jueves, 5 de noviembre de 2015

Alteraciones de la conducta alimentaria del Niño. ¿Cómo intervienen la escuela y la familia?

Durante el momento de la comida, se establece una relación especial entre el niño y sus padres la cual será agradable o displacentera de acuerdo al ambiente que se fomente. Cuando el padre o maestra no logra alimentar al niño adecuadamente, pueden producirse sentimientos de fracaso, angustia, ansiedad, lo que generará tensiones en el niño y en la relación, esto a su vez influirá negativamente en el manejo de la conducta alimentaria. También existen factores emocionales que influyen en la aceptación de una determinada comida por parte del niño y que se reflejarán en la forma como el adulto reaccione ante la respuesta que da el niño en el momento de la alimentación.
Las experiencias negativas con algún alimento seguramente generarán rechazo por parte del niño y muy probablemente se reflejarán en el intercambio entre éste y el cuidador, produciéndose un círculo vicioso difícil de romper. Para muchos niños y sus familias, el momento de la comida es de conflicto o carente de significado. Esta situación interfiere con el aprendizaje de hábitos y actitudes positivas y con el disfrute de los alimentos.
Es frecuente que los padres reporten falta de horarios fijos para las comidas, y que recurran a obligar a los niños a comer e incluso a darles la comida cuando éstos ya poseen una edad para alimentarse de manera independiente. En algunos casos, los niños no son supervisados por un adulto durante las comidas y en otras ocasiones se muestran inquietos e intranquilos y prefieren jugar antes que sentarse a comer. En muchos casos la presencia de distractores como  la televisión o la radio, conllevan a una conducta alimentaria inadecuada. Así tenemos que algunos niños sólo comerán en presencia de la persona que les da la comida, o frente al televisor. La sola presencia de alguno de estos factores o de varios de ellos se verán reflejados en los hábitos de alimentación y en la conducta alimentaria y de no ser intervenidos, se mantendrán y se harán más complejos en el tiempo.
Otro factor importante en la instauración de la conducta alimentaria, viene dado por la identificación entre los niños y los adultos, a quienes tratan de imitar. Esto destaca la importancia del padre, maestro o cuidador como modelo para la adquisición de nuevos conocimientos, actitudes y comportamientos.
Los padres o cuidadores y en muchos casos los maestros, son las personas más importantes o significativas que posee el niño, es por ello, que rápidamente se convierten en "modelos" para ellos, es decir, en figuras a imitar. Este aspecto se debe tener presente, porque los niños, no solamente aprenderán o imitarán aquello que deseemos transmitir, sino que también otro tipo de conductas.
Los problemas en la conducta alimentaria pueden ser secundarios a un manejo inadecuado. Un ejemplo frecuente es durante los tres primeros años del niño, en donde éste debe ir adquiriendo independencia al comer y no se le brinda la oportunidad de explorar y de aprender a valerse por sí mismo.

Evaluación de la conducta alimentaria
Las dificultades en la conducta alimentaria en los niños pueden ser detectadas a través de entrevistas a los padres o cuidadores y por observaciones al niño en el momento de la comida. Ambas estrategias (entrevista y observación) se complementan y ofrecen información suficiente para conocer cuáles aspectos están alterados para poder orientar la intervención.
La relación que el especialista establezca con el cuidador será de gran importancia a fin de obtener una información lo más cercana a la realidad. De ser necesario, se deberán sostener varias entrevistas que ofrezcan información suficiente para tener una idea clara, no sólo de la problemática presente en el niño, sino también de las respuestas del padre y/o cuidador ante la conducta del niño, las costumbres, creencias y el manejo que hace de manera usual y ante las situaciones de conflicto.
La entrevista a los padres debe recabar información sobre: horarios, lugar, actitud y disposición del niño ante el alimento, si se interesa o evade el momento de la comida, si se levanta o permanece sentado, si juega con el alimento, llora, vomita, etc.

Problemas en la conducta alimentaria encontradas con mayor frecuencia por grupos de edad. [Fuente: Esquivel D, Pérez R. Registro de hábitos y conductas alimentarias (trabajo inédito) Caracas: CANIA, 2000]
Menores de 2 años
* Mala práctica de la lactancia materna que dificulta la introducción de alimentos complementarios.
* Uso prolongado del biberón.
* Dificultad para aceptar alimentos nuevos
* El niño deja de comer sin motivo aparente.
* Se duerme durante las comidas
* Escupe los alimentos.
* Da la espalda al plato de comida
* No presta atención a su comida.
* Juega con la comida sin mostrar interés por llevársela a la boca.
* Llora o hace berrinches durante la comida.
* No acepta la cucharilla.
* Se niega a abrir la boca.
* Presenta arqueos o vómitos.
* Frecuentemente abandona la mesa.
2 a 6 años
* El apetito suele variar.
* Presenta preferencias y rechazos marcados.
* No posee horario para las comidas.
* No come en el lugar destinado para ello.
* Se muestra apático, triste o indiferente hacia la alimentación
* Come a ritmo muy lento.
* No usa los cubiertos, se muestra dependiente
* Presenta atención dispersa
* Es inquieto, se levanta constantemente de la mesa o molesta a sus compañeros.
* Busca excusas para no comer.
* Presenta vómitos antes, durante o después de las comidas.
7 a 9 años
* Se afianzan las preferencias alimentarias. Apetito selectivo.
* Evidencia conductas disruptivas a la hora de comer: lanza la comida, juega o pelea con otros niños.
* Se incrementa el consumo de chucherías.
* Demanda la presencia de distractores para comer.
* Busca excusas para levantarse de la mesa.
* Rechaza comer a la hora establecida.

También es importante explorar la dinámica familiar en el momento de la comida, es decir, si los padres comen con el niño, si ese momento es agradable o si por el contrario es desagradable (ya que acostumbran discutir o resolver problemas familiares), si comen entre comidas, así como la conciencia que tienen los padres o cuidadores de la condición nutricional del niño, de las características de la conducta alimentaria y de su papel en la problemática presente. Por otra parte, es conveniente observar la interacción del padre o cuidador con el niño, de manera de precisar y corroborar la información obtenida.
La observación del niño, debe realizarse en diferentes comidas (Ej.: desayuno y almuerzo), y de ser en menores de 2 años, se hace imprescindible incorporar a la madre o cuidador. Al evaluar a un niño con posibles problemas en la conducta alimentaria, es importante explorar si el niño no come las cantidades adecuadas con relación a las recomendaciones por edad y sexo, si es un rechazo selectivo, si está asociado a retraso en el crecimiento o a signos de desnutrición, si tiene caries o dificultades para masticar o tragar.
Algunos aspectos a observar son: si está callado, atento, alerta, tranquilo, vomita, babea, si se le cae la comida fuera de la boca, el nivel de actividad, colaboración, interés, disposición y actitud frente a los alimentos, la interacción con el cuidador, la interacción con otros, la búsqueda de la independencia, las expresiones verbales o gestuales, etc. También se deben evaluar las posibles causas que originaron el problema, como los relacionados con el manejo, motivación, estímulos, conocimiento y experiencias que tanto el niño como la madre han tenido.
Intervención
Partiendo de los problemas encontrados, el objetivo fundamental de la intervención de la conducta alimentaria consiste en promover en el niño la adquisición de una conducta acorde con la edad y nivel de desarrollo y orientar a los padres a manejar adecuadamente dichas conductas.
La intervención de los problemas en la conducta alimentaria en los niños, puede combinar técnicas conductuales, apoyo emocional y orientación a los padres. Además, para un manejo adecuado se hace necesario que los adultos estén informados y capacitados para mantenerse firmes y establecer normas de comportamiento de manera coherente y efectiva.
El entrenamiento a los padres debe incluir asesorías y orientaciones que enfaticen en la actitud que deben reflejar los adultos durante las comidas. Por otra parte, se debe tranquilizar y educar a la madre y al entorno familiar, recordando que la hora de las comidas es el momento de enseñar al niño las conductas que se desea que aprenda. Debe atenderse al tono de voz, las miradas, las palabras utilizadas y el lenguaje corporal en general, ya que el niño capta los gestos o expresiones del adulto. Deben evitar mostrarse apurados por el tiempo, tener paciencia, asumir una conducta positiva, asociando el momento de la alimentación con algo agradable.
En el momento de la comida, los padres o maestros, deben ser personas lo suficientemente estimulantes para propiciar un ambiente agradable, en el que se favorezca la adquisición de aprendizajes y la formación de hábitos y conductas alimentarias adecuadas. Deben ser consistentes evitando manejos contradictorios. La alimentación se debe ofrecer en un ambiente relajado, sin otros estímulos, permitiendo que el niño coma la cantidad deseada. Por esto, los adultos deben llegar a acuerdos y trabajar como un equipo para tener logros importantes que se mantengan en el tiempo. Si estas recomendaciones no dan los resultados esperados, se deberá solicitar la intervención de un psicólogo o especialista en el área.
La intervención del psicólogo, psicopedagogo u orientador entrenado, debe ofrecer pautas de manejo individualizadas, que permitan reeducar tanto a la familia como al niño con relación a la conducta frente a la alimentación. El especialista los deberá orientar en cómo percibir las señales de su hijo como hambre, saciedad, sueño, incomodidad, etc, y explicarles cuáles son las conductas esperadas para cada edad, cómo estimular su aparición en caso de observar algún retraso, así como el manejo del niño cuando presente conductas inadecuadas ante la comida que afecten su estado nutricional.
El modelaje es otra estrategia importante a considerar, en especial con padres de niños menores de dos años. Esta actividad requiere que el especialista o cuidador entrenado, comparta con la madre o cuidador el momento de la comida del niño y lo alimente según su condición nutricional y su nivel de desarrollo, permitiendo que la madre o cuidador, imite y practique las veces que sea necesario. En ese momento el especialista o cuidador entrenado, hará los señalamientos que considere necesarios. Esta actividad, facilita el reconocimiento y reforzarmiento de los cambios positivos en la madre o cuidador y el fortalecimiento de la relación afectiva con el niño. Establecer una relación afectiva determinará la significación de ellos como modelos en la conducta alimentaria de sus hijos.
Una relación alimentaria sana apoya el desarrollo del niño y contribuye a la formación de actitudes positivas con respecto a su persona y al mundo que lo rodea; lo ayuda a que aprenda a discriminar las señales alimentarias y a responder de manera apropiada a ellos.

Fuente:
Dilcia Esquivel (2003). Desarrollo de la conducta Alimentaria en los niños. Problemas e intervención. CANIA. Año 4. N° 9, mayo 2003, p.5-14.


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