Detener el efecto negativo de las
privaciones en la infancia desde la escuela permite cortar oportunamente
potenciales cadenas de pobreza, además de formar para la participación social
reivindicadora.
Pero, para saber cómo lograrlo desde la
docencia es imprescindible capacitar a los educadores en servicio y en
formación, acerca de los distintos tópicos y prácticas que pueden hacerlo
posible y que deben empezar por entender, por un lado: como la pobreza, según
el método del ingreso, es insuficiente para dar cuenta de aquellas privaciones
que en la práctica pueden tener un fuerte efecto en el desarrollo de los
niños; y, por el otro, que las
necesidades de los menores en condición de pobreza difieren significativamente
de las de los adultos en esta misma situación.
Las causas de afectaciones del
desarrollo neuroevolutivo en la infancia que padece de situaciones de pobreza superan
en cantidad y severidad a las que se identifican entre la niñez por encima de
la línea de pobreza. En ese sentido, debe quedar claro para los docentes que el
primer factor relacionado con la pobreza infantil y que más problemas causa
sobre el desarrollo y el rendimiento escolar, es la desnutrición:
“Los
estragos que provoca la desnutrición que se padece en la infancia son los más
lamentados por la sociedad, ya que en esta etapa el mayor impacto lo sufre el
cerebro del niño, en el que se producirán alteraciones metabólicas y
estructurales irreversibles”
La mala nutrición, el rezago y el
abandono escolar, la falta de expectativas y la discriminación que sufren los
niños, por ser pobres, no sólo afectan sus derechos en el presente, sino que
los dejarán en los estratos más bajos de la escala social, haciendo que en la
adultez reproduzcan la precariedad en su bienestar y, por tanto, afecten a las
generaciones siguientes
La pobreza
infantil se define como la privación de nutrición, agua, acceso a
servicios básicos de salud, abrigo, educación, participación y protección. La
pobreza infantil implica que niños, niñas y adolescentes no gocen de sus derechos
y, en consecuencia, se vean limitados para alcanzar sus metas y participar
activamente en la sociedad.
La pobreza infantil es un fenómeno
multidimensional y heterogéneo, que se complica con las desigualdades de
género, de pertenencia étnica y de ubicación geosocial (urbana-rural). Cuyas
condiciones de falta de autonomía y mayor vulnerabilidad, de cara al efecto a
largo plazo de las privaciones, la violencia y el abuso, hacen de la pobreza
infantil un objeto de estudio que debe ser abordado con algunas consideraciones
distintas a aquellas aplicadas a la pobreza general.
El enfoque de derechos humanos en las
políticas de desarrollo, y principalmente en los programas de superación de la
pobreza, conlleva al reconocimiento de que la pobreza infantil tiene una doble
implicación en la violación de los derechos humanos: impide su ejercicio actual
y limita las oportunidades y la construcción de capacidades para su ejercicio
futuro. La mayoría de los niños y adolescentes pobres ven sus derechos
violentados, ignorados o parcialmente realizados en forma cotidiana, y sus
familias, que carecen del goce de sus propios derechos, no pueden, por tanto,
protegerlos.
Sin duda, la multidimensionalidad así
como el prolongado y dramático impacto de la pobreza en la infancia merecen un
trato aparte, lo mismo que el cruce de desigualdades que producen. Si bien la
existencia de una sola privación extrema ya reviste gravedad para el desarrollo
infantil, la presencia de un síndrome de múltiples privaciones alerta sobre una
pérdida segura en las oportunidades de aprovechamiento de las potencialidades
de los niños y, en definitiva, perpetúa la reproducción intergeneracional de la
pobreza.
Efectos
de la pobreza en la infancia
Las condiciones de vida que comparten
infantes que viven en hogares pobres se relacionan con: padecer malnutrición (desnutrición),
residir de manera expuesta a focos de contagio y tóxicos, pertenecer a
comunidades de altos índices de prematuridad, bajo peso al nacer y alta
morbilidad y mortalidad infantil, tener limitado acceso a servicios, convivir
en hacinamiento y con los más altos índices de abuso y violencia tanto
intrafamiliar como contextual, a lo que se suman diversas manifestaciones de
descuido, negligencia y formas de vida parental que mantienen a los menores en
permanente riesgo.
Además, cuando los niños y niñas no
cuentan con sus necesidades básicas satisfechas coexiste una situación de
derrota, humillación, vulnerabilidad y debilidad, por lo que también su
autoestima se ve seriamente alterada.
La forma en que las condiciones de vida
afectan a las distintas dimensiones del desarrollo neuroevolutivo de los
pequeños, con consecuencias a largo plazo y con una incidencia y factores de
riesgo que superan significativamente a los que pudieran afectar a los menores
fuera del rango de pobreza.
Como es posible predecir, cualquier
afectación neuroevolutiva puede tener consecuencias relevantes sobre las formas
y procesos para aprender, así como sobre el comportamiento en general, pero de
los factores que se acusan con mayor incidencia en el desempeño escolar se
habla de la desnutrición y el estrés infantil producto de las condiciones
permanentes de riesgo.
La
desnutrición infantil y su impacto en el aprendizaje
La desnutrición infantil tiene una
serie de consecuencias negativas en distintos ámbitos. Entre ellas destacan los
impactos en morbimortalidad, educación y productividad, constituyéndose en uno
de los principales mecanismos de transmisión intergeneracional de la pobreza y
la desigualdad.
De manera tal que los niños con
desnutrición cuentan con una probabilidad mayor a enfermarse y esto suele
provocar una incorporación tardía al sistema educativo y mayor ausentismo
escolar, con lo cual aumentan la probabilidad de repitencia y deserción. Por lo
tanto, la desnutrición infantil
produciría una desventaja permanente en el proceso educacional, lo que se
ve incrementado cuando además existen limitaciones en el acceso alimentario
durante el proceso educativo y se relaciona de manera significativa con el
déficit de micronutrientes.
La mala nutrición, el rezago y el
abandono escolar, la falta de expectativas y la discriminación que sufren [los
niños] por ser pobres, no sólo afectan sus derechos en el presente, sino que
los dejarán en los estratos más bajos de la escala social, haciendo que en la
adultez reproduzcan la precariedad en su bienestar y, por tanto, afecten a las
generaciones siguientes.
La transmisión de la pobreza a otras
generaciones se da porque sufrir este
flagelo en las primeras edades deja marcas indelebles que potencian el círculo
vicioso de la pobreza: niños y jóvenes sin educación, desnutridos y pobres
se convierten, casi inevitablemente, en adultos sin educación, desnutridos y
pobres, que a su vez serán padres sin haber podido superar estas condiciones.
Como desnutrición infantil global se
entiende el bajo peso para la edad. La desnutrición crónica se refiere a
quienes tienen baja talla para la edad, que se correlaciona con la malnutrición
intrauterina y que se prolonga hasta por lo menos los primeros tres años de
vida. Cuando se presenta bajo peso para la talla se considera desnutrición
aguda y la pérdida severa se da cuando la disminución alcanza 25% o más del
peso mínimo esperado para la talla y la edad.
Para comprender la manera en que la
desnutrición altera a la constitución del sistema nervioso central, es
necesario saber que la sangre aporta micronutrientes (vitaminas y minerales),
macronutrientes (glucosa, proteínas, lípidos), macrominerales (sodio, cloruro,
potasio), oligoelementos (hierro, zinc, manganeso) y oxígeno al cerebro. De la
calidad de su contenido dependen tanto la condición estructural y madurez del
cerebro como la capacidad de la transmisión electroquímica (neurotransmisores),
los que a su vez determinan el desarrollo y el desempeño cerebral.
Los efectos en educación son igualmente
alarmantes. La desnutrición afecta al desempeño escolar a causa del déficit que
generan las enfermedades asociadas, y debido a las limitaciones en la capacidad
de aprendizaje vinculadas a un menor desarrollo cognitivo. La mayor
probabilidad de enfermar hace que los niños y niñas desnutridos presenten una
incorporación tardía al sistema educativo y mayor ausentismo escolar, con lo
que aumenta su probabilidad de repetición y deserción. El déficit de
micronutrientes, en especial hierro, zinc, yodo y vitamina A, se traduce en un
deterioro cognitivo que deriva en un menor aprendizaje.
El
desarrollo del sistema nervioso central está determinado en los primeros 18
meses de vida del niño.
Si durante este tiempo el niño no recibe una adecuada ingesta de nutrientes y
estimulación sensorial se produce una atrofia del desarrollo neuronal. Por lo
que el golpe de la desnutrición y enfermedades asociadas determina un
desarrollo neuroevolutivo limitado y limitante para quienes las padecen durante
la primera infancia.
El
potencial de la escuela frente a la pobreza infantil
Hasta ahora la educación constituye la
fuerza más efectiva para superar la pobreza. Lo cual se explica de la siguiente
manera:
-El aumento en los niveles
educacionales, en especial entre los grupos más pobres, así como la disminución
de las brechas de género, incrementan la movilidad social y elevan los retornos
del trabajo y la calidad de los recursos humanos, a la vez que permiten
democratizar el acceso pleno a la ciudadanía.
-A partir del 2000, se fortalece el
movimiento de educación inclusiva que entre otros objetivos pretende ofrecer
oportunidades educativas con equidad y calidad a todas las personas, según sus
necesidades y de acuerdo con sus condiciones culturales; lo que sin duda
amerita estrategias de atención educativa a la diversidad personal y cultural
de todos y cada uno de los beneficiarios y beneficiarias del derecho a educarse.
Asunto que implica y demanda cambios considerables
para una escuela preparada para atender más bien a la norma, que no así a las
diferencias culturales ni personales de los estudiantes.
- La UNESCO, señala que el poder de la
educación sobre la salud infantil y materna es incuestionable. Madres que han recibido educación tienen
más probabilidades de lograr que sus hijos reciban los mejores nutrientes para
ayudarlos a prevenir o superar las enfermedades, saber más acerca de las
prácticas de salud e higiene apropiadas, y disponer de más poder en el hogar
para garantizar la satisfacción de las necesidades nutricionales de sus hijos.
A lo que se agrega que la educación es
la vía que permite a las personas desarrollar
las competencias que necesitan para mejorar sus medios de vida. Por lo
tanto, la educación que da cabida a la resolución de los problemas propios de
los contextos desprovistos, así como para el desarrollo de capacidades que
abren la puerta de la inclusión laboral, parece seguir siendo la herramienta
más directa y efectiva no solo contra la pobreza, sino para romper la secuela
generacional que conlleva.
Pero, para que sus buenas intenciones
se cumplan, la atención educativa pertinente y oportuna para los infantes que
sufren la pobreza infantil debe incluir asignaciones universales, sistemas de
cuidado diario y desarrollo temprano, educación
preescolar, primaria y secundaria de calidad y adecuados mecanismos de
protección y justicia.
Los criterios de igualdad de
oportunidades deben revalorarse y las políticas educativas deben ajustarse a
las diversas realidades nacionales y a los derechos de las personas como seres
sociales, en contraste con las posiciones de dependencia y ayuda. Cualquiera
que sea el nivel socioeconómico, los centros educativos deben mantener una
posición de reconocimiento a la autonomía, libertad e identidad de personas y
culturas.
Con base en experiencias exitosas o
buenas prácticas de educación inclusiva, las cuales concuerdan con lo que
propone la Agenda Educacional, Post 2015, para América Latina y el Caribe
(UNESCO), estrategias de gestión, curriculares y didácticas como las que se
mencionan enseguida, podrían coadyuvar entre sí para la superación de las
barreras que la pobreza impone al neurodesarrollo infantil:
Vigilante
del estado nutricional:
la escuela, mediante asignaciones universales o cualquier otro tipo de
subsidio, debe procurar contar siempre con un servicio de comedor que provea y
vigile una dieta adecuada para el estudiantado. También debe coordinar con el
personal de salud asignado a su comunidad para registrar de manera constante el
desarrollo de los menores de acuerdo con el acceso a una dieta básica,
balanceada y nutritiva; así como la provisión de complementos nutricionales que
posibiliten un desarrollo humano adecuado para cada edad, lo que debe
complementarse con una capacitación a las familias que les permita mejorar sus
ingresos e invertirlos en una nutrición planificada y hasta organizarse junto a
otras familias para producir sus propios alimentos.
Atención
a familias y comunidad:
como explica la UNESCO en su documento “La
educación transforma la vida”, la educación a las madres y la atención
temprana pueden prevenir considerablemente los efectos de la pobreza en el
desarrollo infantil. Por tal motivo en las acciones extracurriculares del
centro deben estar contempladas con propuestas de alfabetización y capacitación
en cuanto a la atención prenatal, el neurodesarrollo y la nutrición infantil,
que permitan que los bebés o aquellos que están por nacer lleguen a la escuela
en mucho mejores condiciones que sus hermanos (as) escolares.
Centro
de seguridad y protección: los menores deben encontrar en la escuela un refugio que
les permita sentirse seguros ante las amenazas contextuales y a veces
familiares con las que conviven. Por tanto, el centro educativo no puede
aparecer como una amenaza adicional por ejemplo al rendimiento escolar, no
puede mostrarse negligente ante el abuso que descubre y menos considerar que la
información sobre instancias de exigibilidad de protección y justicia no
corresponden al currículo escolar.
Sin embargo, la educación no sólo
continúa siendo el principal canal de movilidad social sino que, en el caso de
las personas en condición de pobreza, se convierte en la ruta para la
sobrevivencia propia y de las generaciones venideras.
No obstante, para que esto resulte, las
políticas económicas deben coincidir estrechamente con las políticas sociales y
educativas, además de que la oferta curricular debe estar claramente diseñada y
ejecutada con esa intención; donde la escuela inclusiva tiene la palabra, en
tanto permite desarrollar lo que aquí se propone y procura la equidad de
acceso, permanencia y logro entre los estudiantes.
Sin embargo, lo anterior demanda que
los y las educadoras así como los futuros docentes se encuentren debidamente
formados para desempeñarse en su práctica desde este enfoque educativo.
Fuente:
Lady
Meléndez Rodríguez y Vivian Solano Monge
(2017). La desnutrición y el estrés van a la escuela: pobreza infantil y
neurodesarrollo en América Latina. INNOVACIONES
EDUCATIVAS · Año XIX · Número 27 ·
Diciembre 2017. pp. 55-70.Disponible: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6222562
Los lactantes y los niños son los grupos más vulnerables a la carencia de micronutrientes, pues necesitan una gran ingesta de vitaminas y minerales para su rápido crecimiento, Los polvos de micronutrientes que contienen hierro, y minerales de Maternova ayudan a combatir la desnutrición infantil
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