La obesidad en la niñez y la adolescencia ha alcanzado
proporciones epidémicas en la
Región de las Américas. Aunque las causas de esta epidemia
sean complejas y se necesita más investigación, es mucho lo que se sabe acerca
de sus consecuencias y de lo que debe hacerse para detenerla.
En los últimos diez años, muchos países de la Región han implantado
algunas medidas, por lo que ahora es el momento de que la Organización Panamericana
de la Salud
(OPS) asuma la función de liderazgo a fin de unificar estos esfuerzos y de
brindar apoyo a los Estados Miembros por medio de una iniciativa regional de
salud pública.
Antecedentes
Algunas publicaciones relevantes sobre este tema, en particular
de la Organización
Mundial de la
Salud (OMS), la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el
World Cancer Research Fund, concuerdan en que los factores más importantes que
promueven el aumento de peso y la obesidad, así como las enfermedades no
transmisibles (ENT) conexas, son: a) el consumo elevado de productos de
bajo valor nutricional y contenido alto de azúcar, grasa y sal, como los “snacks”*
y la comida rápida, b) la ingesta habitual de bebidas azucaradas y c)
la actividad física insuficiente. Todos ellos son parte de un ambiente
obesogénico.
La actividad física desempeña un papel importante en la
prevención de la obesidad; no obstante, para contrarrestar el impacto del
aporte calórico excesivo son necesarios niveles muy altos de ejercicio. Por
consiguiente, los esfuerzos preventivos basados ante todo en la actividad
física tienen poca probabilidad de dar buenos resultados en entornos donde los
productos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional, así como las
bebidas azucaradas están siempre disponibles y se consumen constantemente
El efecto de los azúcares agregados en la salud ha sido
objeto de intenso escrutinio científico en los últimos años. Los metanálisis de
los estudios longitudinales y los ensayos controlados aleatorizados han
mostrado una asociación estadísticamente significativa entre el consumo de
azúcares agregados y el aumento de peso. Además, el consumo de bebidas
azucaradas se ha asociado con las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de
tipo 2 y el síndrome metabólico. Los mecanismos fisiológicos incluyen,
entre otros, la hiperinsulinemia, la resistencia a la insulina, la arterioesclerosis
y la hipertensión arterial.
Reducir el consumo de azúcares agregados contribuye a la
prevención del grave daño que este consumo ocasiona a la salud de la población,
pero indudablemente esto no es suficiente. Una alimentación saludable debe
basarse en el consumo diario de frutas y verduras, cereales integrales,
legumbres, leche, pescado y aceite vegetal, con poco consumo de carnes rojas y
procesadas. Una alimentación saludable exige que los sistemas agropecuarios y
alimentarios sean sólidos y faciliten estas opciones.
Dado que los alimentos naturales e integrales son la
piedra angular de la cocina tradicional en la Región de las Américas, esas mismas tradiciones
pueden ser un instrumento valioso para promover la alimentación saludable.
Es fundamental determinar los factores que impulsan la
epidemia de la obesidad para sustentar y elaborar políticas, acciones y legislación
y reglamentación sólidas relativas a la salud. En la actualidad se reconoce
que, desde una perspectiva alimentaria, el precio, la mercadotecnia, la
disponibilidad y la asequibilidad determinan las preferencias alimentarias de
la persona, sus decisiones al comprar y los comportamientos alimentarios. A su
vez, las políticas y los reglamentos relativos al comercio y a la actividad
agropecuaria establecidos previamente influyen en estos factores.
En la actualidad, una notable tendencia comercial que se asocia
con la epidemia de la obesidad es la venta de productos de alto contenido
calórico y bajo valor nutricional y de bebidas azucaradas en los países de
ingresos bajos y medianos.
El consumo de productos de alto contenido calórico y bajo
valor nutricional es cinco veces mayor y el de refrescos es casi tres veces
mayor en los países de ingresos bajos y medianos en comparación con los países
desarrollados, donde el consumo está llegando al nivel de saturación del
mercado. El tamaño de las bebidas azucaradas y de otros productos
comercializados también ha aumentado extraordinariamente en los últimos decenios.
En la
Región ha aumentado la publicidad de las bebidas azucaradas y
los productos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional dirigida a la
niñez y la adolescencia, lo que influye en sus preferencias alimentarias, en lo
que piden comprar y en sus hábitos alimentarios.
De manera análoga, las oportunidades de realizar
actividad física no han sido contempladas adecuadamente en la planificación urbana
y además se ven afectadas por el aumento de la violencia, así como por la
percepción de que la violencia es cada vez mayor.
Para complicar aún más la situación, el entretenimiento
electrónico reemplaza cada vez más a la actividad física recreativa. El tiempo
que los niños pasan frente a una pantalla, que representa además una
oportunidad de consumir alimentos y de estar expuestos a la publicidad de
alimentos, ha aumentado a tres horas al día o más. Además, las escuelas han
reducido el tiempo destinado a la educación
física.
Este plan de acción se centra en la niñez y la
adolescencia por varias razones. En primer lugar, la lactancia materna puede
reducir la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en cerca de 10%. Además, la
lactancia materna también puede ayudar a las madres a perder peso con mayor
rapidez después del embarazo. En segundo lugar, cuanto más temprana es la edad
a la que una persona adquiere sobrepeso o se convierte en obesa, mayor es el
riesgo que tiene de seguir teniendo sobrepeso o de tornarse obesa al avanzar la
edad. En tercer lugar, la obesidad tiene consecuencias adversas para la
salud en las fases iniciales de la vida, dado que aumenta el riesgo de padecer
asma, diabetes de tipo 2, apnea del sueño y enfermedades cardiovasculares.
Estas enfermedades, a su vez, afectan el crecimiento y el
desarrollo psicosocial durante la adolescencia y, con el tiempo,
comprometen la calidad de vida y la longevidad. En cuarto lugar, como
los hábitos alimentarios se adquieren en la niñez, la promoción y el consumo en
la niñez de productos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional,
bebidas azucaradas y comida rápida interfieren con la formación de hábitos
alimentarios saludables.
Por último, los niños son incapaces de comprender la
intención persuasiva de la promoción y publicidad de los alimentos y bebidas de
bajo valor nutricional que se asocian con mayor riesgo de sobrepeso y obesidad
en la niñez. Como en estas campañas promocionales también se elude el control
paterno, constituyen una preocupación tanto ética como de derechos humanos. Ya
se ha sentado un precedente para la acción en el Código Internacional de
Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna (el Código).
Además se debe aplicar un enfoque que contemple la
perspectiva de género y la equidad. En los países de ingresos altos, la
obesidad tiende a concentrarse en los pobres, mientras que en los países de
ingresos bajos y medianos la obesidad es más prevalente en la población
próspera. Sin embargo, a medida que aumenta el producto nacional bruto, la obesidad
se propaga a todos los estratos. El ambiente obesogénico actual, que afecta a todos
los estratos socioeconómicos, probablemente explique este fenómeno.
Análisis
de la situación
La obesidad casi se duplicó entre 1980 y el 2008 en todo
el mundo. En comparación con otras regiones de la OMS , en la Región de las Américas la
prevalencia del sobrepeso y la obesidad es más alta (62% para el sobrepeso en
ambos sexos y 26% para obesidad en la población adulta de más de 20 años de
edad). En tres países (México, Chile y Estados Unidos) la obesidad y el
sobrepeso ahora afectan a 7 de cada 10 adultos.
Además, en la
Región se ha observado un aumento de la prevalencia del sobrepeso
y la obesidad en los niños de 0
a 5 años de ambos sexos. Por ejemplo, en un informe
reciente de siete países del Caribe se indica que entre el 2000 y el 2010 las
tasas de sobrepeso y obesidad en los niños de 0 a 4 años de ambos sexos se
duplicaron y pasaron de 7,4% en el 2000 a 14,8%.
Los datos disponibles indican que, en términos generales,
de 20% a 25% de los menores de 19 años de edad se ven afectados por el
sobrepeso y la obesidad. En América Latina, se calcula que 7% de los
menores de 5 años de edad (3,8 millones) tienen sobrepeso u obesidad. En
la población escolar (de 6 a
11 años), las tasas varían desde 15% (Perú) hasta 34,4% (México), y en la población
adolescente (de 12 a
19 años de edad), de 17% (Colombia) a 35% (México).
En respuesta a esta epidemia, muchos países de la Región de las Américas han procurado
cambiar normas y adoptar reglamentaciones, entre las que cabe destacar:
a) la legislación y las políticas nacionales para
promover la lactancia materna que se han introducido en muchos países como la Iniciativa Hospital
Amigo del Niño, la aplicación y el seguimiento del Código y la protección de la
lactancia materna en el lugar de trabajo;
b) los impuestos a las bebidas azucaradas y los productos
de alto contenido calórico y bajo valor nutricional a fin de reducir el consumo
en México;
c) las nuevas políticas para mejorar la alimentación en
el entorno escolar, en particular los alimentos que se venden en las escuelas,
como en Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Perú
y Uruguay;
d) la reglamentación de la comercialización de alimentos
a los niños, como en Brasil, Chile y Perú;
e) las mejoras en los programas nacionales de
alimentación en las escuelas, como en el caso de Brasil, México y otros países;
Brasil ahora requiere que al menos 70% de los alimentos que se proporcionan a
los estudiantes sean naturales o tengan un procesamiento mínimo, y que al menos
30% del programa nacional de alimentación en las escuelas se use para comprar
alimentos producidos por la agricultura familiar;
f) el etiquetado en el frente del envase con mensajes
visuales sencillos para indicar diversas características alimentarias, como en
Ecuador;
g) el marco de acción federal, nacional, provincial y
territorial para promover el peso saludable, como es el caso de Canadá, que
incluye un enfoque de colaboración multisectorial.
El Plan de acción para la prevención de la obesidad en la niñez y la
adolescencia para el período 2014-2019.
Instar a los Estados Miembros a que:
a) otorguen prioridad y aboguen al nivel más alto para
que se ejecute este plan de acción;
b) promuevan la coordinación entre los ministerios y las
instituciones públicas, principalmente en los sectores de la educación, la
agricultura y la ganadería, las finanzas, el comercio, el transporte y la
planificación urbana, así como con las autoridades locales de las ciudades, a
fin de alcanzar el consenso a nivel nacional y de combinar sinérgicamente las
medidas para detener el avance de la epidemia de la obesidad en la niñez;
c) apoyen y dirijan iniciativas conjuntas del sector
público y el privado y las organizaciones de la sociedad civil en torno a este
plan de acción;
d) elaboren programas y planes de comunicación masiva
para difundir el plan de acción y educar al público sobre los asuntos relativos
a los alimentos, la alimentación saludable y el valor de las tradiciones
culinarias locales congruentes con la alimentación saludable;
e) establezcan un sistema integrado de seguimiento,
evaluación y rendición de cuentas de las políticas, los planes, los programas,
la legislación y las intervenciones que permita determinar la repercusión de la
ejecución del plan de acción;
f) procuren que se establezcan procesos para que haya
análisis y revisión externa de la ejecución del plan sobre la base de las
prioridades, las necesidades y las capacidades nacionales.
Fuente: OPS/OMS (2014). Plan de acción para la prevención de la obesidad en la niñez y la
adolescencia 53° Consejo Directivo. 66.va
sesión del comité regional de la OMS
para las Américas. Washington,
D.C., EUA, del 29 de septiembre al 3 de octubre del 2014.
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