Venezuela es un país en desarrollo en medio de una crisis muy
prolongada, y está inmerso en la transición
alimentaria y nutricional desde hace muchos años. Esta transición nutricional,
no es un simple cambio alimentario, es un proceso multifactorial de cambios
socioculturales, económicos y de comportamiento. Ha estado acompañada-precedida
por la transición demográfica, que es el cambio desde un patrón de alta
fertilidad y mortalidad a uno de baja fertilidad y mortalidad, lo cual es
bueno. No toda transición es mala, y la transición epidemiológica resultante
es el cambio desde un patrón de alta prevalencia de desnutrición y enfermedades
infecciosas, hacia uno de enfermedades crónicas no transmisibles.
¿Cuándo se produce la transición alimentaria nutricional en
una comunidad, en un país o en una región? Cuando aumentan los ingresos de una familia o de una
comunidad ocurre una sustitución de la llamada dieta rural por una dieta
moderna, opulenta, occidental, rica en grasas particularmente saturadas, proteínas
de origen animal, rica en azúcares y donde prevalecen los alimentos procesados.
Hay dos modelos de transición y ambos, según Barry Popkin,
difieren en los países en vías de desarrollo. En los países desarrollados ha
habido un cambio gradual. En los países de ingresos bajos o moderados, países
en vías de desarrollo, como los de Asia y América Latina, ha habido un cambio
acelerado, lo cual preocupa ya que dificulta la toma de decisiones. Al mismo
tiempo, existen sobrepeso y bajo peso, que es lo que se ve en Venezuela. Más
que una transición, es una superposición alimentaria y nutricional.
¿Qué es lo que pasa?
En la transición nutricional que observamos en países desarrollados o en vías
de desarrollo, el factor que más contribuye, es la urbanización. Cuando la
gente migra hacia las ciudades en espera de un progreso económico y de una
mejor fuente de ingreso, lo que generalmente encuentra es una pobreza urbana.
Las personas empiezan a preferir las dietas gustosas. Hay una gran ignorancia
nutricional generalizada, la cual es alimentada por los medios de comunicación
que ofrecen mensajes dirigidos al consumismo masivo, y también, indudablemente
hay mayor acceso a los aceites vegetales, a la comida rápida y comida de alta
densidad; a los cuales se recurre con frecuencia por las limitaciones de tiempo
que tiene la mujer para cocinar, entre otras cosas, por su doble rol.
Lo peor de todo es el sedentarismo, y en este caso se necesitan
“políticas de Estado” para influenciar a los hijos y generaciones futuras para
que no sean “couch potatoes”, una persona que está todo el día tirada en un
sofá, pasando los canales de televisión y comiendo cotufas. La disminución de
la actividad física ha sido significativa en Venezuela, como en todos los
países del mundo. Indudablemente, las mejoras del trasporte hacia el colegio y
el trabajo, la recreación cada vez más sedentaria, el exceso de tiempo viendo
TV, computadoras, video-juegos, contribuyen a las alarmantes estadísticas de
sedentarismo.
En los países en vías de desarrollo, se han sustituido las
dietas rurales tradicionales por las dietas modernas y occidentales, que
aunque son adecuadas, son imprudentes y junto con el sedentarismo y una
influencia genética innegable, conducen hacia la obesidad y hacia las enfermedades
crónicas no transmisibles, como la hipertensión arterial, Accidentes Cerebro-Vasculares (ACV), cáncer, diabetes
y enfermedades cardiovasculares.
La transición nutricional en América Latina ha sido muy rápida.
Uauy, Albalá y Kain en 2001, señalan que en Guatemala y otros países de Centro
América, estaban iniciando dicha transición. México, Argentina, Brasil,
Colombia, Venezuela y República Dominicana estaban en el medio de la
transición, y todavía estamos. Chile, Costa Rica, Cuba y Panamá estaban al
final de la transición. Uruguay y los países de habla inglesa del Caribe,
estaban en la post-transición. Es más, los países del área del Caribe, también
por factor genético indudable, son países en los cuales la obesidad ha sido
una verdadera epidemia.
Conocemos las recomendaciones de la OMS de utilizar el índice
de masa corporal por debajo de 18,5 kg/m2 como bajo peso; encima de
25 kg/m2 como sobrepeso y por encima de 30 kg/m2 como
obesidad.
Es importante considerar
que en América Latina, por lo pronto, mientras no se tengan los propios valores
de referencia en Venezuela, no se debe seguir utilizando la circunferencia de
cintura de los anglosajones ni tampoco la de los asiáticos. En una
investigación del Grupo Latinoamericano para el Estudio del Síndrome Metabólico
(GLESMO), presentada por la Doctora Imperia Brajkovich recientemente en
Caracas, se señala que el límite de la circunferencia de cintura en los hombres
debe ser igual o mayor de 94 cm, y en la mujer igual o mayor de 88 cm para
riesgo de síndrome metabólico. O sea que en Venezuela se debe procurar estar
por debajo de 88 cm las mujeres y por debajo de 94 cm los hombres. Se
recomienda usar estos datos hasta que se tengan datos nacionales.
En el año 2000 ésta era la prevalencia global de obesidad y se
había dicho que se había duplicado en los últimos 10 años. Para América Latina
había datos entre 28% y 42%.
En el año 2002, Fundacredesa, comparó mujeres venezolanas
entre los 15 y 50 años, de Vargas y el área Metropolitana de Caracas y de
estratos bajos, con mujeres de Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, México,
Perú y República Dominicana, y observó que más o menos era la misma proporción:
más de 25% - 30% de sobrepeso y más de 10% - 15% de obesidad.
Venezuela está apenas por
debajo de Brasil y de Panamá con un sobrepeso de 36%; y el síndrome metabólico
tiene dos cifras en cuanto a su prevalencia, de acuerdo a si se toma el ATP III
o si se toma la definición de la Fundación Interamericana de Diabetes. Si se
toma el ATP III tenemos 32% y si se toma el síndrome metabólico 41%.
Ya el mito de
que en los estratos altos se encontraban los obesos y en los estratos bajos
los desnutridos, se acabó. Es más, las mujeres de los estratos altos, por lo
menos en Venezuela, se cuidan mucho; cuidan su salud y cuidan su estética, no solamente
las jóvenes sino también personas mayores. Más bien en los estratos bajos, no
sólo en Venezuela, sino en gran parte de América Latina, hay más y más
sobrepeso y obesidad, especialmente en mujeres por encima de los 15 años.
En cuanto a la transición
demográfica en Venezuela, la mortalidad infantil en el año 1941 estaba por
encima de los 120 por 1.000 nacidos vivos. En 1961 disminuyó a la mitad; en
2001 a una tercera parte, y ahora mucho más lentamente, en 2008 a 15,8. Todavía
es demasiado para un país como Venezuela que ha tenido tantos recursos. La
mortalidad materna en Venezuela ha disminuido muy poco; es más, a partir del
2006 ha aumentado, levemente pero ha aumentado.
La esperanza al nacer sí es un indicador que se ha comportado
bien en Venezuela y que nos llena de orgullo. En el año 1935 era de 38 años
aumentó 31 años, en un lapso de 45 años (entre el 1935 y 1980), donde la
esperanza de vida al nacer era de 69 años. Sin embargo, un estudio hecho por
Fundacredesa, demostró que en los estratos más altos era de 74 años, mientras
que en el estrato 5 era de 64 años. Una diferencia de 10 años al comparar los
estratos sociales extremos. Para el año 2008 los datos muestran una cifra
prácticamente de 74 años de esperanza de vida al nacer; siempre más alta en las
mujeres que en los hombres.
Cuando se analizan las primeras 5 causas de muerte, es evidente
que en 1941 esta sociedad era completamente rural. La enteritis y la diarrea
eran las primeras causas de muerte, la tuberculosis la segunda, y ya las
enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares empezaban a subir. Pero a
partir del año 2001, las enfermedades del corazón tienen el primer lugar, como
en el resto de los países del mundo, cáncer en segundo lugar y luego los
accidentes.
En Venezuela se presenta una superposición de problemas de
salud pública, los cuales constituyen un reto a causa de la doble carga: altas
prevalencias de enfermedades infecciosas, desnutrición, y las enfermedades
crónicas no transmisibles, que cada día aumentan.
En uno de los estudios de campo de Fundacredesa, se encontró a
una familia en la que había un padre obeso e hipertenso, una madre que estaba
embarazada y anémica, un lactante desnutrido y posiblemente un adolescente
obeso; o sea, una “doble carga” familiar.
En nuestro país, aspectos de conveniencia y de información o
desinformación, han llevado a grandes cambios en el consumo; además del
incremento en el mercadeo de productos manufacturados de consumo directo y/o de
fácil preparación. Es importante ver que en el patrón de disponibilidad de
energía alimentaria, entre 70% y 75% lo aportan azúcar, cereales, miel, grasas
visibles; y en un grupo mucho menor, carne, raíces, tubérculos y frutas; las
frutas y los vegetales ocupan el último lugar. Peor aún, entre los años 2002 y
2007 los cereales están muy por encima de las grasas y los azúcares, ya que lo
triplican; y las raíces, tubérculos y las frutas bajaron del 15% al 3% de la
oferta. Lo contradictorio es el programa de cinco vegetales al día, uno de cada
color, cuando la oferta está al 3%. Eso es una verdadera tragedia para el
pueblo venezolano.
Si comparamos el salario mínimo con los costos de la canasta
alimentaria venezolana, que es un instrumento que se utiliza mucho para
planificación, se observa que el salario mínimo apenas cubre el costo de una
canasta alimentaria. Eso quiere decir que con el salario mínimo sólo se puede
comer, y no alcanza para nada más. La distribución del gasto también es
preocupante, 32% en alimentos, apenas 5% en salud y 3% en educación.
Entonces, en Venezuela
coexisten tanto el déficit como el exceso. Estos son datos oficiales de Sistema
de Vigilancia Alimentaria y Nutricional, donde se utiliza la combinación de
los tres indicadores (peso-edad, talla-edad, peso-talla) para diagnóstico
nutricional. En los lactantes el déficit se mantiene y el exceso aumentó, en
los preescolares predominó la reducción crónica compensada, la talla baja. En
escolares y adolescentes predominó la desnutrición crónica compensada y el
sobrepeso superó la desnutrición aguda con creces. En adultos, especialmente
en mujeres mayores de 30 años, predominaron el sobrepeso y la obesidad.
Los venezolanos tienen muchos factores de riesgo, esto los hace
proclives a las enfermedades crónicas no transmisibles. Las mujeres
venezolanas son de maduración temprana, lo que se ha visto en las curvas de
distancia y velocidad de talla y peso, y también en los patrones de maduración
sexual y esquelética, a diferencia de los anglosajones.
¿Cómo detener las consecuencias de la doble carga de la salud?
Actuando para revertir factores tales como la desnutrición y la obesidad
materna, el peso bajo al nacer pero también la macrosomía; problemas en el
acceso y consumo de los alimentos; la alta densidad en la dieta; la baja
actividad física y las pocas consistencias en las políticas públicas.
Fuente:
Mercedes López de Blanco, Maritza Landaeta de
Jiménez, Yaritza Sifontes (2011).
Venezuela y su contexto nutricional
CANIA. Año 14. Nº 23. P.4-10
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