Nuestros
niños no quedan inmunes a las secuelas de la crisis que vivimos en Venezuela en
los últimos años. Inseguridad, escasez de alimentos y medicamentos, violencia y
conflictividad en las calles, interrupción de clases, pérdida de sus rutinas,
separación de las familias, posible emigración, son algunas de las situaciones
que pueden alterar su entorno familiar, social y por ende personal.
Cada
vez es más frecuente ser consultados por trastornos de sueño, cambios en
hábitos alimentarios, episodios de irritabilidad y agresión hacia los seres
queridos o amigos, aislamiento, falta de motivación y pérdida de visión de
futuro en el caso de los adolescentes.
Como
personas que acompañamos a los padres en el desarrollo de sus hijos, los
pediatras debemos asumir en cada visita que las familias pudieran estar pasando
por momentos de malestar e incertidumbre, y hacer preguntas dirigidas a
explorar el tema con el fin de brindarles herramientas o consejos prácticos que
pudieran ayudar a sobrellevar ésta difícil situación.
No
hay que esperar una llamada por cuadros tan serios como crisis de pánico en
niños en edades que nunca esperaríamos ver, consultas por posible depresión o
situaciones más extremas como intentos de suicidio.
Si
nos detuviéramos por un momento a pensar nos daríamos cuenta que en la mayoría
de los casos antes descritos el denominador común que aqueja a todo el grupo
familiar es el miedo, sinónimo de inseguridad y en términos médicos conocido
como ansiedad en sus diversas formas de presentación, desde stress post
traumático hasta depresión.
Sin
pretender negar la angustiosa realidad del día a día, la sobreexposición a la
enorme cantidad de información, recibida a través de medios convencionales y
redes sociales, no hace más que agravar la sensación de inseguridad y
desesperanza.
En
estos tiempos difíciles podríamos recomendar a los padres "cerrar filas" con sus hijos, su pareja y sus amigos
cercanos. compartir una comida todos juntos, desempolvar los juegos de mesa,
retomar o instaurar el hábito de hacer lecturas en grupo, dedicarles tiempo de
interacción uno a uno para aclarar dudas, discutir temas que les preocupan,
tender puentes con los hijos adolescentes, y por qué no, fabricar sueños en
familia, sueños de cambio y proyectos de futuro.
Al
fin y al cabo, una familia sana es lo que necesitamos para forjar las bases de
una mejor sociedad, de un nuevo país.
Fuente:
Dra.
Tamara Salmen. Pediatra - conducta y
desarrollo Infantil Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría. Archivos Venezolanos de Puericultura y
Pediatría. Volumen 80 (2) Abril-Junio. (2017).
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