La
niñez es la etapa de la vida que va desde el nacimiento hasta los diez u once
años de edad. Durante estos años nuestro organismo experimenta diversos cambios
en cuerpo y mente, los cuales son signos del proceso natural de crecimiento y
desarrollo.
Acompañando
y para favorecer esos cambios, en la niñez se tienen tareas acordes a la edad.
A la vista, algunas tareas se aprecian como concretas y otras como abstractas.
Podemos señalar entre las primeras, el sentarse, gatear y caminar, aprender a
hablar, a leer, a escribir, alcanzar el control esfinteriano, entre otras, y
entre las segundas, lograr control emocional, aprender a establecer relaciones
sociales y de convivencia, discriminar entre el bien y el mal, desarrollar la
conciencia, cuidar de sí mismo y muchas otras más.
Las
conductas cristalizadas resultantes de estas tareas no se logran de la noche a
la mañana; por una parte dependen del nivel madurativo alcanzado por el
organismo y por la otra, de la estimulación y entusiasmo recibidos de los
cuidadores principales para que el niño haga ensayos de conducta.
Los aprendizajes se logran a través de la práctica repetida, lo
que a la larga forman los hábitos.
Los hábitos son conductas
aprendidas que se repiten una y otra vez, convirtiéndose en comportamientos
automáticos que definen un estilo o manera de hacer las cosas. Pueden ser sanos
o insanos. Los hábitos sanos son todas aquellas conductas que favorecen el
crecimiento, el desarrollo y el modo correcto de hacer las cosas, siendo
insanos todos aquellos hábitos que contradicen lo anterior, deterioran o frenan
nuestra adaptación y desenvolvimiento.
La
adquisición de hábitos sanos o insanos dependen, en un primer momento, de la
influencia de las personas que nos rodean, primeramente en la familia, luego en
la escuela y posteriormente en el resto de los ambientes donde nos
desenvolvemos. Un hábito se mantiene en el tiempo gracias a sus consecuencias,
a las recompensas que se reciben del entorno; es por esto que las personas
encargadas de la crianza deben actuar de forma consciente, es decir, con
intención y trascendencia.
Criar
con intención quiere decir con objetivos claros. Saber qué y para qué el niño
debe adquirir determinadas conductas, teniendo presente las consecuencias de
las mismas. Y criar con trascendencia se refiere a que las conductas a enseñar
sean útiles para que sean aplicadas en otras situaciones o ambientes, en el
futuro.
Si
los hábitos adquiridos son sanos estos nos ayudarán a organizarnos, a cuidarnos
y a asumir responsabilidades sobre nosotros mismos y los demás. Si los hábitos
adquiridos son insanos permaneceremos en un círculo vicioso que profundizará
cada vez más el deterioro de nuestro organismo y perjudicará nuestra relación
con el medio.
Una
de las tareas que tenemos que aprender para mantenernos vivos y saludables es
alimentarnos para nutrirnos y hacer ejercicios regularmente, siendo una verdad
irrefutable que para ello se requieren de ciertos hábitos.
Alimentarnos
para vivir sanos implica la ingesta de alimentos que nos proporcionen la
energía y los nutrientes necesarios para que nuestro organismo cumpla a
cabalidad con sus diferentes funciones. Esto se logra a través del hábito de
comer de forma balanceada y variada todos los días.
Se
entiende por alimentación balanceada
la ingesta de alimentos representativos de los tres grupos alimenticios
(energéticos, reguladores y reparadores). Para garantizar que nuestro cuerpo
cuente con las cantidades necesarias de nutrientes que reparan, regulan y dan
energía, de forma regular esos alimentos deben estar presentes en nuestros
platos de comida.
Para
no aburrirnos, la Naturaleza sabia y divertida agregó a cada grupo de alimentos
diferentes representantes, lo cual es especialmente útil cuando se experimenta
algún tipo de intolerancia hacia determinados alimentos. Se remplaza un
alimento por otro con el mismo valor nutritivo.
Cuando
consumimos los nutrientes necesarios ingiriendo cada día alimentos diferentes
logramos que nuestra alimentación sea variada.
Ahora,
¿cuándo podemos comenzar a incorporar hábitos alimentarios saludables? Aunque
cualquier momento es bueno para cuidarnos, lo ideal es comenzar desde la niñez
porque mientras más temprano aprendamos a tratarnos adecuadamente más años con
salud añadiremos a nuestra existencia.
Creando
hábitos alimentarios saludables desde...
En
los primeros años de vida la forma de alimentación varía dependiendo de nuestra
natural evolución. Es por ello que se puede hablar de una etapa en la que lo
adecuado es ingerir alimentos líquidos, en una segunda alimentos semisólidos y,
en la última, alimentos sólidos.
Etapa del alimento líquido: la lactancia.
Comprende
desde el nacimiento hasta los seis meses de edad, periodo en el cual la
alimentación debe ser exclusivamente con leche materna.
A
la leche materna se le conoce como el alimento más completo, perfecto, ideal,
para los más pequeños de la especie humana, hasta los seis meses de edad. Esta
se caracteriza por ser una compleja combinación de agua con variados
nutrientes, en cantidades que se ajustan a los requerimientos nutricionales del
bebé para que crezca y se desarrolle adecuadamente durante esos primeros meses
de vida.
Debido
a su composición, la leche materna favorece la evacuación y protege al bebé de
infecciones intestinales que provocan vómitos y diarreas, lo defiende de
infecciones respiratorias y, permite que experimente menos gases, cólicos y
buches.
Los
hábitos alimentarios a desarrollar en esta etapa dependen de la madre y tienen
por finalidad garantizar la vida, el crecimiento y el desarrollo de su hijo,
aunque también, y desde el punto de vista psicológico, lograr un acoplamiento
armonioso entre mamá y bebé. No se trata de solo darle el pecho sino también de
acompañarle con calidez.
Como
la higiene es protección y una forma de expresar amor...
· Antes de amamantar lávese
las manos con agua y jabón.
·Cuide sus pezones,
límpielos con agua hervida antes y después de amamantar. Dele baños de sol.
·Siga técnicas adecuadas de
amamantamiento que comprenden cómo dar el pecho, en qué orden, durante cuanto
tiempo, cómo sacar los gases.
Para
armonizar con alguien se necesita tiempo y dedicación, por lo que...
·En el momento de
amamantar, nada de interrupciones. Estar en cuerpo y mente centrada en su bebé
será lo más amoroso y placentero para ambos.
Para
armonizar también se requiere conocer y comprender al otro...
·Al principio los ritmos de
alimentación del bebé no son regulares, lo que hace que las tomas sean cercanas
entre sí, pero progresivamente deben volverse estables, cada 3 ò 4 horas, cada
6 horas y luego cada 12 horas, lo que trae como consecuencia ciclos de
sueño-vigilia cada vez más regulares. Lo que procura descanso tanto a la madre
como el hijo.
·En estos primeros momentos
del bebé por la vida hay que tener en cuenta que su llanto significa muchas
cosas pues no tiene otra forma de comunicarse. No todas las veces que llora es
por hambre, por lo que la madre tiene que afinar su oído para aprender a
discriminar mensajes y asociarlos con eventos.
Si
obliga a su hijo a alimentarse en momentos en los que no tiene hambre puede,
por un lado, desarmonizar la relación entre ambos y, por otro, romper con el
equilibrio interno de su cuerpecito, creando innecesariamente complicaciones emocionales
y físicas.
El
acto de amamantar define los lazos emocionales entre la madre y su hijo (a).
Tenga siempre presente que los bebés son muy sensibles a la forma en que se les
sostienen, si carga a su hijo con calidez seguro lo sentirá y se alimentará con
placidez porque confía en su amor. Le estará enseñando que él o ella es una
personita merecedora de amor.
Etapa de los alimentos semisólidos.
La
ingesta de estos alimentos comienza por lo general una o dos semanas antes de
los seis meses, coincide con el logro de la posición sentada sin apoyo y con la
aparición de los primeros dientes.
Si
bien lo recomendable es que el bebé continúe consumiendo leche materna, esta
debe ser complementada, pues ya requiere de otros nutrientes y en mayor
cantidad. Por esto, y con la asesoría del pediatra, comienzan a desfilar por su
mesa compotas, purés, jugos espesos y cremitas, hechos con alimentos que puede
consumir porque su sistema digestivo y renal ya están lo suficientemente
maduros para procesarlos.
En
esta etapa, como en la anterior, la adquisición de hábitos alimentarios depende
de un adulto, aunque ya no exclusivamente de la madre, pues para el momento de
comer entran a escena otros cuidadores.
Estará
de acuerdo en que siempre es mejor aprender a comportarse en ambientes
protegidos, con personas de confianza y desde pequeños. Esto aplica también a
los hábitos alimentarios. Veamos los efectos emocionales y sociales de algunos
hábitos sobre los cuales los nutricionistas insisten en esta etapa de alimentos
semisólidos.
·Incorporar al bebé a la
mesa familiar. Este hábito promueve su integración a rituales familiares y
sociales.
·Comer en un clima
emocional placentero. Evita la interferencia de estados emocionales
desagradables en la ingesta y digestión de los alimentos.
·Incorporar el uso de vasos
o tazas para bebés. Con esto el bebé se inicia en su autocuidado e
independencia.
·No use condimentos para
preparar sus comidas, así el bebé podrá conocer y apreciar el sabor natural de
los alimentos. Aprenderá a conocer y aceptar la realidad tal cual es. También
aprenderá a reconocer lo que le gusta y lo que no le gusta apoyándose en
criterios reales.
·Incorpore a su menú un
alimento nuevo por vez, así podrá notar si le agrada o no, y si le produce
alguna reacción de intolerancia. Esto promueve la actitud exploradora, lo que a
su vez fortalece la autoconfianza.
·Siempre prefiera alimentos
naturales y los que tengan mejor apariencia porque tienen mayor cantidad y
calidad de nutrientes. La conducta humana tiene bases biológicas lo que la hace
susceptible a ciertos cambios en función a la presencia o ausencia de
determinados nutrientes. Un ejemplo claro de esto lo tenemos en el efecto de
las denominadas plantas nervinas (avena, valeriana, hierba de San Juan, entre
otras) que ayudan a calmar al sistema nervioso sobrecargado. Mientras el efecto
contrario se obtiene consumiendo café o cola negra.
·Enseñe desde muy chiquito
a limpiarse las manos antes y después de comer. Esto favorece el autocuidado.
·Introduzca el hábito del
cuidado de los dientes. Como el hábito anterior, esto también favorece el
autocuidado.
·Establezca un horario
regular para comer y cúmplalo. Las rutinas diarias dan seguridad y estabilidad
emocional.
Al
transcurrir el tiempo y al acercarnos al primer año de edad, progresivamente se
inicia la incorporación de alimentos sólidos, los cuales requieren de menos
procesamiento en su preparación en comparación con los semisólidos.
Etapa de alimentos sólidos.
Esta
última etapa se inicia al acercarnos al primer año de vida y se mantiene por el
resto de nuestros días. Las tareas a asumir en esta etapa aumentan en cantidad,
complejidad y, algunas de ellas, en exigencia física también. Como el
requerimiento energético se incrementa y hay más exposición al medio, la
variedad de alimentos a ingerir tiene que aumentar, así como el tamaño de las
raciones.
Si
se ha tenido un buen comienzo, las conductas de autocuidado, independencia,
normas y costumbres que rodean al acto de comer, ya deben haberse instalado
como hábitos.
Si
lo anterior se cumple, en esta nueva etapa entra un componente más de tipo
informativo-formativo en la creación de hábitos, especialmente cuando de
escolares y de adultos mayores se trata.
Con
hábitos tales como:
· Nunca saltarse el
desayuno.
· Tomar un desayuno completo.
· Comer cinco veces al día:
desayuno, almuerzo, cena y dos meriendas.
· Ingerir diaria y
frecuentemente agua.
·Consumir tres raciones de
frutas y dos raciones de vegetales diariamente.
·Comer de forma variada y
balanceada, todos los días.
·Consumir poca sal, grasa y
azúcar refinada.
Se
evitan:
·Ciertas dificultades de
aprendizaje, repitencia y deserción escolar por falta de nutrientes en el
cerebro.
·Momentos de distrés y
angustias crónicos por problemas de salud que pueden alterar la rutina diaria y
el presupuesto familiar, por: visitas al médico, compra de medicamentos y
alteraciones de la capacidad funcional, física y/o mental, de quien presenta el
problema de salud.
·Consecuencias psicológicas
como baja autoestima, depresión y soledad producto de ciertas enfermedades
ocasionadas por una mala alimentación. Ej. Obesidad y Diabetes
Con
hábitos tales como:
·En lo posible, mantener la
costumbre de comer en familia. Todos juntos en la mesa.
·Animar a los niños y niñas
a realizar juegos de movimiento, 1 hora todos los días.
·Animar a jóvenes y adultos
a involucrarse con actividades deportivas o rutinas de ejercicios semanalmente.
·Diariamente realizar
ejercicios de flexibilidad, pues ésta guarda relación con la juventud
biológica.
Se
promueve:
·El autocontrol, lo que
trae como consecuencia la reducción del distrés, la elevación de la
autoconfianza, de la autoestima y de emociones positivas.
·El fortalecimiento de los
lazos familiares.
·La creación de grupos de
apoyo social.
Para
concluir podríamos decir que la adopción y mantenimiento de hábitos
alimentarios saludables son un reflejo de la crianza consciente (con intención
y con trascendencia) recibida durante nuestra niñez. Primero modelados y
reforzados por nuestros cuidadores naturales y posteriormente, mantenidos por
nosotros mismos gracias al estado de bienestar experimentado internamente, en
cuerpo y en mente.
Fuente:
Josnil Rojas (2012). Hábitos
alimentarios saludables desde la niñez. Documento en línea. Disponible. http://www.fundacionbengoa.org/informacion_nutricion/habitos-alimentarios-saludables.asp.
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