Existe
coincidencia entre el aumento en la prevalencia de obesidad en el mundo y la
deuda de sueño crónica.
La obesidad es
una patología compleja, resultante de la interacción de factores genéticos y
ambientales. Es reconocida como una epidemia mundial por la OMS.
Es conocido el
mal pronóstico de la obesidad a largo plazo, la mayoría de los obesos no se
tratan, de los que se atienden la mayor parte no logra el descenso de peso.
Las personas
con obesidad que pierden peso normalmente recuperan aproximadamente la mitad en
el primer año post intervención. Se estima que el 80% vuelve a su peso inicial
o lo exceden entre los 3 y 5 años.
El incremento
en la venta de productos ultraprocesados (PUP), también está asociado con el
aumento del índice de masa corporal (IMC).
Un estudio de
la OPS en Latinoamérica mostró que, en 14 años, las ventas anuales per cápita
de estos productos aumentaron en forma continua, desplazando a dietas
tradicionales basadas en alimentos y comidas saludables. A su vez, coexiste una
marcada disminución del gasto energético de la población mundial: 1/3 de los
adultos son sedentarios.
Las medidas de
intervención hasta ahora no han mostrado avances, dado que ésta es una
problemática multifactorial.
The
Obesity Society (TOS) plantea a la reducción de las
horas de sueño como un potencial contribuyente que afecta tanto el ingreso como
el gasto energético. El sueño es un estado fisiológico complejo, activo y
heterogéneo, cuyas necesidades son diferentes a lo largo del ciclovital y
contempla una variabilidad individual.
Es importante
la cantidad de horas que se duerme y la calidad del sueño. La deuda de sueño es
la pérdida crónica en la cantidad de horas de sueño necesarias para mantener el
estado de salud de cada individuo. Situación
que puede agravarse de manera inadvertida, tanto para los adultos como para los
niños, en estos tiempos de confinamiento prolongado debido a la pandemia del
Covid-19.
En las últimas
décadas se ha reducido en promedio 2 horas el tiempo dedicado al sueño. La
cultura de la sociedad atemporal (24 horas/7 días), lleva a alteraciones en el
orden interno en los patrones de sueño-vigilia y alimentación-ayuno.
La disminución
de las horas de sueño afecta la regulación de los sistemas homeostáticos y
hormonales, debido a esto ocurren alteraciones tempranas en el metabolismo que
conducen a la obesidad entre otras enfermedades.
Se requiere
analizar la evidencia actualizada acerca de la vinculación existente entre obesidad
y deuda de sueño. En una investigación que se realizó 3n el año 2019 tras la
combinación de las siguientes palabras clave: “obesidad”, “privación de sueño”,
“adultos”, utilizando las siguientes bases de datos: IBESCS, LILACS, MEDLINE,
SCIELO, EBSCO, BVS y Google académico, seleccionando aquellos artículos que
tuvieran menos de 10 años de publicados.
La
conclusiones del estudio arrojaron: que la privación de sueño afecta los
mediadores del control del apetito al disminuir la concentración de leptina y
aumentar la de grelina. Por otra parte, también se produce un aumento en la
secreción de orexina, que aumenta el tono simpático.
Todas estas
alteraciones hormonales llevan a un incremento en el apetito y del consumo de
alimentos, así como una disminución en la saciedad. Los estudios muestran que
se incrementa entre 300 y 600kcal la ingesta energética y se debe sobre todo a
la selección de alimentos ricos en calorías, grasas y carbohidratos.
Del mismo
modo, se disminuye el consumo de frutas y verduras y se incrementa el consumo
de alimentos entre comidas. Al dormir menos es mayor el tiempo de vigilia por
lo que también aumenta la oportunidad de ingerir alimentos, asimismo este menor
descanso incrementa la somnolencia y la fatiga diurna que llevan a una
disminución del gasto energético al disminuir la actividad física espontánea.
La deuda de
sueño produce también una hiperestimulación del eje HHA y del sistema nervioso
simpático por lo que disminuye la sensibilidad a la insulina y se produce un
incremento en la insulino resistencia.
La disminución
de la secreción de hormona de crecimiento y el aumento en la secreción de
interleuquinas llevan a un estado proinflamatorio que favorece el desarrollo de
la obesidad.
Por ello, evaluar
la cantidad y calidad del sueño debería ser una de las medidas para tener en
cuenta en las políticas de salud pública para la prevención de la obesidad.
Fuente:
Silvia Delgado
D’Agostini y Soledad Calvo Pesce (2019).Obesidad
y deuda de sueño: epidemias de la actualidad.
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