El vínculo entre
el derecho a la alimentación y el derecho al desarrollo infantil señalado en
artículos anteriores (ver artículos del mes de marzo 2016), se refuerza ahora desde la mirada de las neurociencias y
la psicología. Los estudios en estos campos científicos han demostrado que no
existe ningún órgano que dependa más de las experiencias externas para su
desarrollo que el cerebro humano.
La densa trama
de células y circuitos nerviosos que conforman su arquitectura, como también su
función, dependen por una parte de la dotación genética, y por otra, quizás más
importante, de las experiencias tempranas mediadas por las interacciones con
las cuidadoras/es, así como por los efectos de la alimentación y la nutrición.
Hay evidencia
científica acumulada que explica de una parte, la relación positiva entre
nutrientes y desarrollo neurológico, en particular el papel del hierro, el
yodo, y los ácidos grasos esenciales en la conformación del tejido cerebral, la
migración y ubicación de las neuronas y la conducción de los impulsos
nerviosos, como de otra, los trastornos que resultan de deficiencias
nutricionales en la niñez temprana como la desnutrición crónica, la anemia por
carencia de hierro y las deficiencias de yodo, todo lo cual se expresa en pobre
capacidad de atención, memoria y percepción, pérdida de coeficiente intelectual
y bajo rendimiento mental. Las
deficiencias de yodo, por ejemplo, son la principal causa de retardo mental
prevenible en el mundo.
Se sabe por
ejemplo, que el cerebro tiene un fuerte componente de lípidos o ácidos grasos
esenciales- AGE, que conforman la mielina, una capa grasa que recubre las
ramificaciones neuronales (dendritas y axones) por las que se transmiten los
impulsos nerviosos que llevan y traen información al cerebro. La leche materna
es muy rica en estos AGE y numerosos estudios la asocian con mejora de los
procesos de visión, audición y desarrollo mental. Hay evidencia científica de
la ganancia de 3.16 puntos en el coeficiente intelectual de niños amamantados
con respecto a los no amamantados, con un efecto mayor en los prematuros, la
cual puede explicarse por la presencia de dichos AGE como también por el fuerte
vínculo afectivo y el apego que se crean con el amamantamiento.
Según algunos
autores, amamantar permite a las madres conocer y atender oportunamente las
señales de hambre y saciedad de sus hijas e hijos, con lo cual estos aprenden
que no es necesario llorar para satisfacer el hambre y la necesidad de
protección, adquiriendo así la confianza básica de que sus necesidades serán
atendidas oportunamente. De este modo las niños y niños van desarrollando la
capacidad de regular su temperamento y sus emociones, un aprendizaje que
resulta esencial para su desarrollo.
Este aspecto de
la inteligencia emocional ha llevado a recomendar la Nutrición Perceptiva
como un principio que parte de reconocer que los alimentos por si solos no
resuelven la alimentación infantil y que la
alimentación complementaria óptima está relacionada no sólo con el qué se come,
sino también con el cómo, cuándo, dónde y quién alimenta al niño.
Al respecto cabe
señalar la relación positiva entre los estilos de alimentación empleados por
las y los cuidadores, los comportamientos alimentarios de las niñas y los
niños, y su ganancia de peso. Actitudes como sentarse con ellos a su mismo
nivel para alimentarlos, mirarlos a los ojos, y utilizar un comunicación verbal
y no verbal que estimule el gusto por la comida y el interés por los alimentos,
fortalece el apego con las cuidadoras/es, les permite entender los distintos
temperamentos infantiles y reconocer sus señales de hambre y saciedad para no
sobrealimentarlos o desnutrirlos. Esto trae ventajas para la conducta emocional
de las niñas y niños ya que aprenden que el hambre se satisface con alimentos
nutritivos en lugar de utilizar la comida para satisfacer necesidades
emocionales, lo cual evita conflictos durante las comidas y comportamientos
inadecuados.
Los padres y
cuidadores que exhiben flexibilidad para que los niños decidan sobre la
cantidad de las comidas y el espaciamiento entre ellas, que les permiten
alimentarse por sí mismos utilizando los dedos o la cuchara sin temor a que se
ensucien, o que expresen sus propias opiniones y sentimientos frente a los
alimentos, les ayudan a desarrollar la autorregulación y la autonomía, factores
clave en el comportamiento alimentario y en el desarrollo infantil.
Así mismo, crear
ambientes agradables y tranquilos para amamantar y ofrecer los alimentos
evitando estímulos como la televisión o los juguetes, ayudará a las niñas y
niños pequeños a concentrarse en el acto de alimentarse, sin tener que recurrir
a presiones ni ofertas de recompensas o castigos.
En
el extremo opuesto, existe información sobre las asociaciones entre
desnutrición y pobreza en la primera infancia con deficiencias en el desarrollo
infantil, manifiestas en débiles habilidades socioemocionales, cognitivas y del
lenguaje, y bajo rendimiento escolar (dificultad para culminar la primaria,
repetición y deserción), las cuales se incrementan con la edad. La relación
entre los niños que no logran desarrollar su potencial en la primera infancia y
la baja productividad laboral en la vida adulta, se explica de una parte porque
logran pocos años de escolaridad y de otra, porque el aprendizaje por año de
escuela es también bajo.
Finalmente,
estudios recientes muestran que combinar programas de estimulación y nutrición
tiene efectos positivos en el desarrollo infantil. Los hallazgos confirman que
cuando solo se da información a las madres sobre salud, nutrición y desarrollo,
los resultados son muy inferiores que cuando se ofrece una atención integral
que combina la consejería sobre salud, nutrición y educación inicial con la
provisión de alimentos y estilos interactivos de alimentación.
Estos programas
muestran mayores beneficios en el crecimiento y el desarrollo psicosocial de
los niños, en especial si son malnutridos, y efectos más acentuados entre más
tiempo dure la intervención.
En conclusión,
la estrecha influencia de la nutrición en los procesos de formación estructural
y desarrollo de las funciones del cerebro durante los primeros mil días de vida, y la evidencia de las ventajas de
combinar alimentación, nutrición y educación inicial, confirman el
reconocimiento de este periodo como la “ventana de oportunidades” para invertir
en la primera infancia con efectos para toda la vida. La evidencia científica
realza la importancia de las intervenciones alimentarias y nutricionales y la
educación inicial como la mejor forma de alimentar la vida de Cero a Siempre.
Fuente
República de Colombia (2012). Lineamiento Técnico de Alimentación y Nutrición para la Primera Infancia. Comisión Intersectorial para la Atención Integral
de Primera Infancia. Estrategia Nacional DE CERO A SIEMPRE
OMS, (2002). Estrategia Mundial de
Alimentación y Nutrición del Lactante y el Niño Pequeño, Organización Mundial
de la Salud.
Es interesante esta lectura porque el vínculo entre el derecho a la alimentación y el derecho al desarrollo infantil, se refuerza ahora desde la mirada de las neurociencias y la psicología. Los estudios en estos campos científicos han demostrado que no existe ningún órgano que dependa más de las experiencias externas para su desarrollo que el cerebro humano. Los padres tienen un papel fundamental de cómo enseñarle a los niños a comer en familia, a sentarse correctamente y además el comportamiento,la alimentación infantil que la alimentación complementaria óptima está relacionada no solo con él que se come, sino también con el cómo, cuándo, dónde y quien alimenta al niño.
ResponderBorrarYuvelis Sosa