La carta de Ottawa propone: “La salud se crea y se vive en el marco de
la vida cotidiana; en los centros de enseñanza, de trabajo y de recreo; la
salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los
demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia, y de
asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la
posibilidad de gozar de un buen estado de salud”.
Dentro de este contexto, se ha propuesto la promoción de la salud desde
la escuela, como requisito previo de la salud como un compromiso frente a las
metas del milenio y la OMS. La OPS propone la estrategia de Promoción de la
Salud Mediante la Escuela, que “facilita que autoridades, escuela, comunidad y
los servicios locales de salud potencialicen la capacidad de desarrollar
conocimientos, actitudes y prácticas de promoción de la salud y de prevenir los
factores y condiciones de riesgo en las nuevas generaciones.
La promoción de la salud escolar también contribuye a disminuir el
abandono y la repitencia escolar, ambos factores de riesgo para la salud y el
desarrollo humano”. Esta idea se basa en la participación social en torno a los
programas de mejoramiento de la promoción de la salud que se deben consolidar
en la escuela.
Dichas propuestas constituyen un espacio en términos de impulsar, desde
los primeros años, la conciencia de configurar la propia vida y ser motores
para contribuir a hacerlo con los que rodean a quien aprende en primera
instancia.
Esto posibilitaría la construcción de una cultura de la salud, a través
de la formación de estilos de vida saludables, en el fomento de actitudes y
comportamientos para una vida sana; la construcción de políticas, prácticas y
valores para vivir, que fomenten la autoestima del individuo, provean
oportunidades de éxito, de logros personales, de convivencia pacífica, como
base para un mundo feliz.
La construcción de espacios físicos que protejan la salud da una mayor
conciencia respecto a las relaciones que se establecen con el medio ambiente
físico y psicosocial. Dentro de las alternativas para lograr mejorar los
estilos de vida que involucran aspectos de tipo socioeducativo se incluyen, por
ejemplo, las campañas de prevención del tabaquismo, del consumo de alcohol, las
de promoción de una alimentación
saludable y del ejercicio físico o las de promoción de la salud, y se
dirigen a grupos sociales o sociedades enteras.
Los anteriores son factores de riesgo dentro de un estilo de vida, pero
hay que considerar que: “La educación para la salud es toda actividad
libremente elegida, que participa en un aprendizaje de la salud o de la
enfermedad, es decir, es un cambio relativamente permanente de las
disposiciones o de las capacidades del sujeto.
Una educación para la salud, eficaz, puede así producir cambios a nivel
de los conocimientos, de la comprensión o de las maneras de pensar; puede
influenciar o clarificar los valores; puede determinar cambios de actitudes y
de creencias; puede facilitar la adquisición de competencias; incluso, puede
producir cambios de comportamientos o de modos de vida”.
La función de “facilitar” ya implica las características que ha de tener
el papel del educador, considerando a
este como un facilitador de los cambios voluntarios de comportamiento, es
decir, entendiendo la naturaleza de la tarea educativa para la salud como una
relación de ayuda y apoyo, no impositiva, y en la que el elemento fundamental
de la relación educativa es el que aprende.
Considerar que los cambios de comportamiento que pretende lograr la
educación para la salud han de ser “voluntarios”, implica una percepción
antropológica de que todo individuo posee un modo de vida propio, que viene
condicionado por su herencia, su desarrollo, su cultura y su entorno, y que,
por tanto, cada persona tiene su propia forma de comportarse, sus actitudes,
sus valores, sus experiencias y sus conocimientos específicos.
Pero, al mismo tiempo, supone una concepción de la educación para la
salud como proceso facilitador de cambios en los estilos de vida de los
sujetos, que estos podrán asumir o no, sin ejercer ningún tipo de manipulación
conductual sobre ellos.
Los “comportamientos saludables” que se pretende conseguir con los
proyectos educativos para la salud son aquellos que nos permiten mejorar
nuestro estado de salud. Con ello se alude no solo al resultado de las
actividades educativas, sino también a la influencia de las acciones emanantes
de diversas instancias sobre la salud, esto es, sobre las condiciones de vida,
ambientales o de servicios prestados a la población.
Resulta evidente la importancia que se ha dado a la acción de educar
para la salud por diversos autores. Sin embargo, se encuentra que se ha
contemplado en forma desligada de la calidad de vida, y que al involucrarla, la
educación para la salud se convierte en un instrumento de cambio social e
individual, como también lo es la educación en general.
Desde una perspectiva intervencionista, la educación para la salud se ha
considerado como un proceso propositivo de aprehensión de patrones relativos al
mantenimiento y promoción de la salud. Este proceso tenderá a crear hábitos que
lleven a unas conductas referidas a estilos de vida sanos.
La OMS, ya en los años 50, afirmaba que la finalidad de la educación
sanitaria es “ayudar a los sujetos a conseguir la salud mediante su propio
comportamiento”. Esta finalidad no debe ser absoluta, en el sentido de que esta
acción educativa resulta ser uno de los instrumentos de la promoción de la salud
y de la acción preventiva, que ayuda al individuo a adquirir un conocimiento
científico sobre problemas y comportamientos útiles, para alcanzar el objetivo
salud.
Para que se generen reales acciones de defensa de la salud, se debe
implicar responsablemente al individuo y al grupo en las acciones de defensa de
la salud, es decir, debe aparecer un compromiso de cambio. Las acciones
preventivas evitan la aparición de un problema, pero las acciones previsivas
promulgan acciones positivas hacia la previsión que tiene el fin de reforzar o
fomentar los factores protectores de la salud y mejorar el ambiente de la
persona, para que sea cada día más útil, saludable y feliz.
Se pone de manifiesto la interrelación de los problemas individuales y
colectivos, respecto tanto al ambiente físico-social, como con los aspectos de
salud, vida y política. Por lo tanto, el concepto de educación para la salud
debe ser integrador y positivo.
“Cuando nos referimos a la educación, creemos que debemos hacer hincapié
en su aspecto globalizador, el hombre que es un todo, es una realidad,
bio/físico/social, donde las relaciones son parte fundamental. Sería falaz, por
nuestra parte, proponer un modelo de educación para la salud que no tuviera
como base el principio de globalidad, tratando de separar los aspectos de la
salud de todas las demás dimensiones humanas.
Creemos que los conocimientos referidos a la salud, en todos sus
aspectos, deben ser incluidos en el
currículum, tratándose en los niveles y materias que corresponda. Así, se
podrá lograr la coordinación de los profesores para obtener la tan necesaria
visión global y completa de los problemas de salud. Para los alumnos, la
educación para la salud debe ser percibida como un elemento más en el quehacer
cotidiano de la escuela.
Si la educación para la salud se lleva a la escuela de manera global e
integrada en el currículum, afectará a toda la población escolar a lo largo del
período de escolaridad obligatoria, período suficientemente largo para que la
acción educativa haya generado conductas óptimas referidas al patrón salud.
Desde una perspectiva psicológica, debemos subrayar la importancia
configurativa de las intervenciones educativas que se producen en la escuela;
los niños en edad escolar disfrutan de la mayor plasticidad de su período
vital, por lo que su capacidad de cambio es mucho mayor de la que pueden tener
luego como seres adultos.
Debemos subrayar, por último, que nunca una experiencia de este tipo
pueden ser impuesta, sino que debe ser aceptada no solo por la escuela, sino
por la comunidad escolar, teniendo en cuenta las necesidades e intereses de los
distintos grupos sociales que la integran; solo así las intervenciones serán
congruentes, produciendo la consiguiente amplificación de sus efectos”.
Este planteamiento requiere cambios en la forma de educar, respecto de
la iniciación de esta formación en etapas tempranas de la vida. En segunda
instancia, es evidente la necesidad de políticas claras de las instituciones
gubernamentales y de los formadores de formadores, para crecer en la habilidad
de comunicar la importancia del desarrollo de una conciencia personal respecto
de la responsabilidad que tiene cada individuo frente a su salud, y que esta
genera un compromiso social acerca de la
veracidad de la información transmitida, de la verificación de la efectividad
en el cambio de patrones de conducta y, finalmente, respecto de la salud de los
miembros de dicha comunidad.
En tercera instancia aparece la industria y la ingeniería, que además de
resolver los temas propiamente tecnológicos, requiere comprender al consumidor
como una persona que en su totalidad debe alcanzar su bienestar, cualquiera que
sea su condición, aun cuando aparezcan en primera instancia como responsables
de este proceso la medicina y el Estado.
Para ello, se deben mantener campañas de capacitación responsable a
nivel de los medios de información tradicional y de la misma Internet, que
muevan al consumo de alimentos
saludables, funcionales o no, que realmente proporcionen sustancias que
tengan alto valor nutritivo, pero que a su vez se unan a estilos de vida
saludables, que impliquen una combinación apropiada de ellos y la manera
adecuada de prepararlos, consumirlos y mantenerlos en almacenamiento.
La carta de Bangkok, para la promoción de la salud en un mundo
globalizado, del 2005, establece las medidas, los compromisos y las promesas
necesarias para abordar los problemas de salud en un mundo globalizado, todo
esto fomentando lo propuesto en la carta de Ottawa. Considera dentro de sus
destinatarios al sector privado e involucra como factores críticos el
desarrollo de nuevas formas de consumo y comunicación, así como las medidas de
comercialización.
Involucra como compromisos clave lograr que la promoción de la salud sea
un componente primordial de la agenda de desarrollo mundial, una
responsabilidad de todo gobierno, un objetivo fundamental de las comunidades y
de la sociedad civil, y un requisito para las buenas prácticas empresariales.
Aun cuando el papel de la industria y la ingeniería no aparece mencionado en
forma directa, resulta una oportunidad de enfrentar la responsabilidad
compartida, el velar por la salud de los consumidores a través de la
investigación y el desarrollo de productos asequibles a toda la población, que
promuevan estilos de vida saludable, más allá de garantizar la inocuidad de los
mismos y la salud de sus trabajadores.
Pero la acción preventiva debe trascender, al hacer frente a los efectos
nocivos del comercio, productos, servicios y estrategias de comercialización,
que en últimas promueven patrones culturales contrarios a lo esperado. La
promoción de la salud debe ser parte de la estrategia de formación del nuevo
consumidor, que será consciente de la relación salud-alimentación, y para ello
aparece como componente fundamental la educación.
Todo esto debe ser desarrollado dentro del marco sociocultural
particular y empleando, además, las estrategias educativas que involucren el
crecimiento personal. Se requiere involucrar a ambos actores en el proceso de
adquirir una cultura de salud, donde la prevención sea la prioridad; adquirir
una actitud positiva hacia la salud, tanto individual como colectiva, teniendo
en cuenta el cuerpo y las emociones; adoptar estilos de vida saludables,
conociendo los principales problemas de salud actuales y el modo de
prevenirlos. La industria y la ingeniería deben ser parte del proceso formativo
como facilitadores, fomentando, desde su cultura institucional y profesional,
que cada individuo se haga responsable por su salud, por su estilo de vida y
por el efecto positivo que genera en la sociedad y en el medio ambiente.
Fuente: Gabriela Rabe Cáez Ramírez y Nidia Casas Forero (2007). Formar en un
estilo de vida saludable educ.educ.
Volumen 10, Número 2, pp. 103-117.
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