En 2012, dos de cada tres muertes en el mundo se debieron
a enfermedades no transmisibles (ENT); se estima que la mortalidad por ENT para
2020 sea de 44 millones y para 2030 representen el 69% de la mortalidad total
global. La
Organización Mundial de la Salud (OMS), clasifica como ECV a: enfermedad
arterial coronaria (EAC), enfermedad o accidente cerebrovascular (ACV),
enfermedad vascular periférica (EVP), trombosis venosa profunda (TVP),
Embolismo pulmonar (EP), Enfermedad cardíaca reumática (ECR) y cardiopatías
congénitas (CC).
Los principales factores de riesgo metabólicos para
Enfermedad Cardiovascular (ECV) en el adulto son la Hipertensión
Arterial (HTA), hiperglicemia, resistencia a insulina,
Diabetes Mellitus tipo 2 (DM2), dislipidemias, sobrepeso, obesidad y síndrome
Metabólico (SM).
En niños, acorde a la edad, sexo y estatura se han
establecidos los valores límite para el perfil lipídico sérico en ayunas,
índice de Masa Corporal (IMC), circunferencia abdominal, presión arterial y
síndrome Metabólico (SM). La evidencia epidemiológica sobre la evaluación de
factores de riesgo conductuales y metabólicos para ECV en la infancia ha
mostrado que:
• Las experiencias de vida condicionantes de estrés
psicosocial desfavorable (violencia familiar, maltrato infantil, divorcio de
los padres, hogar no estructurado) incrementan la prevalencia de enfermedad
arterial coronaria, HTA y DM2 en la adultez.
•Existe una relación directa entre la presencia de
factores de riesgo para ECV y el sedentarismo en la niñez: poca actividad
física, mucho tiempo frente al televisor.
•Una dieta hipercalórica, baja en vegetales, alta en
grasas polinsaturadas y carbohidratos refinados guarda relación con los
patrones familiares de ingesta alimentaria y predispone al niño a sufrir ECV en
la edad adulta.
•En niños, las alteraciones del metabolismo de ácido
fólico, vitaminas B12 y B6 asociadas con hiperhomocisteinemia moderada y
severa, se relacionan con ACV y EVP. Sin embargo, aún no existe evidencia
publicada en el contexto del impacto sobre ECV en la adultez por la reducción
en los niveles de hiperhomocisteinemia debido a fortificación o suplementación
dietética con ácido fólico en niños.
•La deficiencia de vitamina D se asocia con elevación de
la presión arterial sistólica y riesgo de HTA. El incremento en los niveles de
vitamina D, disminuye la presión sistólica y el riesgo de HTA, pero no modifica
la diastólica.
•Aun cuando los niveles de deficiencia de hierro y su
asociación con la prevalencia de anemia en niños no han sido evaluados en el
contexto de riesgo para ECV en el adulto, es importante señalar que la
suplementación de hierro disminuye el nivel de estrés oxidativo total asociado
a anemia ferropénica.
•Valores por encima del percentil 80 de Colesterol Total
(CT), LDL-colesterol, triglicéridos, presión arterial diastólica y sistólica e
IMC (índice de riesgo cardiovascular) son predictores positivos para el aumento
del grosor de la íntima media carotidea como marcador subclínico de
aterosclerosis desde los 3 años de edad.
•Los valores elevados de presión arterial en niños se
asocian positivamente con aterosclerosis subclínica e HTA en el adulto.
•Niveles séricos altos de lípidos durante la infancia
tienen valor predictivo positivo de dislipidemia y riesgo elevado de ECV en la
adultez.
•El sobrepeso se asocia con un incremento en los valores
de presión arterial sistólica y diastólica, hipertrofia ventricular izquierda,
índice de resistencia a insulina, niveles séricos de ácido úrico, colesterol total
y LDL, insulina y triglicéridos. El efecto es mayor en los niños obesos y sus
implicaciones en el riesgo para ECV en la adultez podría ser mayor.
•La presencia de Síndrome Metabólico y obesidad en la
infancia se asocia con elevado riesgo de aterosclerosis subclínica, elevación
de PAS y dislipidemia.
La evidencia mostrada soporta la hipótesis de que las
alteraciones del crecimiento como resultado de déficit nutricional durante
períodos importantes de crecimiento y desarrollo (vida fetal, lactancia y
niñez), resultan en adaptaciones tempranas en estructura y función del cuerpo,
que pueden conllevar a un incremento del riesgo de enfermedades crónicas a
largo plazo, como la ECV. De
allí la importancia de establecer patrones dietéticos para una adecuada
programación nutricional desde la infancia que garantice el mejor beneficio de
salud a corto y largo plazo para la prevención y control de ECV en la edad adulta.
Por ello, el desarrollo de los cambios vasculares tiene
su origen en las etapas pre y posnatal. Las alteraciones durante las fases de
la gestación pueden conducir a cambios en el crecimiento fetal, los cuales se
han relacionados con un elevado riesgo para ECV en la adultez. De igual manera,
el balance nutricional en el periodo posnatal y la tasa de crecimiento y
desarrollo durante la infancia y la niñez juegan un papel fundamental en la
programación de los cambios cardiometabólicos del adulto.
FUENTE: Alberto José García González, Nedina Coromoto
Méndez, María Isabel Ramos, María Elena Villalobos, Iván Soltero y Ramón José
Aguilar Vásquez (2014). Crecimiento y nutrición en la infancia y riesgo para enfermedad
cardiovascular en la Adultez. Archivos
venezolanos de puericultura y pediatría 2014; Vol 77 (4): 190-201.
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