La Educación Alimentaria y Nutricional (EAN), es una estrategia que complementa y potencia otros
esfuerzos a nivel nacional y local, aumentando la sostenibilidad y eficacia de
los programas para superar la inseguridad alimentaria y nutricional.
El consumo es cultural y, como tal, la educación y la
comunicación son esenciales para cambiar paradigmas y hábitos.
La EAN, así como la promoción de los buenos
hábitos, impactan en las comunidades, hogares e individuos en varios ámbitos:
mejor salud y bienestar, crecimiento y desarrollo, y prevención de enfermedades
como la obesidad o las cardiovasculares. En lo económico, optimiza el gasto familiar
en alimentos y al Estado le reduce costos en atención de enfermedades.
Ahora, los cambios se dan de
manera gradual, en la medida en que la persona incorpora sus nuevos saberes a
prácticas que adquieran sentido para ella misma. Esto lleva a que cada intervención
debe ser pertinente al contexto y partir del conocimiento del entorno.
Un nuevo
paradigma en educación alimentaria y nutricional
En los ámbitos de la educación
formal, al interior del currículo escolar, desde mediados del siglo XX se incluyó la
enseñanza de conceptos de nutrición y procesamiento de nutrientes en el
organismo. Por fuera del aula se fomentan mensajes de prevención desde la salud
pública, que suelen estar en manos de nutricionistas.
Sin embargo, el aumento de
enfermedades cardiovasculares y de los índices de malnutrición –sobrepeso, obesidad y desnutrición– se
asocian al poco éxito de la educación alimentaria tradicional.
Desde finales del siglo XX, la FAO insiste en
la necesidad de acercar la educación alimentaria a otras ciencias y
herramientas que demuestran mayor efectividad a la hora de generar
transformaciones en los comportamientos y hábitos de las personas, como la
comunicación masiva o los métodos pedagógicos de carácter participativo.
La educación alimentaria se
proyecta más allá del campo de acción de docentes y nutricionistas con expertos
en comunicación, trabajo con comunidades y aprendizaje significativo. Este
método marca una diferencia radical con la educación tradicional en nutrición.
Si bien hay una estrecha relación con temas de salud pública –como la
prevención de enfermedades–, el objetivo de la educación alimentaria supera la transferencia de conocimientos
determinados y se centra en la motivación y creación de criterios en sujetos y
comunidades.
Al entender que el sujeto es
parte de un grupo social, la educación alimentaria se dirige de forma integral
a los miembros de esa comunidad. Todos son sujetos de aprendizaje y
crecimiento, desde los padres hasta abuelos, incluyendo cuidadores,
estudiantes, directivas escolares, docentes, madres comunitarias y promotores
de salud. La educación alimentaria y
nutricional es de interés común y son muchos los grupos poblacionales que
determinan hábitos alimenticios.
La articulación y confluencia de creencias,
prácticas, percepciones y gustos resulta de sumar a todos los actores. Esto
implica acercarse, conocer e invitar a participar también a líderes
comunitarios, juntas de acción comunal, rectores, docentes, consejos estudiantiles,
tiendas escolares (cantinas) y el comercio formal/informal de alimentos, así como a las diferentes instancias
de las autoridades locales.
En las instituciones educativas
es posible dejar capacidades y experiencias en objetivos y metodología, sujetas
a que se transfieran y repliquen de una administración a otra. Es por esto que
si bien el eje es la educación alimentaria, en el proceso se forma en otras
competencias como liderazgo, autoestima, solidaridad y comunicación.
¿Qué se
puede lograr?
• Desarrollar capacidades para
adquirir hábitos adecuados de selección, manipulación, preparación y consumo de
alimentos variados y pertinentes para cada ciclo vital, de acuerdo con las
condiciones y con la disponibilidad de recursos materiales y económicos de cada
familia y entorno.
• Apoyar el desarrollo de
ambientes territoriales o institucionales saludables a través de la difusión
masiva de mensajes y del apoyo a las entidades territoriales con metodologías e
información replicable a toda la comunidad, relacionadas con alimentación
saludable.
• Lograr que las personas generen
sus propias reflexiones en torno a sus hábitos alimentarios y decidan por sí
mismas asumir cambios favorables.
• Seguir los lineamientos de la
FAO que define la educación en nutrición como “el conjunto de actividades de
comunicación destinado a mejorar las prácticas alimentarias no deseables, a través
de un cambio voluntario de las conductas relacionadas con la alimentación,
teniendo como finalidad el mejoramiento del estado nutricional de la población”.
Como señala la FAO, Los países
de América Latina, como el resto del mundo, observan con preocupación los
efectos de la globalización sobre la información, las actitudes y los cambios
en los estilos de vida de las personas, lo que se ha traducido en profundas
transformaciones en sus conductas alimentarias, haciendo que a los problemas de
seguridad alimentaria que originan la malnutrición por déficit, se sumen los
originados por un consumo excesivo de alimentos procesados de alta densidad
energética y pobres en nutrientes, que han llevado a un rápido aumento en la prevalencia
de sobrepeso y obesidad en niños y adultos.
En ambos casos, estos problemas
afectan con mayor fuerza a los grupos de menor nivel socioeconómico, más
vulnerables ante la elevada oferta, bajos precios y masiva publicidad de este
tipo de alimentos.
Es en ese marco fundamental el acompañar las estrategias de alimentación y suplementación con un trabajo
constante y consciente de educación alimentaria dirigido a las familias. La
educación, que tenga en cuenta las condiciones, conocimientos, intereses y
gustos de las personas y familias, tiene mayor garantía de obtener resultados
positivos, que un esquema unificado y masivo que, si bien puede ser menos
costoso en su implementación, no genera los beneficios del otro modelo en
transformación cultural.
Así mismo, la permanente
exposición a mensajes informativos y propositivos para la adopción de buenos
hábitos, favorece su transformación y la incorporación de cambios.
Fuente:
Fundación Alpina 2012
Primera edición: Bogotá, noviembre de 2012
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