jueves, 25 de mayo de 2017

Competencias en alimentación. Una prioridad para la Educación

En la actualidad existen, en el contexto de la alimentación, una serie de conceptos emergentes que se vienen usando cada vez más en las políticas de salud, en la investigación y en la educación, para caracterizar a un ciudadano bien formado.
Todos ellos son bastante similares, en líneas generales, con respecto a los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que consideran necesarios para que una persona pueda llevar a cabo una alimentación saludable, si bien difieren en algunos aspectos concretos y, fundamentalmente, en los términos que utilizan para su denominación.
Una perspectiva bastante difundida constituye la denominada alfabetización en alimentación, referida a las habilidades y competencias básicas en alimentación que se deben adquirir desde la infancia. 
La Food Standards Agency (FSA-Inglaterra) desarrolló, a partir de un consenso entre expertos, un marco de competencias en alimentación, que recoge las habilidades y los conocimientos esenciales sobre alimentación que los niños y jóvenes deben poseer, comprender y ser capaces de aplicar a fin de ayudarles a tomar decisiones más saludables, que los beneficien ahora y en el futuro.
Estas competencias se consideran progresivas y acumulativas, y se aplican a todas las experiencias de aprendizaje, por lo que pueden ser adquiridas en la escuela, en la casa o mediante otras actividades. Estas competencias se organizan en torno a cuatro temas: tres centrados principalmente en los conocimientos (los alimentos, la seguridad y la salud de la dieta y la sensibilización como consumidores responsables) y otro en las habilidades (cocinar y manipular alimentos) 
Otro trabajo de interés fue desarrollado por el gobierno Australiano, a través de consulta a expertos, del que surgió la definición de alfabetización en alimentación: capacidad relativa para comprender básicamente la naturaleza de los alimentos y la importancia que tienen para la persona, así como la manera en que esta puede obtener información acerca de sus alimentos, procesarla, analizarla y actuar en consecuencia.
Del trabajo emerge un modelo para describir esta alfabetización, que incluye ocho dominios: el acceso, la comida, la planificación y gestión, la selección, la procedencia de los alimentos, la preparación, la nutrición y el lenguaje sobre el tema.
Una vez caracterizada la competencia en alimentación, la siguiente cuestión que habría que plantearse es la siguiente: ¿qué deberían aprender los niños y adolescentes, en la educación obligatoria, para que lleguen a ser capaces de desarrollar hábitos y estilos de vida saludables con respecto a su alimentación; es decir, para ser competentes en este contexto?
Teniendo en cuenta lo anterior, se presenta un marco de referencia de la competencia en alimentación para su desarrollo en la educación obligatoria, organizado en torno a siete dimensiones: 1. Los alimentos 2. Funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición 3. Cocinar 4. Cultivar y elaborar alimentos 5. Comprar alimentos 6. Comer en compañía 7. La actividad física y el descanso
Estas siete dimensiones integran los conocimientos, capacidades, habilidades, actitudes y valores concretos. Todas ellas, en su conjunto, implican el desarrollo de la noción de alimentación saludable y la adquisición de hábitos saludables por parte de los niños y jóvenes.
La competencia en alimentación se debe desarrollar en la medida en que los niños y los adolescentes progresen en el conjunto de estas dimensiones. No obstante, se consideran que cuatro de ellas son primarias, en el sentido de que son las que más favorecen el desarrollo de la competencia. Se trata de las relativas a los alimentos, al funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición, a cocinar y a la actividad física y el descanso.
Los alimentos; se incluyen en esta dimensión los conocimientos científicos que llevan a la noción de alimentación equilibrada o saludable. Las clasificaciones suelen representarse por medio de un gráfico (en nuestro país, el Trompo de los Grupos de Alimentos, INN). Por lo tanto, entender esta información implica conocer el valor nutritivo de los alimentos más frecuentes en la dieta. Además de manejar las guías alimentarias, traducir sus consejos en hábitos alimentarios y estar dispuestos a seguirlos, esta dimensión incluye la capacidad de leer las etiquetas de los alimentos, comprendiendo la lista de ingredientes y la información nutricional, y tener una idea correcta de los tamaños y pesos de las raciones a que se refieren, tanto las recomendaciones como las etiquetas de los alimentos.
Funcionamiento del cuerpo con respecto a la nutrición; esta dimensión hace referencia al conocimiento científico sobre los procesos fisiológicos vinculados a la nutrición y sobre la forma en que los hábitos alimentarios pueden afectar a la salud. Se incluye aquí también: entender que las personas requieren cantidades diferentes de nutrientes y de energía a lo largo de su vida (por ejemplo, en el embarazo o en la infancia), y comprender la importancia del mantenimiento de un peso saludable y unos hábitos alimentarios regulares, ligados a la tradición cultural y al medio geográfico.
Cocinar; el conocimiento sobre los alimentos y la nutrición, al que aluden las dos primeras dimensiones, puede ser visto como “el saber qué comer”, mientras que el conocimiento culinario sería “el saber cómo hacerlo”.
Asistimos en la actualidad a una “transición culinaria”, un proceso en el que culturas enteras experimentan cambios fundamentales en la estructura y tipo de habilidades necesarias para preparar su comida cada día. Por ello, adquirir las destrezas culinarias básicas se considera una competencia clave y una destreza vital en las escuelas primarias y secundarias. Se incluye en esta dimensión la adquisición de las habilidades para cocinar los alimentos de manera atractiva y comestible, en el tiempo disponible y minimizando los desperdicios.
Abarcaría saber hacer, al menos, de cuatro a seis comidas diferentes, una de cada uno de los grupos de alimentos y empleando diferentes métodos de cocinado, por ejemplo, al horno, freír, cocer al vapor, etc. Esto implicaría saber picar, mezclar, etc., utilizando los sentidos (para apreciar la textura o el sabor) y ser capaz de seguir recetas, ajustándolas a otras condiciones si fuese necesario. Asimismo, incluiría la capacidad de reconocer los ingredientes principales de un alimento procesado o cocinado, hacer un uso creativo de las sobras y saber cómo eliminar los desechos de forma respetuosa con el medio ambiente, reciclando los envases.
Por último, también se engloban en esta dimensión los aspectos relativos a la seguridad alimentaria, es decir, conocer y aplicar las normas de higiene que permitan prevenir la contaminación, el deterioro y la descomposición durante el manejo y el almacenamiento de los alimentos, de forma que estos sean seguros para comer.
Cultivar y elaborar alimentos; esta dimensión alude al conocimiento de las formas más sencillas de cultivar alimentos, y de algunas técnicas elementales de elaboración de algunos de ellos. Por lo tanto, se refiere a saber plantar, hacer crecer y cosechar algunas frutas y hortalizas y conocer dónde y cómo se producen y se venden otros alimentos. También incluiría conocer procedimientos básicos de elaboración de algunos de ellos, como fabricar mermeladas, yogures, vinagres, etc.
Comprar alimentos; esta dimensión se refiere a ser capaz de presupuestar, comprar y preparar los alimentos a partir de diferentes situaciones y de valorar la importancia de estas tareas. Asimismo, incluye: comprender la influencia de la comercialización, la publicidad y el marketing sobre la propia dieta y el propio

Comer en compañía; se refiere a valorar el hecho de compartir la comida con la familia o los compañeros, en vez de hacerlo de manera individual mientras se realiza otra actividad, generalmente frente a pantallas. Incluye ser capaz de participar y sentarse a comer de una manera social, favoreciendo la posibilidad de formar parte de un grupo, así como estar dispuesto a probar nuevos alimentos. Numerosas investigaciones han coincidido en que promocionar las comidas en grupo mejoraría la calidad de la dieta, reduciría el exceso de peso y mejoraría los resultados educativos y sociales.
La actividad física y el descanso; esta dimensión alude a la adquisición de hábitos adecuados de descanso y de actividad física a lo largo de toda la vida. Incluiría ser físicamente activo y comprender la relación entre dieta y actividad física para mantener un peso saludable a lo largo de la vida, al mismo tiempo que entender la necesidad del descanso adecuado como complemento imprescindible de las actividades físicas y mentales.
La reducción de los factores de riesgo relacionados con las ECNT mediante una adecuada actividad física ya se recomendó en la Estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud (OMS/WHO, 2004).
Este marco de referencia puede ser de utilidad para el diseño y la aplicación de propuestas curriculares que tengan como finalidad que los escolares, a los 16 años, como ciudadanos, puedan tomar decisiones responsables en el ámbito de su alimentación. Se debe seguir profundizando en el campo del aprendizaje de la alimentación, perfilando y matizando mejor sus múltiples aspectos y fundamentar las tareas relativas a delimitación y secuenciación de contenidos, así como a la selección de objetos de estudios. Por otro lado, se debe continuar diseñando,  llevando a la práctica y evaluando propuestas didácticas en diferentes etapas y ciclos de la educación obligatoria a partir de este marco de referencia
Fuente: Enrique España Ramos, Aurelio Cabello Garrido, y Ángel Blanco López (2014). La competencia en alimentación. Un marco de referencia para la educación obligatoria. ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS Núm. 32.3 (2014): 611-629
http://dx.doi.org/10.5565/rev/ensciencias.1080 ISSN (impreso): 0212-4521 / ISSN (digital): 2174-6486


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