miércoles, 31 de marzo de 2021

Libro Cerebro de Pan de David Perlmutter

El Doctor Perlmutter explica en esta obra, qué pasa cuando el cerebro encuentra ingredientes comunes tanto en el pan de cada día como en el plato de frutas, por qué el cerebro se alimenta de la grasa y del colesterol, y cómo podemos estimular el crecimiento de nuevas neuronas a cualquier edad.


También nos ofrece una mirada profunda sobre cómo podemos modificar nuestros genes por medio de elecciones precisas a la hora de comer y de cambios específicos en nuestro estilo de vida, mostrándonos así cómo sanar de aquellos padecimientos a los que más tememos sin necesidad de medicamentos.

Con un revolucionario plan de 30 días, esta obra nos enseña cómo reprogramar nuestro destino genético para gozar de una vida plena. La disfunción cerebral comienza con el pan de cada día. Señala porque los cereales modernos están destruyendo silenciosamente nuestro cerebro. Al decir «modernos» no se refiere sólo a las harinas refinadas, a las pastas y al arroz, que portan ya el estigma que les imponen los enemigos de la obesidad. Se refiere también a todos los cereales que muchos hemos llegado a considerar saludables: el trigo entero, el cereal entero, el multigrano, los siete granos, el grano vivo, el grano molido con piedra, entre otros.


En pocas palabras, se afirma que lo que se conoce como uno de los grupos alimenticios esenciales más queridos en realidad es una agrupación terrorista que ataca nuestro órgano más preciado: el cerebro. El libro muestra cómo los  carbohidratos –azúcares- pueden representar amenazas a la salud con consecuencias a largo plazo que no sólo sembrarán el caos en tu cerebro, sino que también acelerarán el proceso de envejecimiento de tu cuerpo de adentro hacia fuera. No es ciencia ficción; es un hecho documentado.


Cerebro de pan, proporciona a la gente información sólida, basada en evidencias evolutivas, científicas y fisiológicas modernas. Este libro se sale del dogma aceptado por la gente común, pero también se escapa de los intereses corporativos establecidos.


Asimismo, propone una nueva forma de entender la causa originaria de la enfermedad cerebral y ofrece una alternativa esperanzadora: el deterioro cerebral puede ser prevenido en gran medida por las elecciones que hacemos a diario. Este libro va a cambiar su forma de pensar sobre los alimentos.

Disponible: En nuestro blog en la pestaña de libros y documentales: Nº 51.

 http://educacionan.blogspot.com/p/libros-digitales-y-documentales.html. Libro Nº 51.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Efectividad de ayudas ergonutricionales para mejorar el rendimiento y salud de deportistas

Para mejorar el rendimiento deportivo se consideran muchos factores (genética, estado de salud/enfermedad, lesiones, psicología, entrenamiento, descanso, alimentación, ambiente familiar/laboral/deportivo, material/ instalaciones, etc.).


De los factores externos y que pueden condicionar ese rendimiento, uno de los principales es la periodización nutricional y de adaptación al entrenamiento. Así, la alimentación es muy importante en la composición corporal, suministro de energía, y en la búsqueda de una “mejora extra”, muchas veces buscando suplementos más que alimento.

Sin embargo, la evidencia científica no siempre los apoya por no estar suficientemente avalados y ser equívocos, dejando al margen obviamente, lo que sea ilegal y atente contra la salud, como recogen las normas anti-dopaje.


Basándonos en el análisis de la evidencia del efecto ergogénico (que suele clasificarse como: bien establecido, equívoco, emergente), y a partir de lo señalado por el AIS (Australian Institute of Sports) quien los cataloga como “grupo de Evidencia B”. Existen otras clasificaciones que se dividen, normalmente, en 3 grupos similares a los 4 del AIS, dejando al margen el D o de sustancias prohibidas.


Estos suplementos se permiten con deportistas por haberse sometido a investigación científica o bajo situaciones de monitorización clínica, o han proporcionado datos preliminares que sugieren posibles beneficios. Tienen un nivel de evidencia emergente, pudiendo preservar el buen estado de salud, mejorar el rendimiento o ayudar en la recuperación, lo que hace que sean de particular interés para deportistas y entrenadores.


Así mismo, pueden pasar al grupo A (efecto positivo demostrado), como les ocurrió recientemente a la beta-alanina y al zumo de remolacha.

En las últimas revisiones sobre la evidencia de los suplementos ergonutricionales emergentes para establecer como definitiva, o no, su recomendación de uso en deportistas para mejora del rendimiento y de su salud.


Para ello se realizó un análisis de las revisiones sistemáticas (RS), además de una búsqueda manual de aquellas citas relevantes (RCTs/ECA) relacionadas con esta temática, principalmente, de la base de datos PubMed. Se incluyeron aquellas revisiones más actuales, que realizaban un análisis basado en la evidencia sobre la sustancia en sí, en forma de revisión sistemática, no narrativas, sin límites en el idioma, año, estado o accesibilidad de la publicación.


Los resultados arrojan más de 16 revisiones encontradas con la metodología empleada, divididas por subcategorías del grupo B. Entre los polifenoles alimentarios, la quercetina destaca con un 2,8% de aumento de rendimiento frente a un 1,9% del resto de polifenoles analizados. Del zumo de cereza ácida no existen RS, como tampoco del Goji o Açai.


La curcumina, por sus polifenoles y propiedades antioxidantes/antiinflamatorias, tiene una RS realizada sobre la osteoartritis, siendo más efectiva que el placebo, y similar a los AINEs, en la mejora funcional y alivio del dolor. En la subcategoría de otros, entrarían las vitaminas antioxidantes C y E, de los más utilizados, pero no por ello efectivos, encontrándose 4 RS analizando la mejora en bronconconstricción y asma inducidos por ejercicio.

La carnitina tiene dos únicas revisiones, pero positivas y significativas, en pacientes con claudicación al caminar. El HMB cuenta con 4 RS, tres a favor (daño, fuerza y masa muscular) y una en contra.


Por ejemplo. Cuando un deportista entrenado se somete a un ejercicio intenso o diferente al habitual, se incrementa el daño muscular. El aumento de la frecuencia también puede producir este efecto. Desde que se produce el daño muscular, el organismo inicia una repuesta fisiológica para compensar el daño muscular de forma que permita recuperarse lo antes posible ante una nueva sesión de ejercicio. El HMB (b-hidroxi b-metilbutirato) es un metabolito de L-leucina, aminoácido esencial el cual junto a L-valina y L-isoleucina forman parte de los conocidos aminoácidos ramificados. La Ingesta de HMB da como resultado un equilibrio neto positivo del recambio de proteínas del músculo esquelético y la atenuación de la degradación de proteínas.


Por otra parte, recientemente, una RS le atribuye a la glutamina mejora en la reducción de peso, número de neutrófilos y aumento de la glucemia tras el ejercicio, pero con 4 RS que no apoyan claramente sus beneficios sobre fuerza muscular, composición corporal o sistema inmune. Con varias revisiones de la literatura, pero ninguna sistemática, no existe evidencia a favor de los n-3 AGPI (Ácidos Grasos Poliinsaturados) en el rendimiento deportivo, aunque sí de aspectos relacionados (salud y composición corporal: pérdida de peso y dislipemia).


No existen RS o RCTs hasta la fecha de la glucosamina, salvo sobre la función y el dolor a medio-plazo en la osteoartritis. No existen RS específicas de Zinc y mejora del rendimiento, aunque sí cómo cambian sus niveles sanguíneos con y tras el ejercicio aeróbico, y como en deportistas se encuentra una cantidad sérica menor (−0,9μmol/L), a pesar de una ingesta mayor que los no deportistas (2,6mg/día).


En este grupo de evidencia B del AIS, aunque se podrían encuadrar otros muchos, se integran, fundamentalmente, polifenoles alimentarios y otras sustancias de diferente origen, pero incidiendo casi todas en una supuesta mejor recuperación del daño muscular, capacidad antioxidante y antiinflamatoria, sistema inmune y percepción del dolor.


Sin embargo, salvo en ciertas ayudas, no se cuenta con suficiente evidencia, con escasas revisiones sistemáticas que analicen fehacientemente los estudios en curso y RCTs/ ECA hasta la fecha, como para poder pasar al grupo A, incluso alguno con posibilidad de engrosar el grupo. Otros suplementos necesitan también más investigación para empezar a considerarse de estos grupos de evidencia emergentes (citrato sódico, fosfatos, grosella negra, piña/bromelina, granada, sandía/citrulina, ginger, ginseng, Rhodiola rosea, etc.).

 

Fuente:

Raúl López-Grueso (2019). Presentación de todas las pruebas científicas en la efectividad de ayudas ergonutricionales para mejorar el rendimiento y salud de deportistas: revisión de revisiones sistemática.

Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7025654

 

Alejandro Martínez-Rodríguez (2019). Últimos descubrimientos en la utilización de ayudas ergonutricionales en el deporte: investigación basada en la evidencia en deportes de combate.

Disponible: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7025689

 

Infisport (2019). Para qué sirve el suplemento HMB.

Disponible en: https://www.infisport.com/blog/para-que-sirve-el-suplemento-hmb

miércoles, 17 de marzo de 2021

Modificar el estilo de vida para mejorar la salud de los escolares

A nivel global, existe una alta prevalencia de obesidad infantil y adolescente. Para prevenirla y tratarla, es necesario modificar el estilo de vida hacia una dieta saludable, aumentar el nivel de la actividad física y reducir las actividades sedentarias.


En el ámbito escolar, además de los beneficios que pueden ejercer estos cambios sobre los problemas de salud comunes en niños y adolescentes con obesidad, es posible que estos beneficios se extiendan también a algunos aspectos relacionados con la función cognitiva y el rendimiento escolar, aunque se requieren pruebas de mayor calidad que lo verifiquen.


Se ha observado que los padres utilizan un amplio rango de estrategias con diversidad de intencionalidades y estilos al promover hábitos de alimentación en sus hijos, presentando diferencias marcadas según su nivel socioeconómico. Esto muestra la necesidad de promover mayores conocimientos y habilidades en los padres para la crianza de sus hijos en relación con los hábitos de alimentación.


En este sentido, las intervenciones de educación alimentaria y nutricional son imprescindibles para lograr que la población infantil desarrolle hábitos alimentarios saludables. Se observa que estas actividades podrían ser beneficiosas en los resultados a corto plazo, pero es necesario mantenerlas en el tiempo y hacer sesiones de recordatorio.


Después de realizar una intervención de educación alimentaria se muestra un aumento en los conocimientos globales sobre hábitos saludables, así como los referentes al número de comidas y frecuencia de consumo de fruta, verdura y pescado de los padres y en los conocimientos sobre actividad física de los niños.


Por ello, resultaría beneficioso incluir en los centros escolares programas de Educación Alimentaria y Nutricional subvencionados y llevados a cabo por dietistas-nutricionistas y educadores dentro del currículum escolar, dirigidas tanto a los alumnos como a los padres (principales responsables de la alimentación de los menores), donde se traten temas de buenos hábitos alimentarios y unas buenas conductas de alimentación saludable.


Existe una gran producción de artículos científicos relacionados con programas de educación alimentaria y nutricional en el medio escolar en España y Latinoamérica, lo cual es un indicador de la importancia de la adquisición de hábitos alimentarios saludables en la población infantil y juvenil y del interés que despiertan.


Para contribuir a mejorar los resultados de los programas educativos, las intervenciones motivacionales con niños que padecen obesidad o sobrepeso y sus familias son un factor clave. Estas intervenciones parecen favorecer la composición corporal (disminución del índice de masa corporal), el aumento de la adherencia a dietas consideradas saludables y disminuir rasgos de ansiedad y depresión tanto en los niños y niñas como en los adultos que les acompañan.


Como se comentaba al inicio, son tres los factores a intervenir y, además de promover una dieta saludable, hay que fomentar el ejercicio y disminuir el sedentarismo. Por ello, los programas educativos que estimulan en conjunto una alimentación sana y la práctica de actividad física sistematizada podrían estimular el control de peso.


Existen programas de actividad física sencillos (factibles de realizar en variados espacios, de bajo costo, fácil implementación y aplicación) que pueden modificar variables corporales como el peso, índice de masa corporal y rendimiento en niños y niñas en edad escolar. Estos pueden ser incorporados en los programas nacionales de las asignaturas de educación física y salud o equivalentes, ya que ocuparían un período de tiempo reducido durante el desarrollo de la clase, sin interferir en los contenidos de los planes y programas establecidos.


A pesar de la gran cantidad de ensayos sobre el tratamiento de la obesidad en niños y adolescentes, sólo se ha podido evaluar parcialmente el impacto de las intervenciones del tratamiento de la obesidad en el rendimiento escolar y las capacidades cognitivas. Las intervenciones de actividad física en la escuela y en la comunidad como parte de un programa de prevención o tratamiento de la obesidad pueden beneficiar específicamente las funciones ejecutivas de los niños con obesidad o sobrepeso.


De manera similar, las intervenciones dietéticas basadas en la escuela pueden beneficiar el rendimiento escolar general en niños con obesidad. Estos hallazgos podrían ayudar a los profesionales de la salud y la educación a tomar decisiones relacionadas con la promoción de la actividad física y la alimentación saludable en las escuelas. Los futuros estudios de tratamiento y prevención de la obesidad en entornos clínicos, escolares y comunitarios deben considerar la evaluación de resultados académicos y cognitivos, así como físicos.

Fuente:

Rodrigo Martínez-Rodrígueza y Eduard Baladia (2019).  Modificar el estilo de vida para mejorar la salud de los escolares: Revista Española de Nutrición Humana y Dietética Rev Esp Nutr Hum Diet. 2019; 23(1): 1 – 3. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7025743

miércoles, 10 de marzo de 2021

Efectos fisiológicos y cognitivos de la cafeína en la infancia

 

La cafeína es el psicoestimulante más consumido en el Mundo. Al respecto, la Unión Europea y América del Norte disponen de legislaciones sobre la cantidad máxima de consumo de cafeína por niños, así como reglas de etiquetado que son reguladas por el Códex Alimentario Europeo y la FDA (administración de alimentos y medicamentos, por sus siglas en inglés.


Los productos con cafeína disponibles para el consumo por menores se expenden, sobre todo, en los supermercados y restaurantes, especialmente los de comida rápida, que se rigen bajo las normativas del país.

El consumo de cafeína en forma de café se ha relacionado con efectos benéficos a la salud en adultos en dosis bajas a moderadas (100-300mg/día). Por ejemplo, se ha observado que puede reducir el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y algunos tipos de cáncer como el colorrectal. No obstante, su efecto en la población infantil sigue sin ser claro.


Algunos autores reportan evidencia que sugiere que los niños menores de 12 años, deberían limitar el consumo de cafeína a 2,5mg/kg/día debido a que éste es el umbral tóxico, lo que se refiere a que si se sobrepasa esta cantidad y se mantiene por un período de tiempo, el alcaloide podría provocar alteraciones en la salud de los niños.


A pesar de no ser un producto recomendable para el consumo en la infancia, diversos estudios dan cuenta de que el consumo en niños es real. Las principales fuentes de cafeína en esta etapa del desarrollo son: los refrescos de cola (50% de la ingesta total), algunas golosinas como las barras de chocolate y las bebidas energéticas (con un incremento en su consumo del 6% en la última década).


El inicio de exposición de los niños a la cafeína puede suceder desde el momento de la concepción a través de la placenta, durante el nacimiento ante circunstancias específicas de salud, o bien a lo largo de la infancia. No obstante, los efectos que produce a posteriori, no están bien establecidos debido a la dificultad de controlar las variables extrañas.


Por ejemplo, el citrato de cafeína se administra como parte del tratamiento de la apnea del prematuro, que es un desorden del desarrollo que produce hipoxemia y sus consecuentes efectos adversos. Existe evidencia que indica que su administración puede reducir la aparición de secuelas neurológicas y trastornos del movimiento en edades posteriores.


En el mismo sentido, otras investigaciones encontraron que el consumo de refrescos de cola (con cafeína), considerados como productos “no saludables”, incrementa la aparición de síntomas de TDAH.

En otro orden de ideas, cuando el consumo de cafeína por niños es de forma incidental (es decir, que no forma parte de ningún tratamiento médico), se convierte en un asunto controversial. Por un lado, existen estudios que muestran alteraciones en el crecimiento y desarrollo, tales como: síndromes serotoninérgicos, deficiencias de absorción de hierro y pérdida de peso y, por otro, existen artículos que reportan efectos que podrían considerarse positivos como: incremento del rendimiento físico y mental, así como efectos neuroprotectores.


En la literatura se encuentran investigaciones que han estudiado las  alteraciones en el ciclo del sueño en niños y que podrían ser causadas por la cafeína. Se observaron los efectos producidos en un total de 1.221 infantes de 5 a 15 años, con un consumo aproximado de 50 a 250mg de cafeína al día (de una a cinco latas de refrescos de cola). Los resultados obtenidos de estos estudios fueron que la cafeína puede retrasar el inicio del sueño cuatro minutos cada noche, así como que puede reducir hasta 15 minutos el tiempo total del ciclo del sueño por noche, sobre todo cuando se asocia con otros factores como el uso de algún dispositivo electrónico. Otros trabajos reportan que el alcaloide podría estar directamente relacionado con trastornos del sueño, como el insomnio.


La mayor evidencia sobre los efectos fisiológicos durante el crecimiento analizado está relacionada con las alteraciones en el ciclo del sueño que provoca el alcaloide, debido a la relación que existe entre la liberación de la hormona del crecimiento durante las primeras horas de la noche, y un adecuado crecimiento ponderal y desarrollo físico de los menores.


Esta revisión permitió evidenciar que los niños que consumen cafeína podrían tener efectos fisiológicos, con probable alteración en su crecimiento y desarrollo. Cuando la ingesta ocurre de manera voluntaria durante la edad escolar, podría mermar su crecimiento físico y desarrollo mental, aunque aún no se ha llegado a un consenso sobre cuáles son las dosis de bajo, medio y alto riesgo para los niños.


Partiendo de lo cual, se observa necesario una normativa de regulación de venta de estos productos entre la población infantil. El grueso de los resultados disponibles el día de hoy viene de los países donde hay una reglamentación y contextos específicos para expender productos con cafeína y hace falta en otros donde la legislación es más laxa y el consumo de cafeína se puede dar en múltiples situaciones, como Latinoamérica.


Dada la poca variabilidad de las muestras, es difícil conocer si las cuestiones socioculturales realmente influyen en los patrones de consumo de la cafeína. Por tanto, se considera necesaria mayor investigación en otro tipo de escenarios, en otras poblaciones (latinos, por ejemplo) y en otros países.


El desconocimiento sobre el tema podría repercutir en la toma de decisiones sobre los alimentos que se les proporcionan a los infantes. Además, el sesgo podría estar influenciado por las estrategias mercadológicas implementadas para el expendio de productos con cafeína y las normas y legislaciones disponibles.

 

Fuente:

Yeyetzi Citlali Torres-Ugalde, Angélica Romero-Palencia, Alma Delia Román-Gutiérrez (2020). Efectos fisiológicos y cognitivos de la cafeína en la infancia: Revisión sistemática de la literatura. Rev Esp Nutr Hum Diet. 2020; 24(4): 345 – 356. DOI: 10.14306/renhyd.24.4.1041

miércoles, 3 de marzo de 2021

El azúcar. Si es tan malo, ¿por qué nos parece tan irresistible?

El consumo excesivo de azúcar es una de las principales causas de obesidad, diabetes e hipertensión. Si es tan malo, ¿por qué nos parece tan irresistible?

Algunas historias


Al principio, en la isla de Nueva Guinea, donde hace unos 10.000 años se domesticó la caña de azúcar, la gente recogía las cañas y masticaba el tallo hasta sentir la dulzura en la lengua. El azúcar era una especie de elixir, la cura de todos los males, y ocupaba un lugar destacado en los antiguos mitos de la isla, como el que relataba que la unión entre el primer hombre y una caña de azúcar dio origen a la raza humana.


El azúcar se extendió lentamente de isla en isla hasta llegar al continente asiático en torno al año 1000 a.C. Hacia el 500 de nuestra era ya se molía en la India, donde se usaba para curar el dolor de cabeza, los espasmos estomacales y la impotencia.

En el siglo X la caña se cultivaba en toda la cuenca mediterránea, en especial en Siria-Palestina, Egipto, Sicilia, Chipre, y Marruecos. Dondequiera que fueron, los árabes llevaron el azúcar y la tecnología para su producción –escribe Sidney Mintz en su libro Dulzura y poder–.


Cuando en 1493 Cristóbal Colón emprendió su segundo viaje al “Nuevo Mundo”, también zarpó con la planta en sus bodegas. Así empezó el gran apogeo del azúcar, una época de islas caribeñas y plantaciones con mano de obra esclava, que con el tiempo conduciría a las grandes refinerías en las afueras de ciudades de cristal y hormigón, al consumo masivo y a los niños y padres obesos.


El descubrimiento en el siglo XVIII del dióxido de carbono permitió desarrollar sistemas para producir agua gasificada y, más adelante, bebidas azucaradas como el “ginger ale” o los refrescos de cola. Hoy, una lata de refresco contiene unas nueve cucharaditas de azúcar. 


Resulta curioso señalar que uno de los inventores de la máquina de algodón de azúcar fue un dentista. La golosina típica de las ferias no es otra cosa que azúcar coloreado. Su precursor, el azúcar hilado, fue prácticamente un producto artístico en la Venecia del siglo XV, donde los artesanos le daban forma de animales o de monumentos para diversión de la aristocracia.


La oficina estadounidense de patentes y marcas tiene registrados 2.000 tipos de cereales de desayuno. Comercializados a finales del siglo XIX como alimento integral saludable, en la década de 1920 los cereales empezaron a evolucionar en los copos azucarados que conocemos hoy.

Los caramelos gustan a todos, en especial a los estadounidenses, que en 2011 gastaron 32.000 millones de dólares en golosinas, con un consumo por habitante de unos 11 kilos anuales. Antes eran un lujo reservado a los ricos, pero con la caída de los precios del azúcar y la producción en serie del siglo XIX pasaron a ser asequibles para todos.

El azúcar es el culpable de la mala salud

¿Por qué una tercera parte de los adultos [de todo el mundo] tienen hipertensión, cuando en 1900 solo era el 5%? ¿Por qué en 1980 había 153 millones de diabéticos y ahora hay 347 millones? ¿Por qué hay cada vez más obesos en Estados Unidos y en el Mundo? Creemos que el azúcar es una de las causas, si no el principal culpable.


Ya en 1675, cuando Europa occidental estaba viviendo la primera fiebre del azúcar, el médico Thomas Willis, observó que la orina de los diabéticos tenía un sabor «maravillosamente dulce, como si le hubiesen añadido miel o azúcar» (de lo que se deriva parte del nombre de la enfermedad D. mellitus) Haven Emerson, de la Universi­dad de Columbia, señaló 250 años después que el notable incremento de la mortalidad por diabetes entre 1900 y 1920 coincidía con un aumento en el consumo de azúcar.


 

En la década de 1960 el nutricionista británico John Yudkin hizo una serie de experi­mentos en animales y humanos que demostraron que una cantidad elevada de azúcar en la dieta conllevaba mayores niveles de grasa e insulina en sangre, factores de riesgo para las cardiopatías y la diabetes. Pero el mensaje de Yudkin quedó sofocado por el coro de científicos que culpaba del aumento de la obesidad y las enfermedades cardiovasculares al colesterol, causado por el exceso de grasas saturadas en la dieta.


Resultado de ello es que hoy en Estados Unidos se consuman menos grasas que hace 20 años. Sin embargo, la proporción de norteamericanos obesos no ha hecho más que aumentar. Según Johnson y otros expertos la principal razón de tal aumento es el azúcar, en particular la fructosa. La sacarosa, o azúcar común, está compuesta por cantidades iguales de glucosa y fructosa, siendo esta última el tipo de azúcar que se encuentra de forma natural en la fruta y el que confiere al azúcar de mesa su dulzura.


 

El jarabe de maíz con alto contenido en fructosa, o HFCS, que se usa para endulzar los refrescos, también es una mezcla de fructosa y glucosa, pero en proporciones del 55 y el 45% respectivamente. Las repercusiones para la salud de la sacarosa y el HFCS son al parecer similares. La glucosa se metaboliza en células de todo el organismo, mientras que la fructosa se procesa básicamente en el hígado. Cuando consumimos fructosa en presentaciones fáciles de digerir, como refrescos o caramelos, el hígado la utiliza para producir unas grasas llamadas triglicéridos. El azúcar consumido en dosis altas es veneno en sí mismo, apuntan los especialistas.


Algunos de esos triglicéridos se quedan en el hígado y a la larga pueden volverlo graso y alterar su funcionamiento. Pero gran parte de esas grasas pasan al torrente sanguíneo. Con el tiempo, la presión sanguínea aumenta y los tejidos se hacen cada vez más resistentes a la insulina. El páncreas reacciona aumentando la producción de insulina, en un intento de mantenerlo todo bajo control. Finalmente se produce un trastorno llamado síndrome metabólico, que se caracteriza por obesidad (sobre todo alrededor de la cintura), hipertensión y otros cambios me­­tabólicos que, si no se controlan, pueden producir diabetes de tipo 2, con el añadido de un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

El exceso de azúcar es tóxico

La Asociación Americana del Corazón se ha sumado a las advertencias contra el consumo excesivo de azúcar. Pero su argumento es que el azúcar aporta calorías sin ningún beneficio nu­­tricional, lo cual, según Johnson y sus colegas, no es el verdadero problema. En opinión de estos investigadores, el exceso de azúcar no es solo un aporte de calorías vacías, sino que es tóxico.

Johnson resume así una realidad aceptada por todos: los estadounidenses están gordos porque comen mucho y se mueven poco. Pero comen mucho y se mueven poco porque son adictos al azúcar, que además de engordarlos los deja, tras el subidón inicial del azúcar, sin energía y los convierte en carne de sofá. «La razón de que vean mucha tele no es que la programación sea buena –dijo–, sino que les falta energía para moverse, porque comen demasiado azúcar».

Nuestra evolución gracias al azúcar


¿La solución? Comer menos azúcar. El problema es que en el mundo actual es muy difícil evitar el azúcar, y ese es uno de los motivos de que su consumo sea masivo. Los fabricantes recurren a él para dar más sabor a los productos elaborados con pocas grasas, como la bollería baja en grasas, que al consumidor le parece más saludable pero que a menudo contiene grandes cantidades de azúcar añadido.


Irónicamente, no nos morimos por comer lo que nos gusta, sino por comer lo que no nos gusta en absoluto pero que supuestamente no nos hará enfermar hasta matarnos. Si el azúcar es tan malo para nuestra salud, ¿por qué nos gusta tanto? La respuesta breve es que Todos los alimentos sabrosos lo hacen (¡por eso nos gustan!), pero el azúcar tiene un efecto muy pronunciado. En este sentido, es una droga adictiva.

Esto nos lleva a preguntarnos por qué evolucionó nuestro cerebro para reaccionar de forma placentera a un compuesto potencialmente tóxico. La respuesta, según Johnson, radica en nuestro pasado simiesco, cuando el ansia de consumir fructosa habría sido precisamente la clave para la supervivencia de nuestros ancestros.


Hace unos 22 millones de años –tanto tiempo que casi podríamos considerar el principio– los que vivían en el dosel del bosque lluvioso africano se alimentaban todo el año de la fruta que encontraban en los árboles, dulce por su contenido en azúcar natural, en un verano interminable. Unos cinco millones de años más tarde, un viento frío recorrió aquel paraíso. Los mares retrocedieron y los casquetes polares se expandieron. En el mar surgió un brazo de tierra, un puente que unos pocos valerosos atravesaron para salir de él.


Aquellos nómadas aventureros se establecieron en los bosques lluviosos que tapizaban Eurasia. Pero el enfriamien­to continuó avanzando y las selvas tropicales cargadas de frutos se convirtieron en bosques caducifolios. Llegó una época de hambruna. Incluso eran capaces de almacenar pequeñas cantidades en forma de grasa “gen ahorrador”, lo que constituía una ventaja enorme para sobrevivir durante los meses de invierno en que la comida era escasa.


Un día aquel “simio”, con su gen mutante y su apetito por el raro y valioso azúcar de la fruta, regresó a su África natal y se convirtió en el antepasado de los simios actuales, incluido el simio pensante que ha expandido por todo el mundo su pasión por el azúcar. Por eso hoy la presentan todos los simios, incluidos los humanos. Gracias a ella nuestros antepasados resistieron los años de mayor escasez. Pero la llegada masiva de azúcar a Occidente fue el comienzo de un gran problema.


Nuestro mundo está inundado de fructosa, pero nuestro organismo está adaptado para ingerir cantidades mínimas de esa sustancia. Es una gran ironía: la sustancia que nos salvó podría ser la que acabe con nosotros.

Fuente:

National Geografic (2013). La ciencia del azúcar.

https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/grandes-reportajes/pasion-por-el-azucar-2_7485/2