jueves, 1 de octubre de 2015

Recomendaciones sobre la prevención de alergia alimentaria

Actualmente existe un gran interés por el conocimiento y la investigación de los procesos alérgicos. Este interés se origina en el aumento de su presencia en la población general, lo cual ocasiona ausentismo laboral, escolar y elevados costos en el sistema sanitario. La enfermedad alérgica comprende una serie de manifestaciones clínicas tales como asma, rinitis, conjuntivitis, dermatitis atópica, alergia alimentaria y otras menos frecuentes.
La alergia alimentaria es una reacción adversa derivada de una respuesta inmune específica, que se reproduce luego de la exposición a un antígeno alimentario. Las reacciones adversas inducidas por alimentos pueden ser mediadas por mecanismos inmunológicos, Inmunoglobulina E (IgE), que son reacciones de hipersensibilidad tipo 1, inmediatas, denominadas reacciones alérgicas; no mediadas por Inmunoglobulina E (reacciones de intolerancia) y mixtas. El proceso de producción  de IgE en respuesta a la exposición a un alérgeno se denomina atopia.
Los pacientes con alergia alimentaria desarrollan respuestas inmunes patológicas y pueden experimentar rápidamente síntomas adversos tras la reexposición. Con el tiempo, la calidad de vida se ve seriamente afectada en un grado mayor que la observada en otras enfermedades crónicas de la infancia. La infancia es un período de especial vulnerabilidad, pues los lactantes con predisposición a la atopia pueden presentar mayor riesgo de sensibilización a alimentos y a otros alérgenos.
El riesgo de alergia alimentaria aumenta en relación con los antecedentes familiares. Así, en caso de un solo padre atópico el riesgo corresponde al 50%; de los dos, el 70% y el riesgo en hermanos de una persona afectada es 10 veces mayor que el de la población general. En un estudio prospectivo realizado con niños de familias atópicas, se determinó que el 25% desarrollará alergia alimentaria entre el nacimiento y los 7 años de edad.
Aunque las reacciones adversas pueden ocurrir ante casi cualquier alimento, la mayoría son producidas por los que se consumen con mayor frecuencia. En general, su aparición sigue el mismo orden de incorporación de los alimentos en la dieta del niño. Los alimentos más frecuentemente involucrados en este trastorno son la leche de vaca, huevo, trigo, pescado, mariscos, maní, soya, nueces y algunos cereales y leguminosas. El desarrollo de alergia alimentaria depende de varios factores que incluyen la predisposición genética, exposición temprana a las proteínas alergénicas (tiempo, dosis y frecuencia), consumo de la proteína alimentaria y desarrollo de tolerancia.
La alergia a la proteína de la leche de vaca es la más frecuente en los primeros 3 años de vida. Esta alergia se caracteriza por la presencia de una serie de signos y síntomas que aparecen tras la ingestión de leche de vaca o de fórmulas elaboradas a partir de ella; incluso niños que reciben lactancia materna exclusiva pueden reaccionar ante proteínas transferidas a través de la leche materna y durante este período. La frecuencia de alergia al huevo se estima en 2%. Afortunadamente, algunos estudios documentan que en la alergia a la leche de vaca, huevo y soya usualmente se presentan remisiones en la niñez. Por el contrario, la alergia al maní, nueces y pescado suele persistir hasta la adultez.
La prevención de las enfermedades alérgicas se apoya en una variedad de medidas profilácticas dirigidas a evitar la sensibilización, el desarrollo de la enfermedad en un individuo asintomático y la progresión en pacientes con síntomas de la enfermedad. En este sentido, se pueden distinguir diferentes niveles de prevención de enfermedad alérgica en la infancia:
- Prevención primaria: se dirige a los niños sanos con el objetivo de prevenir el desarrollo de la enfermedad alérgica.
- Prevención secundaria: se dirige a los niños enfermos con el propósito de prevenir síntomas y progresión de la enfermedad.
- Prevención terciaria: se dirige a pacientes con la enfermedad crónica para prevenir la progresión y el deterioro.
Las estrategias de prevención en alergia alimentaria deben considerar su capacidad para predecir el alto riesgo en lactantes y niños, demostrar la efectividad de las estrategias de intervención, recomendar intervenciones aceptables y minimizar efectos adversos. Estas estrategias de prevención están dirigidas principalmente a lactantes de alto riesgo para desarrollar enfermedad alérgica, definiéndose como lactantes de alto riesgo a aquellos niños con al menos un familiar en primer grado (padre, madre o hermano) con enfermedad alérgica documentada.
Rol de la lactancia materna en prevención de alergia alimentaria
La leche materna es el alimento ideal para los recién nacidos pues provee óptimos beneficios nutricionales, inmunológicos, fisiológicos y psicológicos. Los componentes de la leche materna mejoran el sistema de defensas y promueven la inmunoregulación. Las ventajas de la lactancia materna en prevención de alergia alimentaria quedaron demostradas desde que Grulee y Sanford reportaron, hace más de 70 años, en un estudio con más de 20.000 recién nacidos. Por estos motivos debe recomendarse la alimentación con lactancia materna en todos los niños, incluso en los que tienen riesgo de atopia, aun cuando se han detectado pequeñas cantidades de alérgenos de alimentos en la leche humana.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) y los Comités Europeos recomiendan fuertemente la lactancia materna como la mejor estrategia para la prevención de alergia alimentaria y sólo difieren en su duración (al menos 6 meses versus 4-6 meses, respectivamente). La AAP recomienda continuar con la lactancia materna aunque no exclusivamente por lo menos hasta los 12 meses de edad. Estudios observacionales han demostrado que el destete precoz está asociado con un riesgo elevado de enfermedad alérgica.
Uso de fórmulas lácteas
Cuando no es posible o suficiente la lactancia materna, podemos recurrir a la alimentación con fórmulas infantiles elaboradas a base de leche de vaca. Entre ellas, se distinguen las que contienen la proteína entera de leche y aquellas en las cuales las proteínas son hidrolizadas mediante desnaturalización por calor e hidrólisis enzimática y posterior ultrafiltración. La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) recomiendan el uso de fórmulas extensamente hidrolizadas con lactosa y triglicéridos de cadena larga para el tratamiento sin enteropatía y prevención de alergia a proteína de leche de vaca.
Las fórmulas de soya no pueden ser recomendadas para prevención de alergia e intolerancia alimentaria en lactantes de alto riesgo, pues algunos estudios prospectivos han demostrado que las fórmulas de soya son tan alergénicas como las fórmulas convencionales elaboradas a base de leche de vaca.
Algunos aspectos sobre alimentación complementaria
La exposición temprana a los alimentos sólidos es la introducción de cualquier alimento durante los primeros 4 meses de vida. Considerando que la introducción temprana de alimentos sólidos podía incrementar el riesgo de enfermedad alérgica y que su retardo podría prevenir el desarrollo de las mismas, las pautas emitidas por el Comité de Nutrición de la Academia Americana de Pediatría en el año 2000, indican como edad óptima para el inicio de la alimentación complementaria en lactantes de alto riesgo los 6 meses de edad, y proponen incorporar los productos lácteos a los 12 meses, huevo a los 24 meses y maní, frutos secos, pescado y alimentos del mar 36 meses.
Un grupo de investigación australiano propuso que la tolerancia a las proteínas alimentarias ocurre a través de la introducción temprana y regular de los alimentos durante un período considerado crítico para el desarrollo de la alergia alimentaria, al cual llamaron “ventana crítica temprana”. Esta ventana comprende el período entre 4 y 6 meses de edad, cuando la introducción de alimentos alergénicos podría promover la tolerancia y tener un efecto protector contra la alergia alimentaria, enfermedad celíaca y enfermedades autoinmunes.
Desde hace muchos años se ha establecido la relación entre la microbiota intestinal y la enfermedad alérgica. De allí que se ha propuesto que, en vista de que los probióticos tienen la capacidad de modular la composición de la microbiota intestinal, pudieran ejercer un efecto positivo en la prevención de la enfermedad alérgica en lactantes de alto riesgo. Estudios con varias cepas de probióticos sugieren que poseen un potencial rol en la prevención de eczema infantil alérgico –principalmente mediado por IgE– pero aún no hay resultados concluyentes que permitan su recomendación en la prevención o tratamiento de la enfermedad alérgica. Por otra parte, hasta los momentos no existe suficientes evidencias de que los probióticos sean de beneficio para otras condiciones alérgicas.
Conclusiones
Durante muchos años la regla en prevención de alergia alimentaria en lactantes de alto riesgo se centraba en retardar la exposición a alimentos altamente alergénicos para reducir la sensibilización alérgica. La tendencia actual está dirigida a la inducción de tolerancia a alérgenos. Según datos basados en evidencia, se recomienda lactancia materna exclusiva hasta los 4-6 meses de edad, seguida de alimentación complementaria, sin retardo en la introducción de alimentos sólidos más allá de los 6 meses.
Estas recomendaciones son indicadas para prevención de alergia alimentaria, en el tratamiento, el objetivo principal es la identificación y restricción de la proteína desencadenante de la enfermedad.

Fuente:
Yubirí Matheus (2013). Recomendaciones sobre la prevención de alergia alimentaria

CANIA. Año 16. Nº 26, p.14-21

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