La edad escolar es un momento privilegiado para
conseguir la introducción de hábitos alimentarios saludables. Pero cuando el
niño y la niña acceden al medio escolar, incluso los que empiezan su
escolarización en los primeros años de su vida (Educación Inicial -maternal/preescolar-),
llegan al Centro con unos hábitos alimentarios adquiridos en su entorno
familiar que pueden entrar en conflicto con nuevas propuestas que no estén en
la misma línea. Curiosamente, la fuerza de las recomendaciones del maestro en
el aula o en el comedor del centro, así como las actitudes y hábitos de otros
compañeros de clase, tienen una gran influencia en los niños. Esta situación
puede modificar el consumo de alimentos, de tal forma que algunos platos que
los niños y las niñas rechazan en sus casas, después de la convivencia en el
medio escolar con otros compañeros o, por las propias sugerencias y estímulos
de los maestros, se incorporan a su dieta y los piden en su casa.
Estas acciones educativas tienen un gran valor en la
configuración de los hábitos alimentarios en el periodo de la infancia en la
que pueden incorporarse con menor dificultad conductas positivas que ayuden a
promover la salud de los niños pero, además, refuerzan los consejos de los
padres. Uno de los problemas que puede surgir es la falta de comunicación entre
padres y maestros, con mensajes distintos ante un niño sorprendido que enfrenta
el cariño hacia sus padres con el afecto y la buena relación que siente por su maestra
en la escuela.
No hay que olvidar que en una persona que se está
formando, si se quieren obtener buenos resultados, hay que intentar que exista
una total coherencia en los mensajes que recibe con el fin de que no entren en
conflicto ni les planteen dudas, pues ante una situación confusa se tiene la
tendencia a decantarse por lo más cómodo, por aquello que mejor responde a
nuestros gustos y tendencias personales. En el niño hay que crear un sentido de
disciplina y ofrecerle una figura de respeto, autoridad y cariño cuyas
decisiones no son arbitrarias sino que responden a unos objetivos educativos y
de desarrollo personal. Desde su edad los escolares lo aprecian, aunque no lo
reconocen, porque son miles las dudas que se les plantean en cada edad por su
propia situación de evolución constante, sus inseguridades y sus miedos.
Si todo esto no se hace, el niño buscará sus aliados y
ante las discrepancias se apoyará en lo que responda a sus preferencias
personales, independientemente de la bondad de los hábitos que se conformen. El
niño imita a quienes quiere y constituyen para él un referente muy valioso que
le permiten crecer en todos los aspectos físico y psicosocial. Cuando se mueve
entre decisiones ambiguas y contradictorias se siente perdido. Es función de
los padres y educadores crear un ambiente propicio para su normal desarrollo
dentro de sus circunstancias personales y características individuales.
Por esta razón nunca se insistirá bastante en la
necesidad de que la Escuela y la Familia colaboren, se apoyen mutuamente
e informen en la misma dirección; si es necesario debatiendo, desde su
perspectiva de adultos responsables y educadores que conocen las mejores
técnicas para orientar y conducir el proceso de formación de niños y
adolescentes. Esta actitud les permitirá obtener la máxima eficacia del
proyecto educativo. Hay que reconocer, no obstante, que la Escuela está en las
mejores condiciones para reforzar los aspectos positivos que empezaron a
aprenderse junto a la familia y contrarrestar, mediante sus actividades y
consejos, aquellos que no contribuyen a la salud y que deben ser modificados.
La comunidad y su relación con la
educación nutricional
En el mundo actual la información es un valor pero con
frecuencia se confunden los conceptos información y educación utilizándolos
indistintamente. Se han hecho muchos esfuerzos informativos para hacer llegar
mensajes de salud y nutrición a la población. La comunicación en salud ha
alcanzado un gran desarrollo técnico y su presencia en la vida de hoy es
reconocida, lo cual no significa que, necesariamente, se haya conseguido pasar
de la información a la educación, aunque ésta sea una etapa previa.
La educación aspira a cumplir expectativas más profundas:
reflexión, movilización de actitudes, desarrollo de habilidades y destrezas y,
lo que es más importante, logro de conductas permanentes que nos ayuden a
prevenir la enfermedad y proteger y promover la salud. La educación alimentaria y nutricional (EAN) ha sido el instrumento
utilizado por los educadores para intentar modificar los hábitos alimentarios
incorrectos de las poblaciones, conociendo y describiendo la situación de los
diferentes grupos a quienes se quiere educar, utilizando los recursos mejor
adaptados al medio y estimulando su participación directa para que el hecho
educativo alcance la mayor eficacia.
Al analizar los programas
de educación nutricional hay que partir del propio concepto de educación y
de la gestión pedagógica que lleva implícito. El cambio de hábitos alimentarios
no puede producirse exclusivamente por el conocimiento de los valores
nutritivos de los alimentos, puesto que la comida de cada día es una vivencia
muy diversa, matizada de tradiciones, creencias, símbolos, convicciones y
modas. En definitiva se produce en un entorno histórico, geográfico y tiene sus
raíces en la familia y en la comunidad de origen.
¿Quiénes deben ejercer
las acciones en educación nutricional?
La educación
alimentaria y nutricional de una población alcanza los mayores niveles de
éxito desde la acción conjunta y coherente de las diferentes instituciones. El
ser humano recibe, desde su nacimiento y durante toda su vida, una serie de
normas de conducta y refuerzos, positivos o negativos, que le decantan en la
toma de decisiones, en la elección y consumo de alimentos. El nivel de
intensidad y las posibilidades de transmisión e implantación de los diferentes
mensajes que recibe el individuo adquieren mayor credibilidad y, en
consecuencia, mayor eficacia, dependiendo de la fuente de donde proceden y de
la forma en que se emiten.
La familia constituye la primera fuente de información
que tiene el niño y por sus características es, además, una fuente privilegiada
porque su contexto afectivo matiza cada propuesta con sentimientos de
protección, respeto y amor. La familia es la primera institución responsable de
la instauración de los hábitos alimentarios en sus miembros. Durante los
primeros años de la vida el niño recibe un cúmulo de nociones, creencias y habilidades
en relación con el consumo de alimentos y los recibe en el marco psicoafectivo
y socializador de su familia. Aprende los primeros conceptos de valor, la idea
de salud y el patrón alimentario adecuado o inadecuado. El ambiente familiar
puede transmitirle aversiones y preferencias en relación con los alimentos, su
preparación y la forma de consumo, vivencias positivas o traumáticas.
La imitación en los niños es decisiva y su familia
constituye un referente que les permite incorporar gestos, gustos, actitudes y
conductas que le ayudan a asimilarse a su grupo, sintiéndose parte de él. Cuando
el niño accede a un medio externo al familiar lleva ya un importante bagaje de
conocimientos, normas y creencias de manera inconsciente que configura sus
opiniones y actitudes y que contrasta, refuerza y modifica a partir de las
presiones del entorno. Las acciones de educación nutricional desarrolladas en
el medio familiar son muy importantes, contribuyen a la formación de hábitos,
constituyen un patrimonio de cultura alimentaria de partida y cualquier
intervención sobre la familia va a permitir configurar la forma de comer de los
niños y adolescentes.
La escuela es la primera institución social a la que
accede el niño y tiene la enorme ventaja de que nos permite establecer
programas que responden a su evolución personal, con la calidad pedagógica de
quienes ejercen la acción educativa. La información que en ella se imparte está
avalada por el buen hacer de los profesionales de la educación y la propia
estructura del sistema. Por otra parte, el grupo que recibe el programa
educativo, por su edad y condiciones, es muy permeable a las influencias que en
ella se originan. La escuela actual tiene entre sus objetivos alcanzar un
determinado nivel de conocimientos en cada ciclo formativo contemplando,
simultáneamente, las exigencias educativas relativas a procedimientos,
actitudes y conductas.
Siempre esta triple dimensión de la educación es
esencial para el desarrollo del individuo, pero en el caso de la nutrición y la
salud es especialmente significativa. El centro escolar no puede entrar en
contradicciones, tan perjudiciales para la evolución de los hábitos
alimentarios de los escolares, como la de comentar una información rigurosa en
el aula sobre alimentación y nutrición al amparo de los contenidos del propio
programa académico y después ofertar en el comedor escolar un plan de dietas
monótono y desequilibrado en nutrientes.
Las nuevas
perspectivas de la educación nutricional
No podemos delegar en la familia toda la responsabilidad
en la formación de hábitos alimentarios de sus hijos, entre otras cosas porque
cada vez se sale del medio familiar al medio escolar a edades más tempranas, y
en él se consume una de las comidas más importantes del día y durante un tiempo
más dilatado (hasta los 16 años al menos), lo que ha permitido al sujeto desarrollar
hábitos alimentarios correctos o incorrectos. Por esta razón y, (contemplando
el problema en su conjunto), se deberían:
.- Estimular políticas alimentarias y educativas sobre
alimentación y nutrición que facilitaran las decisiones de los consumidores
hacia la elección de una dieta saludable.
.- Crear una opinión pública sensible ante la importancia
de la buena alimentación como elemento esencial de la prevención de la
enfermedad y la promoción de la salud, puesto que son muchas las enfermedades
en que la dieta puede contribuir como factor de riesgo (enfermedades
cardiovasculares, diabetes, osteoporosis, cáncer de origen alimentario, etc.)
.- Integrar en la vida diaria conocimientos, actitudes y
conductas que expresen los conocimientos de nutrición para que se transformen realmente
en conductas permanentes.
.- Dotar a la población de un patrimonio cultural
alimentario mediante planes de enseñanza que incluyan contenidos oportunos en la
materia.
.- Conseguir que las empresas agroalimentarias sean
rigurosas en la información que transmiten como publicidad de sus productos.
.- Sensibilizar a los medios de comunicación para que
colaboren en la difusión responsable de la información sobre la salud.
Fuente:
María Sáinz, Consuelo López Nomdedeu, Anneke van den
Boom (2001). Educación para la salud: la
alimentación y la nutrición en edad escolar. Confederación Española de
Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario