jueves, 21 de enero de 2016

El comedor escolar: Un espacio de normas y aprendizaje

En la actualidad la exigencia educativa de padres y maestros, así como del conjunto de la sociedad, no debe reducir el comedor escolar solo a la mera nutrición. Este espacio tiene por objeto cubrir las necesidades biológicas en el marco de las satisfacciones psicopedagógicas y sociales de los niños, niñas y adolescentes como parte de su proceso de socialización y educación. Esto se expresa en la concepción del comedor escolar como un espacio de normas y de aprendizaje, aunque sea de modo más explícito en unos centros educativos que en otros.
Las normas en el comedor escolar
Para su consecución, el marco normativo –o percibido como tal- se traduce en el establecimiento de un listado de reglas de comportamiento específicas cuyo cumplimiento queda bajo la vigilancia del personal directivo, las maestras y auxiliares de aula, sobre todo en el nivel de Educación Inicial: comerse todo (aunque no coma ese alimento en casa), no gritar, ser autónomo, no cambiar alimentos entre sí, lavarse las manos, no levantarse de la mesa, no jugar con la comida, usar adecuadamente el mantel, la servilleta y los cubiertos (no solo la cuchara), dar las gracias, pedir por favor si desea más alimentos, limpiar las mesas, recoger platos y manteles, etc. Sin embargo, el grado de asimilación de las reglas no es uniforme en el conjunto de los escolares.
El contenido mismo de las normas, así como los procedimientos para hacer observar su cumplimiento o el grado de tolerancia permitido, puede ser objeto de una mayor o menor aceptación. En este sentido, la trasgresión de estas normas no puede atribuirse, por lo general, a su desconocimiento por parte de los escolares, ya que, de entrada, el comedor escolar es percibido como un espacio menos rígido que el aula y en el que puede satisfacer la necesidad de esparcimiento, intercambio y socialización. Así por ejemplo, obligar a “comer todo” parece oponerse al objetivo, igualmente declarado, de fomentar la autonomía en el niño (ser autónomo no solo significa comer solo sino ser capaz de saber lo que se necesita, lo que se desea y lo que puede conseguir).
Limitar su capacidad de intervenir en la definición de su propia ingesta (mediante la selección y el establecimiento de las cantidades)  favorece la insatisfacción y fomenta, en contra de los objetivos pretendidos, el rechazo frente al plato y la aparición de las sobras.
La aplicación y la vigilancia de las normas que regulan el comedor escolar constituyen una función que es cada vez más asumida por parte de las auxiliares. Sin embargo, a pesar de su notable presencia así como de su responsabilidad en la alimentación de los niños y en la transición de pautas de comportamiento, la figura de la auxiliar tiene, generalmente, un carácter difuso. En efecto, la figura de la auxiliar como agente socializador es poco reconocida tanto dentro como fuera de la escuela.
En el desempeño de sus funciones tienen una incidencia negativa, las condiciones laborales y preparación profesional. A la vez, las auxiliares son consideradas por la comunidad educativa como figuras de acompañamiento, muchas veces al margen de los equipos docentes. Al mismo tiempo que asumen la transición y vigilancia de las normas que rigen el aula y el comedor, contribuyen a modelar los conceptos alimentarios que se adquieren en este marco, suelen desempeñar sus tareas desde una posición de mayor proximidad a los escolares. Razón por la cual se requiere mayor sensibilización, capacitación y formación de las auxiliares en el tema de la Salud y su relación con la Educación Alimentaria y Nutricional.
La ingesta en el comedor escolar
En relación con la edad, los escolares de Educación Inicial son los que registran más sobras en general. En buena medida, las sobras reflejan el tiempo que tarda el niño  en familiarizarse con el nuevo espacio donde se va a comer a partir de este momento, a sus nuevos contenidos, elaboraciones, sabores, colores, olores, compañías, etc.
Uno de los motivos que explican la generación de un mayor o menor número de sobras tiene relación con las formas de elaboración de los platos o preparaciones, es decir, con la manera de cocinar en cada centro escolar. Es frecuente, en este sentido, que los niños y niñas establezcan comparaciones entre la comida escolar y la familiar. A través del rechazo de parte de sus raciones, los escolares están señalando las tensiones existentes entre ambos contextos alimentarios. En ocasiones, no obstante, los niños manifiestan preferir determinados platos servidos en el menú escolar frente a su equivalente doméstico, lo que en ocasiones plantea exigencias y requerimientos que la casa no logra satisfacer.
La importancia social asignada al orden del servicio de los platos (primero, segundo y postre) se identifica también en los gustos alimentarios aunque los escolares no suelen reconocer esta relación de un modo consciente. La estructura de las comidas incide en las cantidades más que en sus preferencias. Frente a la creencia, la fruta suele sobrar bastante de un modo general.
En la infancia, la variedad es un factor que despierta el interés, promueve el placer y amplía el conocimiento. Por el contrario, el plato repetido conduce al aburrimiento, fomenta la desgana y provoca el rechazo, agregando más conflicto en el comedor escolar (como por ejemplo, ocurre a menudo con las ensaladas, que tienen una elevada presencia en las sobras).
El tiempo disponible para comer (que enmarca, además, la aplicación del “comérselo todo” como norma), suele manifestarse como otro condicionamiento  importante del comportamiento frente al consumo de alimentos. Las recomendaciones oscilan entre 25 y 35 minutos. En ocasiones en la  presencia de comedores institucionales, se presenta más de un turno, dando prioridad a los niños más pequeños primero, otorgando menos tiempo a los niños más grandes y condicionando hábitos inadecuados de alimentación. 
En otras instituciones donde los alimentos se consumen en el aula, requiere una reorganización del aula, aseo particular antes y después de la comida, y una organización institucional en la distribución de los alimentos, que dan preferencia a los niños más pequeños y que generan intranquilidad y ansiedad en los más grandes. En muchas ocasiones el tiempo previsto para la comida en las escuelas está inscrito en un horario social que es igualmente distinto al familiar y que requiere de un proceso adaptativo.
La jornada alimentaria (las ingestas realizadas a lo largo del día) tiene incidencia importante en la relación del niño con el alimento, sus hábitos y comportamientos alimentarios. La hora de llegada a la escuela, el tiempo para desayunar, ingestas previas a la llegada a la escuela, los desayunos provistos por la institución o traídos por el niño, son escenarios de revisión y corresponsabilidad por parte de la escuela y la familia. Con frecuencia los niños manifiestan que sus desayunos se caracterizan por disponer de un corto tiempo, marcado por la prisa, cantidades y contenidos poco diversificados, lo que acabará incidiendo en el apetito de los escolares y condicionará el consumo real al mediodía.
El comer en la misma mesa implica un intercambio verbal y también material de comida. Desde pequeños, los niños aprenden en casa qué temas de conversación acompañan a las comidas y cuáles no, así como mecanismos y las formas de intercambio. Al llegar al comedor escolar, el niño ya sabe que dando, recibiendo y devolviendo comida, establecerá vínculos con los demás. Ha adquirido, por ejemplo, experiencias en las que ofrecer una parte del propio plato genera complicidad entre los comensales, del mismo modo que es una manifestación de confianza y afecto.
Los más pequeños practican el intercambio como una forma previa al intercambio verbal mismo. Es un lazo comunicativo que puede extenderse como reconocimiento al otro o no hacerlo, manifestando la ausencia de relación. Junto con el uso los alimentos como medio de intercambio y de relación, el hecho de tocarlos, tirarlos, esconderlos, explorarlos antes de comerlos o revolverlos más tiempo, es indicativo de esta primera fase de reconocimiento  del comedor escolar como un medio nuevo.
En definitiva, los intercambios, las sobras y el consumo real del niño se encuentra mutuamente afectados y forman parte indisociable de un mismo proceso. En ocasiones las sobras pueden promover y estimular el intercambio de alimentos pero, en otras, las motivaciones que lo suscitan pueden  ser distintas. En consecuencia, la presencia de los intercambios hace que deben ser tomados necesariamente en consideración para valorar la ingesta real de cada niño o niña en el comedor escolar.
Estos escenarios son planos para el encuentro pedagógico, el reforzamiento y acompañamiento como parte de la rutina escolar, es una expresión de la identidad del niño como ser integra y que debe ser aprovechada por la escuela para la formación de hábitos saludables de alimentación que condicionaran su conducta futura ante los alimentos
Fuente:

J. Contreras Hernández, M. García Arnaiz, B. Atie Guidalli, S.L. Pareja Sierra, E. Zafra Aparci (2012). Comer en la escuela: Una aproximación etnográfica. En En Nutrición y Alimentación en el ámbito escolar. Jesús Román Martínez Álvarez (Editor). Cap 2, p.23-36. España.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con la información, el comedor debe ser un ambiente mas de aprendizaje y para ello es relevante que se dicten talleres que lleven a los docentes a valorar la importancia del comedor escolar como medio para la formación no solo a nivel nutricional sino pedagógica.

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