Tener
síntomas de depresión o ansiedad podría estar afectando la forma en que las
madres alimentan a sus hijos y podría contribuir a que los jóvenes desarrollen
hábitos alimenticios poco saludables, según un nuevo estudio publicado
en «Appetite».
Esto
puede contribuir a que los jóvenes se nieguen a comer, lo que significa que entonces solo pueden comer una variedad
limitada de alimentos, o comer en exceso, lo que puede conducirlos a tener
sobrepeso u obesidad.
«El
estrés y la ansiedad son muy reales para los padres y, a pesar de tener buenas
intenciones, la presión para promover una dieta saludable y equilibrada todos
los días puede ser abrumadora», señala la autora del informe, Emma Haycraft,
profesora de la Universidad de Loughborough (Reino Unido). “Si está estresada o ansiosa, es más
probable que ceda ante las
demandas de un niño por alimentos poco saludables”,
asegura.
La
investigación encontró que cuando las madres experimentaban síntomas de
ansiedad o depresión, tenían menos probabilidades de ser un buen modelo
a seguir y comer alimentos saludables frente a sus hijos.
También eran menos propensas a controlar o hacer un seguimiento de lo que come
su hijo.
Ambas
situaciones están relacionadas con la alimentación y el peso saludables de los
niños y podría ser preocupante que las madres que experimentan, incluso niveles
de ansiedad o depresión de leves a bajos, podrían no estar aplicando estos comportamientos de
alimentación con sus hijos.
Se
sabe que los primeros años son importantes para dar forma a
las preferencias alimentarias de los niños y, por lo tanto, estas interacciones
en torno a los alimentos y las comidas podrían tener importantes efectos a
largo plazo para los niños.
El
estudio examinó a 415 mujeres, con una edad promedio de 32 años, que tenían hijos de
entre dos y cuatro años. Se pidió a las participantes que completaran dos cuestionarios
completos.
El
primero se centró en la alimentación infantil y analizó áreas que incluyen la enseñanza sobre
nutrición, la participación de los
niños en la preparación de la comida, un ambiente de alimentación saludable en
el hogar y el uso de medidas de presión/ recompensa para que los niños coman.
Además,
se solicitó a las madres que respondieran (en una escala de cinco puntos) a
cuestiones como: Animo a mi hijo a comer una variedad de alimentos / Restrinjo
la comida que come mi hijo que podría engordarlo / Le ofrezco sus comidas
favoritas a cambio de buen comportamiento / Le muestro cuánto disfruto comiendo
alimentos saludables/ Si mi hijo solo come una pequeña porción, trato de que
coma más.
A
los participantes se les dio una medida de los síntomas de ansiedad y depresión
para completar, lo que dio una indicación de su salud mental.
«Ayudar
a los niños a comer bien es un objetivo para muchos padres y, por lo tanto,
estos hallazgos son importantes, ya que sugieren que algunas madres, que están
con un estado de ánimo bajo o ansiedad, podrían tener más dificultades para
aplicar las prácticas de alimentación que sabemos que puede ayudar a promover
hábitos alimenticios saludables en los niños», afirma Haycraft.
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