domingo, 29 de marzo de 2015

La Alimentación en el Preescolar

La etapa preescolar se caracteriza por una estabilidad en el crecimiento, debido a una disminución en la velocidad de talla y peso que condiciona una disminución en el apetito, por lo tanto estos niños necesitan menos calorías por kilo de peso para cubrir sus requerimientos calóricos diarios, en comparación a lo que necesitaba durante sus primeros años de vida.
El niño y la niña en la etapa de educación preescolar, regulan su ingesta y saciedad sin influencias del medio externo, esto hace que mantengan un consumo energético constante durante las veinticuatro horas del día. En este período el apetito es irregular y varía de un día a otro según las fluctuaciones en su crecimiento y su gasto en actividad física; en un mismo día, una comida puede ser copiosa y otra puede no realizarse. Por su puesto esto origina ansiedad en la familia y en las personas que están a cargo de su cuidado.
La maduración neurológica que el niño alcanza en esta etapa, le permite deambular libremente, conocer el mundo que le rodea, buscar el alimento por sí sólo, comunicar más fácilmente la aceptación o el rechazo hacia algún alimento y manejar con su conducta alimentaria el entorno emocional de la familia.
El niño y la niña de preescolar tienen la capacidad de sentarse a la mesa y disfrutar de la comida junto a la familia; a partir de los dos años puede comer por sí solo y utilizar los cubiertos, vasos y tazas de una manera bastante adecuada y entre los cinco a seis años aprende a usar el cuchillo.
Jugar constituye una de las actividades más importantes e interesantes en la vida del preescolar y frecuentemente desplaza a la comida. Una buena progresión en peso y talla, señala una adecuada nutrición, a pesar de que impresione como que el niño durante el día no consume lo suficiente.
Durante esta etapa se estima que el niño alcance un desarrollo físico y cognitivo óptimos, disfrute de la alimentación y reduzca el riesgo de enfermedades crónicas a través de la obtención de hábitos de alimentación apropiados y una participación regular en actividades físicas.

Conductas alimentarias

Las características de las conductas y hábitos de alimentación del niño y la niña en preescolar que parecen algo inadecuadas, se consideran como una variante propia de esta etapa ya que no representan ninguna amenaza para la salud del niño; las mismas pueden evolucionar para desarrollarse positiva o negativamente dependiendo de las experiencias y el aprendizaje que se den dentro del contexto alimentario familiar-social y el grado de control externo impuesto por los padres.
Los desórdenes de la alimentación pueden iniciarse en la edad preescolar; son escasos los niños que atraviesan esta edad sin crear alguna preocupación con respecto a su alimentación, pero la forma de alimentase y las actitudes negativas hacia la alimentación son temporales y se modifican cuando el niño crece, siempre y cuando, se manejen en forma adecuada. Esto es importante para la adquisición de hábitos y conductas alimentarias, gustos, costumbres y modales en la mesa, que deben transmitirse dentro del contexto cultural de cada familia.
La dieta del niño en esta etapa se puede volver monótona y de poca variedad, en algunas ocasiones por rechazar ciertos alimentos (vegetales y verduras) que antes les gustaban, o insistir en comer la misma comida todos los días; negarse a probar nuevos alimentos, e inclusive rechazarlos antes de conocer su sabor y textura. Copian las conductas y hábitos alimentarios de los adultos, por lo que es frecuente conseguir niños que rechazan ciertos alimentos, que al menos uno de sus padres, también lo hace.
Los niños en estas edades aceptan una cierta cantidad de alimento en el plato y no comen más de eso; toleran mejor los alimentos con temperaturas templadas y con olores no fuertes. Prefieren el sabor dulce, y los platos preparados sin salsas, de sabores y texturas suaves, que no tengan pequeños trozos visibles de vegetales o especias de la preparación y que los alimentos no se mezclen en el plato.
Con frecuencia pueden desarrollar fobias a ciertos alimentos que comen obligados o porque se premian. Paradójicamente, los alimentos que se utilizan para premiar conductas, son los preferidos por el niño, y éstos generalmente son alimentos pobres desde el punto de vista nutricional.
Por ello las situaciones de lucha por el control sobre la alimentación entre padres y niños preescolares son frecuentes; la norma es no discutir, esas batallas nunca se ganan. La clave consiste en respetar los roles; mientras el niño decida qué cantidad de alimento consume, el adulto-cuidador decide con qué y cuándo se alimenta el niño.


Fuente: Magda Eligia García Naraez y Elizabeth Dini Golding. (2009).Alimentación en el preescolar. En  Nutrición en Pediatría, Tomo I, Cap 11.p. 295-308. Centro de Atención Nutricional de Antímano CANIA.

1 comentario:

  1. Es una época clave para establecer buenos hábitos de alimentación. Debe predominar la variedad de alimentos más que la cantidad, porque su estómago aún es pequeñito.
    Desayunar en familia
    Un lácteo suele ser la base: leche, yogur o queso.
    Se debe incluir la energía del pan o los cereales.
    La pequeña tostada o rebanada puede enriquecerse con un chorro de aceite, una rodaja de tomate, un poco de jamón...
    Además, se puede completar con un poco de fruta o zumo natural.
    Algún día puede haber otros alimentos: huevos, churros, bizcocho…
    Conviene que toda la familia desayune al mismo tiempo siempre que sea posible, ya que el ejemplo es esencial.
    Algo saludable a media mañana
    Por ejemplo una fruta, un trozo de queso, un bocadillo pequeño o un yogurt.
    Para beber, mejor agua.
    El almuerzo
    En la mesa familiar o en el comedor escolar. Con platos pequeños, ya que su estómago también lo es.
    Hagamos un plato imaginario con tres partes: una para los vegetales, otra para las féculas (arroz, patatas o pasta) o el pan y la tercera para la carne o el pescado. Los guisos tradicionales son así: potajes, lentejas, menestras…
    El mejor postre es la fruta.
    Meriendas ricas y sanas pero pequeñitas.
    Un bocadillo de pan crujiente, pero pequeño. Con queso, embutido, atún, etc.
    Un vasito de leche o un yogur o una fruta.
    Aunque sea muy poco, ¡que sea algo saludable!
    Cenar variado
    Una sopa caliente en invierno.
    Un poco de ensalada.
    Yuvelis Sosa

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