jueves, 8 de octubre de 2015

Desarrollo de la conducta alimentaria en los niños

Las conductas alimentarias como cualquier acción o respuesta emitida con relación a la alimentación. Incluye respuestas observables, así como también los pensamientos, verbalizaciones y actitudes hacia el acto de comer. La conducta alimentaria es un proceso interactivo en el que participan la madre o cuidador y el niño, y se conforma por todas aquellas interacciones que se suceden en torno a la alimentación: selección, compra, ingestión, actitudes y comportamientos. Una buena nutrición depende de una relación alimentaria positiva.
La conducta de los niños en el momento de la comida, resulta determinante ya que incide en la ingesta adecuada de alimentos y nutrientes, y consecuentemente en su condición nutricional. Los problemas de conducta que presentan los niños en el momento de la comida, han sido motivo de preocupación para aquellas personas involucradas en su cuidado (cuidadores, padres, maestros, etc), en la mayoría de los casos como consecuencia de la falta de conocimiento del patrón de comportamiento típico de cada edad y de las estrategias a utilizar para manejar o resolver las dificultades que se presenten en el momento de comer.
El desarrollo de la conducta alimentaria, está influenciado por las preferencias innatas, el desarrollo psicológico, la familiaridad con los alimentos y el contexto socio-afectivo que proveen los padres y maestros. Este contexto social es importante en el establecimiento de los patrones alimentarios, por considerarse que las experiencias tempranas del niño influirán en su conducta futura. Los procesos tempranos de aprendizaje, las experiencias iniciales con la comida y el contexto cultural de la alimentación, moldean la ingestión de alimentos en los niños en la medida que crecen. Un factor cultural importante a reflexionar es en el que la madre es considerada exitosa en cuanto tiene un hijo que desarrolla al máximo sus potencialidades, incluyendo el crecimiento, mediado por una autoexigencia materna y del ambiente.
Además de toda una historia de riesgos de desnutrición y enfermedad, el ambiente social y familiar exige que el niño esté lo más "gordo posible", de modo que la necesidad de la madre de responder a estas expectativas puede producir un estado de ansiedad que determine una relación madre-hijo inadecuada. Los desórdenes al comer son también un lenguaje alternativo del niño, que le permite expresar lo que siente.
En el bebé, el llanto es el medio de comunicación que utiliza para expresar sus necesidades o sentimientos (dolor, incomodidad o hambre) por lo que se hace importante que la madre o cuidador aprenda a interpretar estas señales para así satisfacer las necesidades reales del infante. En niños de mayor edad, es frecuente que se expresen con un lenguaje alternativo a través de la actitud corporal en una determinada situación, así tenemos que en el momento de la comida, pueden observarse tristes, apáticos, llorosos, inquietos o molestos, lo que afectará su conducta alimentaria. Esto lleva a establecer la importancia de observar y conocer qué es lo que el niño piensa y siente para así poder canalizarlo.
Son muchos los comportamientos que se pueden detectar en los niños pequeños cuando comen, desde preferencias y rechazos hasta actitudes y verbalizaciones que favorecen o interfieren en una ingesta adecuada. Un manejo inadecuado de la conducta del niño puede ser consecuencia del desconocimiento de los cambios que ocurren como producto de su desarrollo, de las actividades que la madre o el cuidador realizan, de la falta de organización y de la disposición y estado de ánimo tanto del niño como de la madre en el momento de la comida.

Desarrollo evolutivo de la conducta alimentaria
La habilidad para progresar en la alimentación, depende más del nivel de desarrollo que de la edad cronológica. Es necesario que el niño haya alcanzado ciertos hitos del desarrollo para que pueda contar con determinadas destrezas que inciden en la evolución de la conducta alimentaria, y estas destrezas y conocimientos las puede adquirir solamente cuando ha alcanzado la madurez necesaria para ello y debe estar preparado a nivel neurológico y motor para dominar todos aquellos movimientos coordinados que realizan los músculos orofaciales en el momento de la alimentación.
Las alteraciones en el desarrollo psicomotor pueden traer como consecuencia retrasos en la adquisición de las conductas alimentarias esperadas para la edad. El retardo en estas habilidades, puede ser el resultado de prematurez, enfermedades prolongadas, poca práctica en las técnicas de alimentación, además de un manejo inadecuado de la conducta alimentaria, malos entendidos o falta de información de los padres o cuidadores.
En los niños prematuros y con problemas neurológicos, puede presentar hipotonía generalizada en la musculatura orofacial lo que dificulta las funciones de succión, deglución y masticación, y consecuentemente origina una dificultad en la ingestión de alimentos por parte del niño. Esto puede generar angustia por parte de la madre o cuidador y un manejo inadecuado de la conducta alimentaria.
La conducta alimentaria en los niños se ajusta a ciertas pautas evolutivas y asume características singulares, lo que explica la necesidad de la individualización al realizar la observación y manejo de la misma. El curso natural del desarrollo, las necesidades, apetito y capacidades relacionadas al acto de comer es diferente en cada niño, así como el ritmo y velocidad de progreso de cada uno.
Si se exige un comportamiento para el cual todavía no existe la madurez necesaria, se corre el riesgo de comprometer la salud física y mental del niño. De la misma manera, el pedirle menos de lo que ya está en capacidad de ofrecer, interfiere en el desarrollo de su confianza básica, su autonomía y su autoestima. Pero si se conocen sus necesidades, capacidades e intereses, será posible brindarle una mejor enseñanza que se traducirá en una respuesta favorable.
A continuación se resumen las destrezas para la alimentación de los niños por grupos de edad (Brito, 1995 y León 1995).
0 a 1 mes: Succiona bien y mueve la lengua hacia atrás y hacia adelante.  Expresa el hambre con llanto
2 a 3 meses: Acepta alimentos con cucharilla pero la derrama al tragar. Rara vez muerde la cuchara. Mastica la comida con movimientos verticales. Establece contacto visual con la madre mientras lo amamanta.
3 a 4 meses: Se lleva las manos y objetos a la boca. Se inicia en el proceso de sostener el tetero, pero requiere ayuda. Atiende a la madre o cuidador que lo alimenta. Anticipa cuando llega la hora de comer.
4 a 5 meses: Sostiene el tetero o vaso bajo supervisión. Reconoce a la madre o cuidador que lo alimenta.
6 a 7 meses: Se mantiene sentado en su silla mientras lo alimentan. Comienza a masticar y mueve la lengua hacia arriba y hacia abajo. Cierra los labios sobre la cuchara. Comienza a beber en taza con ayuda. Manifiesta cuando no quiere más.
8 a 9 meses: Mueve la lengua de lado a lado cuando mastica.  Comienza a agarrar los alimentos con las manos. Agarra la taza con las manos. Intenta agarrar la cucharilla
9 a 10 meses: Toma solo de la taza pero aún con supervisión. Se lleva pedacitos de alimentos a la boca (masa, pan). Intenta pararse en la silla mientras come.
10 a 11 meses: Golpea la taza con la cuchara. Se levanta de la silla. Agarra la cuchara e intenta llevársela a la boca
11 a 12 meses: Mastica y traga bien comidas sólidas. Agarra migajas con los dedos y se los lleva a la boca. Come con las manos.
12 a 15 meses: Comienza a agarrar y utilizar la cucharilla. Se inicia en comer solo con cucharilla, aún derrama.  Reconoce su vaso o taza. Busca pararse de la silla. Se inicia en comer en la mesa con los adultos.
16 a 18 meses: Toma del vaso o taza y no derrama. Mastica bien. Se mantiene sentado al comer bajo supervisión.
19 a 21 meses: Mastica y traga con buen cierre labial. Sujeta la taza con firmeza mientras bebe. Come solo sin derramar. Permanece sentado y come solo bajo supervisión
22 a 24 meses: Al comer no voltea la cucharilla. Se integra a la mesa familiar. Comienza a utilizar el tenedor con supervisión, utilizando la mano que predomina.
2 a 3 años: Presenta conductas de rechazos (vegetales, frutas) y preferencias hacia algunos alimentos. Se levanta de la mesa. Tarda mucho tiempo para comer. Se distrae con facilidad. Mejora su capacidad para morder, masticar y tragar
4 años: Dice si quiere comer o no. Usa el tenedor o cuchara adecuadamente
5 años: Unta el pan con cuchillo e inicia cortar alimentos suaves. Come solo con poca supervisión
6 años: Le gusta conversar mientras come y expresa si algo no le gusta.
7 a 9 años: Utiliza todos los cubiertos en la mesa y pica su comida. Disfruta ayudar a cocinar las recetas que él escoge. Prepara independientemente meriendas y cenas rápidas. Mantiene las preferencias y/o rechazos hacia ciertos alimentos
Como se aprecia, el bebé debe ser capaz de llevar sus manos a la línea media para poder sostener el vaso o biberón, ser capaz de sentarse tanto para iniciar el proceso de introducción de alimentos sólidos como para incorporarse a la mesa familiar, debe estar listo para masticar en el momento de incorporar alimentos sólidos por lo que la aparición de la dentición es primordial, y debe poseer coordinación óculo-manual que resulta indispensable para que el niño adquiera autonomía en la alimentación.
Cuando un niño empieza a caminar, se hace más independiente y activo por lo cual tiende a levantarse de la mesa y explorar el ambiente. Por otra parte, el desarrollo cognitivo incluye el desarrollo de la atención la cual permite permanecer más tiempo en la actividad, por eso tenemos que si ésta es poco estimulante la atención suele dispersarse por estímulos ambientales o eventos más importantes para él.
Como consecuencia, las alteraciones en el desarrollo psicomotor, cognitivo y emocional o en las funciones neurovegetativas, pueden traer dificultades en la conducta alimentaria. Para el niño de 1 a 3 años, la relación alimentaria adecuada es aquella que ofrece libertad y apoyo para favorecer la autonomía y marcar límites claros que le den seguridad. Entre los 3 a 6 años, se le debe dar la oportunidad de desarrollar habilidades para alimentarse, aceptar una variedad de alimentos y socializar en torno a la comida. Las etapas pre-escolar y escolar tienen una particular importancia en el establecimiento de hábitos y conductas alimentarias la cual se deriva de las características físicas, sociales y psicológicas de cada niño, de ahí la importancia de obtener una orientación adecuada al respecto.
Razón por la cual, si tomamos en cuenta que en el momento de la comida existe una relación estrecha entre los adultos y el niño, se podría pensar que es una oportunidad ideal para que padres y maestros sirvan de modelo, ya que, por lo general, poseen una gran influencia en la conducta de los niños y por ende en el comportamiento que éstos tengan frente a la alimentación. Ésto incluye, lo que comen, cómo comen, dónde comen, a qué hora comen, etc. Por consiguiente, la manera más fácil de enseñar a los niños a alimentarse adecuadamente, es que los padres a su vez lo hagan de manera correcta, esto es, consumiendo alimentos variados (incluyendo vegetales y frutas), respetando los horarios, manteniéndose en la mesa al momento de comer, evitando comer chucherías o comer entre comidas y mostrando una actitud positiva durante la comida.


Fuente:
Dilcia Esquivel (2003). Desarrollo de la conducta Alimentaria en los niños. Problemas e intervención. CANIA. Año 4. N° 9, mayo 2003, p.5-14.

Brito, C., (1995). La cuidadora como agente de estimulación. (trabajo inédito) Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.  39p.

León de Viloria C. (1995). Secuencias del Desarrollo Infantil. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.  195p.

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