El hombre siempre ha dependido para subsistir de los
recursos que su entorno le ofrece, lo que allí no encuentra, lo busca fuera de
este o lo consigue a través del intercambio con otras agrupaciones humanas. Las
transformaciones socio-históricas y culturales, junto a los aportes del medio
ambiente, se han encargado de modelar en todas las regiones del mundo lo que es
hoy día su tradición alimenticia. Las invasiones, guerras, pestes, fenómenos
naturales, el comercio y más recientemente los avances tecnológicos, la
publicidad y los medios de comunicación, han propiciado su transformación y
pudiéramos aventurarnos a decir, que hasta su globalización.
En Petare, ese rinconcito colonial que aún conserva
la capital venezolana, se han rescatado
y preservado muchas de nuestras tradiciones, en las reuniones y festividades no
se dejan de preparar los ricos manjares
que hasta hace unas décadas eran los invitados de honor en las celebraciones
populares. Entre sus comidas tradicionales se recuerdan: la olleta de gallo, el
tere-tere, las hayacas, empanadas, arepitas dulces y casabe en su modalidad de
naiboa, comunes a todo el país, menestrón, frijoles, guaracaros y tapiricusos.
De la granjería criolla preparada en nuestro pueblo se cuentan la pelota, el
tequiche, bolitas de San Pedro, guargüeros, candilejas, torrejas, hueca, gofio
pisado, polvorosas, bollitos de cambur o cafunga, y el infaltable carato de
acupe. También exquisiteces de panadería como los golfeados y los cachitos
tuvieron su origen en este lugar.
La hayaca que degustamos
en época navideña tuvo entre las familias petareñas un ritual por medio del
cual se aseguraba el producto final. El mismo se iniciaba con el rezo del santo
rosario por el grupo familiar, para lo cual utilizaban granos de maíz, que más
tarde eran sembrados.
La morcilla que consiste en rellenar las tripas de
cerdo con sangre del animal y aliñarlas con arroz, perejil, azúcar y otras
especias, para después freírlas eran
vendidas por Blas Hernández. Los Plátanos rellenos muy ricos y de fácil preparación
se consumían mucho en la vecindad.
El salpicón es un plato típicamente petareño, pues no se conoce en
otra zona del país, consistía en elaborar las tradicionales hayaquitas de maíz
o de hoja, cortarlas en rodajas de 3 ó 4 centímetros de espesor, a estas se les
colocaba encima sardinas o salmón preparados en salsa de tomates, cebollas,
ajíes y otros condimentos. El salpicón era un infaltable invitado en las
fiestas patronales y semana santa, sus raciones eran vendidas a una locha en la
plaza local, la familia Arvelo era especialista en su elaboración, también
Oscar Fumero vendió durante mucho tiempo este curioso manjar.
También estuvieron presentes en nuestra mesa: El
menestrón ese típico asopado de garbanzos, paticas de cochino y verduras muy
alimenticio y de incomparable sabor, junto a los frijoles y otros granos como
los guaracaros (caraota blanca con manchas marrones), tapiricusos, tapiramos o
gallinazos, otro tipo de caraota silvestre (blanca con una raya negra) que
crecía en todos los patios de Petare. Esta última era hervida y desaguada
varias veces para que perdiera el sabor amargo que tenía.
Otro de los alimentos que acostumbraban comer los
petareños era lairén sancochado, este era amarillo, parecido a la castaña y
tenía muy buen sabor. También anguilas fritas
o ahumadas pescadas en la quebrada El Oro y en el río Guaire.
Además de algunas frutas
como la maya o curujujul, una planta parecida a la piña, pero cuyo fruto eran
unos pequeños camburitos cítricos como la mencionada planta.
Las arepitas dulces, café y el chocolate muy
solicitadas en los días de misas de aguinaldo, eran preparadas por la popular
Martinita y Los Parra. Las arepas y las empanadas de los desayunos y cenas
tampoco faltaron a nuestra mesa, para ello en la casa de Jesús María Hernández
compraba el maíz molido toda la comunidad, pero si la tarea resultaba difícil
la familia Pimentel vendía las arepas y empanadas, también Cornelia vendía
arepas en la calle El Oro.
Es importante destacar las bebidas tradicionales
preparadas por Silvino Rojas entre las
que se cuentan la mistela, guarapitas, zamurito y los famosos amargos; también
Isbelia Castro Viana y sus dulces criollos, junto algunos otros miembros de la
comunidad, insisten en mantener el recuerdo de los hermosos días en que
podíamos escapar del frío decembrino tomando guarapitas, café con leche,
chocolate y arepitas dulces al salir de la misa de aguinaldos o degustar
exquisiteces culinarias al disfrutar de las fiestas patronales del pueblo, la
semana santa o el carnaval.
Fuente:
Lic. Coromoto Méndez Sereno
Cronista Oficial del Municipio Antonio José de
Sucre. Estado Miranda
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