El
pueblo caraqueño era aficionado a las carnes rojas y, cuando podía, la adquiría
y consumía a menudo. El pescado se consumía sobre todo en la costa, aunque en
Caracas llegaba fresco para las casas de los más acaudalados, y salado o seco
para el pueblo raso.
Mientras
más abajo se estaba en la escala social local, menor posibilidad había de
adquirir alimentos reduciéndose la dieta a caldos con casabe o arepa.
Los
obreros, como los que periódicamente arreglaban el camino real que llevaba a la
Guaira, recibían raciones de comida preparadas con casabe o arepa carne,
caraotas, manteca papelones, sal, ajos y cebollas cuyo costo a final del siglo
XVIII era de un real y medio por ración.
Los
alimentos se expendían en las pulperías y en el mercado de productos
alimenticios más importante, situado en la Plaza Mayor. En el perímetro de
éste, en 1755, el gobernador Felipe Ricardos había mandado construir arcadas
donde se instalaron verduleras, carniceros, olleteros, pescadores, dulceras y
fruteras que vendían en canastillas sus productos.
Había
también vendedores callejeros que vendían agua, gallinas, frutas, casabe y maíz
entre otros productos de bajo precio.
La dieta caraqueña
Con
las diferencias más o menos netas del tipo de consumo según el estamento
social, el pan blanco, el casabe y la arepa eran productos que acompañaban la
dieta cotidiana, construida en gran parte por carnes blancas y rojas (aves de
corral cacería, pescado y, sobre todo, carne de res), a las que se añadían
plátanos, arroz, yuca dulce, batatas, papas, frutas locales, huevos, etc.
Con
estos productos se elaboraban olletas, sancochos, chanfainas, frituras, asados,
revoltillos, buñuelos, dulce de almíbar, etc., todo acompañado con vinos,
cuando los había, y refrescos de papelón y chocolate, naturalmente.
De
gran éxito eran las tortas, como la famosa Torta Bejarano, creada por una
familia del mismo nombre (pardos con pretensiones de ser blancos) elaborada con
pan, queso, plátanos y papelón condimentados con ajonjolí tostado, canela y
vino moscatel.
Otras
tortas elaboradas por las cocineras caraqueñas, la mayor parte pardas o morenas
eran la de pan, la de plátano y la de jojoto, junto a quesillos dulces y frutas
en almíbar de papelón, como lechosa con canela, guayaba y parchita, entre
otras.
Recordar,
mantener, degustar nuestras preparaciones es una estrategia para promover buenos
hábitos de alimentación.
Fuente:
Revista
el desafío de la Historia. La
alimentación y gastronomía colonial. Año 3. Nº 23. Pág.52.
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