jueves, 24 de mayo de 2018

Estilos de vida saludable como alternativa


Ya desde 1946 la Organización Mundial de la Salud (OMS), había definido la salud como un estado de bienestar físico, social y mental. En la I Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud, realizada en Ottawa el 21 de noviembre de 1986, se emitió la Carta de Ottawa, donde se establece que la promoción de la salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma.
En ese sentido, para alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social, un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de  cambiar o adaptarse al medio ambiente. La salud se percibe, pues, no como el objetivo, sino como la fuente de riqueza de la vida cotidiana. Se trata, por lo tanto, de un concepto positivo, que acentúa los recursos sociales y personales, así como las aptitudes físicas.
La promoción de la salud constituye un proceso político y social global, que abarca las acciones dirigidas directamente a fortalecer las habilidades y capacidades de los individuos, y las orientadas a modificar las condiciones sociales y ambientales, con el fin de mitigar su impacto en la salud pública e individual.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el 2000, promulgó la declaración del milenio, documento que involucra una política sin precedentes, cuyo objetivo general implica el reconocimiento de que “además de las responsabilidades que todos tenemos respecto de nuestras sociedades, nos incumbe la responsabilidad colectiva de respetar y defender los principios de la dignidad humana, la igualdad y la equidad en el plano mundial.
En nuestra calidad de dirigentes, tenemos, pues, un deber que  cumplir respecto de todos los habitantes del planeta, en especial los más vulnerables y, en particular, los niños del mundo, a los que pertenece el futuro”. Para ello evaluaron los valores fundamentales del ser humano y declararon ocho objetivos mundiales, llamados las metas del milenio, que abarcan desde la reducción a la mitad la pobreza extrema, hasta la detención de la propagación del VIH/SIDA y la consecución de la enseñanza primaria universal para el año 2015, que constituyen un plan convenido por  todas las naciones del mundo y todas las instituciones de desarrollo más importantes a nivel mundial.
Las metas del milenio, en una concepción sistémica, deben promover acciones que contribuyan a la seguridad alimentaria y al desarrollo de una vida saludable, entendiendo que: “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos, para satisfacer sus necesidades alimentarias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.
En relación con esta definición, aparece una nueva concepción de alimentos que vinculan la nutrición con la salud y con el tema de estilos de vida saludable, pues alimentarse bien y hacer ejercicio, según la FAO, son pasos importantes para mantener una buena salud.
El principal objetivo del Programa Especial para la Seguridad Alimentaria (PESA), de la FAO, es ayudar a los que viven en los países en desarrollo, especialmente en los de bajos ingresos, con déficit de alimentos (PBIDA: Países de Bajos Ingresos y con déficit de Alimentos), a mejorar su seguridad alimentaria mediante un incremento acelerado de la productividad y la producción de alimentos, reduciendo la variabilidad anual de la producción alimentaria en forma económica y ecológicamente sostenible, y mejorando el acceso de la población a los alimentos, de conformidad con el Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, de 1996.
El examen de los objetivos y metas de desarrollo del milenio, relacionados con la salud, debe realizarse en el marco del derecho a la salud, teniendo en cuenta sus aspectos éticos, sociales, técnicos y políticos.
La buena salud es un factor decisivo para el bienestar de las personas, las familias y las comunidades y, a la vez, un requisito del desarrollo humano con equidad. Más aún, las personas tienen derecho a un cuidado equitativo, eficiente y atento de su salud, y la sociedad en su conjunto debe garantizar que nadie quede excluido del acceso a los servicios de salud, y que estos proporcionen una atención de calidad para todos los usuarios.
La identificación de los rezagos y las brechas sociales, en materia de condiciones y atención de la salud, y las medidas para superarlos, deben considerarse estratégicamente como un componente esencial de la acción pública integral destinada a romper el círculo vicioso de la pobreza y, en definitiva, alcanzar el desarrollo humano sostenible.
En la sociedad occidental actual, el término salud, definido como el estado en el que hay ausencia de enfermedad, ha sido cambiado por calidad de vida. Los objetivos de los sistemas de salud de tales sociedades no se deben limitar a que las personas no padezcan enfermedades.
De tal forma, la salud no es una cuestión individuada, y los índices de salud no se constituyen en la sumatoria de los efectos que se dan en los diferentes individuos.
En los países desarrollados existe la paradoja de que la mayoría de las enfermedades son producidas por los estilos de vida de su población, y, sin embargo, los recursos sanitarios se desvían hacia el propio sistema sanitario para intentar curar estas enfermedades, en lugar de destinar más recursos económicos en la promoción de la salud y prevención de las enfermedades.
Estos estilos de vida poco saludables son los que causan la mayoría de las enfermedades (afecciones crónicas, cáncer, enfermedades infecciosas, drogodependencias, trastornos de la conducta alimentaria, entre otras).
En epidemiología, el estilo de vida, el hábito de vida, la forma de vida, son un conjunto de comportamientos o actitudes que desarrollan las personas, que unas veces son saludables y otras son nocivas para la salud. El estilo de vida tiene un impacto directo en la calidad total de las vidas. La selección de un estilo de vida también afecta a otras personas y al entorno. Entonces, se considera que habrá salud en tanto que el cuerpo esté sano y tenga un efecto positivo en otros y en el ambiente en que habita.
Desde una perspectiva integral, es necesario considerar los estilos de vida como parte de una dimensión colectiva y social, que comprende tres aspectos interrelacionados: el material, el social y el ideológico.
En lo material, el estilo de vida se caracteriza por manifestaciones de la cultura material: vivienda, alimentación, vestido. En lo social, según las formas y estructuras organizativas: tipo de familia, grupos de parentesco, redes sociales de apoyo y sistemas de soporte, como las instituciones y asociaciones. En el plano ideológico, los estilos de vida se expresan a través de las ideas, valores y creencias, que determinan las respuestas o comportamientos a los distintos sucesos de la vida.
En este contexto, los estilos de vida se definen como los procesos sociales, las tradiciones, los hábitos, conductas y comportamientos de los individuos y grupos de población, que llevan a la satisfacción de las necesidades humanas para alcanzar el bienestar y la vida.
Los estilos de vida se determinan de la presencia de factores de riesgo y/o de factores protectores para el bienestar, por lo cual deben ser vistos como un proceso dinámico, que no solo se compone de acciones o comportamientos individuales, sino también de acciones de naturaleza social. Los estilos de vida saludables son formas de vida que comprenden aspectos materiales, la forma de organización y los comportamientos. Podemos mencionar como estilos de vida saludables el estar en un ambiente saludable, tener relaciones armoniosas, adecuada autoestima, buena comunicación,  conductas saludables, etc.
La clave para la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, en el siglo XXI, es crear un entorno que favorezca los comportamientos positivos y un estilo de vida saludable. Para la mayoría de las enfermedades, se pueden identificar factores de riesgo durante la edad infanto-juvenil, aunque todavía existen muchas lagunas en comprender la relación entre la evolución durante la adolescencia y el desarrollo de enfermedades no transmisibles.
La infancia y la adolescencia constituyen etapas de vida cruciales, que implican múltiples cambios fisiológicos y psicológicos los cuales afectan las necesidades nutricionales y los hábitos alimentarios.


Fuente: Cáez, G.,  y  Casas N.,  (2007). Formar en un estilo de vida saludable: otro reto para la ingeniería y la industria. educ.educ., 2007, Volumen 10, Número 2, pp. 103-117


3 comentarios:

  1. El estilo de vida tiene un impacto directo en la calidad de vida del ser humano; ya que la selección de un estilo de vida, afecta a otras personas y su entorno. Es necesario tener un estilo de vida con salud adecuada. Si el cuerpo lo mantenemos sano nuestra calidad de vida sera mayor. Comer sano, alimentarse adecuadamente y seguir con rigurosidad una buena y satisfactoria alimentación tendremos mayor vida en este mundo terrenal.

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  2. tener un estilo de vida saludable depende de nosotros, si comemos adecuadamente, ingerimos la cantidad correcta de agua, frutas, verduras, proteína etc. Hacemos ejercicio, nuestro cuerpo nos lo agradecerá y notaremos los efectos positivos que esto nos regala.

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