, o cupones de alimentos
frescos (frutas y verduras), estas ayudas deben complementarse con estrategias
de educación nutricional. Es una manera de promover la mejora de las prácticas
de alimentación, sobre todo de la lactancia y alimentación
complementarias-prácticas que suelen empeorar en situaciones de crisis, y
prevenir la aparición de otros riesgos de malnutrición entre los beneficiarios.
3. Proteger la asequibilidad de los alimentos saludables
A raíz de los efectos de la COVID-19 sobre los precios de los alimentos, se debe implementar cuidadosamente una serie de medidas fiscales que garanticen la asequibilidad de los alimentos saludables, promuevan menos fluctuaciones en los precios de los mismos, y a su vez desincentiven la compra de alimentos altamente procesados altos en azúcar, grasas, sodio y aditivos.
Por último, es necesario no perder vista la
importancia de establecer mecanismos para regular las fluctuaciones en los
precios de los alimentos durante las crisis. Esto se puede lograr mediante la
creación de límites máximos de precios o de una lista de bienes de precio fijo,
que incluya alimentos esenciales como el arroz, frijoles, aceite para cocinar,
carnes y pescado.
4. Campañas publicitarias para la compra de alimentos saludables
En medio de la vulnerabilidad alimentaria y
económica dada por los cierres de mercados locales e internacionales, los
gobiernos nacionales, en colaboración con el sector privado y la sociedad
civil, han innovado y rediseñado no solo nuevas cadenas de suministro y
entornos alimentarios que incluyan alimentos saludables, sino también
estrategias especializadas de publicidad para influir en la compra y consumo
responsable de estos alimentos, como medida de salud, nutrición, solidaridad y
revitalización de la economía local. Esto siempre y cuando, exista un entorno
alimentario que asegura el acceso y disponibilidad de alimentos saludables.
Estas medidas de promoción cumplen múltiples
funciones. Además de promover los beneficios de una alimentación saludable ante
una infección como la de la COVID-19, orientar al consumidor en no hacer
“compras de pánico”, y destacar los esfuerzos país para apoyar a la agricultura
nacional, pueden también contrarrestar el marketing agresivo de industrias de
bebidas azucaradas y de productos no saludables.
Empoderar a los consumidores para que tomen control
Esta pandemia ha venido a evidenciar la relación de fuerzas entre el suministro de alimentos, entornos alimentarios y el consumidor, en donde inclusive se habla del “nuevo consumidor pospandemia”. Además, se sabe que la disponibilidad, acceso y promoción de alimentos saludables, si bien, son indispensables, no son suficientes para promover el cambio. Es decir, estamos ante una situación donde los consumidores, además de preocuparse por el abastecimiento de alimentos y su seguridad alimentaria, requieren y demandan herramientas para saber cómo integrar recomendaciones de alimentación fácil, asequible, consciente y saludable, para sobrevivir y recuperarse de la pandemia.
Por
ello, es necesario enfatizar la importancia de una educación nutricional que
integre una visión innovadora de sistemas alimentarios y que le permita al
consumidor entender, asimilar y reflexionar acerca de las múltiples dimensiones
de salud, medioambientales, socioculturales y económicas de los alimentos que son
relevantes ante esta crisis.
En este contexto, hay algunas competencias alimentarias que vale la pena incluir en programas de educación nutricional: a) inocuidad de alimentos; b) producción casera de alimentos; c) compras responsables; d) compras directas a pequeños agricultores o mercados locales; e) manejo de la ansiedad; f) cocinar durante la cuarentena; g) revitalizar la cocina local; h) disminuir los desperdicios alimenticios; i) reducir la demanda de productos no saludables en las comunidades; j) fortalecer las habilidades de crianza positiva a la hora de comer; k) mantenerse activo; y l) comer sano de acuerdo a las guías alimentarias de cada país.
Hoy
se requiere un consumidor que ponga en práctica comportamientos de alimentación
saludable y que cuide de su bienestar, a la vez que sus acciones contribuyan a
una mayor responsabilidad colectiva y solidaria a lo largo de la cadena de
valor agroalimentaria, desde la producción hasta el consumo y el manejo de
desperdicios de alimentos.
Fuente:
FAO-CEPAL (2020). Sistemas
alimentarios y COVID-19 en América Latina y el Caribe: Hábitos de consumo y
malnutrición. Boletín Nº 10. 16-07-2020. Disponible en: https://www.cepal.org/es/publicaciones/45794-sistemas-alimentarios-covid-19-america-latina-caribe-ndeg-10-habitos-consumo
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