La
alimentación ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la humanidad,
ha contribuido a su configuración social y cultural y se ha convertido en un
factor clave para explicar las dinámicas demográficas y de salud.
Sin
embargo, a pesar de todas estas evidencias, en el siglo XXI, en materia de
alimentación y nutrición, el ser humano tiene que seguir haciendo frente al
hambre y la desnutrición –como expresión biológica del subdesarrollo y la
desigualdad social–, al mismo tiempo que debe afrontar el reto de una pandemia
de obesidad que responde, por un lado, a la sobrealimentación y los hábitos
alimentarios inadecuados, y, por otro, a lo que se conoce como la obesidad de
la pobreza, aquella que convive con el hambre y la desnutrición y que comparte
buena parte de sus factores determinantes.
Para
superar este doble reto, se debe garantizar a todas las personas una
alimentación de calidad donde la gastronomía está llamada a jugar un papel
fundamental.
Desde la
sinergia que cabe establecer entre la nutrición y la evolución de la propia
gastronomía y de la cocina, el saber
gastronómico, entendido como una ciencia y un arte que nos suministra los
conocimientos necesarios para la elección de los alimentos convenientes, y cómo
proceder al condimento de los mismos y a su presentación en la mesa, debe
evolucionar en beneficio de la nutrición.
Con la
gastronomía podemos aprender a comer y a nutrirnos de forma adecuada, sin
renunciar al objetivo de disfrutar comiendo. La cocina debe apostar por una
gastronomía centrada en las materias primas de calidad y asegurar, así, el
sabor de los alimentos y la salud de los consumidores.
Hoy
asociamos la cocina con el hecho de hacer a los alimentos más apetitosos, pero
en un principio eran cocinados para facilitar su digestión, para hacerlos
comestibles.
“la gastronomía aparece cuando las
necesidades primarias están satisfechas, cuando el ser humano elabora y recrea
el alimento que ya no es una afán prioritario y cotidiano”.
La gastronomía
aparece en el momento en el que se introducen en el imprescindible acto de
comer nuevos parámetros: el placer, la sociabilidad, la reflexión (y añadimos,
nosotros, también la salud).
Hoy más que
nunca la gastronomía debe asumir su doble perfil, y adoptar su condición de
concepto unitario, ya que no resulta posible disociar los aspectos que afectan
a la salud de los componentes vinculados con el placer.
Se trata,
de pasar de una época donde lo único importante eran el placer y la satisfacción,
a una sociología de la alimentación que implica no sólo acabar con el hambre y
tratar de que todas las personas coman saludablemente, sino, también y de una
forma muy especial, que cada vez más personas disfruten comiendo.
Que el
placer gastronómico no corresponda sólo a unos cuantos privilegiados, sino que
se extienda a la mayoría de las poblaciones. Ha de ser desde la confluencia
entre nutrición y gastronomía, como se debe intentar alcanzar una alimentación
de calidad, aquella que además de ser nutricionalmente adecuada, variada y
saludable, sea rica, apetecible y adaptada a los gustos y necesidades de los
consumidores.
Se trata de
incorporar la calidad gastronómica, y contemplar las características organolépticas
de los alimentos (sabor, olor, color, textura, etc.), de las técnicas y métodos
empleados en su preparación y cocinado, así como de la habilidad aplicada a las
mismas, y de factores más relativos, variables o subjetivos, tales como los
gustos individualizados, o los usos y las modas de la época, lugar o cultura.
No se come
sólo por salud, también se come por placer, y, sobre todo, se come de acuerdo
con unos hábitos alimentarios. Al programar una dieta, aunque sea correcta
desde el punto de vista nutricional, si no se tiene en cuenta el placer y los
hábitos, es decir la gastronomía, muy probablemente fracasará.
“un alimento si no se come no
cumple su misión”.
Existen tres
elementos que determinan el consumo o no consumo de un alimento: su palatabilidad, su digestibilidad y su metabolicidad,
siendo la primera la llave para los otros dos.
El reto de
conseguir la palatabilidad se convierte, así, en el punto de encuentro entre
gastronomía y nutrición, y en uno de los factores fundamentales en el
desarrollo de la gastronomía.
Los
gastrónomos buscan conocer la influencia de los diferentes procesos culinarios
en la palatabilidad de sus elaboraciones, a través de las informaciones que
proporcionan las ciencias de la nutrición y los alimentos.
Se trata de
llevar a la práctica las enseñanzas del buen comer, logrando coordinar los
aspectos nutricionales con los gastronómicos. Pero se trata también de recordar
que la alimentación es un derecho básico y una responsabilidad colectiva que precisan
de una cultura alimentaria basada en una gastronomía saludable.
El reto
está en formar ciudadanos gastronómicamente responsables. Comer mejor significa
vivir mejor (‘somos lo que comemos”),
y aunque comer bien pueda resultar complejo, también debería resultar
placentero. Promover y preservar la salud pasa por desarrollar y adquirir unos
hábitos alimentarios adecuados, de ahí la importancia de integrar en el discurso
de la nutrición humana y la dietética, la idea de que la gastronomía constituye
uno de los pilares fundamentales de la cultura de la salud, y, por ello, los
ciudadanos preservarán mejor su salud cuando mejor desarrollen sus hábitos
alimentarios, incluyendo en los mismos la plena recuperación de la función
social que implica el hecho de alimentarse.
En el
proceso de humanización de la conducta alimentaria, el comer se convirtió en un
acto social, y en dicho proceso la
gastronomía jugó un papel destacado.
“El ser humano es el único animal
que cocina sus alimentos, y además el único que los comparte.
Sólo él produce una cocina gastronómica”.
Sin
embargo, en los últimos tiempos, y a pesar de la actualidad y la importancia
mediática que muestran tanto la alimentación como la gastronomía, parece que
estamos revirtiendo los efectos de la revolución culinaria que convirtió el
acto de comer en acto saludable y socializador.
Los
alimentos precocinados se han convertido, de hecho, en un emblema de la cultura
del calentar y servir, del plástico y del silencio, donde se ha instalado el
consumidor de comida rápida. La comodidad de los alimentos preparados ha comportado,
también, un cambio importante de valores y ha conllevado la generalización de
productos procesados industrialmente concebidos para ser consumidos a toda
prisa o bien delante del ordenador o de la televisión.
¿Hasta qué punto
corremos el peligro de retroceder en el efecto socializador que acompañó la
primera gran revolución de la comida?, ¿estamos priorizando la comodidad y la
rapidez frente al placer de comer o el objetivo de nutrirse de forma
saludable?, ¿dónde queda el saber gastronómico bien entendido?
Para
conseguir que la alimentación-nutrición y la alimentación- gastronomía cumplan
con el papel que tienen que desempeñar en las sociedades actuales, parece indispensable
que los conocimientos de alimentación-nutrición y la educación del gusto, es
decir, la educación en materia de alimentación y gastronomía se incorporen,
como algo absolutamente esencial y obligatorio, al sistema educativo, incluida la
formación gastronómica de los dietistas-nutricionistas.
Como se
subrayaba en la iniciativa aprobada por el Parlamento Europeo sobre El
Patrimonio Gastronómico: Aspectos Culturales y Educativos, el 12 de marzo de
2014, si se quieren evitar gastos
extraordinarios y difícilmente asumibles, incluso en las sociedades más
desarrolladas, para curar las enfermedades y las patologías derivadas de una mala
alimentación, la gastronomía debe incorporarse a las aulas.
El objetivo
principal de la educación y la cultura alimentaria del siglo XXI tiene que ser
demostrar y convencer a todo el mundo, que es absolutamente compatible, además
de obligatorio, comer saludable y gastronómicamente.
La dieta gastronómica, entendida como
aquella que integra el discurso de la nutrición humana y la dietética, al mismo
tiempo que ofrece platos atractivos y apetitosos –indicando el modo de
elaborarlos y en ocasiones modificando la forma tradicional de
confeccionarlos–, se puede convertir en un instrumento válido para alcanzar las
recomendaciones nutricionales de energía y nutrientes, pero sin olvidar que no se
come únicamente para no enfermar y mantener la salud, sino también por placer y
por unos hábitos alimentarios que son consecuencia de una historia
sociocultural.
En este
sentido, la cultura alimentaria mediterránea en consonancia con movimientos
como el Slow Food, nos aporta un patrimonio gastronómico que hace
referencia al complejo entramado de prácticas y conocimientos, valores y
creencias, técnicas y representaciones sobre qué, cuándo, cómo, con quién, y
por qué se come lo que se come. Incluye los productos y las técnicas de
producción o elaboración, y también usos y costumbres y formas de consumo.
Nos
enfrentamos al reto de conseguir una cocina y una forma de alimentarnos (la
gastronomía) compatible con los descubrimientos más recientes de la nutrición.
¿Por qué no adoptamos y/o readaptamos la Dieta Mediterránea en los términos que
cabría esperar? Muy probablemente porque elegir un estilo de vida saludable,
como el que representa la Dieta Mediterránea, no depende únicamente de la
voluntad (el querer), si no que entran en juego el saber (informar y educar) y
el poder (la accesibilidad).
Hacer
compatibles las tres condiciones, exige información y educación, pero también políticas
públicas que garanticen para todos los ciudadanos la accesibilidad a una
gastronomía saludable.
Fuente: Bernabeu-Mestre, J., Galiana, Ma E., Trescastro, E, (2017). La gastronomía ante los retos epidemiológiconutricionales del siglo XXI. Rev Esp Nutr Hum Diet. 2017; 21(3): 209-12. doi: 10.14306/renhyd.21.3.438
excelente documental sobre la gastronomía, somos lo que comemos. Es muy importante cuidar nuestra alimentación nuestro cuerpo no los agradecerá con vida.
ResponderBorrarexcelente documental referente a la gastronomía somos lo que comemos; es importante cuidar nuestra alimentación nuestro cuerpo no los agradecerá con vida.
ResponderBorraren las escuelas es importante que enseñemos nuestra tradición gastronómica a nuestros jóvenes y la importancia de una buena nutrición.
ResponderBorrarme encanto mucho este documental, ya que nuestra salud depende de como nos cuidamos y eso en mayoría se debe a nuestra alimentación, por eso somos lo que comemos.
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