Las
bebidas presentes en el niño en edad escolar son, aparte de la leche; el agua,
los jugos (zumos), los refrescos y las bebidas instantáneas. Se destaca el
papel importante del consumo de agua como hábito de vida saludable en la infancia.
En
el organismo humano, el agua es el componente individual de mayor magnitud con
un valor medio del 60% del peso corporal, en el caso del adulto, siendo el
rango entre un 45 y el 75% del peso corporal según la edad. Así, el 79% del
peso corporal del recién nacido es agua y a los 12 meses el contenido en agua
del cuerpo supone un 60%.
El
agua constituye un material de construcción ya que está presente en todos los
tejidos y células del cuerpo. Es un solvente ya que actúa como reactivo y
producto de hidrólisis de micronutrientes. Como transportador, constituye un
vehículo de transporte a la célula y al sistema excretor manteniendo el volumen
vascular. Como termorregulador, ya que minimiza los cambios en la temperatura corporal.
Constituye un lubricante ya que constituye la base de los fluidos articulares.
Coadyuva al Mantenimiento de la forma celular al absorber golpes, acción
importante para el sistema nervioso central y para el feto.
En
el primer año de vida, la ingesta adecuada (IA) se basa en los datos referidos
al consumo de lactancia materna de forma exclusiva o junto con otros alimentos.
No obstante, los lactantes deben ser considerados de forma especial en cuanto a
las pérdidas y requerimientos de agua. En comparación con los niños y adultos,
los lactantes tienen mayor contenido corporal de agua por Kg de masa corporal,
mayor área de superficie por Kg de masa corporal, menor desarrollo de los
mecanismos de la sudoración, limitada capacidad de excretar los solutos y menor
capacidad de expresar sed.
Una
vez instaurada la lactancia materna, los bebés alimentados al pecho no
necesitan agua suplementaria. Esto es cierto tanto en condiciones de
temperaturas medias-calurosas como en climas húmedos. En los primeros 6 meses
de vida la ingesta media de leche humana es de 0,78 L/día. Como aproximadamente
el 87% del volumen de la leche humana es agua, la ingesta adecuada (IA) de agua
se ha estimado en 0,7 L/día.
La
ingesta media diaria de agua a partir de todas las fuentes (leche, papilla y
agua de bebida como tal) en el primer año de vida se ha calculado en 110-130
ml/kg/día. De los 6 a
los 12 meses la ingesta de agua procede de las bebidas y alimentación
complementaria se estima en 0,32 L/día más la proveniente de la lactancia materna
(0,6 L/día). En edades posteriores, en general, las diferencias en contenido en
agua corporal entre los niños, adolescentes y adultos son menores que entre
lactantes y niños. Así, mientras en el primer año el 60-74% del peso corporal
es agua, de los 1 a
12 años suele ser del 60%.
Además,
cada vez hay mayor evidencia de la necesidad de tomar la cantidad suficiente de
agua para prevenir problemas crónicos aunque no siempre es fácil influir en la
población infantil para lograr que ingieran más líquidos.
Los jugos y refrescos
en la infancia
En
los últimos años asistimos a un aumento de consumo de jugos de frutas (zumo) y
de bebidas gaseosas, refrescos e instantáneas en el población infantil.
En
los niños, los jugos de frutas pueden producir diarrea por alteración de la
absorción de la fructosa y del sorbitol. Además, su consumo aumentado se asocia
con caries y obesidad. Por ello el Comité de Nutrición de la Academia Americana
de Pediatría considera que la fruta entera ofrece beneficios nutricionales
respecto al jugo por el aporte de fibra, por contener mayor proporción de
hidratos de carbono complejos y por la propia textura que obliga a masticar y,
por tanto, educa un hábito saludable al niño.
Las
bebidas de refresco carbonatadas o los llamados refrescos también se han
implicado en un mayor riesgo de caries dental, sobrepeso u obesidad y
alteraciones del metabolismo de la glucosa por incremento de la insulina tras
su ingesta. Los refrescos que contienen fosfatos como los de cola, tienen el
riesgo añadido de producir osteoporosis a largo plazo por favorecer una
relación inadecuada en la ingesta de calcio y fósforo, lo que conlleva una
menor absorción y depósito de calcio, con el resultado de una menor densidad
mineral ósea.
Hay
evidencias de que las bebidas dulces azucaradas no logran saciar en la misma
medida que las formas sólidas de hidratos de carbono, y que una ingesta elevada
de azúcares puede contribuir al aumento de peso. En una revisión de 30 estudios, en niños y adolescentes, se
investigó la asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de
peso. Los autores concluyeron que existe una asociación positiva entre un mayor
consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso así como la obesidad tanto
en niños como en adultos. (Una lata de refresco de 330 ml contiene 140-175
calorías de azúcares añadidos).
En
un reciente estudio sobre la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y
diabetes tipo II en adultos, se comprueba que las personas que toman más de 1-2
latas de 300 ml tienen un 26% mayor de riesgo de desarrollar una diabetes tipo
II que aquellas que toman ninguna. Las bebidas azucaradas pueden contribuir a
la diabetes mellitus 2 y al riesgo cardiovascular en parte por inducir la
ganancia de peso pero podría haber un efecto independiente por la ingesta de
grandes cantidades de hidratos de carbono rápidamente absorbibles tales como la
glucosa, lo que produce un aumento de la glucemia que desencadena aumento de la
carga glucémica e hiperinsulinemia.
Por
otro lado, la fructosa es metabolizada preferiblemente hacia la lipogénesis en el hígado, conduciendo a una
hipertrigliceridemia, aumento de apolipoproteína B y aumento de LDL-colesterol,
aspectos que han sido asociados con el desarrollo de la insulinorresistencia.
Finalmente, también las bebidas azucaradas parecen implicada en el mayor riesgo
de hepatitis no alcohólica.
El
mayor consumo de bebidas azucaradas se asocia con estilos de vida menos
saludables en niños y adolescentes. Así, el mayor consumo se asocia con una
menor actividad física y con un mayor consumo de comidas con mayor densidad
energética o grasa. Además, si se reduce su consumo disminuye el riesgo de
sobrepeso y de obesidad al cabo de un año de intervención. Basándose en la
demostración de que un mayor consumo de agua en las escuelas se asocia con un
menor consumo de bebidas azucaradas.
El
comité de nutrición de la Asociación
Española de Pediatría, destacan que el agua y la leche deben
seguir siendo las bebidas fundamentales del niño y el adolescente, mientras que
las bebidas azucaradas deben ser una opción de consumo ocasional, dada su baja
capacidad nutricional. También refieren que las dos bebidas que deben estar
presentes en los comedores escolares son el agua, la leche y, opcionalmente, un
suplemento adicional de leche enriquecida en colectivos de riesgo. El agua es
la mejor bebida, las comidas deben acompañarse siempre de agua, los padres y
maestros deben reforzar y acompañar su consumo.
Fuente:
Isidro Vitoria Miñana (2012). Los
diferentes tipos de bebidas en el ámbito escolar. En Nutrición en el ámbito escolar. Jesús Román Martínez Álvarez
(Editor). Cap 6, p. 69-80. España.
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