La obesidad
en la edad pediátrica constituye uno de los problemas de salud pública más
importantes de nuestra sociedad. No sólo porque su incidencia está aumentando de
forma considerable, sino porque la obesidad del niño tiende a mantenerse en la
adolescencia y la del adolescente en la vida adulta.
La obesidad
infanto-juvenil constituye un factor de riesgo para el desarrollo a corto
término (infancia y adolescencia) y a largo término (vida adulta), de
complicaciones ortopédicas, respiratorias, cardiovasculares, digestivas,
dermatológicas, neurológicas, endocrinas, ciertas formas de cáncer y en general
una menor esperanza de vida.
La obesidad
infantil tiende a perpetuarse en la edad adulta produciendo alteraciones en el
metabolismo de los hidratos de carbono y en el perfil de los lípidos
plasmáticos, favoreciendo el desarrollo de hipertensión arterial y el
desarrollo precoz de la aterogénesis. La obesidad durante la adolescencia
aumenta el riesgo de Síndrome Metabólico
(SM) y la mortalidad cardiovascular en la vida adulta. La mayor
parte de las complicaciones metabólicas y cardiovasculares de la obesidad están
estrechamente relacionadas con la presencia de hiperinsulinemia y de
resistencia a la insulina.
Asimismo,
recientemente se ha podido comprobar que las alteraciones en el patrón de la
distribución corporal de la grasa (subcutánea y visceral) o su depósito en
localizaciones no habituales, como en el hígado y en el músculo, son factores
determinantes en el desarrollo de la resistencia a la insulina en niños y
adolescentes.
Estudios recientes,
mediante resonancia magnética, han demostrado que los ácidos grasos libres
inhiben la cascada de acción de la insulina y bloquean el efecto de la insulina sobre la translocación de los
transportadores de glucosa GLUT-4 desde sus lugares de almacenamiento intracelular
hacia la membrana plasmática, con lo cual disminuye el transporte efectivo de
glucosa mediado por la insulina hacia el interior de la célula.
La sobreoferta
de ácidos grasos libres que traspasan el filtro hepático favorecen su
distribución y depósito en otros tejidos, pero muy especialmente a nivel del
espacio miocelular del músculo esquelético, donde se ha comprobado que su acumulación
está estrechamente relacionada con la disminución de la sensibilidad periférica
a la insulina.
El depósito
de material lipídico en este espacio está ya presente en las fases iniciales
del desarrollo de la obesidad infantil. En poblaciones pediátricas obesas la
existencia de estados de resistencia a la insulina pueden ser el punto de partida
para el desarrollo posterior de diabetes tipo 2 y/o SM, habiéndose definido
recientemente la prediabetes tipo 2 en el adolescente obeso.
Obesidad y síndrome metabólico (SM) en niños y adolescentes
El SM ha
sido definido como la asociación de varios factores de riesgo precursores de
enfermedad cardiovascular arteriosclerótica y de diabetes tipo 2 en el adulto.
Ya en 1988, Reaven observó que algunos factores de riesgo, como la hiperinsulinemia/insulinorresistencia, la alteración de la tolerancia a la
glucosa/diabetes tipo 2, la hipertensión arterial (HTA) y la dislipemia, solían
aparecer frecuentemente agrupados. Denominó a esta asociación síndrome X y la reconoció como un factor
de riesgo para presentar enfermedades cardiovasculares. Posteriormente, postuló
que la insulinorresistencia desempeñaba un papel primordial en su fisiopatología
y de ahí que también comenzara a denominársele como síndrome de
insulinoresistencia.
La obesidad no
fue incluida originalmente en la descripción original de Reaven, pero hoy en
día está ampliamente documentado que la obesidad desempeña un papel central en
la génesis del SM.
En la
actualidad está bien establecido que la asociación de la obesidad con el SM y
el riesgo cardiovascular no depende exclusivamente del grado de obesidad, sino
que se encuentra muy estrechamente relacionado con el patrón corporal de distribución
grasa y con el contenido de grasa abdominal (adiposidad central). Por este
motivo, recientemente la Asociación Americana de Cardiología y la Federación Internacional
de Diabetes recomiendan estimar indirectamente su contenido mediante la
medición del perímetro de la cintura en aquellos pacientes pediátricos y
adolescentes con riesgo de insulinorresistencia e incluirla como criterio imprescindible
para diagnosticar el SM en la edad pediátrica, ya que el IMC es un indicador
poco sensible para evaluar la distribución grasa y que la sensibilidad a la
insulina en los niños y adolescentes obesos y con un IMC similar se encuentra significativamente
más reducida en aquellos que tienen un mayor contenido de grasa visceral.
De todos modos
está por determinar si estos criterios diagnósticos son o no adecuados para
identificar los niños y adolescentes con SM cuando sean adultos.
En
definitiva, el estudio sistemático de la presencia de complicaciones
metabólicas (estados de resistencia a la insulina y/o SM) debe efectuarse de
forma rutinaria en los niños y adolescentes obesos con objeto de identificar aquellos
sujetos con mayor susceptibilidad y riesgo para presentar en etapas
relativamente tempranas de la vida adulta diabetes tipo 2 y enfermedad
cardiovascular precoz. La identificación de estos trastornos metabólicos en los
niños y adolescentes obesos debe promover la adopción, en primera instancia, de
medidas enérgicas dirigidas fundamentalmente hacia la modificación de sus
hábitos nutricionales y estilos de vida. Reconcomiendo – a nuestro entender- a
la escuela-maestro como el lugar donde se pueden; identificar, acompañar y
sensibilizar a la familia-comunidad en la prevención temprana de esta situación.
Fuente:
Yeste, D. y Carrascosa, A.
(2011). Complicaciones metabólicas de la obesidad infantil. An Pediatr (Barc). 2011;75 (2):135.e1—135.e9.
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