Tal vez el aspecto más desconcertante y
frustrante de la epidemia de la malnutrición (por déficit y/o por exceso), es
el contraste entre nuestra comprensión de la biología del problema y de nuestra
incapacidad para detener la epidemia.
La epidemia de obesidad sólo ha
aumentado en las últimas décadas debido a la disminución en los niveles de
actividad física, un aumento en el consumo de calorías, o ambas cosas. Los
esfuerzos para tratar y prevenir la obesidad dependen en gran medida de educar
a las personas para regular su consumo de alimentos a través de medios tales
como la difusión de directrices generales sobre nutrición, promoción de dietas
a la medida, y el etiquetado de alimentos con información nutricional.
El continuo crecimiento de la epidemia
a pesar del empleo de estas técnicas debe hacer que la gente cuestiona la
hipótesis que lo sustentan. El supuesto fundamental es que, dada la información
y la motivación, las personas pueden reducir con éxito su ingesta de alimentos
para que coincida con su gasto de calorías a largo plazo. Este supuesto, a su
vez implica que el comer es un acto
consciente. Una hipótesis alternativa es que el comer es un comportamiento
controlado por el medio ambiente en lugar de por el individuo.
Muchos estudios en
los últimos años han demostrado las poderosas influencias del medio ambiente
sobre la cantidad de alimento que consume la gente. El tamaño de las porciones,
parecen ser muy importante para los patrones de consumo, las personas sirven
porciones más grandes y simplemente comen más alimentos, independientemente de su
peso corporal y sin importar el alimento, el establecimiento de comida, o el
calendario de otras comidas.
La tentación de comer los alimentos que
están a la mano o fácilmente disponibles, es tan fuerte que los seres humanos
comen más, incluso si la comida sabe mal. Más allá del tamaño de la porción, un
principio es que la cantidad de alimento consumido aumenta a medida que el
esfuerzo para comerlo disminuye, aun cuando las diferencias en el esfuerzo sean
más pequeños.
De hecho, según una estimación, el aumento
de peso medio de la epidemia de obesidad en las últimas dos décadas podría ser causada por un exceso diario de
kilocalorías sólo de 100 a
150 kcal.
La mera visión de los alimentos puede
estimular a la gente a comer. Por ejemplo, los investigadores demostraron que
los oficinistas comieron 3,1 más chocolates (un total de 75 kcal) cuando los
caramelos se colocaron en sus escritorios en frascos transparentes que cuando
el caramelo fue colocado en recipientes opacos, esto demuestra que las señales ambientales influyen
en la frecuencia y la cantidad de lo que come y que las personas no suelen
reconocer esas señales.
El contexto en que se lleva a cabo el
acto de comer también puede influir en gran medida en los patrones de consumo.
Cuanto más larga sea la comida, la gente come más. La cantidad de alimento que las personas comen está directa y
fuertemente relacionada con el número de personas que comparten la comida. Comer
con otras personas también introduce otros efectos de gran alcance social.
Comportamientos automáticos
Los seres humanos han
limitado las capacidades cognitivas, con la capacidad de proceso de forma
consciente sólo entre 40 y 60 bits de información por segundo - equivalente a
una frase corta. Sin embargo, su capacidad de transformación completa, que
incluye el sistema visual y el inconsciente, se estima en 11 millones de bits
por segundo. Por lo tanto, el
cerebro necesita mecanismos que no requieren la conciencia cognitiva para
percibir el entorno y reaccionar ante ella.
De hecho, la capacidad de los seres
humanos para ser eficaces, no sólo depende de su capacidad para pensar en
abstracto y creativamente sino también en su capacidad para liberar su mente
para pensar, mediante la asignación de tareas de rutina para reducir la
participación de cerebro. Por lo tanto, las conductas no cognitivas no son un
signo de debilidad, sino más bien una adaptación que permite a los seres
humanos ser una especie única de producción.
En los últimos años, los psicólogos
han desarrollado una mayor comprensión de los
comportamientos automáticos, que pueden ser definidos como aquellos que operan
sin la dirección cognitiva. Una gran cantidad de esfuerzo mental es
necesaria para tomar decisiones conscientes y luego ponerlas en práctica en
forma de comportamientos. La mayoría de nuestras respuestas a nuestro medio
ambiente puede entenderse como comportamientos automáticos.
Los seres humanos sonríen o ríen
cuando se divierten, fruncen el ceño cuando están molestos, se sorprende cuando
es sorprendido por un ruido fuerte, y tensa los músculos cuando se ven
amenazados, todos, sin tomar una decisión consciente o estar al tanto de la
conducta.
Se han definido cuatro características
de los comportamientos automáticos: 1) ocurren sin conciencia, 2) se inician
sin intención, 3) que siguen una vez iniciado, sin control, y 4) funcionan de
forma eficaz o con muy poco esfuerzo. Sin embargo, no todos estos criterios son
necesarios para un comportamiento que se considere automático.
Estudios sobre el consumo de alimentos
indican que comer debe ser visto como una conducta automática. La gente
generalmente no es consciente de lo mucho que están comiendo.
La gente ciertamente puede negarse al
postre o resistir la tentación de los chocolates en el frasco sobre la mesa.
Todas las conductas automáticas pueden ser controladas de forma temporal. Pero
la cantidad de esfuerzo necesario para que se abstengan de comer cuando la
comida está presente es importante, y es casi imposible de sostener en el largo
plazo.
Nuestra dificultad
como sociedad de aceptar la fuerza de nuestro ambiente y cómo influye en el
comer, puede provenir de nuestra incapacidad para reconocer y nuestra negativa
a aceptar nuestra propia comida, como una conducta automática.
Nosotros culpamos a
nuestra falta de voluntad en la incapacidad para mantener una dieta, cuando es
más probable que nuestras respuestas automáticas a las señales en todas partes
para comer y la disponibilidad de alimentos baratos, densamente calóricos, son
responsables.
Una visión revisada de comer como una
conducta automática, en contraposición a un comportamiento que los seres
humanos pueden autorregularse, tiene profundas implicaciones para nuestra
respuesta a la epidemia de obesidad. De hecho, los investigadores han descrito
los altos niveles de comercialización de los alimentos, la accesibilidad, y la
cantidad como el "ambiente tóxico" en la raíz de la epidemia de
obesidad.
Este concepto sugiere
que los enfoques educativos o de motivación para reducir el consumo de la
población, como el Trompo de los Grupos
de Alimentos (guía alimentaria para Venezuela), el etiquetado nutricional y
consejería dietética, seguirán fracasando. En lugar de estos enfoques, para
reducir el consumo debemos disminuir la accesibilidad, visibilidad, o las
cantidades de alimentos a los que las personas están expuestas y reducir las
señales de nuestro ambiente para promover la alimentación.
Los mejores enfoques
incluyen la reducción de tamaño de las porciones, limitar el acceso a los alimentos
listos para comer, limitando la disponibilidad de los aperitivos en las escuelas
y los lugares de trabajo, y la reducción de la publicidad de alimentos. Puesto que los seres humanos parecen ser muy
sensible a pequeños cambios en el entorno alimentario, estas modificaciones no
tienen que ser grandes para ser eficaz. Además, debido a la naturaleza
automática de comer y porque la gente está actualmente consumir más calorías
que necesitan, estos cambios - una vez en vigor - no podría ser observado. Esta perspectiva representa nuestra mejor esperanza
para controlar la epidemia de obesidad.
Fuente:
Deborah Cohen, MD, MPH and
Thomas A Farley, MD, MPH (2007). Comer como comportamiento automático. Prev Chronic Dis. 2008 January; 5(1):
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