Las enfermedades no transmisibles asociadas a la nutrición
se han convertido en una preocupación mayor a nivel mundial. La realización de
un consenso en el área de nutrición representa un desafío en un país como
Venezuela, cuyas situaciones de crisis sociales y económicas, así como sus
características de nación en desarrollo, constituyen circunstancias que implican
la presencia de factores de riesgo particulares.
Las características demográficas de Venezuela las cuales involucran
una proporción importante de población infantojuvenil obligan a centrar los
esfuerzos en los menores de 10 años de edad, a fin de prevenir la aparición de
Enfermedades Crónicas Relacionadas con la Nutrición (ECRN) en la edad adulta.
Los esfuerzos para prevenir enfermedades no transmisibles
asociadas a la nutrición deben incluir la puesta en marcha de políticas
públicas acordes a las necesidades de cada población en particular.
Un factor a considerar es la diferencia que existe entre los
países desarrollados y aquellos en desarrollo. La Transición Alimentaria y Nutricional (TAN) reportada en el mundo se presenta en forma
acelerada en los países en desarrollo, en contraste con la forma gradual de los
países desarrollados; esto origina lo que se consideraba superposición nutricional
y ahora se denomina “doble carga nutricional”, en la cual coexisten el
sobrepeso y la obesidad con la desnutrición.
• 23% de embarazo en adolescentes (15 a 19 años): uno de los más
altos de la región.
• 8,6% de peso bajo al nacer: cifras que todavía se
mantienen elevadas, resultado del embarazo de adolescentes y una mala
alimentación de la embarazada.
• Aumento de mortalidad materna a 69,71/100.000 nacidos vivos:
tasa todavía alta para la región, debido en gran parte a un mal control
prenatal.
• Aumento de mortalidad infantil a 15,2/1000 nacidos vivos.
• Disminución de hasta un 12% de la lactancia materna exclusiva
a los 5 meses.
• Aumento de la morbilidad y mortalidad por enfermedades crónicas:
la hipertensión arterial ocupa el puesto 14 entre las causas de morbilidad.
Aunque la diabetes, la obesidad y las neoplasias no se
encuentran entre las primeras 25 causas de morbilidad general cuando se
examinan las tasas de mortalidad en los últimos años, los datos reflejan que el
aumento en la tasa de mortalidad en 2010 por diabetes fue de 20,8 a un 33,1x100.000
habitantes, la desnutrición en menores de 1 año fue de 14,9 a 17,9x100.000
habitantes, y las primeras cuatro causas de muerte en el último anuario de
mortalidad disponible (año 2011) son: enfermedades del corazón, cáncer,
enfermedades cerebrovasculares y diabetes.
La doble carga nutricional ha sido descrita en varios países
de América Latina, sin embargo, se ha observado aumento en la prevalencia de
sobrepeso y obesidad en escolares en países como México: de 25% en 2006 a 35% en 2012.
Las cifras oficiales para toda Venezuela (INN 2008-2010) entre
los 7 y los 17 años son de 15-17% de déficit nutricional, 12-18% de sobrepeso y
9-10% de obesidad. Esta doble carga poblacional no es uniforme, y varía de
acuerdo al estrato social y a la procedencia urbana o rural, ya que el exceso
es más prevalente en las áreas urbanas y el déficit más alto en las rurales.
Esto constituye un reto en salud pública para la formulación de políticas y la
implementación de estrategias y programas.
Para este consenso se ha adoptado el enfoque “Curso de Vida
Saludable: Familia y Comunidad” de la
OMS : etapa prenatal, recién nacido, niño menor de dos años y
niño entre los 2 y 9 años.
Tradicionalmente, la obesidad fue considerada como el producto
de la interacción entre el genotipo y el estilo de vida. En la actualidad, se
reconoce que el factor genético de heredabilidad de la grasa corporal ha sido
sobreestimado y que los estilos de vida son coadyuvantes y agravantes, aunque
menos relacionados con la mortalidad por ECRN que los orígenes tempranos de
estas enfermedades.
Los nichos obesogénicos se han definido como la suma de las
influencias, oportunidades o condiciones de la vida que promueven la obesidad
en individuos y en poblaciones. La obesidad de los padres parece ser el factor
de riesgo más importante para la obesidad en los niños.
El componente intergeneracional de la obesidad se refiere
a efectos fenotípicos transmitidos a través de generaciones; sin embargo, el
enfoque intergeneracional y familiar incluye el análisis epigenético,
evaluaciones epidemiológicas y cualitativas, puesto que existen nichos
obesogénicos bien identificados con una transmisión intergeneracional materna
biológica, como la
Programación Metabólica y parental-familiar, que incluye
hábitos alimentarios y estilos de vida, en especial sedentarismo versus
actividad física.
Hasta hace poco la masa magra se consideró el tejido
primario funcional y el tejido adiposo un almacén de combustible inerte
utilizado como apoyo para las funciones fisiológicas. Este concepto ha cambiado
tras el descubrimiento de que el tejido adiposo secreta una variedad de
hormonas y una amplia gama de citoquinas pro-inflamatorias y
anti-inflamatorias. En la prevención de Enfermedades Crónicas Relacionadas con la Nutrición , se deben considerar: variables propias
del niño que interactúan con el ambiente (dieta, patrones de actividad)
generando variabilidad en el riesgo de obesidad y variables de la historia de
la vida materna que aportan una proporción de esa variabilidad, lo cual indica
un efecto trans-generacional.
Los componentes hereditarios de la obesidad son complejos
y aún mal comprendidos; cada día se identifican moléculas emergentes que tienen
un rol en el control de la masa corporal y, aunque el riesgo genético todavía
no puede ser intervenido, esto sí es posible y se deben modificar el medioambiente,
la nutrición y los factores de estilo de vida para reducir el impacto de la
obesidad y sus secuelas.
La conducta alimentaria se define como un conjunto de
acciones que establecen la relación del ser humano con los alimentos. Se acepta
que ésta se adquiere a través de la experiencia en el entorno familiar y
social, por la imitación de modelos, la disponibilidad de alimentos, los
simbolismos afectivos y las tradiciones culturales y está influenciada por
factores socioeconómicos.
El contexto familiar en el que funciona la familia
moderna, debido en gran parte por los compromisos laborales de los padres,
resulta en que las decisiones son discutidas y negociadas con los hijos quienes
responden con adaptación o manipulación. A pesar de este patrón democrático, un
porcentaje alto de padres inducen a comer más allá de la autorregulación, predisponiendo
de esta forma a la obesidad.
Tradicionalmente se ha pensado que los padres tienen una responsabilidad
jerárquica y unidireccional en lo concerniente al consumo y hábitos
alimentarios de sus hijos. Se ha demostrado que existen patrones de
dependencia, interdependencia e independencia en las relaciones familiares, y
en las familias de niños obesos hay que analizar y confrontar estos tres
patrones. Además, el estilo protector familiar se ha relacionado con exceso de
peso, el democrático con estado nutricional normal y el autoritario con
malnutrición por exceso o por déficit.
La información disponible acerca de la influencia
ambiental, en particular un ambiente obesogénico que contribuya a que la
disponibilidad en comidas calóricamente densas sean las preferidas por la
población, es extensa; sin embargo, estudios realizados desde esta misma
aproximación pero, en contraste, el aumentar la disponibilidad de los alimentos
saludables, en particular frutas y vegetales como “oferta” en la mesa familiar,
ha sido exitosa para mejorar la ingesta de estos alimentos, los cuales son
particularmente difíciles en niños y adolescentes.
Además, la influencia que la familia como estructura de
apoyo a la alimentación adecuada ha sido demostrada ampliamente, pues el
realizar de manera frecuente al menos los desayunos y las cenas, se promueve un
patrón de alimentación más saludable, y se encuentra un IMC dentro de la
normalidad en niños y adolescentes que comparten estas comidas al menos tres
veces por semana con sus familias; esto, sumado al beneficio del compartir
ideas y conversaciones en familia.
También deben considerarse los factores de estrés
emocional que afectan a los niños tales como depresión e incluso el hábito de
fumar desde la niñez, pues existen estudios que reportan un mayor riesgo de ser
obesos ante estas situaciones.
El proceso de familiarización y los procesos
condicionantes en la infancia pueden aumentar la preferencia por los diferentes
sabores; lo que se considera familiar y preferido puede afectar el peso
corporal, ya que las experiencias tempranas siembran las bases para separar lo
que es familiar de lo que no lo es. Si esta experiencia incluye la exposición a
una variedad de sabores, el niño aprende a preferir la diversidad, mientras que
si es limitada estará expuesto a un nicho obesogénico.
Fuente: Mercedes López-Blanco, Livia Machado, Ana López, Marianella Herrera Cuenca
(2014). Los orígenes del desarrollo de la salud y de la enfermedad en Venezuela.
Archivos Venezolanos de Puericultura y Pediatría. 2014; Vol 77 (3): 137-143.
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