El panorama nutricional ha venido
transformándose, hoy estamos ante la paradoja según la cual, la imagen que
identificaba al gordo como ícono del estado de desarrollo que se oponía a la
imagen del niño pequeño, delgado de aspecto macilento, desnutrido del estado de
pobreza y subdesarrollo, se ha transformado en una realidad compleja, donde en
un mismo espacio geográfico, conviven grupos con sobrepeso, obesidad y
desnutridos, lo que se ha dado en llamar la paradoja nutricional de la doble
carga.
Esta complejidad surge en medio del
proceso de globalización y de la crisis alimentaria de la segunda mitad del
siglo XX, que dio al traste con los tipos de relaciones comerciales entre países
exportadores e importadores de alimentos. Las transformaciones de los hábitos y
costumbres alimentarias, han producido un cambio en el comportamiento cultural
y social, aún cuando, en la distribución de los alimentos siguen prevaleciendo
formas de desigualdad social y económica, no sólo en el acceso a los alimentos,
sino también, en la calidad e inocuidad de los mismos. Por lo tanto, la función
principal de dar salud y calidad de vida no se ha podido preservar.
La imagen de la malnutrición en la población
ha cambiado, aparecen los flacos, musculosos, en los estratos de mayores
ingresos, que cuidan su figura, tienen una dieta de calidad y practican
actividad física, imagen que se contrapone a la de los pobres, gordos-desnutridos,
que tipifica el fenotipo de la brecha en la transición
nutricional. Esta realidad, representa una verdadera tragedia de Salud
Pública, que se traduce en el incremento de las enfermedades crónicas
relacionadas con la nutrición, principales causas de muerte en América Latina,
de la cual, Venezuela no escapa.
La desnutrición aunque sigue siendo el
arma más crítica de la exclusión social que margina y mata, ahora va de la mano
con el incremento de la obesidad en los niños de sectores vulnerados,
convertidos en niños con sobrepeso con talla baja, como signo inequívoco de una
desnutrición crónica, que no sólo, es la imagen de la irregular distribución de
los alimentos, sino también, del deterioro en la calidad de la alimentación y
de vida en estas poblaciones. Muchos de ellos inmersos, en una severa crisis de
servicios de atención en salud, de servicios básicos y sanitarios, de educación en nutrición y de desigualdad
social.
Esta fotografía de la realidad
nutricional, está presente en países de medianos y bajos ingresos con alta
vulnerabilidad socioeconómica y cultural.
En el informe “Panorama de la Seguridad
Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe” (FAO 2010), se señala
que en Venezuela entre 2000-2009 en los niños menores de 5 años el porcentaje
de desnutrición crónica (talla-edad) es de 15,6% y el sobrepeso (peso/talla) de
6,1%. Ellos estiman, que los países en pre-transición y transición son los más vulnerables
a la inseguridad alimentaria. Venezuela junto a México, Panamá, Colombia, Ecuador
y Perú clasifica en el grupo de países con “vulnerabilidad media” a la
inseguridad alimentaria y nutricional. Entre los principales factores que
inciden en la transición alimentaria se señalan los cambios demográficos, la
disponibilidad y el costo de los alimentos y el cambio en los estilos de vida,
en especial en la actividad física. Lamentablemente la drástica caída de la
actividad económica en los últimos dos años, afectará negativamente la
reducción de la pobreza y la inflación acumulada en los alimentos, complica aún
más el panorama de los países.
En el mismo informe (FAO 2010), se
recomienda que la política pública debiera centrar sus prioridades en
contribuir a contrarrestar los efectos excluyentes del crecimiento económico en
un ambiente que incentive la inversión y el empleo. En tal sentido, las políticas públicas deberían enfocarse a
los siguientes ámbitos: (a) Producción, inocuidad, calidad y comercio internacional
de alimentos; (b) Gestión pública en los mercados; (c) Programas sociales; y (d)
Gestión territorial descentralizada y local de las políticas públicas.
Propuestas que en su conjunto, apuntan a la superación de los problemas de
seguridad alimentaria y nutricional, presente en muchos de nuestros países en
América Latina.
La mala alimentación afecta
negativamente la productividad, deteriora las funciones cognitivas y aumenta
los costos de la atención médica, lo que causa un débil crecimiento económico y
perpetúa la pobreza. De acuerdo al Banco Mundial y la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), en los países en desarrollo las pérdidas por la malnutrición
se ubican entre 2% y 3% del PIB y en el área de la productividad superan 10% de
los ingresos que una persona obtendría a lo largo de su vida.
Contar con trabajadores bien alimentados,
cuya alimentación aporte las calorías y los nutrientes adecuados, puede llevar a
un incremento adicional del PIB cerca de 1% cada año. Para el 2010 se predice
una reducción del número de personas con hambre en un 10%, lo que significa que
925 millones de persona se encontrarán en esta situación. En todas las regiones
excepto América Latina y el Caribe, habrá una reducción del hambre. Sin
embargo, dos hechos recientes ponen en riesgo dicha recuperación, la crisis de
endeudamiento de algunos países y el repunte de los precios del trigo y de
otras materias primas agrícolas, que se añade a los desastres naturales y el
cambio climático, que tienen impactos negativos en la seguridad alimentaria y
nutricional.
Para nadie es un secreto, que mientras
se sube en la escala social y de ingresos, la alimentación es más variada y más
magra, se accede al pescado y a la carne de aves y aumentan las frutas,
verduras, fibras y la actividad física se incorpora como parte de la calidad de
vida. La salud y la belleza se alejan del tejido adiposo.
La paradoja de la malnutrición está
presente en las organizaciones internacionales, así la Organización Mundial de
la Salud alerta sobre la epidemia mundial de la obesidad y la Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presenta el panorama
del hambre, de la desnutrición y de la obesidad, ambas consideradas
enfermedades de la pobreza. Es un llamado de atención, para que en nuestros
países, se apliquen políticas públicas orientadas a la prevención y superación
de los problemas nutricionales, que con distintas intensidades, afligen a
nuestra población y han impactado en forma muy negativa en las principales
causas de morbilidad y mortalidad. Nuestras posibilidades de desarrollo tienen
entre sus retos más importantes, la superación de las cargas nutricionales, que
como espada de Damocles amenaza el desarrollo humano de los grupos más
vulnerables en nuestros países.
En este sentido, se
debe dar prioridad a la educación alimentaria y nutricional en las políticas
públicas existentes y nuevas. Se deben promover proyectos políticos y
pedagógicos que se centren en los alimentos, la educación alimentaria y
nutricional, la formación docente y de especialistas en el área, proponer
planes y programas sobre la promoción de la educación alimentaria a todos los
niveles y modalidades del sistema educativo, con mayor prioridad en la
población infantil.
El componente
educativo, que debe caracterizar a la alimentación y nutrición, se debe
concebir como una estrategia de formación, lo que requiere desagregar la teoría
de la nutrición, en estrategias didácticas que consideren la salud desde una
visión integral y la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles desde
su consideración nutricional, ya que a través de ella se puede prevenir en
salud, formar en valores y en identidad, que permitan mejorar la calidad de
vida de sus ciudadanos. Estas orientaciones pueden y deben ser consideradas en
las políticas educativas, en el currículo y en los programas de educación, en
los proyectos educativos, en la consolidación de una adecuada formación
docente, en la dotación de recursos y en los servicios de salud que se
desarrollen en la escuela, en una formación gerencial con mayor compromiso con
la promoción de hábitos saludables de alimentación y nutrición, y la
corresponsabilidad de la familia en la formación integral del niño y la niña de
Educación Inicial.
Fuente:
Maritza Landaeta-Jiménez.
Una aproximación al panorama de la seguridad
alimentaria y nutricional
Anales de Nutrición en Venezuela. 23,(2). 2.010, p. 65-66
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