Como parte de un estilo de vida saludable es importante que mantengamos una buena alianza con nuestra alimentación, esto nos ayudará a optimizar la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmune ante cualquier amenaza externa como bacterias, parásitos o virus.
Al hablar de defensas y de alimentación nos referimos, en esta oportunidad, a la ingesta de prebióticos: ingredientes no digeribles de los alimentos, que son fermentados selectivamente en el intestino grueso, y producen cambios en la composición y actividad de la microbiota intestinal, que es un conjunto de microorganismos que existen naturalmente dentro del intestino grueso, y que confieren efectos beneficiosos para la salud.
Actualmente se conoce que los prebióticos más allá de sus características nutricionales sirven en la estimulación, directa o indirecta, del sistema inmune a través del aumento de la población de microorganismos intestinales benéficos, llamados probióticos o del aumento en la producción de sustancias que previenen la inflamación, como las citoquinas, cuyo mecanismo de inducción está relacionado con la interacción de los ácidos grasos de cadena corta (acetato, butirato, propionato) originados a partir de la digestión de los prebióticos por parte de la microbiota y la mucosa intestinal, favoreciendo la inhibición significativa de la producción de citoquinas proinflamatorias como interferón gamma (IFN–γ) e interleucina 2 (IL-2) y el aumento en la producción de citoquinas antiinflamatorias como IL-10.
Estas interacciones
conducen a una serie de eventos en cadena que causan la producción de
citoquinas para mediar una apropiada respuesta inmune.
Durante la primera infancia la colonización intestinal por bacterias beneficiosas es fundamental para establecer la barrera de la mucosa intestinal, promover la maduración del sistema inmunitario y la prevención de infecciones.
El tipo de parto, la
prematuridad, el uso de antibióticos y la práctica eficaz de la lactancia
materna son algunos de los muchos factores que influyen en la colonización
temprana. De hecho, los beneficios para la salud de la lactancia materna se
explican, en parte, por la presencia de abundantes sustancias con efecto
prebiótico e inmunomodulador que ayudan a dar forma a la microbiota en
desarrollo y al sistema inmune innato en el intestino del lactante, alcanzando
efectos antiadhesivos, modulación de la respuesta de las células de la mucosa
intestinal, protección contra diarreas y mejor desarrollo cerebral del niño.
¿Dónde encontramos estas sustancias que ayudan a protegernos?
Los prebióticos más
conocidos son la inulina, los fructo-oligosacáridos (FOS) y los
galacto-oligosacáridos (GOS) y están presentes en:
- Leche materna, en la cual se han descrito más
de 150 tipos de oligosacáridos. La cantidad y combinación de los
oligosacáridos es única para cada madre.
- Cereales (como parte de la fibra dietética
soluble): avena, cebada, pan y arroz integral, plátano, tubérculos tales
como papa, yuca y batata, leguminosas como caraotas blancas y lentejas.
- Frutas: mango, cambures, naranjas, piña,
durazno, guayaba.
- Vegetales crudos como espinacas, brócoli,
zanahoria, pepino con concha, lechuga, coliflor y ajo, así como algunas
especias de uso culinario como canela, orégano, jengibre, pimienta.
Para un buen aporte de
prebióticos es importante que estas fuentes sean combinadas y estén presentes
en cada comida principal y en al menos dos meriendas por día de manera
sostenida.
Fuente:
Samuel González (2017).
Los Prebióticos que son donde encontrarlos. CANIA.
Disponible en: https://cania.org.ve/articulo/prebi%C3%B3ticos%2C-d%C3%B3nde-encontrarlos
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