La cena familiar siempre ha sido considerada un momento ideal
para la unión de padres e hijos. Pero ahora estudios sostienen que hay
beneficios comprobables –entre ellos, un menor índice de consumo de
cigarrillos, alcohol y drogas- de la reunión de la familia alrededor de la
mesa.
Por eso genera preocupación que el número de grupos que no
cenan juntos vaya en aumento. De acuerdo con varias encuestas, 30 ó 40% de las
familias no comen juntas entre 5 y 7 noches a la semana, aunque la mayoría
manifiesta que lo hace por lo menos una vez.
Las parejas con adolescentes mayores cenan menos veces
unidas que las que tienen hijos pequeños. Los padres dicen que los obstáculos
más comunes son que ellos trabajan hasta tarde y que ellos o sus hijos realizan
actividades que se extienden hasta tarde.
Muchas familias que si se reúnen a comer frecuentemente,
hacen un esfuerzo por hacerlo. Algunas preparan el domingo las comidas de toda
la semana, otras se dedican a ello una noche antes, algunas la compran en
ventas ambulantes un par de noches y muchos padres de hijos pequeños, con algo
de culpa, admiten que no podrían preparar la cena si no fuera porque los niños
miran la televisión mientras ellos cocinan.
Los progenitores concuerdan en que estas actividades
familiares son vitales. De acuerdo con una encuesta, el 87% de los padres dicen
que es muy importante cenar juntos.
El esfuerzo por lograr esto en un mundo cada vez más
acelerado ha engendrado cientos de libros de cocina, recetas en internet y el
resurgimiento de las ollas de cocción lenta.
Los recuerdos de la infancia con frecuencia influyen en la
opinión de la gente con respecto a la importancia de las cenas familiares.
Isabel Wurgaft, que pertenece a un grupo de apoyo en USA dijo: Mi padre llegaba
tarde a casa, pero mi madre siempre nos hacía esperarlo para cenar. Mi padre
falleció hace 10 años y las conversaciones de esas cenas son los mejores
recuerdos que tenemos mis hermanos y yo.
Para otros, sin embargo, la lucha es evidente. “Me siento
culpable porque se supone que es muy importante para las familias comer juntas,
pero simplemente no funciona con nuestras actividades” comentó J.Pazer, del
mismo grupo. “Tendría que salir del trabajo dos horas antes, tratar de llegar
para cocinar, mientras mis hijos están colgados de mi para que los escuche y
les ayude con la tarea, en vez de prestarles toda mi atención cuando llego a
casa”.
Una encuesta realizada a jóvenes con edades entre 12 y 17
años por el Centro Nacional de Adicciones y Abuso de Sustancias en la
Universidad de Columbia, USA, descubrió que los adolescentes que cenaban con
sus familias dos veces a la semana o menos fumaban, tomaban alcohol o usaban sustancias ilegales mucho más
frecuentemente que los adolescentes que cenaban con sus familias al menos 5
veces a la semana.
También nos dimos cuenta de que entre más comían los adolescentes
con sus padres, era menos probable que tuviera amigos sexualmente activos,
menos probable que las chicas tuvieran novios de años mayores que ellas y los
adolescentes pasaban menos tiempo con sus amigos o amigas, dijo Joseph Califano
presidente del centro de investigaciones.
Un estudio de la Universidad de Minnesota publicado el año
pasado encontró que era menos probable que las adolescentes que compartían más
frecuentemente con su familia, y disfrutaban una atmósfera positiva durante
esas cenas, presentaran desórdenes alimenticios como anorexia o bulimia.
Según los expertos, estos encuentros también ofrecen una
rutina predecible y una oportunidad para los padres de monitorear el
acompañamiento de sus hijos.
Ese monitoreo ha sido relacionado con una enorme cantidad de
resultados positivos, físicos y mentales, en niños y adolescentes, agregó
Bárbara Fiese, quien estudia rutinas y rituales familiares en la Universidad de
Syracuse.
Fuente:
Laurie Tarkan
(2005). Estudios ven beneficios de cenar
en familia. Tomado del The New York Times. Publicado por el Nacional el 14
de mayo. Pág. 4.
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