jueves, 25 de abril de 2019

Historias y sabores de la empanada en Venezuela


La empanada criolla es un envoltorio de masa de maíz con un relleno que puede ser de cualquier ingrediente comestible y cuya cocción es resultado de la fritura en aceite.
Se supone que la antigüedad de la empanada es tan remota como el pan, que el origen está ubicado en Mesopotamia como lo sustenta el libro de recetas más antiguo que se conoce y que data de 1700 antes de nuestra era.
Este libro, escrito en caracteres cuneiformes fue descifrado por el arqueólogo Jean Bottero. Una de las preparaciones de esa época puede ser vista como un antecedente de la empanada, puesto que consistía en hornear dos capas de masa de trigo entre las cuales colocaban un guiso de aves.
Es probable que los envoltorios de masa rellenos se difundieran por el mundo árabe, al norte de África, a las costas marroquíes y al sur de España. También puede atribuirse a los hebreos, que siguiendo un recorrido similar, llevaran esas recetas a Andalucía, pues ellos preparaban empanadillas que consumían en comidas rutinarias.
La cultura gastronómica hispano árabe e hispano judía, registra la preparación de la empanada como un pequeño pastel frito en la región andaluza pues así se desprende de algunos libros de cocina del siglo XIII.
Desde tiempo inmemorial se considera que Andalucía ha sido la tierra de las frituras, por ejemplo, en la segunda década del siglo XVI, era considerada la empanada frita como uno de los platos que debía aprender toda mujer casadera para encontrar marido o al menos para ganar el sustento honradamente.
Los conquistadores españoles llevaron las empanadas al Nuevo Mundo: en México, los españoles sirvieron empanadas en el banquete ofrecido por el Virrey Antonio de Mendoza, con asistencia de Hernán Cortés, en 1538.
En el caso de Venezuela se supone que las empanadas fueron traídas por colonizadores españoles a las costas orientales desde mediados del siglo XVI y de ahí se difundieron por todo el territorio. En el siglo XIX el consumo de empanadas formaba parte de la cultura gastronómica del venezolano.
Así por ejemplo en Caracas, las empanadas eran una oferta muy apreciada por los clientes de un bar muy concurrido llamado “El gato negro”. Igualmente entre los vendedores callejeros de la capital era muy común encontrar el que ofrecía arepitas fritas y empanadas.
En esa época las empanadas margariteñas eran famosas y más adelante, alrededor de 1940, además de comerlas en la casa, las familias pusieron pequeños ventorrillos en los zaguanes y las aceras para venderlas a vecinos y pasantes.
Hoy en día el consumo de empanadas se ha difundido por todo el territorio, llegando su distribución hasta los lugares más apartados, es un alimento que forma parte significativa de la dieta diaria del venezolano.

Las empanadas, además de formar parte de las preparaciones culinarias en el seno del hogar, son adquiridas por infinidad de comensales en cafeterías, restaurantes, bodegas y kioscos, en las plazas de caseríos y pueblos, en las puertas de las iglesias, en los tarantines en las playas, en estadios y terminales de autobuses y taxis, en los aeropuertos, en las fiestas patronales, en los barrios adyacentes a las grandes ciudades, en los centros comerciales y en las carreteras, ya que cualquier sitio es bueno para armar una venta de empanadas, siendo la empanada criolla un elemento básico en la dieta del venezolano. También ha sufrido innovaciones como la denominada "empanada operada", especialidad de varios locales en nuestra capital.
La preparación y comercio de la empanada criolla es un recurso que la mujer tiene para levantar a los hijos, construir viviendas y satisfacer necesidades diversas. Es un trabajo absolutamente femenino que otorga a la mujer la posibilidad de llevar el ritmo y de manejar las riendas del hogar gracias a la preparación de una vianda tradicional, popular y representativa de la gastronomía regional.
La gente siente que el sabor de la empanada es delicioso y que el olor combinado con un café con leche o un cafecito negro quita el hambre y satisface el gusto. La empanada es una comida rápida, que no ensucia y que no hay que esperarla demasiado para que esté lista.
Las empanaderas van friendo y los clientes se las comen tanto frías como calientes. Se las llevan a la casa para la familia, en el bolsillo o en una bolsita, porque son prácticas. No tienen problema, un empleado, una secretaria, llegan a la oficina, con la empanada en su bolsa de papel lista para desayunar, después del agobio del tráfico y de haberse despertado de madrugada para llegar a tiempo al trabajo.
A los niños les encanta, resulta natural agarrarlas con una servilleta del colador donde se están escurriendo, para llevarlas directo a la boca.
Uno se sienta en un banquito al lado de la mesa de la empanadera, en una gavera de refrescos vacía, o se queda uno parado sin moverse al lado del caldero mientras va masticando, o camina y se pasea, viendo el paisaje, en una situación flexible, distendida, en la que además puede ocurrir una forma de sociabilidad simpática, ocurrente, la gente mientras come habla, intercambia, comenta, crítica y si a uno le gustan esas empanadas, se va encariñando con el puesto y se convierte en un cliente habitual que saluda cuando llega y da las gracias cuando paga y se va.
Es un trabajo en el que ella es su propia patrona, es un trabajo que la dignifica porque es visto como decente, es un trabajo con el que logra el respeto y aprecio de familiares y clientes, ya que la empanada satisface como comida, un gusto y una necesidad inculcados en el comportamiento gastronómico del venezolano.
Si el marido está presente en el hogar y él es la cabeza de familia, el producto del trabajo de la empanadera es el complemento ideal para la vida doméstica, ya que con ello satisfacen aquello que él no puede satisfacer y aumenta entonces el bienestar de la familia.
El arte de hacer empanadas es un aprendizaje íntimo, femenino, es un legado que va pasando entre generaciones sucesivas, es una tradición que está consolidada, ha persistido en el tiempo, porque se trasmite entre mujeres, que además de estar unidas por lazos de parentesco son cómplices porque aprenden entre ellas y se dan ejemplo en el seno de la familia.
Empanar es una práctica que ciertamente conlleva una técnica, pero sobretodo es un acto creativo que termina, después de probar, comer, oler y sentir el gusto en el paladar de una empanada criolla, en cualquier localidad del territorio nacional.
En suma estamos en presencia de un grupo de alimentos de gran popularidad en Venezuela que permite contribuir a la variedad de la dieta y que, bien combinados con otros ingredientes de nuestra culinaria, pueden formar parte de una alimentación saludable, a más de ser una fuente importante del sustento familiar de los sectores más pobres.
Fuente:
María Matilde Suárez, Virgilio Bosch, Carla Aliaga, y Ninoska García (2010). La empanada en Venezuela: Importancia social y nutricional. Anales Venezolanos de Nutrición. Vol 23 (2): 88-99.

jueves, 18 de abril de 2019

Los conflictos alimentarios en nuestra sociedad actual


Según señala la Food and Agriculture Organization (FAO), el derecho a una alimentación adecuada es un derecho humano internacional que existe desde hace ya tiempo y al que se han comprometido muchos países, pero que está lejos de haberse cumplido.

En la última década, diferentes países han desarrollado e implementado re­formas constitucionales, leyes nacionales, estrategias, políticas y programas que tienen como objetivo el cumplimiento del derecho a la alimentación para todas las personas.
A nivel mundial, el derecho a una alimen­tación adecuada ha sido un derecho humano legalmente vinculante en el derecho interna­cional desde hace más de treinta cinco años y, desde entonces, se han otorgado garantías jurídicas adicionales a grupos específicos, como las mujeres, los niños y las personas con discapacidades.
En el año 2004, los Estados miembros de la FAO aprobaron por consenso las “Directrices voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional”, que ofrecen orientación práctica sobre la forma de aplicar el derecho a una alimentación adecuada en una amplia gama de áreas de políticas y pro­gramas.
Más recientemente, las “Directrices voluntarias sobre el gobierno responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad ali­mentaria nacional” o el “Reto Hambre Cero” de las Naciones Unidas, priorizan el cumpli­miento del derecho a la alimentación.
Sin embargo, según esta misma organi­zación, hay más de 793 millones de personas que se van a dormir con hambre todas las noches. También ha aumentado el número de niños y niñas que no almuerzan antes de ir al colegio, así como las iniciativas sociales y no gubernamentales que reparten comida en las escuelas. Sin embargo, y debido a su carácter jurídicamente vinculante, la reali­zación del derecho a una alimentación ade­cuada no se debería cumplir a través de las acciones asistencialistas o la beneficencia.
Los habitantes de nuestro país actualmente luchan por su supervivencia en medio de una alta inflación, 66% de pobreza, 280.000 niños en riesgo de desnutrición grave, 30% de mortalidad infantil, 65% de mortalidad materna; precaria infraestructura de salud, medicina, suministros médicos, vacunas y una escalada de violencia sin precedentes (ENCOVI, 2018; Panis y col, 2019). 
El derecho a la alimentación es un derecho humano de cada mujer, hombre, niña y niño que ha de cumplirse con acciones apropiadas de los gobiernos y los actores no estatales. Este fenómeno ha derivado en un incremento importante de las desigualdades en términos de acceso y disponibilidad de alimentos, así como en el aumento de los conflictos entre familias y comunidades por el acceso a las ayudas sociales (becas, programas –sistema- de alimentación escolar, bolsas de alimento, por ejemplo).
Además, los conflictos alimentarios tie­nen otra cara más sutil, que va más allá de las desigualdades macroeconómicas en el acceso y disponibilidad de los alimentos. Se denominan microconflictos alimenta­rios, siguiendo el esquema micro-macro de las teorías sociológicas.
A diferencia de los anteriores (que podríamos denominar macro­conflictos alimentarios), los microconflictos alimentarios serían aquellos que se caracteri­zan por la no homogeneidad, la lógica de la separación y del intercambio; en los que pre­valece más el individuo que el grupo (aun­que sin desvincularse de él ni de la estructura social que lo determina), y que tendrían que ver con la dimensión más personal, interna y simbólica de las elecciones alimentarias.
Nos referimos, más concretamente, a las nu­merosas contradicciones que sitúan a nuestro comensal cotidiano en una situación difícil y/o conflictiva a la hora de elegir qué y cómo comer en un espacio socioalimentario como el nuestro, caracterizado por una gran escases, poca disponibilidad y variedad sin precedentes, pero también mercanti­lizado y biopolitizado.
Desde pequeños, a los niños y las niñas se les empieza a transmitir responsabilidades. Desde este momento, se pueden ir presentando conflictos personales relacionadas con las exigencias y/o expec­tativas que van asumiendo e interiorizando desde el orden socioeducativo más amplio (familia, grupo de amigos y amigas, escuela, medios de comunicación, etc.) y que tienen que ver, en el caso concreto de la alimen­tación, con aspectos tan diversos como: qué alimentos se consideran buenos o malos para la salud; qué alimentos y cómo comer para alcanzar una imagen estética y corporal ideal; qué y cómo comer para aprender a re­lacionarse con los demás y en los diferentes contextos y ámbitos de la vida personal-la­boral-familiar, etc. En definitiva, qué y cómo comer para alcanzar el éxito social.
Ahora mismo, en nuestra sociedad actual tenemos desde alimentos fáciles de cocinar que nos sirven para ahorrar tiempo en una sociedad marcada por las prisas, el estrés co­tidiano y la productividad, a productos que vienen a paliar, precisamente, los efectos de todo eso y que fomentan el placer y la como­didad.
Asimismo, junto a la oferta homogenei­zadora tenemos iniciativas privadas y sociales que buscan dar al alimento y a su consumidor identidad y distinción. A su vez, también te­nemos alimentos funcionales e iniciativas ecológicas que pretenden mejorar nuestro estado de salud.
No obstante, este amplio abanico de posibili­dades comporta a menudo contradicciones como la promoción de productos estéticos que rebaten el discurso médico-nutricional y de salud.
De hecho, diversos estudios han puesto de manifiesto las controversias en las que muchos padres se encuentran a la hora de educar alimentaria­mente a sus hijos e hijas.
En definitiva, parece que comer en función del gusto, las preferencias, la salud, la estética o los recursos económicos, sin que ninguno de estos criterios se contradiga, no es fácil y pone al comensal cotidiano en una difícil tesitura, a menudo generadora de controversias y conflictos, sobre la que pensamos que es necesario intervenir, educar.
Fuente:
Eva Zafra Aparici (2017).  Educación alimentaria: salud y cohesión social. Salud Colectiva. 13(2) 295-306. Universidad Nacional de Lanús. doi: 10.18294/sc.2017.1191

jueves, 11 de abril de 2019

La alimentación y los factores de riesgo de enfermedades no transmisibles


En el inicio y desarrollo de muchas enfermedades crónicas del adulto: obesidad, hipertensión, aterosclerosis, diabetes  y osteoporosis; los factores ambientales son importantes, aunque ellos no tengan una relación causa-efecto específica. La dieta desempeña un papel importante como variable ambiental. Hoy en día, no se discute el efecto de la alimentación sobre la condición de salud o enfermedad del ser humano, en las distintas etapas de su vida.
Durante la vida intrauterina y la lactancia materna, el metabolismo materno es el procesador del flujo alimentario. El destete precoz guarda relación con riesgos nutricionales tanto de deficiencias como de excesos. Se ha planteado que la introducción de sólidos antes de los cuatro meses de edad, aumenta el riesgo de alergias alimentarías y favorecen las alteraciones en el apetito que pueden inducir a la sobrealimentación y el aumento del apetito infantil por el azúcar y la sal que después se ve en el adulto.
En la edad preescolar el patrón de preferencias es muy cambiante, muchas veces caracterizado por lo limitado de la variedad de alimentos aceptados por el niño, por tales razones el niño come menos lo cual puede afectar psicológicamente a la madre y prepara el terreno para que ella acepte con alegría que el niño coma cualquier cosa y llega a ser manipulada para que se le ofrezca un dieta a base de gelatina, compotas, gaseosas, entre otras.
También el alimento puede ser usado con fines no nutricionales – premio o castigo- lo cual afecta la conducta alimentaria en edades posteriores. En esta edad se inicia el proceso de socialización en la alimentación; aumenta el consumo de alimentos entre comidas, de alta concentración de azúcares y bajo valor nutricional
En la edad escolar, el niño tiende a comer lo que le gusta entre los alimentos disponibles en el hogar y los que adquiere en la escuela, según su criterio y especialmente según el juicio de su grupo de amigos, se hace cada vez más independiente de la influencia de sus padres. Surge aquí el problema de la cantina escolar y, de las ventas ambulantes en el perímetro de la escuela.
La adolescencia es una etapa de aumento de la independencia y toma de decisiones, así como de grandes influencias ejercidas por las modas y por el grupo de amigos. El adolescente puede usar el alimento como parte de ese proceso de individualización y toma perfiles importantes. Muchos de los alimentos populares entre los adolescentes tienen un alto contenido de sodio y grasas saturadas. En los mayores de 15 años las comidas rápidas llegan a convertirse en el elemento básico de la ingesta diaria. Este estilo alimentario no es el más ventajoso nutricionalmente. Se incorporan a este grupo de edad, otros factores de riesgo por la iniciación en el hábito de fumar, abuso de bebidas alcohólicas y el uso de anticonceptivos orales.
Como puede deducirse de estas consideraciones, los factores de riesgo vinculados a la alimentación, durante la etapa de crecimiento y desarrollo humano, van a estar en relación con: las características biológicas de la madre y el niño y el efecto que ejerce el ambiente familiar, escolar y de la comunidad en general, sobre el estilo o patrón alimentario.

Fuente:
Hernández de V., Y.(1991). Factores de riesgo durante el crecimiento y aparición de enfermedades crónicas. En La nutrición ante la salud y la Vida. Simposio Fundación CAVENDES. Ediciones Fundación CAVENDES, Caracas.

jueves, 4 de abril de 2019

Nuestros requerimientos de calcio


El calcio es un mineral esencial para la salud ósea, el cual es importante durante toda la vida de la persona, con especial énfasis en la adolescencia. Dada su importancia en la prevención de osteoporosis, gran número de países, han incrementado sus recomendaciones para la población.
El calcio es uno de los principales minerales del hueso y el 99% del calcio corporal se encuentra en el esqueleto. El calcio constituye el 39% del contenido total mineral óseo, es decir, es el mineral dominante en el hueso y el más comúnmente deficiente en la dieta, especialmente en los adolescentes. El metabolismo del calcio es mantenido por las hormonas reguladoras del calcio, como la hormona paratiroidea, calcitonina y vitamina D (1,25 dihidroxi vitamina D).
El calcio se absorbe en el intestino de forma pasiva y activa, siendo la forma activa la más importante cuando el consumo de calcio es sub-óptimo. La habilidad para responder ante un consumo bajo en calcio es limitada, por lo que la absorción activa no compensa la baja ingesta de calcio. En estas situaciones, el calcio es extraído de los huesos para mantener el 1% del calcio contenido en la sangre, músculo y otros tejidos que ejercen funciones vitales en el cuerpo. Si la ingesta de calcio es persistentemente baja, los huesos se van haciendo cada vez más frágiles, lo cual puede conducir a la osteoporosis.
La osteoporosis es un grave problema de salud pública en el mundo. Es una enfermedad crónica y multifactorial que puede progresar en forma silente por décadas hasta que ocurra una fractura. Se caracteriza por una baja densidad mineral ósea (DMO) y por un deterioro de la microarquitectura ósea, lo cual produce una mayor vulnerabilidad de sufrir fracturas, principalmente en la muñeca, cadera y espina dorsal. La osteoporosis es una enfermedad juvenil, ya que es en la adolescencia cuando se adquiere la mayor parte de la masa ósea, lo cual determinará si la persona tendrá riesgo de sufrir fracturas en los próximos años.
Se estima que en el mundo más de 200 millones de personas tienen osteoporosis, y según proyecciones, el número de fracturas de cadera al año aumentará de 1,66 millones en 1990 a 6,26 millones en el 2050. En Venezuela, no se conoce bien la magnitud del problema.
Según un estudio prospectivo realizado en el Centro de Investigaciones de Litiasis Renal y Enfermedades Metabólicas (Unilime), la incidencia de fracturas de cadera en Venezuela ha sido estimada en 9,6 fracturas por día (16,3/100000 hab.), con una mortalidad de 17% en los primeros 4 meses, con una proyección de 67 fracturas de cadera por día para el 2030.
La importancia del calcio varía según la edad del individuo y la etapa biológica:
Niños: La adquisición de la masa ósea es lenta durante la niñez. En esta etapa, el calcio es importante para evitar su deficiencia y por consecuencia enfermedades como raquitismo. Además, para asegurar buenos hábitos de consumo de este minera para las siguientes etapas de la vida.
Un estudio en niños de 3-5 años demostró que el aumentar el consumo de calcio de 500 a 1200 mg/d incrementó la absorción de calcio, aunque modestamente. Un estudio en niñas pre-puberales mostró que la suplementación de calcio, en conjunto con ejercicio por 1 año aumentó significativamente la masa ósea en 6,3%. Este beneficio no se observó en el grupo con suplementación de calcio solamente. Lo que revela la importancia del ejercicio físico en el metabolismo de este mineral.
Adolescentes: La adolescencia es un período de rápido desarrollo óseo. En esta etapa del crecimiento, en donde la fase de formación ósea es mayor a la fase de resorción ósea, se denomina modelamiento óseo, dando como resultado la acumulación de masa ósea. La masa ósea se acumula hasta llegar a un límite, llamado Pico de Masa Óseo (PMO) y puede continuar hasta los 26-30 años aproximadamente. Una insuficiencia en este pico contribuye significativamente al riesgo de osteoporosis más tarde en la vida. Hay varios factores que influyen en el desarrollo y adquisición del PMO. Algunas son programadas genéticamente, algunas bajo la influencia hormonal y otras por los estilos de vida.
El pico de la tasa de acumulación de calcio se adquiere alrededor de los 12,5 años en niñas y a los 14 años en niños. Durante el período de 3 a 4 años de adquisición de la masa ósea en la adolescencia, un 40% del total de masa ósea es acumulado. Así, para los 17 años de edad la adolescente femenina ha adquirido el 90% de su masa ósea, a los 19,8 años el 95% y a los 22,1 años el 99% de su masa ósea. Es decir, que después de los 22 años la mujer básicamente ya tiene formada su masa ósea.
Aunque el proceso de la adquisición de la masa ósea está determinado en un 60%-80% por la genética del individuo, existen factores modificables que afectan este proceso, como son la ingesta de calcio, actividad física y el estilo de vida.
Si en la adolescencia el individuo no consume una ingesta adecuada de calcio, no llegará al pico máximo de masa ósea y el individuo entrará en la etapa adulta con una DMO inferior a su potencial genético. Cuando comience el período de rápida pérdida de la masa ósea, lo que se corresponde con la menopausia, este individuo podría llegar a presentar fracturas.
También se ha demostrado que la actividad física contribuye significativamente al aumento en la masa ósea. Estudios en adolescentes demuestran que la suplementación con calcio o lácteos junto con actividad física tienen un efecto mayor en la DMO, comparado con la suplementación de solo calcio.
Adultos: En la etapa adulta el calcio dietético sigue siendo importante para mantener la masa ósea adquirida durante la adolescencia y evitar la pérdida de masa ósea. En esta etapa se inicia el remodelamiento óseo, el cuál continúa durante toda la vida e involucra las fases de formación y resorción. La fase de resorción ósea es llevada a cabo por las células osteoclastos, mientras que la formación por los osteoblastos, los cuales llenan los espacios vacíos dejados en el hueso por el osteoclasto.
Durante la etapa reproductiva o pre-menopáusica, el remodelamiento óseo se mantiene constante, es decir, las fases de resorción y formación están en equilibrio. Durante la etapa reproductiva o pre-menopáusica, el remodelamiento óseo se mantiene constante, es decir, las fases de resorción y formación están en equilibrio.
Alrededor de la menopausia, entre los 40-50 años, la resorción ósea es mayor a la formación, llevando a la pérdida de masa ósea. Este desequilibrio entre ambos procesos se debe a que la actividad de los osteoblastos no pueden mantener el ritmo acelerado de la actividad osteoclástica. El consumo de calcio es importante en esta etapa para reponer el calcio perdido durante la resorción.
Sin embargo, los estudios han mostrado que durante los primeros años de la post-menopausia la masa ósea no responde tanto a la suplementación con calcio, por la rápida reabsorción ósea. Después de varios años de menopausia, alrededor de 5 años, los estudios han mostrado que la suplementación con calcio si favorece la masa ósea.
Ancianos: En ancianos también se ha observado que la intervención con calcio favorece la salud ósea. La mayoría de los estudios hechos en esta población han sido enfocados en la reducción del riesgo de fracturas.
El establecimiento de los requerimientos y/o recomendaciones de calcio para la población tiene una larga historia, de más de 30 años. Se han estado revisando en diversos países, pero es difícil establecer el requerimiento de calcio debido a varias razones. Primero, no hay suficientes estudios en todos los grupos de edad y en diferentes poblaciones y los que se han publicado usan diferentes métodos y objetivos. Segundo, se ha establecido el requerimiento de calcio como un nutriente aislado, y no como un nutriente que interactúa y se ve afectado por el consumo o status de otros nutrientes (magnesio, vitamina D, fósforo y proteínas entre otros).
Para Venezuela, las recomendaciones de calcio fueron actualizadas en el año 2000, basadas en las recomendaciones dietéticas (DRI) para Estados Unidos de América (EUA). Estas a su vez fueron publicadas por el Consejo de Alimentos y Nutrición de la Academia Nacional de Ciencias en 1999, después de una exhaustiva discusión y revisión de estudios.
Los niveles se establecieron para promover el desarrollo del pico de masa ósea durante la etapa de crecimiento y para prevenir la pérdida ósea en las siguientes etapas de la vida, tomando en cuenta la máxima retención de calcio, la ingesta en donde no hay posibles beneficios en retención, dentro del potencial genético.
Recomendación de calcio (mg/d), por grupo de edad.
Infantes: 210-600
Niños: (~ 1-3 años) 350-800
Niños: (~ 4-8 años) 450-800
Adolescentes: (9-18 años) 800-1300
Adultos: 20-50 años 700-1200
Adultos: >50 años 700-1500
Embarazo: 800-1300
Lactancia: 750-1300
En Venezuela urge realizar estudios de consumo de nutrientes nacionales, no sólo de calcio, sino también de otros nutrientes que interaccionan con el calcio. Además, se necesitan estudios epidemiológicos que relacionen el consumo habitual de calcio con la masa ósea y el índice de fracturas en los diferentes grupos de edad, así como también, estudios clínicos de balance y de suplementación para conocer el metabolismo del calcio en esta población. Estos datos permitirán determinar recomendaciones más adecuadas para la población venezolana.
Fuente:
Cristina Palacios (2007). Lo nuevo en los requerimientos de calcio, propuesta para Venezuela. Anales Venezolanos de  Nutrición.  2007; 20 (2): 99-107.