Hay diez consideraciones o estrategias para
prevenir la malnutrición en Latinoamérica. La primera consideración tiene que
ver con las prioridades, ¿cómo podría alguien definir las prioridades para la
acción en Nutrición y Salud Pública con recursos limitados? En América Latina
en general, como grupo o como región, tenemos que establecer prioridades;
probablemente sea muy difícil hacerlo, más aun cuando los recursos son limitados,
no obstante, tenemos que disciplinarnos y seleccionar en qué nos vamos a
enfocar.
La segunda consideración está relacionada con la
igualdad o los derechos humanos, y busca responder a preguntas como: ¿cuándo
establecemos prioridades, desarrollo de políticas y programas?, ¿lo hacemos
respondiendo a las necesidades de la mayoría, de la minoría o de los
marginados? Por ejemplo, un 80% de la población se ve afectado por cierto
problema, pero no el
20% restante; en ese sentido, ¿se debe invertir para atender la problemática? En general, para tomar estas decisiones es necesario
considerar el número y porcentaje de individuos afectados, el factor social y
los recursos disponibles para los diferentes grupos perjudicados.
El impacto que se debe esperar de las
intervenciones nutricionales en las poblaciones tendría que estar firmemente
basado en la evidencia de la investigación real; evidencia de su eficacia y
evidencia de su efecto benéfico e inocuo –que no hace daño–. De este punto
parte la tercera consideración. A excepción de la condición extrema de los
estados nutricionales (deficiencia y exceso graves), no existe relación
previsible entre consumir más y cambiar el estado nutricional. Solo en déficit
y sobrepeso hay una línea directa entre consumo y efecto nutricional. Si el
organismo tiene disminución en las concentraciones de hierro, no necesariamente
el individuo va a percibir un cambio en el estado del hierro con la
suplementación, a menos que se ubique en estados de toxicidad o si se está
empezando con una anemia grave; aquí no hay una asociación entre dar más y
percibir el cambio.
Entonces, cuando se habla de intervenciones hay
que considerar los efectos negativos y nocivos que son medidos por la cantidad,
la edad, la relación de exposición y la resistencia genética del individuo.
Algunas personas pueden resistir a un efecto negativo de la dieta, mientras que
otros no y en cuanto a los efectos positivos o protectores de una dieta, estos
también están medidos por la dosis, por la edad y tal vez por el sexo de la
persona, además por la duración de exposición a la dieta buena, así como
genéticamente a la susceptibilidad de cada individuo para recibir el beneficio
de la dieta.
La cuarta consideración se vincula con el
concepto de región
latinoamericana que empieza en el río Bravo y en algunas islas del Caribe y se
extiende a la Patagonia y Tierra del Fuego. ¿Es una bondad? o ¿es una
desventaja? ¿Qué hay de común y constante en esta geografía tan larga y tan
variada? Cuando se habla de este tema hay que analizarlo con cuidado y no solo
decir “somos latinos, somos latinos” porque hay heterogeneidad enorme en el
ecosistema, etnias, economías, dietas, interacciones y respuestas a sucesos.
Por lo tanto, no hay generalizaciones importantes que se puedan hacer entre la
región o entre naciones, excepto que no sabemos establecer prioridades.
Quinta consideración: no existe una
supergeneralización que se pueda hacer acerca de la epidemiología nutricional
de la región latinoamericana. Presentamos, a continuación, ejemplos de algunos
datos que hemos recogido en cuanto a la variabilidad y varianza que se ve en
nuestra región. Por ejemplo, tenemos que: • La tasa de desnutrición crónica en menores de 5 años varía de 43,5 % en
Guatemala a 14,6 % en Venezuela a 0,6 % en Chile. Normalmente se espera por lo
menos 2,5 por debajo de dos niveles de desviación estándar. • La tasa de sobrepeso y obesidad infantil varía de 7,3 % en Argentina a 2,2
% en El Salvador • La prevalencia
estimada de obesidad en mujeres adultas varía de 40,2 % en Bolivia a 19,6 % en
Paraguay • La prevalencia
estimada de obesidad en hombres adultos varía de 37,4 % en Argentina a 6,2 % en Honduras.
El concepto transición nutricional constituye la sexta consideración, y dicho
concepto está estrechamente asociado a la urbanización y a la movilidad social.
Fue enunciado por primera vez en 1994, por el profesor Barry Popkin en las
sociedades pobres. Describe cómo el problema de deficiencias de macro y
micronutrientes persiste, y además coexiste con el inicio del problema de
exceso de nutrientes y las consecuencias metabólicas asociadas. La transición nutricional se refiere a los cambios que
ocurren en una sociedad, en un país o en una región cuando aumenta la capacidad
adquisitiva, unida a cambios de vida como la urbanización y hábitos
inadecuados, como el sedentarismo (principalmente) y gustos que cambian cuando
la gente emigra a lugares con comidas de mayor sabor y mayor contenido en
grasa. Así, en 1997, Popkin y el profesor Adam Drewnowski crearon un modelo del
estereotipo de cambio de dieta, incluyendo más fuentes de proteína animal, más
grasa saturada y parcialmente hidrogenada (vegetal), más azúcares refinados y
menos carbohidratos complejos. La
transición nutricional es relevante para la mayoría de la región debido a
su elevada tasa de urbanización.
La séptima consideración tiene que ver con la
doble carga; hay dos dobles cargas. La doble carga de las enfermedades y la doble carga de la mala
nutrición, ambas relacionadas y basadas en la heterogeneidad de los factores
genéticos y ambientales que determinan la transición epidemiológica; quiere
decir que en la población coexisten y se sustituyen problemas agudos como la
desnutrición aguda o infecciones agudas por enfermedades crónicas como las
cardiovasculares, neoplasias, metabólicas, entre otras. La segunda, es la doble
carga de la nutrición de enfermedades de deficiencia o exceso.
La octava consideración aborda el aspecto
bioético, pues las intervenciones nutricionales o estudios que se realicen
tienen que velar por aspectos éticos, tales como no dañar a las personas, que
haya voluntad de participación y justicia para el que lo necesite. Un ejemplo
es la distribución de complemento de calorías y micronutrientes. En
Latinoamérica tenemos el ejemplo del programa Progresa/Oportunidades en México,
que distribuía un complemento de calorías y micronutrientes, Nutrisano (alto en hierro), para los
más pobres de la sociedad rural. Por un lado, mejoró el estado del
micronutriente en los individuos pero también incrementó la tasa de sobrepeso
en los niños que lo recibieron. Aun no se encuentra causalidad entre estos dos
aspectos.
La penúltima consideración sostiene que la mejor
acción en las intervenciones en Salud Pública, a veces, es la conservación de
las buenas prácticas actuales más que promover cambios en la conducta y
acciones. Es el caso de las poblaciones que aún no han entrado en la epidemia
de la obesidad; la cuestión con ellas es no hacer nada nuevo sino ver lo que
están haciendo bien y prevenir que no se generen cambios que pongan en riesgo
la sociedad.
Entonces, yo hablo de la no transición
nutricional si podemos prevenirlo ya que la transición nutricional trae consigo cambios
negativos, de esta manera se mantiene el tradicional bajo riesgo de
enfermedades crónicas. Por ejemplo, en Mesoamérica la dieta tradicional se ha
basado en frijoles y tortilla; si lo que queremos es mantener la dieta de
frijoles y tortilla, no cambiemos la dieta a harina refinada y azúcar,
quedémonos con frijoles y tortillas que podrían tener beneficios para la carga
glucémica y la nutrición de folatos. En Brasil observamos la misma situación:
mandioca y frijoles. Podemos evitar el daño impidiendo el cambio, aplazando la
transición a una dieta alta en productos refinados que tendría beneficios similares
y solamente mejorando la deficiencia de micronutrientes presentes en el tipo de
dieta según el patrón tradicional.
La décima consideración consiste en que la salud
nutricional en esta región heterogénea tendría que basarse en una definición de
problemas, situación por situación, país por país, clase social por clase
social, ciudad contra campo, etc., porque no hay grandes soluciones ni
soluciones mágicas que puedan resolver todo en uno solo. Pero si yo tuviera que
apostar a una solución mágica, recurriría al concepto de dieta de calidad, o sea una dieta milagrosa
que al mismo tiempo que no provoca excesos garantiza la ausencia de
deficiencias.
Los elementos de la dieta de calidad (Quality Diet) deben ser ajustados a las
preparaciones, tradiciones y disponibilidad de alimentos de cada lugar; además,
la fortificación puede ser necesaria para alcanzar las metas. Ahora bien, dieta
de calidad según un experto como Ricardo Uauy que fue la persona que para mí
introdujo este concepto hace cuatro años (2006) para hacer un anuncio en el
primer Congreso Mundial de Nutrición Comunitaria en Barcelona, también
considera que los costos de su producción en diferentes ambientes ecológicos
son importantes. Esta dieta debe tener habitualmente un tubérculo o cereal que aporte
la energía y podría estar enriquecido con algunos micronutrientes; en cada
cultura donde hay una dieta de calidad local, se incluye también una leguminosa
y esa puede ser frijol, garbanzo, habas o arvejas; la papa se incluye dentro de
los tubérculos y después habría que pensar en el aporte de los diferentes
micronutrientes por categoría: aportes de caroteno por ejemplo con zanahoria y
zapallo (calabaza o auyama); aporte de fólico con hortalizas especialmente de
hojas verdes, y una pequeña cantidad de carne.
La sobre- y desnutrición son problemas
simultáneos; por tanto es necesario concentrarse en el consumo de una dieta que
mantenga el balance adecuado de energía para una composición corporal ideal,
mientras se provee la cantidad de micronutrientes adecuada para la edad, con
alimentos protectores que crean resistencia a las enfermedades crónicas y con componentes promotores de la reducción
de enfermedades nocivas. Esta debería ser la estrategia conjunta en la región,
definida localmente como eje estratégico
central para vencer los diversos problemas nutricionales.
Fuente:
Noel Solomons
(2013). Diez consideraciones para prevenir la malnutrición de Latinoamérica. CANIA. Año 16. Nº 26. P. 28-32
ME GUSTA MUCHO SU LABOR NO SE RINDA SIGAN ADELANTE MUCHAS FELICIDADES
ResponderBorrarMuchas gracias mi estimad@. Alguna sugerencia sobre ésta y otras temáticas que sea de su interés. Estamos a la orden.
BorrarLa información que suministran en cada uno de los temas que abordan son de gran importancia para el ser humano ,ya que muchas veces desconocemos lo valioso que puede ser la alimentación en nuestro estilo de vida, me estoy llenando de mucha información gracias a ustedes sigan enriqueciéndonos con todos esos aportes tan interesantes
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