Las características del consumo de alimentos por parte de la
población representan un riesgo para su estado
nutricional y, por ende, para su estado de salud. Cada vez más, los
patrones alimentarios se alejan de las recomendaciones; esta problemática es
aún más alarmante en la infancia, dado que la alimentación en ese grupo etario
es esencial para el crecimiento normal y para la prevención de enfermedades en
etapas posteriores de la vida.
A causa de lo anterior surge la necesidad de cambiar los patrones
alimentarios de la población. Razón por la cual se hace importante comprender
los múltiples aspectos que hoy en día son reconocidos como influyentes en el
comportamiento alimentario. Dicha comprensión facilitaría tanto la
identificación de potenciales soluciones, como el planteamiento de nuevos
cursos de acción en promoción de la salud y prevención de la enfermedad.
En
vista de lo anterior, hay un claro reconocimiento de la importancia del comportamiento
alimentario, en especial en la población infantil. Esto porque es en esta etapa
de la vida donde se definen las bases de la conducta para etapas posteriores;
de ahí que, aquellas actividades rutinarias, tengan una alta probabilidad de
mantenerse a través del tiempo. En el caso del consumo de alimentos, generará
per se efectos positivos o negativos en el estado nutricional de la población
adulta venidera.
Características individuales
Esta categoría
abarca aquellas condiciones particulares con las cuales el individuo hace una
lectura de su medio externo. En el caso de las diferencias por género, las
niñas tienden a consumir más frutas y verduras que los niños, aunque son más
susceptibles a las marcas, incrementando su consumo promedio hasta en 100 calorías
cuando los alimentos tienen determinadas etiquetas. Actualmente, se reconoce
que el género femenino no se basa únicamente en el criterio del sabor para
escoger alimentos, sino también en cuestiones como apariencia e implicaciones
para la salud. Mientras que en el caso de los niños, las decisiones
alimentarias se basan en el sabor y placer antes que en la salud.
Entre otras
condiciones particulares del individuo, se ha identificado que el estado
nutricional está relacionado con ciertos factores que promueven un
mantenimiento del mismo; es el caso de la asociación de niños con sobrepeso y
mayor exposición a alimentos no saludables, así como la mayor sensibilidad de
estos a la publicidad. Lo cual implica que su mismo estado nutricional puede
constituir un factor influyente para las características del consumo de
alimentos.
Con relación a
la lectura que el individuo hace de su medio externo, la memoria es uno de los factores más importantes que guían la
elección y el consumo de alimentos. Cuando un consumidor elige un alimento usa
la información memorizada y la experiencia pasada que tuvo con ese alimento.
Una experiencia negativa puede desarrollar un disgusto o una barrera para
familiarizarse con el alimento; sucede todo lo contrario en el caso de un recuerdo
positivo.
Sin embargo,
hay que destacar que, en los niños, la sensibilidad es la llave para la memoria
de alimentos; por ello, la memoria está influenciada en gran medida por los
sentimientos, más que por el conocimiento. Actualmente, se reconoce que la
emocionalidad tiene una gran influencia sobre el consumo. Basado en ello,
existen estudios que hacen referencia a la asociación del consumo con
emociones; esto se explica por mecanismos psíquicos que afectan las señales del
sistema neuronal con respuestas inhibitorias o excitatorias, las cuales van a
orientar la decisión frente al consumo.
Así mismo, en
el caso del consumo de comidas rápidas, los niños perciben la misma como comida
divertida, asociada a tiempos sociales y fiestas animadas; esto sin dejar de
lado el efecto de los juguetes que muchas veces se incluyen en este tipo de
menús, hecho por el cual se asocia comidas rápidas con regalos. De igual
manera, los niños rechazan alimentos que puedan causarles síntomas asociados a
una experiencia negativa pasada, como acidez, distención, dolor abdominal o
cualquier otra condición que genere un resultado negativo en la salud. De ahí
que una de las categorías que explica el rechazo se basa en el en el peligro
que se estima después de la ingesta de un alimento.
Finalmente, cabe destacar que no solo la imagen construida de los
alimentos guía la decisión, sino que también la valoración de recursos
realizada en la decisión de consumirlos. Por ello, los niños tienen en cuenta
aspectos como el tiempo, la priorización de actividades, el esfuerzo y las
habilidades para la preparación, así como el beneficio inmediato de la elección
en el momento de decidir qué come.
Factores externos
Los patrones alimentarios de los niños deben ser comprendidos en
el contexto de sus experiencias vividas. Por ende, se resalta la importancia de
reconocer los factores externos inmersos en dicho contexto, los cuales están
relacionados tanto con las personas y el ambiente alrededor del consumo, como
con los alimentos.
Las prácticas culturales se transmiten de una persona a otra, la
aceptación de un alimento incrementa en los niños cuando es modelada por
adultos, profesores y otros niños. Esto más aún, si se tiene en cuenta que la
selección de los alimentos, durante los primeros años de la vida, depende de
las actitudes y de las elecciones hechas por los padres y/o cuidadores
encargados de la alimentación.
La investigación en el tema deja claro que es eminente la
influencia de padres frente al consumo, dado que dan reglas, dan información y
modelan el comportamiento; por lo tanto, influyen en la disponibilidad del
alimento en el hogar y en los sentimientos de aprobación o ejemplo de las
relaciones con el alimento. Los padres influyen en las elecciones de alimentos,
por parte de los niños, a través de su presencia en los tiempos de comida, la
inclusión de diversas preferencias alimentarias dentro de los menús diseñados
en casa, esfuerzo y habilidades de preparaciones de alimentos, así como por
aspectos concernientes a salud y finanzas del hogar.
No obstante, hay una condición numerosamente documentada y es la
referente a la mediación que hace el padre entre el alimento y el consumo por
parte del niño, la cual frecuentemente es asociada a una estrategia de presión.
Las estrategias que utilizan los padres para favorecer el consumo abarcan
estímulos neutrales, razonamientos, premios, chantajes y presión. Sin embargo,
los resultados de estas estrategias no siempre son los mejores; en los
resultados del estudio realizado por Orell y cols., se identificó que ante
dichas tácticas el 2% come sustancialmente más, 35,5% come moderadamente más,
41,5% come pocas cucharadas más y el 17% no come más.
Ahora, los niños con rechazo alimentario se correlacionan en su
mayoría con las tácticas de presión y amenazas de quitar privilegios de
alimentos y juegos. En un estudio retrospectivo de adultos, los participantes
reportaron que durante la niñez tuvieron experiencias de presión para comer,
que los condujeron a un desagrado continuo por esos alimentos. Por lo tanto, la
presión no es una buena opción para promover el consumo; esta genera una baja
ingesta, mientras que la prohibición de alimentos aumenta el deseo. La presión
para comer predice comentarios negativos acerca de la comida, así como una
tendencia hacia el rechazo. Por su parte, los estímulos neutrales, las
recompensas y los elogios están más relacionados con la aceptación del
alimento.
De
otro lado, cabe destacar que el consumo de alimentos y bebidas no responde
exclusivamente a las necesidades biológicas de energía y nutrientes, sino que
también juega un rol en la consolidación de amistades, demostración de cariño y
amor, así como afirmación de una identidad cultural o etaria. Los alimentos se
ingieren no solo para satisfacer una necesidad nutricional, también desde una
dimensión social permiten imitar hábitos de alimentación de profesores y de
pares. Comer en sociedad conduce a patrones de ingesta diferentes a los que se
dan cuando se come solo. En el caso de niños con sobrepeso está documentado que
el contexto social impacta en el consumo de alimentos: los niños con sobrepeso
comen menos cuando están acompañados, mientras que los niños con peso adecuado
comen más.
En
otro orden de cosas, existen factores ambientales, más allá del núcleo social,
que intervienen en la decisión de consumo. La disponibilidad de alimentos en
los entornos cercanos a los niños, como es el caso de la variedad de productos
ofrecidos en las tiendas escolares (cantinas), termina influyendo en su
elección. Algo muy parecido ocurre también en sus hogares. De hecho, una
barrera para el consumo de alimentos saludables es la alta disponibilidad que
tienen los niños a comidas poco saludables (altas en grasa y azúcar).
Esa
disponibilidad se ve influenciada por otros componentes de inseguridad
alimentaria, tales como condiciones socioeconómicas adversas, en las cuales se
ha visto que los niños pueden tener un sobreconsumo de alimentos, cuando estos
ocasionalmente están disponibles. En este caso, es un asunto no solo de
disponibilidad, sino también de acceso.
Con
relación a la influencia de los modelos, explicada en el recuento del entorno
social, se ha demostrado que los niños que comen sin compañía, son quienes ven
significativamente más televisión. A causa de esta situación, la televisión se
ha convertido en un modelo y aspecto de gran influencia en las decisiones
alimentarias de este grupo de edad.
Los
escolares que ven más televisión son los que manifiestan un mayor porcentaje de
consumo de alimentos de bajo valor nutricional (productos de paquete,
refrescos, dulces, entre otros). Está bien documentado que los niños son
receptivos y sensibles a las campañas publicitarias, de ahí que la industria de
alimentos haya tenido un impacto determinante en las preferencias y
comportamientos alimentarios de estos.
Los
niños son bombardeados de publicidad, no solo en televisión, sino también en
etiquetas, aplicaciones móviles, avisos en las calles, radio, entre otros, que
les dicen qué, dónde y cómo comer. Los niños son expuestos a 40.000 avisos de
publicidad de alimentos al año, de los cuales el 98% promociona alimentos ricos
en grasa, sodio y azúcar. En consecuencia de ello, el impacto reconocido que
tienen hoy día las marcas y los logos sobre el consumo de alimentos.
Llegado
a esto punto, otro factor externo al que debe hacerse referencia es el
relacionado con las características propias de los alimentos. Cuando los niños
gozan de libertad para seleccionar preparaciones, su elección no está dictada
por atributos para su salud, sino por sus preferencias gustativas. Diversos
estudios muestran que condiciones del alimento como el sabor, la apariencia y
el olor influyen de forma directa en la ingesta. A partir de esto, la
investigación en el tema ha permitido identificar mayor aceptación de ciertas
métodos de cocción de verduras, tales como el vapor, dado que exaltan menos el
sabor que otros, como es el caso del horneado; así, como se reconoce que
texturas granulares y los colores oscuros tiene una mayor posibilidad de
rechazo.
En
el caso de frutas y verduras, los niños tienden a elegir más las frutas por su
sabor y textura, mientras que el sabor puro de los vegetales no es bien
aceptado; este puede mejorar en combinación con otros alimentos. Cuando se
relaciona un sabor agradable para los niños con un sabor de poca aceptabilidad,
el sabor agradable puede enmascarar el segundo y eso influencia la
aceptabilidad de este último. De ahí pues, la relevancia del sentido del gusto.
En
esta línea, la presentación visual de un alimento es un determinante importante
para su consumo, esto involucra tanto colores, como tamaños, formas y
disposiciones en el plato. Por ejemplo, se han encontrado marcadas preferencias
por alimentos en corte juliana y la presencia de figuras decorativas en las
comidas. Para el caso del tamaño, aquellas porciones grandes pueden disminuir
tanto el gusto, como en el deseo por el alimento. El efecto del tamaño en la
disminución del gusto puede relacionarse con la magnitud de la estimulación
oral, mientras que el deseo disminuye con las repetidas oportunidades ante
dicha sensación.
Para
ilustrar la influencia de la presentación, los niños reportan que la comida
rápida tiene mejor apariencia que la comida sana; igual comportamiento se
observa en su opinión con respecto al olor, el cual refieren es mejor en la
comida rápida que en aquella comida saludable. Esta situación debe
considerarse, si se tienen en cuenta que el olor es uno de los componentes que
genera un gusto, anticipado al placer, lo cual influye en los mecanismos de
regulación del apetito.
Estrategias para favorecer un consumo
saludable
Como parte de estrategias mediadoras que buscan intervenir entre
aquellos factores externos e internos, para así influir en la conducta
alimentaria, la literatura reporta diversas actividades tales como huertas
escolares, programas de educación alimentaria, campañas con caricaturas, entre
otras. Todos estos alimentos
que generan una mayor disposición para consumir algunos.
A pesar de que los niños demuestran conocer y diferenciar los
alimentos saludables de los no saludables, tienen una definida preferencia por
las opciones menos saludables. En consecuencia, una gran cantidad de autores
han concluido que los conocimientos nutricionales no son la explicación
principal de la elección de un alimento. Sin embargo, hay una gran cantidad de
intervenciones publicadas que dan cuenta de la educación alimentaria como
estrategia implementada.
La educación es una herramienta exitosa para conseguir
un incremento del conocimiento en alimentación saludable en niños y, en algunos
casos, la disminución de consumo de alimentos poco nutritivos. No obstante, hay
discusiones con respecto a si los cambios inmediatos son sostenibles en el
tiempo.
En este punto, la medición del consumo tras recibir educación
alimentaria es de gran relevancia. Sin embargo, en la revisión realizada se
identifican investigaciones que reportan una alta probabilidad de elección
saludable, pues, más que medir el consumo, evaluaban por cuestionarios las
percepciones tras la intervención o presentaban el alimento e identifican si
los niños decidían probar; es decir, evaluaban la intención. De ahí que el
estudio de las características reales tras la intervención sea una cuestión aún
por precisar.
Ya del lado de las técnicas encontradas para realizar las
intervenciones, se evidencian juegos, actividades magistrales dentro de las
aulas de clases, huertas escolares, dinámicas que incluyen probar alimentos,
entre otras. No obstante, vale la pena detenerse en las dos últimas por
combinar otro tipo de estrategias adicionales a la transmisión de conocimiento.
En el caso de la experiencia sensorial de probar alimentos no familiares se
disminuye la neofobia y se incentiva a probar nuevos alimentos saludables. Así
mismo, en el caso de las huertas, hay que destacar que el impacto de la
exposición no es solo gustativo, pues diversos estudios reportan que el hecho
de visualizar el alimento en reiteradas oportunidades puede favorecer la
aceptación o la decisión de consumirlo en algún momento.
El estudio del comportamiento alimentario implica un abordaje
multifactorial y transdisciplinar. La revisión aquí expuesta permite el
reconocimiento de múltiples aspectos influyentes en el patrón de consumo de
alimentos. Lo cual, evidentemente, requiere el abordaje desde distintos campos
del conocimiento y el aporte articulado de cada uno de ellos.
Se necesita profundizar en la comprensión más que en el mero
diagnóstico del consumo. La literatura consultada permite evidenciar una
preocupación por las cantidades y características de alimentos consumidos, así
como por las condiciones bajo las cuales se consumen y todo aquello que hay
detrás de la elección. En ese sentido, indagar sobre compañías de consumo,
sitios de consumo, emociones y experiencias relacionadas, entre otros factores,
brinda un contexto de factores que es necesario incluir en el reconocimiento de
las condiciones de consumo de alimentos por parte de la población. Tener en
cuenta este aspecto aplica tanto para profesionales que caracterizan
constantemente el comportamiento alimentario individual, como para aquellos
encargados de la formulación de políticas en el tema.
En
cuanto a condiciones del entorno, llama la atención cómo los modelos sociales y
las experiencias previas se interiorizan en la memoria de los individuos,
constituyéndose luego en un insumo individual que influencia la decisión de
consumo de alimentos. Esto implica, por ejemplo, que reconocer las diferencias
en las experiencias a los que son expuestos los niños, en cuanto a alimentos de
alto y bajo valor nutricional, podría dar elementos para facilitar la adopción
de hábitos alimentarios saludables.
En esa misma
medida, el análisis de los factores expuestos sugiere la intervención basada en
ambientes sociales, modificación de características organolépticas de las
preparaciones ofrecidas, estrategias que toquen la dimensión de la experiencia
y las emociones que despierta un tiempo de comida, uso de diversas alternativas
de comunicación, entre muchas otras opciones que favorezcan una alimentación
saludable y, por ende, un beneficio para la sociedad de hoy día.
Fuente:
Mónica
del Pilar Díaz-Beltrán (2014)
Factores influyentes en el comportamiento
alimentario infantil
Rev. Fac. Med. 2014 Vol. 62 No. 2: 237-245.
http://www.scielo.org.co/pdf/rfmun/v62n2/v62n2a10.pdf
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